La humanidad entera, y nuestra región en particular, enfrentamos a un peligro de naturaleza mayor. Los demonios se han desatado y escapados del infierno. Ya hoy muchos cuentan sobre el resurgimiento de la «guerra fría» -que nunca lo fue así-; de las posibilidades de una guerra de carácter nuclear contra la República Islámica de Irán; […]
La humanidad entera, y nuestra región en particular, enfrentamos a un peligro de naturaleza mayor. Los demonios se han desatado y escapados del infierno. Ya hoy muchos cuentan sobre el resurgimiento de la «guerra fría» -que nunca lo fue así-; de las posibilidades de una guerra de carácter nuclear contra la República Islámica de Irán; así como de las posibilidades que interfieran Rusia y China en la región del Medio Oriente para evitar perder su zona de influencia. Pues pareciera comienzan a entender que la guerra contra Siria, Libia, Irán Irak, etc., es también la guerra contra ellos mismo. El Consejo de Cooperación de Shangai se activa y algunos de sus miembros convocan al resto a prepararse para lo peor.
A buena hora nace un nuevo organismo regional que reúne a todos los países de Nuestra América sin la presencia insolente imperio del Norte. La Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC) es hoy precisamente la concreción una las más importantes propuestas que dejó legada el Libertador Simón Bolívar en el Congreso Anfictiónico de Panamá en 1826 para las generaciones posteriores. Pues, como se dice: «ha llegado el momento de la patria grande soñada por Bolívar y muchos otros libertadores y próceres independentistas que conocieron la historia de nuestras tierras».
A buena hora Nace la CELAC en un contexto mundial muy delicado, marcado por la crisis estructural del capitalismo y la decadencia imperial manifiesta en sus guerras de rapiña que codician el robo descarado de las riquezas naturales provistas para el desarrollo de los pueblos del Sur. La CELAC se funda en un mundo donde el decadente imperio comienza a perder la hegemonía que sólo hasta ahora ha podido mantener por la razón de la fuerza y la influencia de su sistema económico capitalista. Pero el fracaso de este último lleva al imperio a imponerse sólo por la razón de la fuerza bélica como única vía de salvación y reproducción del sistema capitalista mismo.
No somos ingenuos. Las naciones deben prepararse para lo peor. La barbarie capitalista que hoy experimentan los pueblos del África y del Medio Oriente toca a nuestras puertas. No es amarillismo esta posición. Sabemos que el imperio intensifica sus políticas intervencionistas contra todos los países que hoy levantan banderas soberanas. Sabemos que el imperialismo estadounidense ansía de Venezuela su petróleo pero también pretende destruir su propuesta Socialista que comienza a influir con fuerza a otros pueblos en el mundo. También sabemos que el imperio no tiene escrúpulos, que buscará destruir cualquier intento de integración regional que se perfile como independiente y con grandes posibilidades de éxito.
Ante la caducidad del infame Ministerio de las Colonias bien conocido como la OEA y la inoperancia de la ONU por su carácter antidemocrático manifiesto en el Consejo de Seguridad de ese organismo (5 países con poder de veto). La CELAC se erige como el organismo regional por excelencia que, además de impulsar la integración y unión de nuestros pueblos soñada por nuestros libertadores, primará por resolver de forma pacífica los conflictos internos y entre países miembros conforme al Artículo 52 de la Carta de la ONU. Pero esto no es suficiente, pues, el ALBA, la UNASUR, y hoy la CELAC están obligadas en avanzar y profundizar en políticas de defensa que vayan mucho más allá de lo puramente económico y del dialogo diplomático. Esto último aun quedará pendiente.
Basem Tajeldine. Investigador del Centro de Saberes Africanos
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