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La imagen de Stephora y el insulto «maldita haitiana»

Fuentes: Rebelión

Vino al mundo en un hogar diferente al de las parturientas sacadas a destiempo de los hospitales dominicanos y repatriadas en condiciones que los cronistas mercenarios jamás describirán. Estudiaba en un centro privado junto a chicos y chicas de familias adineradas. Pero Stephora Anne-Mircie Joseph era una “maldita haitiana”.

La postura racista es cruel en sí misma y genera otras formas de crueldad.

Luis Abinader descarta que estuviera presente el racismo en los hechos que culminaron con la muerte de Stephora. Es la postura indolente e irresponsable del presidente que ha ordenado ignorar los dolores de parto y la condición vulnerable que adquiere en muchos casos la salud de las mujeres en los momentos inmediatamente posteriores al parto cuando estas mujeres sean haitianas.

Su expresiva sonrisa y el brillo de su pelo crespo son elementos constitutivos de una niña hermosa, pero Stephora era una `maldita negra`. Su esbeltez y su gracia juvenil la condujeron a seguir el destino de otras jovencitas procedentes de familias similares a la suya: el modelaje. Pero seguía siendo una “maldita haitiana”.

Sobresaliente en el plano académico, mostró gran dominio escénico, fluidez al hablar y facilidad para producir textos, pero, a pesar de todo eso su nombre se asociaba a un término despectivo: “prieta”.

En el artículo publicado en el suplemento Areíto (diario Hoy), el sociólogo Amín Pérez dice al inicio: “La vieron en su lucha por sobrevivir, y nadie hizo nada. Así fue el agobiante destino de Stephora Anne-Mircie Joseph, fallecida el pasado 14 de noviembre mientras participaba en una excursión que celebraba su mérito escolar y terminó en tragedia al ahogarse en una piscina. Luego de 25 días del hecho, el Ministerio Público restableció sus últimos momentos de vida: “La menor de edad realizó un gesto de desesperación, luchando por tomar aire, por mantenerse a flote, por sobrevivir”. Cinco niños a su alrededor la observaban pedir ayuda sin socorrerla ni buscar asistencia. Su cuerpo permaneció 30 minutos en el fondo de la piscina”.

¿No se le ocurre al presidente Abinader ni a los cronistas comprometidos con su grupo relacionar esta indiferencia con el hecho de que esos niños viven en el mismo municipio en el cual Abel Martínez Durán (candidato presidencial en el año 2024 por el Partido de la Liberación Dominicana) presentaba como un logro de su gestión municipal el asedio ilegal contra los inmigrantes haitianos? ¿No se puede decir lo mismo de los docentes y las docentes, formados en las condiciones que todos conocemos? ¿No es, acaso, momento oportuno para reflexionar sobre la formación académica y la formación en valores de los docentes en el país? La responsabilidad de combatir los antivalores es ineludible.

Stephora fue premiada por su rendimiento académico y por eso era figura importante en la excursión. ¿Por qué no fue objeto de atención en esos momentos? ¿Por qué jugaba sola? Con once años, lo esperado era que emprendiera la diversión junto a más de un amiguito o amiguita. ¿Por qué se sale de lo predecible esta manifestación?

Loveli Raphaël, su madre, fue llamada, pero no se le informó, en principio, lo sucedido. Se le dijo que la niña se sentía enferma. Horas después, se le anuncia que murió. Ella había denunciado maltrato (bullying), pero no esperaba ese final.

Hay muchas especulaciones y será difícil conocer la verdad. Queda la versión de quienes están comprometidos con la impunidad y, en casos extremos, recurren a la lenidad: hubo negligencia y violación de protocolos por parte del centro escolar, de los docentes responsables de la vigilancia en la excursión y del centro de recreo alquilado para ese fin.

¡Y Stephora está muerta! (Los signos admirativos los dicta la indignación, no el asombro).

¿Saldrán en los documentos judiciales los nombres de los beneficiarios de las ganancias que deja un centro educativo que no combate el acoso escolar y mucho menos el racismo y la discriminación y, en consecuencia, no promueve la observación de las normas elementales de convivencia?

¿Será citado este hecho entre las pruebas de que la enseñanza no puede ser un negocio y un centro educativo no puede regirse por las mismas normas que una tienda de trastos?

Es deber de conciencia combatir el discurso de odio y desmontar la prédica fascistoide, esa que contribuye a fomentar el racismo, la xenofobia y otras formas de discriminación. En este caso, es preciso exigir la verdad.

En su artículo con el título La desigualdad de las vidas, Amín Pérez concluye:

“Stephora es el símbolo de una sociedad que estratifica la vida como la muerte. Es la falsedad de una opinión pública que se consterna ante estos siniestros hechos mientras propiciaba los elementos que darían lugar al tipo de vida desvalorizada que tuvo Stephora antes de su muerte. Es el moralismo de distintos medios, comunicadores y miembros de partidos políticos que se indignan ante este “homicidio involuntario” mientras han sido promotores de la violencia contra la comunidad de origen de la joven estudiante. Es el doble estándar de un gobierno que luego del suceso de Stephora implementa un protocolo para preservar la vida en las excursiones escolares, pero deja intactos los protocolos migratorios que propician la muerte y atentan contra el derecho de esta comunidad a vivir con derechos y en paz”.

Y tiene razón.

La discriminación es violencia. Peor aún, es atentado contra la vida. En el caso de Stephora, un atentado penosamente consumado. Da pena, pero más aún, causa indignación y vergüenza.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso de la autora mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.