Con el 28,6 por ciento de los votos, el candidato socialista despojó al mandatario (27 por ciento) del primer puesto. Sorprendió el caudal de votos que sacó la ultraderecha de Le Pen. Las estrategias discursivas de cara al 6 de mayo.
«Los pétalos de la rosa de abril son más numerosos que los claveles azules de mayo.» Las redes sociales replicaron este mensaje para saltarse la prohibición de difundir resultados antes de las 8 de la noche y anunciar así la victoria del candidato socialista François Hollande en la primera vuelta de las elecciones presidenciales francesas. Pero la celebración no tomó en cuenta la flor negra, el terremoto político que representa el resultado de la extrema derecha del Frente Nacional, al que su candidata, Marine Le Pen, llevó a un histórico resultado del 18 por ciento. Nicolas Sarkozy perdió su apuesta y François Hollande ganó la suya. Con 28,6 por ciento de los votos, el candidato del PS despoja al presidente francés (27 por ciento) del primer puesto y le impide cumplir con la regla que el mismo Sarkozy fijó: salir este domingo a la cabeza de la consulta, «aunque sea por un pelo», para, a partir de allí, redinamizar a la derecha y ganar la segunda vuelta del próximo 6 de mayo. La sanción para Sarkozy fue sin discusión: el presidente logró 5 puntos menos que en 2007. Al contrario, Hollande entró en la historia porque no sólo se convierte en una carta sólida para la socialdemocracia europea sino que, además, sumó uno de los mayores números de votos conseguido hasta hoy por un candidato socialista en la primera vuelta de una elección. Sólo le gana François Mitterrand, con su 34 por ciento de 1988.
Sin embargo, el poderoso porcentaje de la ultraderecha y el bajo caudal de votos obtenido por el candidato de la izquierda radical, 11,5 por ciento, Jean-Luc Mélenchon, invitan a la moderación. Hoy empieza una nueva campaña y, como ya lo ha demostrado a lo largo de sus cinco años de mandato, Sarkozy no tendrá ningún tapujo en ir a conquistar los votos de esa Francia que ve en la xenofobia, el odio al prójimo, la inmigración, la hiperseguridad, el rechazo a Europa y el desprecio a los franceses hijos de padres extranjeros una alternativa política. Esta elección marca un hito en muchas cosas: es la primera vez que un presidente saliente no alcanza la punta de la vuelta inaugural: Marine Le Pen pulverizó el record de votos que su padre y fundador del Frente Nacional, Jean Marie Le Pen, había obtenido en 2002, más del 16,9 por ciento. Al mismo tiempo, casi duplicó el caudal de electores que su mismo padre obtuvo en 2007 (10,44). Ayer, los electores le dieron a la socialdemocracia francesa un fuerte respaldo que les permite a sus partidarios soñar, sin que la pesadilla se aleje por completo de las regiones del sueño.
A partir de ahora, las llaves de la victoria están, para Sarkozy, en manos de la ultraderecha, y para Hollande, en las de Jean-Luc Mélenchon y su Frente de izquierda. La guerra para la segunda vuelta entre Sarkozy y Hollande comenzó apenas unas horas después, al mismo tiempo que caían los primeros pronósticos de la segunda vuelta. Estos, una vez más, pusieron a Hollande casi nueve puntos arriba del presidente saliente. Sarkozy propuso que hubiese tres debates de aquí al 6 de mayo. Hollande le respondió: «No es porque tenga un mal resultado que se van a cambiar las reglas». En su discurso de anoche, Sarkozy dijo: «El momento crucial ha llegado: el de la confrontación de proyectos y el de la elección de las personalidades». En su aparición ante los militantes, Hollande pronunció un discurso mesurado y alentador. «Tenemos todas las condiciones para obtener una victoria», dijo, y agregó: «Esta noche, con el voto de los franceses, me convierto en el candidato de quienes quieren cerrar una página y abrir otra».
