La Cumbre de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC), a celebrarse en Chile este fin de semana, y la asunción de Cuba a la presidencia pro-tempore de esa entidad integracionista constituirán nuevos pasos hacia una verdadera unidad de nuestra región, sin la intromisión y el dominio de Estados Unidos. Analistas políticos coinciden en […]
La Cumbre de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC), a celebrarse en Chile este fin de semana, y la asunción de Cuba a la presidencia pro-tempore de esa entidad integracionista constituirán nuevos pasos hacia una verdadera unidad de nuestra región, sin la intromisión y el dominio de Estados Unidos.
Analistas políticos coinciden en que la cita de Santiago de Chile es ya el prologo de la crónica del «funeral anunciado de la Organización de Estados Americanos (OEA)», cada vez más desprestigiada por las continuas injerencias y el empeño de Washington de imponer su modelo a las naciones de este hemisferio.
Concuerdan además que a partir de que Cuba asuma en la capital chilena la presidencia anual de la CELAC, le imprimirá una mayor energía y dinamismo, y favorecerá el objetivo final para el que fue creada: la verdadera materialización de la Patria Grande.
Cuba desde el mismo triunfo de su Revolución, en 1959, fue faro y guía de la unidad latinoamericana, sin embargo fue expulsada de la OEA por orden expresa de Estados Unidos para evitar, lo que actualmente si puede hacerse realidad por los fuertes temporales de cambios a favor de los pueblos que se escenifican en la región.
Entonces, los regímenes serviles a Washington que ejercían el poder en América Latina rompieron, casi todos y al unísono, relaciones diplomáticas con Cuba, pero hoy son otros, y no pocos, los gobiernos que junto a la mayor de las Antillas sueñan y trabajan por la fundación de la Patria Grande.
Mientras avanzan los procesos revolucionarios en Latinoamérica, a los cuales, por cierto, la administración norteamericana ataca sin cuartel, la OEA sobresale por sus escandalosas intromisiones en los asuntos internos de sus países miembros, como ocurrió recientemente con Venezuela.
En medio de la enfermedad del presidente Hugo Chávez, un despreciable embajador ante la OEA, el de Panamá, muy conocido por sus servicios prestados a la Casa Blanca, ofendió al líder venezolano y a su pueblo, hecho que generó una respuesta contundente de su homologo bolivariano, Roy Chaderton, y una rebelión en el seno esa desacreditada y caduca organización.
El diplomático panameño Guillermo Cochez fue automáticamente desautorizado por su gobierno, y reemplazado pocas horas después por el propio presidente de la nación istmeña, Ricardo Alberto Martinelli, nada sospechoso de ser un hombre de izquierda, pero a quien hay que reconocer actuó como un caballero.
En una reciente entrevista en La Habana, el embajador venezolano Chaderton se refirió a las sucias maniobras que emplea Washington en el seno de la OEA con el apoyo de los ahora pocos aliados con que cuenta, para agredir a los gobiernos revolucionarios de la región y, por el contrario, apoyar a aquellos que han llegado al poder con el respaldo y financiamiento de la Casa Blanca.
El experimentado diplomático de Caracas resaltó a su vez que es una realidad que en América Latina existen hoy diferencias entre algunos de sus Estados, pero recalcó que son mucho más los puntos de encuentro que las divergencias heredadas del dominio colonial e imperial.
La CELAC en sin duda alguna el instrumento clave para limar esas asperezas e integrar definitivamente a los países latinoamericanos y caribeños, todo lo contrario a lo que ha hecho la OEA durante muchos años, exacerbar contradicciones, para Washington dividir y vencer, un viejo precepto de los imperios.
El funeral de la OEA ya ha comenzado, y su sepultura es solo cuestión de tiempo.
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