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Historia de una bandera

Fuentes: Página/12

Luego de cinco siglos de silencio, en 1992, las Primeras Naciones se reorganizaron para expresar sus valores y hacer valer sus derechos. No bastó con alzar la voz, hubo que hacer visibles emblemas como la Wiphala, que ya existía desde la época de la colonia y hoy es prenda de unidad entre las naciones del Abya yala. Es cuadrada con cuarenta y nueve cuadros de siete colores que simbolizan la identidad, el saber de un pueblo, asociados a la transmisión oral, la dualidad entre los opuestos como equilibrio. La convivencia comunitaria y la reciprocidad como valores de las personas había que darla a conocer. Grupos en pueblos y parajes, y en plena ciudad, se reunieron para darle fuerza a los reclamos de reconocimiento de las comunidades, de los lof, de los derechos constitucionales.

Los emblemas son para concientizar, creaciones colectivas que hablan sobre el cuidado del lugar que se habita, que es de todos. En el año 1739 Cangapol, un líder tehuelche de la actual provincia de Buenos Aires, se preguntaba ¿de quién es el aire? ¿De quién el agua de las lagunas y los ríos, la sal, la leña, los piches, guanacos, avestruces, baguales y vacas del campo? ¿ De alguno de ellos? ¿De la tribu? ¿De alguna de las otras? O eran de todos, para que la gente respirara, bebiera, comiese: ¡Para vivir! ¿Qué sucedería si un indio entre sus hermanos o una tribu entre tantas, pretendiera esas cosas para ella sola? ¿Cómo subsistirían las demás?  Es un testimonio publicado por Dionisio Schoó Lastra, edecán de Julio Argentino Roca.

La lucha por el cuidado del medio ambiente sigue siendo un impedimento para las grandes empresas destructoras de la naturaleza y muchas de esas tierras codiciadas son habitadas por comunidades que esperan algún día vivir tranquilas, que no les llegue una orden de desalojo “por usurpación”. En el artículo 75, inciso 17 de la Constitución Nacional, se otorga al Congreso de la Nación la facultad de reconocer la posesión y propiedad comunitaria de las tierras que tradicionalmente ocupan las comunidades indígenas. Pese a que en 2006 se aprobó la ley que declara la emergencia en materia de posesión y propiedad, los desalojos se siguen produciendo.

La entrega de tierras a capitales extranjeros y multinacionales continúa amenazando y en estos días el Lof Mapuche Kaxipayiñ tuvo que impedir el acceso de maquinarias de fracking, que cruzaban por sus campos hacia el lago Mari Menuco en Neuquén, donde ya habían empezado a realizar perforaciones, según informó Gabriel Cherqui, miembro del lof. Eso mismo ocurre en los ríos, donde al primer corte de ruta enseguida se puede ver el cartel rojo del noticiero televisivo con la palabra “Terroristas”.

En el sur al igual que en el norte, hay muchas razones para impedir el extractivismo o la construcción de barrios privados o emprendimientos hoteleros. Toda la naturaleza es sagrada y la presencia y plena vigencia de las Primeras Naciones hace que en este mes de octubre, se vuelva una y otra vez a recordar a los olvidadizos que el descubrimiento de América no fue tal, y que en realidad se cometió un genocidio. Sin embargo, hay quienes lo justifican, lo celebran y hasta dicen que nombrarlo de esa manera es una exageración, aunque el diccionario define la palabra como “exterminio o eliminación sistemática de un grupo humano, con la intención de destruir total o parcialmente a un grupo nacional, étnico, racial o religioso». Y según la convención de Naciones Unidas, incluye actos como matar a miembros de un grupo, causar daño físico o mental grave, someterlos a condiciones de vida que lleven a su destrucción física o imponer medidas para impedir nacimientos. Desde Cristóbal Colón hasta la actualidad, la palabra tiene mucha vigencia.

En el cumplimiento de los quinientos años, con el objetivo de visibilizar su preexistencia, los mapuche de ambos lados de la cordillera comenzaron a parlamentar para la creación de un emblema que los represente. Así como las colectividades extranjeras en cada país tienen la suya, había que informar no solo de que existe un idioma sino también una conciencia sobre el universo, la convivencia con la naturaleza para transmitir los valores. Durante varios días debatieron los colores y en octubre de 1992  se creó la wenufoye. Es la bandera que se puede ver en manifestaciones y que más de una vez alguien se acercó preocupado para indagar sobre esa tela que flameaba atada a una caña con lanas.

El nombre wenufoye no es la traducción de “bandera”. Wenu es cielo y foye es canelo, el árbol sagrado, es decir que significa “Canelo al cielo”. Consta de cinco franjas en las que se explica el cosmos, la historia y la espiritualidad mapuche. La franja inferior y superior son iguales con fondo negro, el color de la tierra. El rankulche Carlos Campú explicaba con palabras simples que era necesario “sentir la tierra, solamente de eso se trata”.

Sentirla no es lo mismo que enterrarse vivo hasta el cuello, como intentan vender algunas terapias inspiradas supuestamente en la ancestralidad mapuche. No hace falta atarse a un árbol para saber que está vivo y que tiene una fuerza espiritual. Sentirla significa ser parte, darse el tiempo para sentirse parte y respetarla, amarla, cuidarla.

