Este documento analiza la configuración del régimen político salvadoreño contemporáneo desde una perspectiva histórico-crítica y materialista, caracterizándolo como una cúpula de poder articulada en torno a un clan político-empresarial que controla el aparato estatal, gestiona procesos de acumulación de capital utilizando el aparato estatal y despliega estrategias de guerra cognitiva para gestionar la aceptación subjetiva de la población, su control social y subordinación. Se hace un examen de las pautas estructurales de acción y desempeño del régimen, y se analizan las respuestas de los sectores populares como formas de resistencia emergentes. Para cerrar, se presentan tres escenarios prospectivos para el período 2025–2028. El documento plantea que el principal desafío histórico radica en la superación de la fragmentación social y política de las resistencias, y en la articulación de un proyecto popular capaz de definir prácticas de poder en un contexto de autoritarismo que recurre a las nuevas tecnologías informáticas.
Introducción
En los últimos años, El Salvador ha experimentado una reconfiguración básica de su régimen político, caracterizada por una concentración acelerada de poder, la erosión de los contrapesos institucionales y la redefinición de los mecanismos de legitimación política. Este proceso no puede comprenderse únicamente como una deriva autoritaria clásica, sino como la emergencia de una forma específica de dominación que articula acumulación económica, control estatal y gestión masiva de la subjetividad social.
En este análisis se estudian las estrategias del actual gobierno, sus impactos en la nación y el desempeño de los sectores populares. Se exploran las dinámicas de poder, las resistencias y los desafíos que se enfrentan en búsqueda de un futuro justo y democrático desde una perspectiva refundadora.
El objetivo de este texto es analizar dicha configuración a partir de tres ejes interrelacionados: (a) la conformación de una cúpula político-empresarial en el poder, (b) las pautas estructurales que sostienen su dominio y (c) los desempeños de los sectores populares. Con ese haber se procede a enunciar los escenarios prospectivos que se abren en el corto y mediano plazo. Metodológicamente, el trabajo se inscribe en una perspectiva histórico-crítica que combina análisis estructural, lectura de coyuntura y enunciado de escenarios.
El análisis se apoya en la tradición del pensamiento crítico latinoamericano. Se retoman las nociones de cúpula en el poder, acumulación por desposesión y hegemonía, articulandose con desarrollos contemporáneos sobre guerra cognitiva, gubernamentalidad algorítmica y autoritarismo neo-tecnológico.
La guerra cognitiva es entendida aquí como un conjunto de estrategias orientadas a intervenir en los procesos de percepción, emoción, atención y sentido común de la población, mediante el uso combinado de plataformas digitales, control mediático, narrativas populistas y criminalización simbólica de la disidencia. Metodológicamente, el trabajo combina análisis documental, sistematización de procesos políticos recientes y construcción de escenarios prospectivos como herramienta analítica y política.
Configuración de la cúpula político-empresarial en el poder e implementación de su agenda de gubernamentalidad en El Salvador.
El actual sector en el poder en El Salvador se configura como un clan político-empresarial que ha consolidado un modelo de acumulación y control del Estado. Las estrategias de control que implementa combinan el uso del aparato estatal, la militarización y una sofisticada guerra cognitiva para mantener su dominio. El modelo de gubernamentalidad que aplica se sostiene sobre cinco pautas estructurales de acción y desempeño que serán analizadas en detalle.
El régimen salvadoreño actual se configura como una cúpula de poder de carácter de clan familiar, en el que confluyen intereses familiares, empresariales y políticos articulados en torno al control del aparato estatal. Esta agrupación opera como una cúpula gobernante que implementa un dispositivo de acumulación y control que subordina las instituciones públicas a una lógica privada de apropiación de recursos, que se apoya en el disciplinamiento social.
La captura de los órganos estatales Legislativo y Judicial ha permitido eliminar los contrapesos institucionales, mientras que la centralización del poder ejecutivo ha facilitado la toma de decisiones discrecionales, el uso selectivo de la legalidad y la institucionalización del régimen de excepción como forma normalizada de gobierno.
