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Por desgracia, es bien sabido que en todas las guerras las mujeres se convierten en botín de depravadas mentes violentas, y en víctimas de los ancestrales ritos de dominación patriarcal que con tanta amargura salpican la historia de la humanidad. Nuestra Guerra Civil no fue diferente, y la mujer, siempre víctima directa de la guerra, pierde a los hombres que conformaban su entorno, compartiendo su sufrimiento y sufriendo su ausencia, y es asaltada en su condición de mujer y en su vulnerabilidad.