En la wenufoye, sobre ese color hay seis ñimin o rombos escalonados de color blanco que representan el transcurso de la vida. Los ancianos recuerdan que todo tiene su vuelta para comenzar otra vez. A través de esas escaleras se enseña el respeto hacia los demás, la vida y luego la muerte en su trascendencia, escaleras que bajan y suben. Representa también el conocimiento, las expresiones del arte, la creatividad. 

Hacia abajo le sigue el color celeste, que es wenu mapu, la tierra del cielo. Allí se forman los vientos, las tormentas y la lluvia que nutre la tierra. El agua como elemento escencial para la vida y es allí donde están las luchas por impedir la contaminación de los ríos y lagos. El color verde es el espacio de la tierra en el que transcurre la vida, la naturaleza, la fertilidad. Los nombres y apellidos mapuche tienen que ver con ella, son un homenaje al lugar de nacimiento a la naturaleza que los rodea. Aún en el siglo XXI hay que seguir explicando, informando a quienes ignoran muchas palabras de su propia tierra. Los apellidos hablan del plano existencial, de ese color verde que se respira. Hace varios años, el conocido humorista Miguel del Sel y luego embajador de Mauricio Macri era contratado para las fiestas populares del sur, donde oficiaba de animador de bingos. En cada lugar que iba, se burlaba públicamente de los apellidos mapuche porque no sabía que era otro idioma y le sonaban graciosos. Cuando alguno tenía que subir porque había ganado algo, lo ridiculizaba ante la multitud donde los únicos que se reían eran los turistas. Los pobladores presentaron la queja en las radios y tuvo que intervenir la asociación de Defensa de la Cultura Indígena para que se disculpara. Si bien lo hizo de mala manera, no se dio tiempo para sentarse con un mapuche a que le contara por qué estuvo mal en lo que hizo. Su bulling público lo hacía en cada poblado donde lo recibían con aplausos, porque era un famoso que salía en la tele. El cómico destinó varios minutos de su show a satirizar por ejemplo a Currulen, negro; a Ñanco, águila; a Pichún, norte; entre otros tantos.

La wenufoye tiene también una franja de color rojo, representando el futuro en el período femenino y la posibilidad de fecundar; como presente, la sangre que corre por las venas y como pasado, la sangre derramada por cuidar el territorio, por reclamar un lugar donde vivir o simplemente por ser mapuche. En este color la historia surge para que las nuevas generaciones sepan la importancia de su origen y conozcan la verdadera historia que no es la oficial. Gracias a esa historia es muy común que a uno le pregunten en alguna universidad ¿por qué no sé yo todo esto? Porque se contó otra muy distorsionada y con una sola voz, la del blanco.

El sol está en el centro de la wenufoye. Es el antu, también nombrado como Fvta chao, gran padre. Está atravesado por una línea vertical que representa la Cordillera de los Andes, como columna vertebral en nuestro territorio de wall mapu. También hay una línea horizontal, que es el recorrido diario del sol de este a oeste. En los extremos, estas cuatro líneas se dividen en tres, mostrando la pisada del choike como principal alimento y parte de las ceremonias, mediante la danza del choike, imitando sus saltos y aleteos. En los cuadrantes dentro de ese sol, está la luna, una estrella y dos remolinos que señalan que todo el cosmos está en movimiento.

Ese sol con tantos símbolos representa el parche del kultrun, el instrumento de percusión. Cuando el artesano elige una madera seca para hacerlo, debe colocarle en ceremonia el aukin, el eco, los objetos naturales que el dueño quiera para que queden guardados. Luego el poseedor debe soñar qué simbolos le va a dibujar, similar a los de la wenufoye, dos líneas cruzadas pero el dibujo de los extremos, el rastro y los simbolos de los cuadrantes, debe ser soñado. Hasta que no se sueña, el kultrún permanece liso, sin ningún tipo de dibujo.

Muchos justifican la campaña de Roca diciendo que los mapuche vinieron de Chile, dejando en claro que el tucumano los convenció de que hizo algo justo, algo que estaba bien, porque si vinieron de Chile no son argentinos. Hay que recordarle a los roquistas que no había fronteras y que cuando las pusieron, a los mapuches los enrolaban según donde estuvieran, aunque sea de paso. Otras, el Gobierno chileno enviaba autoridades que al no saber de qué lado de la frontera estaban, donde veían un ranchito, al que lo habitaba lo anotaban como chileno. Hoy es mala palabra decir aquí “soy mapuche, de Chile” porque enseguida viene el dedo acusador al maldito indio extranjero. Lo mismo les pasa del otro lado de la cordillera, el “soy mapuche de Argentina”, da para que a uno lo acusen y digan que al final, el gobierno chileno tiene razón: “los mapuches vinieron  de Argentina”. 

Otro justificativo de manual escolar es que los mapuche “masacraron a los tehuelches”. Si fue así, ¿cómo es que hay tantas comunidades y tantas personas con doble nacionalidad cultural, de padre mapuche y madre tehuelche? Muchos “antropólogos” que escarbaron la tierra para sus tesis lo hicieron pagando dos pesos a un par de hombres desempleados para que les hagan de baqueanos, sin percatarse de que eran tehuelches. En fin, los roquistas actuales siguen en su lodo creyendo que realmente fueron los blancos los civilizados y que Colón descubrió América.