Pautas estructurales de acción y desempeño del régimen
El análisis identifica cinco pautas estructurales que sostienen el funcionamiento del régimen: (1) Enriquecimiento del clan familiar y la cúpula política adherente, mediante esquemas de acumulación que utilizan el aparato estatal, contratos sin licitación y mecanismos financieros opacos. (2) Mantenimiento del control autoritario sobre el gobierno y el aparato estatal, a través de la captura de poderes, la supresión de derechos y la militarización de la gestión pública. (3) Gestión de la popularidad mediante guerra cognitiva, combinando control mediático, narrativas populistas y represión mediática de la disidencia. (4) Adhesión a agendas internacionales ultra-conservadoras, particularmente a la agenda promovida por la Fundación Heritage, que articula neoliberalismo radical, seguridad militarizada y alineamiento geopolítico. (5) Voluntad de destrucción de la oposición política alternativa, mediante represión selectiva, fragmentación inducida y eliminación de espacios de disputa política real.
Estas pautas operan de forma integrada, generando un proceso coherente orientado a la reproducción del poder y la neutralización de cualquier alternativa emancipatoria.
Enriquecimiento del clan familiar y la cúpula política adherente
En el período reciente se observa la conformación de un proceso de acumulación de capital basado en la gestión estatal, orientado al enriquecimiento de un clan familiar ampliado y de una cúpula política estrechamente adherente, la familia Bukele y la cúpula de Nuevas Ideas. Este proceso se sostiene en la captura progresiva de los mecanismos fiscales, presupuestarios y administrativos, mediante prácticas que combinan corrupción estructural, opacidad financiera y discrecionalidad en el uso de los recursos públicos. La asignación de contratos estatales sin procesos de licitación transparente ha favorecido de manera recurrente a empresas vinculadas directa o indirectamente al entramado político-empresarial dominante, consolidando un patrón de transferencia de recursos públicos hacia intereses privados específicos.
Paralelamente, se ha desarrollado una arquitectura de mecanismos financieros opacos, que incluye la creación de estructuras empresariales de difícil fiscalización y el uso de instrumentos como las criptomonedas, orientados a eludir controles institucionales y a debilitar los sistemas de rendición de cuentas. Estas prácticas no constituyen fenómenos aislados, sino componentes operativos de un modelo de acumulación que subordina el aparato estatal a la reproducción de intereses particulares.
Este proceso de apropiación patrimonial se articula con una estrategia de consolidación del control autoritario sobre el gobierno y el estado, que requiere la captura sistemática de los poderes públicos. La cooptación, ilegítima y fraudulenta, del Órgano Judicial y del Órgano Legislativo ha erosionado de manera significativa la independencia de poderes, permitiendo una creciente concentración de decisiones en el ámbito presidencial y reduciendo los márgenes de control constitucional y político.
Asimismo, el proceso de acumulación por despojo se apoya en la restricción de derechos civiles y políticos, mediante la limitación de la libertad de prensa, la criminalización de la organización social y la progresiva normalización del estado de excepción que anula las garantías ciudadanas fundamentales. Este entramado autoritario se ve reforzado por un proceso de militarización de la gestión pública, expresado tanto en el incremento sostenido del presupuesto de las fuerzas armadas como en su amplia participación en tareas de seguridad pública, control territorial y administración de funciones tradicionalmente civiles.
En conjunto, estas dinámicas configuran un régimen de acumulación y dominación que articula concentración económica, captura institucional y control coercitivo, produciendo un debilitamiento estructural del estado de derecho y una reconfiguración regresiva de la relación entre poder político, economía y sociedad.
Gestión de la popularidad y neutralización de la oposición mediante guerra cognitiva y alineamientos transnacionales
Uno de los pilares del régimen contemporáneo en El Salvador es la gestión activa de la popularidad política mediante estrategias de guerra cognitiva, orientadas a modelar percepciones, emociones y marcos interpretativos de amplios sectores de la población. Este dispositivo se sostiene en un control mediático híbrido, que combina el financiamiento directo o indirecto de medios de comunicación con el uso intensivo de redes sociales, apoyado en granjas de bots, cuentas coordinadas y algoritmos de amplificación diseñados para la manipulación masiva del debate público.
En este contexto, se produce de manera sistemática un repertorio de narrativas populistas, que construyen la figura del gobernante como un “líder fuerte”, excepcional y salvador, en oposición a una constelación de enemigos internos y externos. Estas narrativas no sólo simplifican la complejidad de los conflictos sociales y políticos, sino que cumplen una función disciplinaria, que resta legitimidad a cualquier forma de disenso como amenaza al orden, la seguridad o la nación.
