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Irlanda

¿Cuándo resistirán los obreros irlandeses?

Fuentes: Viento Sur

A pesar de los ataques masivos que han sufrido en los últimos tres años, los trabajadores irlandeses todavía no han opuesto resistencia con la misma fuerza masiva que hemos visto en otros países. Ahora que se anuncia otro presupuesto despiadado, preguntamos a Kieran Allen, Secretario Nacional del Socialist Workers Party (SWP), por su opinión sobre […]

A pesar de los ataques masivos que han sufrido en los últimos tres años, los trabajadores irlandeses todavía no han opuesto resistencia con la misma fuerza masiva que hemos visto en otros países. Ahora que se anuncia otro presupuesto despiadado, preguntamos a Kieran Allen, Secretario Nacional del Socialist Workers Party (SWP), por su opinión sobre la crisis y la resistencia en Irlanda.

En una de sus grandes manifestaciones, los trabajadores griegos mostraron una pancarta que decía: «No somos irlandeses – nosotros resistimos». ¿Es cierto que los irlandeses han olvidado cómo protestar?

Este mito de los irlandeses pasivos lo promueve activamente la clase política establecida. El exministro de Hacienda, Brian Lenihan, declaró una vez que «nuestros socios en Europa están asombrados por nuestra capacidad de asumir grandes esfuerzos. En Francia habría disturbios si se intentara hacer esto». Sus sucesores en el Gobierno del Fine Gael y del Partido Laborista también se presentan como los «buenos chicos y chicas» de Europa. Su mensaje implícito a la élite de la UE es que «nosotros controlamos a nuestra población».

Estas declaraciones encierran un importante componente mistificador, pues los irlandeses han demostrado repetidamente su deseo de protestar. Al comienzo de la recesión fueron mucho los que participaron en las protestas de los pensionistas para oponerse a la supresión de la tarjeta sanitaria. Una cuarta parte del millón de trabajadores del sector público protagonizaron una huelga de 24 horas en noviembre de 2010, a pesar de que muchos de ellos desconfían de la voluntad real de los dirigentes sindicales de encabezar la lucha. Entre 15.000 y 20.000 estudiantes se manifestaron en contra de las tasas de tercer nivel y debilitaron la confianza de los diputados laboristas de a pie en la bondad de la medida. En el plano local también ha habido protestas impresionantes. Ciudades como Navan, Roscommon Portlaoise y Abbeyleix se movilizaron casi al completo contra cierres de hospitales.

Simplemente no es cierto que los «irlandeses no protestan». Claro que queda la cuestión de por qué estas protestas no se generalizan y cristalizan en un movimiento más sostenido en las calles. Y de por qué las protestas han sido en gran parte ajenas al movimiento obrero organizado.

¿Por qué no se ha visto ninguna movilización general contra la austeridad por parte de los trabajadores?

El revolucionario ruso León Trotsky rebatió, como es sabido, cualquier relación mecánica entre las recesiones económicas y la resistencia combativa. Escribió que «los efectos políticos de una crisis vienen determinados por el conjunto de la situación política concreta y por los hechos que preceden y acompañan a la crisis, especialmente las batallas, triunfos y derrotas de la propia clase obrera antes de la crisis. En ciertas condiciones, la crisis puede dar un fuerte impulso a la actividad revolucionaria de las masas trabajadoras; en circunstancias distintas, puede paralizar completamente la ofensiva del proletariado».

Los trabajadores irlandeses se encontraban, al comienzo de la crisis, en una situación que les predisponía más a la estupefacción que a la respuesta combativa. Los años del «Tigre Celta» generaron una virulenta cultura procapitalista en la que los empresarios fueron ascendidos al mismo pedestal que los héroes republicanos de nuestro pasado. Sistemáticamente se infundieron a la población los valores empresariales a través de los medios de comunicación de dos expatriados fiscales, Denis O’Brien y Tony O’Reilly. El mensaje repetido machaconamente era «lo privado es bueno» y «lo público es malo». Tuvo eco porque muchos trabajadores vieron cómo subía su nivel de vida sin gran necesidad de una lucha colectiva. Muy pocos se dieron cuenta de que la parte de la economía que beneficiaba a los trabajadores disminuía en comparación con la que se destinaba a beneficios y dividendos.

La situación se vio agravada por la debilidad histórica de la izquierda irlandesa. En Grecia, por ejemplo, la izquierda radical siempre ha contado con una base sólida desde el levantamiento contra el régimen militar en 1974. En cambio, incluso la socialdemocracia irlandesa es raquítica en comparación con los dos partidos de derechas dominantes. La influencia de los valores procapitalistas se puso de manifiesto en el apoyo que recibió Sean Gallagher en las elecciones presidenciales. Este personaje debía toda su fama al hecho de haber sido uno de los partícipes del detestable programa de telerrealidad titulado Dragon’s Den .(1)

Así que los trabajadores irlandeses se hallaban, al comenzar la crisis, ideológicamente desarmados. En gran parte no disponían de un bagaje que les permitiera ver en ella una crisis capitalista.