Con un centro que se hundió en relación con 2007, 18,57 por ciento contra los 8,9 actuales, una candidata ecologista sin peso (2,3 por ciento), y una extrema izquierda periférica, la reserva de votos está en la pareja Marine Le Pen-Mélenchon. Sarkozy perdió la ecuación electoral que se había fijado: salir primero para relanzar una «dinámica» y cambiar la relación de fuerzas de cara a la segunda vuelta. Pero no por ello perdió la elección. Sumados, los votos de la extrema derecha y los del candidato Sarkozy rozan el 47 por ciento. Queda la ambigüedad del centro y las consignas para el 6 de mayo de unos y otros. La candidata ecologista, Eva Joly, ya llamó a votar por Hollande. Fiel a sus compromisos y sin regateos, Jean-Luc Mélenchon hizo lo mismo en un encendido discurso en el que pidió a sus militantes no fijarse en comentarios y detalles: «Los invito a reencontrarnos el 6 de mayo, sin pedir nada a cambio, para derrotar a Sarkozy», dijo Mélenchon. El candidato centrista François Bayrou no dio consignas de votos y Marine Le Pen recién lo hará el 1º de mayo. «La batalla de Francia acaba de comenzar (…). Nada será como antes. En contra de lo que se esperaba, los franceses se invitaron a la mesa de las elites», dijo anoche la líder frentista. Estos resultados constituyen una indiscutible victoria de la línea política que adoptó y que consistió en sacarle el manto de diablo con que su padre había envuelto al Frente Nacional. La extrema derecha es hoy una corriente política totalmente normalizada, masivamente aceptada y en cuya pujanza electoral está el destino político del país.
Sarkozy salió derrotado, pero con un salvavidas al alcance. El resultado del Frente Nacional le debe mucho a su política, al racismo de Estado que el mismo presidente encarnó, a los incontables ataques contra los extranjeros y los musulmanes, a la permanente saña con que se trató a los hombres y mujeres venidos, por una u otra razón, de todos los rincones del planeta. No fue él quien sacó provecho por ahora, sino Marine Le Pen. La estrategia sarkozista mordió dos veces el polvo: salió segundo y no obtuvo desde el vamos el respaldo de los votos del Frente Nacional. En 2007, Sarkozy recuperó los votos de la ultraderecha y con ellos y sus promesas asentó su victoria. Cinco años más tarde, estos electores volvieron a la fuente. El presidente candidato tiene una doble misión para ser reelecto: seducir al centro y volver a la pesca de la ultraderecha. La tarea del Partido Socialista será trabajosa de aquí al 6 de mayo. Hollande obtuvo uno de los resultados más amplios de un candidato socialista en una primera vuelta. El total de los votos de las listas de izquierda en la primera vuelta de 2007 llegó a 36,4 por ciento, bastante menos que el casi 44 por ciento del domingo. La perspectiva es alentadora. La meta del PS son los electores del centro y algunos votos de la extrema derecha. Estos, más que un voto adhesión a las tesis de Marine Le Pen, constituyen una manifestación de rechazo al sistema político y de miedo ante la crisis. El Frente Nacional cuenta entre sus electores a votantes obreros que fueron de la CGT y hasta del mismo Partido Comunista. La crisis acentuó el fenómeno de transfrontalización entre los partidos, lo cual benefició ampliamente a la ultraderecha. Las encuestas señalan hoy que el 48 por ciento de los electores frentistas votarían por Hollande el próximo 6 de mayo. Los socialistas franceses renacieron del todo con un candidato por el que nadie apostaba un céntimo. Milagro rosa. La dirigencia ya puso anoche en marcha la estrategia discursiva de aquí a dos semanas. Repetir, como lo hizo el ex ministro socialista de Cultura, Jacques Lang: «Sarkozy contribuyó a legitimar las ideas del Frente Nacional y no hizo más que alimentar la xenofobia y la división».
Ayer hubo un momento de sublime revelación en la Rue Solferino, la sede del PS, uno de esos instantes en que se presiente que el destino pasa con cuerpo y alma. Cuando Jean-Luc Mélenchon apareció en las pantallas, los militantes socialistas se quedaron mudos. De lo que dijera en ese momento dependía el futuro. La televisión pública transmitió el discurso y dividió la pantalla en dos: a la derecha estaba Mélenchon, a la izquierda el portavoz de Hollande, Manuel Vals, y la candidata de 2007 y ex compañera de Hollande, Ségolène Royal. Estaban pálidos y tensos mientras escuchaban a Mélenchon lanzar sus dardos. Un silencio de sepulcro envolvió la sede del PS, donde los militantes escuchaban hipnotizados por el temor. Hasta que llegó la frase liberadora, los gritos y los aplausos cuando el candidato del Frente de Izquierda llamó sin ambigüedad y con una enorme nobleza a derrotar a Sarkozy. Otra campaña empieza. Otro país puede surgir dentro de dos semanas. Hay que sortear todavía un campo sembrado de miedo al mundo, de populismo y de liberalismo lleno de ajustes. Quedan dos lecciones: François Hollande resucitó al socialismo… y Sarkozy a la extrema derecha.
Fuente: http://www.pagina12.com.ar/diario/elmundo/4-192482-2012-04-23.html