De forma complementaria, el régimen despliega mecanismos de represión mediática y criminalización de la disidencia, que operan a través de campañas de difamación, acoso digital y hostigamiento judicial contra periodistas, personas disidentes y organizaciones críticas. Estas prácticas generan un clima de intimidación que favorece la autocensura y restringe de facto el ejercicio de la libertad de expresión, aun cuando formalmente se mantengan marcos legales democráticos.
Estas dinámicas internas se articulan con una adhesión estratégica a agendas políticas transnacionales, en particular a la orientación promovida por la Fundación Heritage (Agenda 2025). Dicha adhesión se expresa en el respaldo a políticas ultra neoliberales de privatización, con especial énfasis en recursos estratégicos como el agua y la energía, así como en la consolidación de un modelo de seguridad militarizada, alineado con la retórica y la política exterior impulsada por sectores de la derecha global. El acompañamiento sumiso y cómplice en la deportación masiva de personas migrantes de los países de América Latina se enmarca en este contexto.
En el plano geopolítico, este alineamiento se traduce en una convergencia explícita con los intereses estratégicos de Estados Unidos y de actores como Israel, a cambio de respaldo financiero, tecnológico y político, reforzando la legitimidad externa del régimen y ampliando sus márgenes de maniobra interna.
Este entramado se completa con una voluntad sistemática de desarticulación de la oposición política alternativa. La represión selectiva contra organizaciones populares y dirigencias sociales, mediante el uso del régimen de excepción y marcos legales restrictivos, se combina con estrategias de fragmentación, infiltración y cooptación de la oposición histórica. Este proceso se ve reforzado por la militarización del aparato estatal, que no sólo cumple funciones de control coercitivo, sino que opera como mecanismo estructural para clausurar la emergencia de alternativas políticas reales.
En su conjunto, estas prácticas configuran un modelo de dominación que articula guerra cognitiva, autoritarismo político y alineamiento transnacional, produciendo una reconfiguración del campo político y una erosión sostenida del pluralismo democrático.
Desempeño de los sectores populares y formas de resistencia
Frente al escenario de concentración autoritaria del poder, guerra cognitiva y captura institucional, los sectores populares se han desplegado en acciones múltiples, heterogéneas y frecuentemente fragmentadas, condicionadas tanto por la represión selectiva como por la desarticulación deliberada de la oposición política. Sin embargo, lejos de una pasividad absoluta, estas respuestas han configurado campos activos de resistencia social, en los que es posible identificar al menos cinco líneas estratégicas de acción: (a) la construcción de alternativas organizativas desde las bases comunitarias, territoriales y sectoriales; (b) la defensa de los derechos humanos frente a la criminalización y el uso extensivo de regímenes de excepción; (c) la disputa del espacio comunicacional, tanto en medios alternativos como en redes digitales, frente al monopolio narrativo oficial; (d) la internacionalización de la denuncia, mediante redes de solidaridad y articulación con organismos y movimientos transnacionales; y (e) la construcción incipiente de proyectos políticos alternativos, aún en estado embrionario, pero anclados en experiencias de resistencia concreta.
En este marco, se han producido avances populares con significación política y simbólica, que evidencian la existencia de fisuras en el dispositivo de control del régimen. Entre ellos destaca la liberación de los cinco defensores ambientales de Santa Marta, resultado de una amplia movilización social y de una presión nacional e internacional sostenida, que logró revertir un proceso de criminalización judicial dirigido contra referentes históricos de la lucha contra la minería metálica. De igual modo, las movilizaciones ambientalistas, comunitarias y eclesiales han conseguido contener —aunque no revertir plenamente— la reactivación de la minería metálica, instalando el conflicto sobre la minería como un eje de disputa pública y manteniendo activa la defensa del agua como bien común estratégico.
En el ámbito de la educación superior, la acción colectiva del movimiento popular permitió la devolución completa del campus de la Universidad de El Salvador, retenido por más de dos años, y el pago de la deuda acumulada por incumplimiento de las transferencias financieras, que llegó hasta el 50% del presupuesto anual. Estos logros que, si bien responden también a cálculos políticos del aparato gubernamental ejecutivo, resultan desde la presión organizada y de la persistencia de la demanda por el respeto a la autonomía universitaria. Además, la contención del desalojo de la comunidad El Bosque, producto de la movilización territorial y de la visibilización pública del conflicto, constituye otro ejemplo de cómo la acción popular puede frenar, al menos temporalmente, procesos de despojo y expulsión social.
