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Desde Estados Unidos

Cuarenta años después del «otro 11 de septiembre», gran parte del sueño de Allende se ha cumplido

Fuentes: Barómetro Internacional

El 40 aniversario del «otro 11 de septiembre» no fue gran cosa para los medios estadounidenses, con excepción de medios más abiertos de mente como Democracy Now. Ciertamente, los ataques terroristas del 11 de septiembre en EE.UU. hace 12 años cambiaron el mundo; incluso quizás más de lo que los mismos autores de los ataques […]

El 40 aniversario del «otro 11 de septiembre» no fue gran cosa para los medios estadounidenses, con excepción de medios más abiertos de mente como Democracy Now. Ciertamente, los ataques terroristas del 11 de septiembre en EE.UU. hace 12 años cambiaron el mundo; incluso quizás más de lo que los mismos autores de los ataques habían imaginado. Pero el cambio no se dio directamente a través de las muertes o la destrucción que provocaron estos ataques. Más bien, se debió al pretexto que sirvió para que surgiera una organización de yihadistas más violenta conocida como el gobierno de EE.UU., el cual lanzó dos guerras que resultaron en la muerte de más de un millón de personas y contribuyeron a la inestabilidad y a la violencia que persisten hoy en día y que parecen no tener fin. Los ataques del 11 de septiembre también sirvieron como excusa para lanzar un ataque en casa en contra de las libertades civiles y, como sabemos ahora, para que se diera un nivel sin precedentes de vigilancia.

El gobierno estadounidense fue uno de los principales organizadores y autores del golpe militar del 11 de septiembre de 1973 en Chile, y los autores de ese golpe también cambiaron el mundo – cambio que claramente fue para mal. El golpe le dio fin a un experimento de democracia social latinoamericana, estableció una dictadura militar que resultó en el asesinato, tortura y desaparición de decenas de miles de personas y, durante un cuarto de siglo, fue un gran impedimento para que los latinoamericanos mejoraran sus condiciones de vida y el liderazgo de sus países a través de las urnas.

El presidente Richard Nixon fue claro, al menos en conversaciones privadas, sobre las razones por las cuales quería que se diera el golpe que destruyó una de las democracias de más larga duración en el hemisferio, según su punto de vista:

La principal preocupación en Chile es que [el presidente Salvador Allende] pueda consolidarse, y que se proyecte esa imagen al mundo sería un éxito para él… Si dejamos que los posibles líderes de Sudamérica piensen que pueden actuar como en Chile y salirse con la suya, vamos a tener problemas.

Lo irónico, y algo por lo que el mundo puede celebrar ahora, 40 años después, es que la «teoría del dominó» sobre Latinoamérica de Nixon resultó ser cierta. Cuando EE.UU. intentó y fracasó en derrocar al gobierno democráticamente electo de Venezuela en 2002, terminó perdiendo el control sobre la mayor parte de la región, especialmente de Sudamérica. Allende murió en el golpe, pero su sueño perduró y gran parte de ese sueño se ha hecho realidad.

Cuando se trata de la política exterior, la región es ahora independiente de Estados Unidos. De los 35 países que han firmado la declaración sobre Siria del presidente Obama, ninguno es de América del Sur. En cuanto a Siria, la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC) publicó esta semana una declaración con un llamado para que se diera una «solución política negociada» y que indicaba que cualquier acción en contra de Siria debe ser aprobada por el Consejo de Seguridad de la ONU.

A diferencia de 1973, la mayoría de la población en Latinoamérica y el Caribe tiene ahora el derecho de elegir gobiernos de izquierda sin que esos gobiernos sean derrocados por una alianza entre las élites tradicionales y Washington, y lo ha estado haciendo continuamente desde 1998 en Venezuela, Brasil, Argentina, Bolivia, Ecuador, Uruguay, Paraguay, Honduras, Nicaragua, El Salvador y Haití. Desafortunadamente, algunos de los países más débiles, y especialmente aquellos que están «muy lejos de Dios y muy cerca de Estados Unidos» aún no tienen esa libertad: Washington pudo deshacerse de gobiernos izquierdistas democráticamente electos en Honduras con un golpe militar (2009), en Paraguay (en donde contribuyó al «golpe parlamentario» el año pasado) y en Haití (cuyo gobierno electo fue derrocado por Washington y sus aliados a plena luz del día en 2004).

Pero la mayor parte del sueño de Allende de una Latinoamérica independiente se ha cumplido. Hoy en día, tomar la ruta electoral hacia la democracia social (a la cual él, al igual que los líderes actuales de Ecuador, Bolivia y Venezuela, por ejemplo, llamaba «socialismo») es una posibilidad.

Éste es un logro enorme no solamente para la región, sino para el mundo entero, como Allende sabía que así lo sería. Los nuevos líderes democráticos de izquierda han tomado muchas acciones para asegurarse de que estos cambios sean permanentes, creando nuevas organizaciones regionales como UNASUR y CELAC (la Comunidad de Estados Latinoamericanos y del Caribe). Esta última incluye a todos los países del hemisferio, excepto Estados Unidos y Canadá, y esperemos que, poco a poco, desplace a la Organización de Estados Americanos (OEA). La OEA está muy corrompida por Washington, quien se apoderó de la organización, por ejemplo, durante el derrocamiento del gobierno de Haití y luego cuando revocó los resultados electorales en ese país, y la usó también para mantener a los gobiernos golpistas de Honduras y Paraguay.

El sueño de Allende de una democracia social que beneficie a los trabajadores y a los pobres también ha tenido grandes logros durante la era de la «segunda independencia» de Latinoamérica, la cual abrió más espacios para la implementación de políticas. Desde que Argentina se liberó del FMI, la pobreza y la pobreza extrema han caído por más del 70 por ciento, el gasto social real casi se ha triplicado y el país ha logrado niveles récord de empleo. Brasil, a pesar de su reciente desaceleración, ha tenido uno de sus mejores crecimientos y de mayor inclusión en décadas, logrando una reducción de la pobreza del 45 por ciento y alcanzando bajos niveles récord de desempleo durante la última década de gobierno al mando del Partido de los Trabajadores. Venezuela ha logrado una reducción de la pobreza de casi el 50 por ciento y de la pobreza extrema de más del 70 por ciento desde que el gobierno obtuvo el control sobre su industria petrolera hace diez años. Ecuador también ha logrado bajos niveles récord de desempleo, ha controlado e implementado impuestos al sector financiero y ha incrementado enormemente el acceso a la vivienda y la atención médica. Otros gobiernos de izquierda han tenido logros similares.

Salvador Allende y el movimiento que lo apoyó en 1973 mostró gran valor e integridad, pero el gobierno estadounidense aún era demasiado poderoso para que pudieran existir opciones democráticas en Sudamérica. Pero 40 años después, el mundo ha cambiado, y sus sueños se están haciendo realidad cada vez más.