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Agricultura orgánica cosecha alimento desde Argentina hasta Haití

Fuentes: IPS

Ni los huracanes e inundaciones, ni el demoledor terremoto de enero ni la crónica inestabilidad política de Haití descalabraron una iniciativa de huertas orgánicas que se desarrolla desde 2005. La semilla se plantó en Argentina, hace 20 años. Unas 13.000 familias haitianas, que comprenden 90.000 personas, trabajan con 23 agrónomos en el desarrollo de «ti […]

Ni los huracanes e inundaciones, ni el demoledor terremoto de enero ni la crónica inestabilidad política de Haití descalabraron una iniciativa de huertas orgánicas que se desarrolla desde 2005. La semilla se plantó en Argentina, hace 20 años.

Unas 13.000 familias haitianas, que comprenden 90.000 personas, trabajan con 23 agrónomos en el desarrollo de «ti jaden òganik», pequeñas huertas orgánicas en lengua creole, para producir sus propios alimentos. Y el objetivo es llegar a un millón de beneficiarios.

Pro-Huerta – Programme d’Autoproduction d’Aliments Frais (Programa de Autoproducción de Alimentos Frescos) trabaja para diseminar las huertas orgánicas en zonas rurales y urbanas.

Por eso, cuando el terremoto del 12 de enero destruyó la capital, algunas ciudades y pueblos, mató a más de 220.000 personas y dejó a 1,3 millones sin hogar, hubo familias que lograron abastecerse de comida por sí mismas, contó a IPS el agrónomo Emmanuel Fenelon, director de Pro-Huerta en Haití.

«Varias familias nos contaron que estaban contentas de no tener que sufrir la humillación de hacer cola para pedir comida», dijo Fenelon.

La iniciativa tuvo su cuna en Argentina en 1990, donde cuenta con 630.000 huertas y granjas en 3.500 localidades urbanas y rurales de este país sudamericano. Y el modelo fue reproducido o transferido a otros vecinos de la región, como Brasil, Colombia, Guatemala y Venezuela.

Pero «la experiencia con Haití está resultando muy exitosa porque tiene un efecto significativo aun con muy poco», dijo a IPS el agrónomo Roberto Cittadini, coordinador de Pro-Huerta en Argentina.

Según Cittadini, la horticultura en un lote de 100 metros cuadrados puede abastecer a una familia, pero la mitad de esa superficie también sirve, y si se consigue un terreno comunal o de una iglesia es igualmente bienvenido.

Los interesados toman un curso de ocho encuentros de medio día, que puede variar según las circunstancias. «Los destinatarios finales son familias vulnerables, pero no es un plan asistencialista sino que requiere participación», aclaró.

En cada provincia un coordinador y un equipo técnico difunden el programa dos veces al año, distribuyen semillas, herramientas y manuales, y hacen seguimiento de la huerta a través de promotores voluntarios.

En 2003, Pro-Huerta fue incluido en el Plan Nacional de Seguridad Alimentaria de Argentina, un gran productor de alimentos que, sin embargo, tenía 17,7 por ciento de su población con necesidades básicas insatisfechas en 2001, y hoy tiene más de tres por ciento de sus 40,5 millones de habitantes en la indigencia, según cifras oficiales.

Las huertas se multiplican también en escuelas, cárceles, comedores comunitarios o asociaciones de jubilados.

El cultivo es para consumo propio. Pero hay algunas redes de comercialización. «Es una producción agroecológica, no se usan químicos, el control de plagas es natural y el suelo se recupera por rotación», explicó Cittadini.

En Haití, donde 2,4 millones de los nueve millones de habitantes se encuentran en inseguridad alimentaria y más de la mitad de la comida es importada, los agrónomos del programa creen que las pequeñas huertas están haciendo la diferencia.

«Es admirable. Hay muchas mujeres que nos dicen que ya no necesitan comprar perejil ni repollos. Sé que estamos teniendo impacto», dijo Fenelon, el primer agrónomo del programa, que funciona en la sede haitiana del Instituto Interamericano de Cooperación para la Agricultura (IICA) y cuenta también con apoyo de los gobiernos de España y Canadá.

Además del trabajo con asociaciones de mujeres, jóvenes, campesinos e iglesias, los agrónomos colaboran con los ministerios de Agricultura y de Alfabetización, entrenando a otros colegas, maestros alfabetizadores, promotores y voluntarios.

Los adultos jóvenes que están aprendiendo a leer y escribir creole -con el francés, una de las dos lenguas oficiales, pero la única que hablan todos los haitianos- reciben una guía ilustrada a todo color que muestra a una familia cultivando una huerta.

Las ilustraciones del librillo, basado en uno similar de Argentina, explican cómo iniciar las plantas en cajas, tinas o neumáticos viejos, cómo rotar los cultivos, cómo hacer composta y otras técnicas.

Desde Argentina, Pro-Huerta se fue difundiendo hacia América Latina. «Con toda la región tenemos algún tipo de interacción. O copian el modelo o toman algunos elementos, y también hay un curso internacional para capacitar a terceros países», señaló Cittadini.

Pro-Huerta llegó a suelo haitiano en 2005, como consecuencia de la presencia militar y policial argentina en la Misión de Estabilización de las Naciones Unidas (Minustah).

Hoy funciona en los departamentos de Artibonite, Centro, Noreste, Norte, Oeste y Sur, y pronto comenzará en Noroeste, con apoyo de los gobiernos de Colombia y Barbados. Las autoridades proyectan llegar a un millón de personas en 2013.

Para ello, una delegación encabezada por el ministro de Agricultura, Joanas Gué, visitó Argentina a fines de septiembre y recorrió varias granjas y huertas orgánicas que han avanzado en la obtención local de semillas, la producción avícola y el manejo de agua.

Pro-Huerta «es probablemente el ejemplo más acabado de cooperación Sur-Sur», dijo el canciller argentino Héctor Timerman.

Luego del sismo, los técnicos argentinos Francisco Zelaya y David Arias Paz continuaron visitando Haití, alojándose en tiendas de campaña, e «hicieron un trabajo admirable con Fenelon, que permitió el éxito del programa pese a todas las adversidades», contó Cittadini.

«Últimamente entrenamos a las familias para que produzcan sus propias, y buenas, semillas», dijo Fenelon. «Esto es un paso importante para la seguridad y la soberanía alimentaria».

La obtención de semillas es un tema clave en Haití. Después del terremoto, la corporación Monsanto donó al gobierno semillas híbridas de maíz y verduras por valor de cuatro millones de dólares, generando protestas, como la quema de semillas que, en realidad, fueron ofrecidas en venta a los campesinos.

Fenelon cree que su país no necesita semillas híbridas. «Con un programa como Pro-Huerta podemos ayudar a la población a mejorar sus semillas, su alimentación y su situación económica, todo al mismo tiempo», concluyó.

Fuente: http://www.ipsnoticias.net/nota.asp?idnews=96713