Estos avances populares, derivados de movilizaciones colectivas, activación de redes de solidaridad y alianzas entre organizaciones locales e internacionales, han evidenciado que, aun en contextos de fuertes dinámicas de poder político autoritario, las movilizaciones populares y sociales han sido capaces de obtener resultados concretos en la defensa de derechos ambientales, sociales y comunitarios, desafiando las estrategias que buscan neutralizar el disenso y controlar de forma autoritaria la esfera pública.
Estas experiencias muestran que, aunque las resistencias populares operan bajo condiciones de asimetría extrema, fragmentación organizativa y coerción estatal, no han sido anuladas ni reducidas a una mera expresión testimonial. Por el contrario, mantienen abiertos espacios de conflicto social y de posibilidad histórica, revelando que el control del régimen no es total ni homogéneo, y que en su interior persisten contradicciones, límites y márgenes de disputa que continúan siendo activados por la acción colectiva organizada.
Escenarios prospectivos para el período 2025–2028
A partir del análisis desarrollado en los apartados precedentes, se construyen tres escenarios prospectivos para el período 2025–2028. Estos escenarios sintetizan tendencias observables en la relación entre régimen político, economía, control social y acción colectiva popular, y permiten explorar trayectorias plausibles de evolución del conflicto sociopolítico en El Salvador.
El escenario optimista para los sectores populares se caracteriza por una articulación progresiva de la resistencia social, impulsada por la convergencia de movimientos territoriales, ambientales, sindicales, estudiantiles y comunitarios. En este escenario, la profundización de la crisis económica, el desgaste del modelo de gobernabilidad autoritaria y la emergencia de fisuras internas en la cúpula del poder y sus bases de apoyo generan una crisis política del régimen, acompañada de un debilitamiento relativo de su control comunicacional y electoral. La movilización social sostenida, la presión internacional y la recuperación de espacios institucionales abren la posibilidad de negociaciones forzadas o nuevas configuraciones políticas de mayor alcance.
El escenario intermedio considera la posibilidad de una situación de estancamiento del conflicto, en la cual ni el régimen ni las fuerzas de oposición social logran imponerse de manera decisiva. La resistencia popular persiste, pero de forma fragmentada y localizada, mientras el régimen conserva su capacidad de control mediante una combinación de represión selectiva, concesiones parciales y asistencialismo focalizado. Este escenario se traduce en un equilibrio inestable, con negociaciones puntuales, contención del descontento sin resolución estructural de las causas del conflicto y un progresivo desgaste tanto del oficialismo como de la oposición social y política.
Finalmente, el escenario pesimista para los sectores populares está definido por la consolidación autoritaria del régimen, mediante la profundización de la militarización del estado, la neutralización sistemática de la oposición política y social, y el uso intensificado de dispositivos de guerra cognitiva y control represivo. En este escenario, la criminalización de la protesta, la cooptación o eliminación de dirigencias alternativas y el control casi total del aparato electoral reducen drásticamente los márgenes de acción colectiva, dando lugar a un régimen de dominación más cerrado, con altos costos sociales, políticos y humanos.
Estos escenarios no constituyen predicciones inevitables. Se plantean como herramientas de análisis orientadas a identificar tendencias, tensiones y posibles puntos de inflexión. Se propone a la comprensión crítica del presente y en orientar la reflexión estratégica y la acción política de los distintos actores sociales, en un contexto marcado por la incertidumbre, la disputa por el sentido y la redefinición de los horizontes democráticos en El Salvador.
Conclusiones
El análisis permite afirmar que El Salvador atraviesa un proceso de consolidación de un autoritarismo de nuevo tipo, que articula acumulación económica, control institucional y gestión cognitiva de la sociedad. Frente a ello, las resistencias populares enfrentan el desafío histórico de superar su fragmentación y construir un proyecto político capaz de definir procesos de poder en condiciones adversas.
El régimen mantiene un control férreo sobre el aparato estatal y los diversos sectores sociales, pero enfrenta un desgaste progresivo por la crisis económica, la corrupción y la represión. Las fuerzas populares, aunque debilitadas por la fragmentación y la persecución, tienen oportunidades de fortalecerse si logran articularse de manera más efectiva en torno a luchas concretas y construir un proyecto político alternativo viable.
Más que un cierre, este trabajo propone una apertura analítica y política: reconocer la complejidad del momento histórico como condición para la construcción de alternativas emancipatorias.
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