Con ocasión del 33 aniversario de su arresto y después de la entrevista que publica hoy El Nuevo Día en su edición impresa, el prisionero político puertorriqueño Oscar López Rivera me envío una declaración, que quería sumar a las cosas dichas por teléfono a mediados de mes. Puertorriqueños de todas las ideologías, los presidentes de […]
Con ocasión del 33 aniversario de su arresto y después de la entrevista que publica hoy El Nuevo Día en su edición impresa, el prisionero político puertorriqueño Oscar López Rivera me envío una declaración, que quería sumar a las cosas dichas por teléfono a mediados de mes.
Puertorriqueños de todas las ideologías, los presidentes de los tres partidos políticos inscritos de la isla, líderes religiosos y obreros apoyan su excarcelación.
Fue convicto por el delito de sedición, equivalente a querer derrocar la presencia del gobierno de Estados Unidos en Puerto Rico a través de las actividades del grupo clandestino Fuerzas Armadas de Liberación Nacional (FALN). «No tengo sangre en mis manos», ha dicho anteriormente a El Nuevo Día López Rivera, al desvincularse del ataque a la FrauncesTavern, en Nueva York.
En 1999, el entonces presidente Bill Clinton consideró que López Rivera debía ser excarcelado en 2009. López Rivera rechazó la oferta porque dos de sus compañeros seguirían en prisión y desconfiaba del largo tiempo de espera.
Hoy, es el único antiguo miembro de la FALN que sigue encarcelado. Ningún otro prisionero político puertorriqueño ha pasado tanto tiempo en prisión. Desde hace más de tres años presentó una petición de clemencia al presidente Barack Obama. A los 71 años, después de estar toda una generación encarcelado, ha solicitado al mismo gobierno que le hubiese liberado hace 5 años, dejarlo regresar a su familia y su isla.
Este es su mensaje de hoy al país, el cual escribió en inglés y traduje al español:
«Amar la patria no cuesta nada, lo que sí costaría es perderla. Para cualquier puertorriqueño que tenga dudas sobre cuán costoso sería perder nuestra patria le sugiero que visite las reservaciones de los Navajos o de los Dakotas. Allí puede ver qué le sucede a las personas que pierden su terruño. Debemos enfrentarnos a la verdad y lidiar con ella. Como puertorriqueños tenemos que aceptar el hecho de que Puerto Rico es una colonia y de que el colonialismo es inaceptable para la mayoría de los puertorriqueños y para la mayoría de las naciones en el mundo. Si aceptamos esta verdad, entonces debemos estar dispuestos y preparados a despuntar un proyecto de descolonización.
Este proyecto debe hacer un llamado a la unidad de todas las facciones del movimiento independentista y los elementos progresistas que ven la necesidad de crear nuestra nación propia. Un proyecto de descolonización rebasa una Asamblea Constitucional. Debemos asegurarnos de que el gobierno de Estados Unidos y la comunidad internacional (en particular los países de América Latina) asuman sus responsabilidades y se comprometan a ayudar con la implantación del proyecto. Tenemos que definir el papel de la diáspora puertorriqueña.
Sabemos que cualquier problema creado por el hombre tiene solución. El colonialismo es un problema creado por el hombre. También sabemos que contamos con los recursos humanos en Puerto Rico y en la diáspora puertorriqueña para resolver este problema. Sabemos que en casi un siglo de ser colonia de Estados Unidos el desarrollo de nuestra nación ha sido frustrado y descarrilado. Sabemos que tenemos una deuda que le tomará a muchas generaciones futuras resarcir. No podemos permitir que la herencia que le dejemos a las generaciones futuras solo sea una de deudas y problemas sociales, políticos y económicos. Enfrentemos el problema de nuestro status colonial. Trabajemos juntos para encontrar una solución. Descolonicemos nuestras mentes y espíritu y convirtámonos en ciudadanos de Puerto Rico.
Para aquellas personas que han dicho que yo no quiero salir de prisión, les sugiero que presten atención a lo que he dicho durante todos estos años que llevo encerrado y en el historial de nuestros prisioneros políticos. El hecho de que sea el prisionero político puertorriqueño con más años en prisión no borra el hecho de que otros prisioneros políticos puertorriqueños han estado casi tantos años (en cautiverio) como yo.
Por ejemplo, Carlos Alberto Torres, pasó más de 30 años en prisión y don Oscar Collazo López, 29 años. Rafael Cancel Miranda, estuvo 27 años y Lolita Lebrón e Irving Flores Rodríguez pasaron 25; y, Andrés Figueroa Cordero estuvo 24. Muchos de los compañeros(as) que salieron de prisión cuando (Bill) Clinton se los permitió en 1999 pasaron más de 19 años y los otros 16 años. Esos son muchos años de encierro para los prisioneros políticos puertorriqueños. Si fuéramos a preguntarle a cualquiera de los prisioneros políticos arriba mencionados si ellos querían salir de prisión, sus respuestas serían en la afirmativa. Para empezar, ninguno queríamos estar en prisión y ninguno de nosotros ha entretenido la absurda idea de permanecer encerrados.
Antes de llegar a prisión gozaba de una vida llena de experiencias enriquecedoras. Disfrutaba y celebraba aquella vida. En prisión, a pesar de ser el ambiente más deshumanizante, tóxico y hostil que cualquier ser humano pueda experimentar, aún siento que he tenido una vida y que puedo celebrar toda mi vida por todas las magníficas cosas que me ha dado. No siento odio ni miedo en mi corazón y quiero irme de la cárcel con mi honor, mi dignidad y mi espíritu intacto, seguro y sano.
Soy creyente de que la verdad sobrevivirá y prevalecerá tal como nuestra batalla y noble causa han podido hacerlo durante siglos. Soy puertorriqueño y no quiero ser ninguna otra cosa. Pero también me considero un ciudadano de este universo en que vivimos. Creo que es posible un mundo mejor y más justo y es por tal una de las razones que elijo luchar por la independencia de mi patria. Reclamo «¡ay de él/ella que no tiene patria!». Mucho amor. EN RESISTENCIA Y LUCHA, OLR».
Fuente: http://www.elnuevodia.com/blog-el_mensaje_de_oscar-1782665.html