Hace algún tiempo que vengo tratando de desarrollar un tema sobre el aspecto más crítico y característico del capitalismo en la actualidad. Este momento transcurre cuando en la colonia el paisaje, por lo grotesco, se asemeja al del poema Pueblo de Pales Matos. Así que intentaré dar mi opinión descriptiva del fenómeno y apuntar por donde andan nuestras alternativas.
Allá para el 2009, si no fue antes, se acuñó la expresión de fascismo financiero por Boaventura De Sousa Santos, el afamado sociólogo portugués. Con ella quiso designar el papel que juega dentro del esquema de poder político en las democracias liberales capitalistas (de libre mercado para los eufemistas) el sector financiero a través de sus instituciones como las calificadoras de bonos. A partir de la crisis de los mercados de los años 70, o el fin de los Años Dorados del Corto Siglo 20, como lo llamó el historiador británico Eric Hobsbawn, surge la oportunidad de instalarse el neoliberalismo agarrado del sector financiero.
Muchos recuerdan el helicóptero de Thomas Friedman, sobre eso de que regalar dinero es algo que tiende a inflar los precios de los productos. Ese mismo individuo recomendaba, que mejor que aumentar los salarios, era expandir el crédito (él no explicó porque ese dinero a crédito no inflaba los precios). Desde entonces todos recibimos en el buzón de correos una tarjeta plástica para comprar a crédito. Algo nunca visto y que sería el comienzo de la tiranía del crédito no solo para individuos sino también para las naciones.
Al sustituirse el patrón oro, derogado por Nixon, solo quedaban los bonos asegurados del gobierno norteamericano y la bolsa de valores de Nueva York como las únicas alternativas para utilizar como inversión para los bancos centrales para sus reservas de divisas en dólares. Indispensable, ya sea para tomar a crédito y para comprar petróleo. Este evento vino a completar los ajustes que impuso el gobierno norteamericano en el tratado de Breton Woods, según lo describe el economista Michael Hudson y que lo llamó super-imperialismo. Se puede resumir, como lo citó Eulogio González Hernández en su artículo El origen de la lucha del neofascismo financiero contra la democracia, publicado en la revista Rebelión 1/16/2016, citando al mismísimo David Rockefeller en el 1975‘’ «De lo que se trata es de sustituir la autodeterminación nacional que se ha practicado durante siglos en el pasado por la soberanía de una élite de técnicos y de financieros mundiales»’’.
¿Cuál es poder que tiene, además de las súper ganancias obtenidas por la expansión crediticia (incluyendo las obtenidas en evasión contributiva a través de los paraísos fiscales, cuya práctica va en detrimento de sus propios gobiernos, que ahora legitiman llamándole elusión fiscal o tax avoidance) ese fascismo financiero, en la economía globalista? Para eso voy a repasar un artículo del economista financiero Alfredo Apilánez que aparece en la revista digital Rebelión bajo el título,”El fascismo financiero y la irreformabilidad del sistema” (07/13/2018), donde destaca una serie de eventos históricos que dejan ver cuánto poder puede ejercer el fascismo financiero con el dólar, como arma principal de dominio del gobierno norteamericano.
Primero se tiene que destacar que es la primacía del dólar en el intercambio comercial mundial lo que permite a través de la Oficina del Tesoro norteamericano imponer medidas unilaterales contra cualquier gobierno. Después, a modo experimental, se introdujo como parte del golpe al presidente Allende en Chile, un ataque inmisericorde contra la economía chilena. Toda una política neoliberal, bajo la supervisión de los Chicago Boys de Friedman, se impuso mediante la dictadura de Pinochet. Hoy se descubre lo fatal de esas políticas y el pueblo chileno se apresta a forjar una nueva constitución que ponga fin a tanta desigualdad.
Nos recuerda Apilánez que como respuesta a la primer Ministro Thatcher los franceses eligieron a François Mitterrand que convirtió en leyes las promesas del socialismo democrático a saber; se añadió una quinta semana de vacaciones pagadas, la edad de jubilación se redujo, la jornada laboral también, se limitó el despido, aumentos al salario mínimo y programas de beneficios dirigidos a los más pobres, se impusieron contribuciones a las grandes fortunas, se aprobó un ingreso básico, se contrató a cientos de miles de empleados y se nacionalizó más de 30 bancos, compañías de seguros e industrias estratégicas del país. Eso provocó la ira del capital financiero internacional y tal fue la presión sobre su gobierno que un año más tarde adoptó las primeras políticas de austeridad. Después de ver lo sucedido a Mitterrand, se intimidó el socialista Felipe González y a Zapatero lo obligaron a enmendar la Constitución de España para añadir una disposición para garantizar la prioridad absoluta del pago de las deudas del estado. Alexis Tsipras en Grecia le pasaron el rolo también y podemos ver las mismas amenazas a otros estados en Europa a través del Banco Central Europeo y su Troika.
Este resurgir del liberalismo fracasado en el 1930, ahora se afianza en un crecimiento desmedido de la renta que no va de la mano con la producción de mercancías sino de la renta a través del crédito y el casino bursátil. Nos recuerda Apilánez que esto es “la pérdida de dignidad del capital, como la califica Toni Negri” y él califica de gran pensador post modernista.