Todo esto parece muy importante, pero ¿existen otros factores que ayuden a explicar la debilidad de la respuesta?

También hay que mencionar un legado de treinta años de colaboración social. En otras palabras, no solo fue una cuestión de ideas, sino también de organización. La colaboración social no solo supeditó la política del movimiento sindical irlandés a las necesidades del capitalismo nacional, sino que también quebró algunos apoyos organizativos de los trabajadores. Durante los años de colaboración, la afiliación sindical descendió de la mitad de la fuerza de trabajo a un tercio y quedó cada vez más circunscrita al sector público. La participación de los afiliados también disminuyó masivamente y muchos de los comités de empresa pasaron a estar dominados por esbirros que no hacían más que repetir la línea de la dirección de que «no se puede hacer nada». Este sector se conchabó cada vez más con la patronal, pues entendió que su misión consistía en «vender» acuerdos a una base pasiva y no implicada. La colaboración social privó a los trabajadores de un espacio organizativo en el que pudieran reunirse en grandes asambleas generales para discutir sobre la respuesta a dar a la crisis.

Si estos factores ayudan a explicar la ausencia de una respuesta general a la crisis por parte de los trabajadores organizados, ¿cómo podría cambiar la situación?

La clase dominante irlandesa no tiene ninguna vía de salida a corto plazo de la crisis. Su intento de presentarse como modelo o ejemplo para los países periféricos se basa en gran medida en mera propaganda. En 2013, por ejemplo, la deuda del Estado irlandés alcanzará un increíble 150 % del PNB, superior al de Grecia, teniendo en cuenta recientes descuentos. Está claro que los «mercados» lanzarán nuevos ataques especulativos, que a su vez provocarán fugas de capitales todavía mayores. Además, nuestros gobernantes apostaron todo a una estrategia basada en la exportación, con la esperanza de que las empresas multinacionales abrieran una vía de salida de las crisis para el conjunto de la economía. Sin embargo, la inminente recesión económica mundial ha convertido esta estrategia en papel mojado.

Así que por mucho que hayan podido explotar la debilidad ideológica y organizativa de los trabajadores, no pueden ofrecer otra cosa que años de ataques continuados. La magnitud de estos ataques hará que inevitablemente haya una respuesta igual de fuerte por parte de los trabajadores. A este respecto, la analogía con la experiencia de los obreros de EE UU durante la Gran Depresión resulta instructiva. Tras el hundimiento de la bolsa de Wall Street en 1929, los trabajadores estadounidenses tuvieron que encajar graves derrotas durante un periodo. Los activistas sindicales fueron perseguidos sistemáticamente y la American Federation of Labour (AFL) perdió un millón de afiliados. Pero derrota tras derrota, entre los trabajadores creció la furia y la politización. En cuatro años la situación cambió totalmente.

Entonces se produjo una explosión. Tras una serie de batallas cruciales en Toledo, San Francisco y Minneapolis, el movimiento obrero de EE UU lanzó un enfrentamiento general contra la patronal. Se formó una nueva organización sindical, la Commission on Industrial Organisation (CIO), y muchos trabajadores se radicalizaron. La tragedia fue que, por efecto de la política del Partido Comunista, volvieron a la órbita de Roosevelt y el Partido Demócrata. La historia no se repite y todo militante de izquierda que diga que es capaz de prever el futuro sabe tanto de marxismo como un adivino con su bola de cristal. Solo podemos estar seguros de una cosa: cuanto mayor sea el grado de explotación y opresión, tantos más se verán obligados a responder. El cómo van a responder ya es otra cosa.

A la luz de la experiencia podemos contemplar dos situaciones. Una grave crisis política puede dar pie a movilizaciones masivas en la calle que sirvan de estímulo para una rápida organización en los lugares de trabajo a través de un nuevo tipo de sindicalismo basando en asambleas masivas. O bien las fluctuaciones de la propia crisis económica crean oportunidades para que los trabajadores den rienda suelta a su furia acumulada. En este momento, la primera respuesta parece más probable, pero nadie puede saberlo. Lo que la historia nos enseña es que si en la crisis actual logra crecer una organización socialista revolucionaria, su influencia en el resultado será importante. Lo que hagamos la izquierda radical y revolucionaria en los próximos años será crucial. Cuando los trabajadores emprendan la resistencia masiva, tendremos que estar preparados.

(1) Dragon’s Den es un programa de televisión en el que se presentan empresarios que defienden sus ideas de negocio ante un panel de propietarios de capital riesgo.

Entrevista publicada en Social Worker y traducida por VIENTO SUR.

Fuente: http://www.vientosur.info/articulosweb/noticia/?x=4691