Las elecciones anticipadísimas, del pasado 17 de junio en Grecia confirmaron muchas de las tendencias que quedaron apuntadas en las elecciones ordinarias, celebradas mes y medio antes (el pasado 6 de mayo). Lo primero, evidente, es que el vencedor de las elecciones fue -con un 29,6% de los votos- el partido de la derecha Nueva […]
Las elecciones anticipadísimas, del pasado 17 de junio en Grecia confirmaron muchas de las tendencias que quedaron apuntadas en las elecciones ordinarias, celebradas mes y medio antes (el pasado 6 de mayo).
Lo primero, evidente, es que el vencedor de las elecciones fue -con un 29,6% de los votos- el partido de la derecha Nueva Democracia que, durante el medio año precedente, sostuvo al Gobierno tecnócrata que gobernó el país.
Lo segundo es que SYRIZA (un partido de izquierda contrario a los planes de ajuste) se ha erigido en el principal partido de oposición. La situación es tan eléctrica en Grecia que en apenas un par de años, SYRIZA, ha pasado de un 4,6% de los votos a un ¡26.9%!
Lo tercero es que el PASOK (antiguo partido hegemónico de corte socialdemócrata) no solo ha retrocedido hasta la tercera posición sino que está perdiendo influencia política a pasos agigantados.
Lo cuarto es que, en los extremos, parece haber una tendencia invertida. De hecho, por una parte, el Partido Comunista (KKE) acaba de perder casi la mitad de los votos que había cosechado mes y medio antes. Dicho derrumbe se ha debido, fundamentalmente, a su reiterada negativa a participar, no solo en coaliciones, sino en eventuales Gobiernos de izquierda.
La neo-nazi Aurora Dorada (AD) confirmó, por su parte, los sorprendentes resultados que cosechó en mayo (6,8%) demostrando que, en momentos de crisis como el actual, ciertos sectores de la población terminan buscando cobijo en una extrema derecha que milita en una violencia irracional e inopinada.
Aunque el panorama descrito, básicamente fragmentado, no le confiere a ND un cheque en blanco para gobernar, lo hará con los partidarios de los planes de ajuste (firmados por el tecnócrata ejecutivo anterior, con la UE y el FMI) terminen coaligándose obteniendo, así, una mayoría holgada.
En Grecia, la coalición entre ND y el PASOK se daba por hecha antes de las elecciones de 17 de Junio. Lo único que quedaba por ver era si -más allá de los nombramientos- terminaría celebrándose un matrimonio o un tripartito, junto a Izquierda Democrática (o DIMAR, por sus siglas en griego).
Tras rápidas deliberaciones, la clase política griega, decidió que le iba a ser más útil que DIMAR formara parte de la mayoría. A la coalición gobernante, ello le conferiría un marchamo de supuesto pluralismo que ha terminado siendo redondeado por un sutil malabarismo: hasta ahora, DIMAR, se limita a ofrecer apoyo parlamentario. De integrarse en el Gobierno, de momento, nada.
Mediante dicha decisión, DIMAR confirma el rol que el sistema político griego siempre le ha asignado: ser una izquierda «moderada» y «razonable», contrapuesta a cualquier aventura «radical» que pudiera emerger. Comportándose así, DIMAR ejerce, fundamentalmente, de válvula política.
Hasta ahora, ese juego le ha funcionado bastante bien: en mayo pasado, la Izquierda Democrática irrumpió en el parlamento con algo más de un 6% de los votos y mes y medio después, en un contexto de volatilidad, ha mantenido sus resultados.
Otra cosa que, para sobrevivir, DIMAR ha tenido que alimentar, es un enfrentamiento visceral con sus antiguos compañeros de SYRIZA (originariamente DIMAR es producto de una escisión cupular de SYRIZA). De alguna manera, por consiguiente, ya le han hecho parte del juego sucio a las élites gobernantes…
Politiqueo al margen, después de las elecciones de mayo y de las de ahora, de junio, algo está claro en Grecia: el país ya no es el mismo, desde ningún punto de vista, que antes de la firma del plan de ajuste. No solo el Parlamento sino, la sociedad, también está profundamente polarizada pero, sobre todo, fragmentada.
La cohesión social se ha quebrado a niveles difícilmente recuperables y en el horizonte cercano se barrunta una confrontación a gran escala que, no solo va a tener dimensiones políticas, económicas y sociales sino, también, territoriales e incluso, intergeneracionales.
En este sentido, a la luz de los recientes resultados electorales, se pueden realizar algunas interpretaciones políticas interesantes. La primera es que las clases medias-bajas de origen urbano (asalariados, pequeños comerciantes, autónomos, etc.) y la juventud, que son los que más están sufriendo las medidas de austeridad, están optando masivamente por SYRIZA, la única opción que se ha posicionado claramente contra las medidas de ajuste.
En el polo opuesto están los defensores del viejo orden (ND, PASOK, DIMAR, etc.) que se cuentan, sobre todo, entre las personas mayores, los grandes empresarios y las zonas periurbanas y rurales.
Para muestra de quién está con quién, un botón: el lunes pasado, la Bolsa de Atenas, celebró con alzas un triunfo de la derecha, saludado con alivio -en la prensa internacional- por grandes empresarios y banqueros.
Lo interesante es que, teniendo en cuenta todo lo anterior, se pueden extraer algunas conclusiones muy didácticas útiles, quizás, para elaborar un análisis prospectivo sobre la evolución que Grecia pudiera protagonizar en los próximos tiempos.
El primer punto a resaltar es el enorme avance de SYRIZA, una buena noticia para el futuro del país que lo es, no tanto por su significado político in se, como porque lo que demuestra es que, una porción considerable de la población está abandonando -como consecuencia de los recortes- las estructuras y valores clientelares, otrora dominantes. La gente, ahogada por el neoliberalismo, le está perdiendo el miedo a la izquierda…
Ello implica que, en los próximos tiempos, los Gobiernos de derechas, ya no solo tendrán que negociar con la UE, el FMI y/o la (mayoritariamente corrupta) patronal griega, sino que también tendrán que considerar los planteamientos de una parte de la población que está demostrando que ha dejado de ser sumisa.
¿Hacen falta pruebas? En un clima electoral en el que primaron el terrorismo mediático, las injerencias extranjeras y la violencia neonazi, casi un tercio de los electores optó por SYRIZA.
Grecia está, por lo tanto, en un momento de -como lo definía Antonio Gramsci- «empate catastrófico». Es decir, en un momento en el que, aunque lo viejo muere, todavía lograr dominar gracias al poder que le proporciona el control de los mecanismos de gobierno y del aparato del Estado… pero lo nuevo, que está naciendo, sigue su propio curso.
Concluyendo: ahora mismo, Grecia, está en un momento clave… Como cuando la luz y las tinieblas coinciden. El problema es que nadie sabe muy bien si eso está ocurriendo porque anochece o porque amanece. Pese, sigue habiendo esperanza: es incorrecto decir que las elecciones han clarificado el panorama. De hecho, más bien, lo han complejizado… y en la medida en la que eso es así, se le puede ganar a la noche.
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