El poder que ejerce Estados Unidos a través del dólar, la Banca de Wall Street, las políticas de extorsión del Banco Mundial y el del Fondo Monetario Internacional, unido a su control del SWIFT (Society for Worldwide Interbank Financial Telecommunication) y las agencias de calificadoras de bonos, es avasallador y son las armas más eficaces para imponer su voluntad a otros estados y enfrentar a quienes lo desafían.
Es necesario entender que nada que sea menos que adoptar una posición radical de enfrentamiento a este sistema capitalista, y al imperio norteamericano, tiene pocas posibilidades de prevalecer. Ciertamente hay un bloque de países que pueden y le hacen frente a esta potencia facinerosa que hoy hunde en la violencia al pueblo colombiano, asesina y tiraniza al pueblo palestino y amenaza a los pueblos libres y a los que se quieren liberar. No olvidemos el “lawfare o law warfare” como modalidad de los golpes blandos, el viejo golpe militar y las guerras mediáticas. El mejor ejemplo es la amenaza repetida del presidente Trump, “todas las alternativas están sobre la mesa”.
En Puerto Rico, el modelo neoliberal chileno, o fascismo financiero, nos llega de la mano de la Junta de Supervisión Fiscal (los técnicos financieros de Rockefeller). Aquí se impone su voluntad sin mediar consulta y por encima de lo que pueda decir la mayoría de los oficiales electos. Por eso, la idea de sacarnos de la cláusula territorial, derogar los casos insulares y respaldar el embeleco de las congresistas de origen puertorriqueño son un engaño y una manera de asegurar y validar la actuación unilateral del congreso norteamericano. No resuelven nuestros problemas y les confieren legitimidad a las actuaciones del imperio. No hay que ir más lejos de saber que una ley federal que sustituya la ley 600 no es más que otra ley federal, y las imposiciones unilaterales continúan, ya se llame libre asociación o incorporación territorial transitoria a la estadidad.
En nuestra historia, ese periodo dorado, del que hablaba Hobsbawm, se instaló en nuestras mentes como una de las grandes conquistas obtenidas gracias a la relación colonial. De ahí se sigue pensando que las vamos a continuar disfrutando si nos mantenemos dentro de esa relación. La verdad es que no pocos economistas, hoy en día, intuyen que un colapso es inminente en esa economía y nosotros ya vemos los primeros vientos. El endeudamiento de nuestro gobierno no es el único. También a nivel personal es evidente. Cada vez más los puertorriqueños ven necesario hipotecar sus ingresos futuros para mantener esa cuota infinita de pagos a monopolios rentistas al cual ahora se añade la energía eléctrica. En la mayoría de los casos estas situaciones provocan quiebras personales y éxodos a otras tierras. Ya es muy insistente escuchar la frase “aquí no se puede vivir”. Y es cierto, porque ya la bonanza material del capitalismo terminó para las grandes mayorías aquí y allá. Por eso es ilusorio pensar que los norteamericanos van a preocuparse primero de nosotros que de ellos.
Por otro lado, ese endeudamiento fraudulento, fue primero contra los contribuyentes en Puerto Rico y después contra los bonistas y tenedores de acciones norteamericanos, y por eso termina en el Congreso. De ahí pasa a decidirse a favor de proteger a los bonistas norteamericanos sin que uno solo de los “facilitadores” envueltos en las transacciones de esos préstamos malos, hechos a sabiendas del fraude, paguen su fechoría. Y ahí está esa Junta Fiscal burlándose, en sus mal llamados planes fiscales, de nuestra desdicha y repartiendo entre empresas norteamericanas, las plantas de energía, los cuerpos de agua, las carreteras, la educación, la salud, las comunicaciones y la universidad. Luego vendrán otras propiedades en otros “planes”. Se hará insostenible para la industria y los pequeños negocios operar por el alto costo rentista de todo lo necesario para competir y producir. Solo los gigantes económicos podrán prevalecer gracias a que pueden absorber los aumentos en costos y de paso liquidan a nuestros pequeños y medianos comerciantes de la competencia.
Los puertorriqueños no podemos sentarnos a negociar soluciones de estatus sin tener una posición de fuerza. Eso solo se tiene si todos respaldamos la solicitud de independencia sin más cortapisas que las que se reconocen por el derecho internacional. Sentarse allí donde ellos, que les gusta tener “leverage”, y no se tenga nada con que apalancar, es una desventaja inmensa frente al tómalo o déjalo de los gringos. Todas las alternativas políticas de estatus en Puerto Rico deben tener claro que la independencia es su mejor carta en la mesa de negociación para cualquier opción y el derecho internacional las ampara. A los estadistas, si no les van a dar la estadidad ahora, no acepten menos y si no se quieren asociar mediante tratado, no acepte menos, porque es mucho mejor la independencia que la colonia con otro nombre. Sí mis amigos, nuestra independencia es la mejor herramienta para defendernos del fascismo financiero. La independencia es la verdadera descolonización.