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Adios Europa, malvenida democracia fascista

Fuentes: Rebelión

La última decisión de los dirigentes de la UE sobre los refugiados incumpliendo acuerdos, convenios y tratados internacionales ha puesto un clavo más en acelerado funeral de un hipotético proyecto democrático para los pueblos de Europa. Un proyecto para crear un espacio común de libertad, solidaridad y Justicia, no sólo para los europeos, sino para […]

La última decisión de los dirigentes de la UE sobre los refugiados incumpliendo acuerdos, convenios y tratados internacionales ha puesto un clavo más en acelerado funeral de un hipotético proyecto democrático para los pueblos de Europa. Un proyecto para crear un espacio común de libertad, solidaridad y Justicia, no sólo para los europeos, sino para todos los habitantes de la Tierra.

El proyecto neoliberal, capitalismo puro y duro, es un proyecto egoísta, inmoral e irresponsable de los verdaderos amos de la UE: las transnacionales, sustentadas en los bancos especulativos, que gobiernan-mandan en los gobiernos nacionales e instituciones europeas.

Sé que hablar de democracia fascista para la UE y los países que la componen es la unión de conceptos contradictorios.

Democracia, en su sentido liberal -que no neoliberal- es el gobierno del pueblo para sí mismo. Lincoln la definió como «gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo». Tras la II Guerra Mundial se nos vendió la democracia como el bien frente al mal del nazismo. Y como «muro de hierro» contra el comunismo ruso. Durante los últimos 50 años del pasado siglo todos los estados adoptaban el apellido democracia. No olvidemos que el régimen franquista se definía como una democracia orgánica.

En esta democracia que se va normalizando desde EEUU hasta Hungría, pasando por Francia, Inglaterra, Alemania, etc., y, por supuesto, España, la participación popular, del pueblo, se va limitando a la fórmula sacralizada de elecciones parlamentarias. Las nuevas leyes mordazas que se van extendiendo por todos los países, que empezaron en EEUU con la Patriot Act, van reduciendo los derechos de todo tipo de los ya ex ciudadanos. Lo sepamos o no, seamos conscientes o no, hemos dejado de ser ciudadanos libres para ser siervos independientes de las grandes transnacionales y sus criados los diversos dirigentes políticos.

El pueblo no tiene ni tan siquiera la libertad de elegir entre trabajar o no trabajar. La escasez de puestos de trabajo, dignos e indignos, se va ampliando en todos los países. El pueblo se va empobreciendo quedando sometido a la voluntad de los dirigentes económicos internacionales, de los que las diferentes medianías empresariales nacionales se van aprovechando para sobrevivir mejor o peor.

La separación de poderes no existe. En nuestra corta vida democrática nunca existió de facto. Siempre hubo y hay jueces independientes que tratan de aplicar las leyes con toda la justicia que les es permitida. Una mayoría de los jueces provenían del franquismo y la mayoría de los actuales están formados en las directrices sociales que devienen de los primeros y los gobiernos de dos partidos -PP y PSOE- que han permitido y fomentado el estado social corrupto del franquismo. No es corrupción sólo la de quien roba. También lo es la de quien ejerce el poder contra el pueblo sobre el que gobierna, defendiendo los interese de una minoría, como siempre.

La libertad de prensa ha desaparecido, salvo en internet -para minorías-. Los medios están al servicio de la voz de sus amos que, en definitiva, son los grandes empresarios de transnacionales y banca. La degradación intelectual y moral de estos medios se va implantando en las masas populares. Que acaban pensando lo que quieren sus amos, en contra de sus propios intereses.

La libertad de asociación es libre, siempre que no suponga un riesgo para el sistema. Si asoma un mínimo peligro, encontrarán el medio para desprestigiar socialmente tal asociación destruyéndola o desactivándola. Vemos la actuación unánime de los medios contra Podemos y las diversas mareas. Sin entrar en enjuiciar las actuaciones políticas de Podemos, que queda para otra ocasión.

La libertad de reunión nos la van delimitando a las reuniones familiares -bodas, bautizos y entierros-, eventos deportivos siempre que no se manifieste opinión política, manifestaciones más bien controladas, limitadas a la resignación. Si son en verdad reivindicativas, todos los medios del sistema encontrarán las fórmulas del desprestigio social. Se escogerán varios individuos a los que se acusará, con una u otra fórmula, de terrorismo. Por lo que muchos de los participantes acabarán sintiéndose culpables de acciones que no realizaron y que, incluso, no percibieron que las llevaran a cabo otros manifestantes.

La acumulación de poderes se manifiesta en el ejercicio del poder incluso en el comportamiento interno de los partidos reconocidos e, incluso, en el de los tolerados -nacionalistas de distinto pelaje. Siempre que sean de la cuerda del neoliberalismo.

La tolerancia sobre las costumbres sociales es restrictiva en temas que consideran esenciales para el control social a través de los poderes fácticos religiosos. Y, no sólo son permitidos, sino que se fomentan a través de los medios de masas oficiales aquellos usos y prácticas sociales que corrompen y debilitan el comportamiento cívico. Se debilitan, individualizan e infantilizan las masas populares dejándolas desamparadas ante la ideología y la acción neoliberal-capitalista.

En definitiva, estamos en un movimiento político-social continuo hacia una dictadura blanda o tiranía laxa dominada por una minoría mundial con el epicentro militar en la OTAN, económico en las bolsa de la City y Wall Street e ideológico en las clases medias altas al servicio de ese famoso 1%, que se reconocen entre ellos por el poder que ostentan en subordinación y necesidad de unos con otros.

El fascismo es el método político utilizado por los poderosos para defenderse del pueblo que lucha por la defensa de la Justicia. En la primera mitad del siglo XX les sirvió en Europa para defenderse de los diversos movimientos comunistas. Estas mismas élites lo utilizaron imponiendo dictaduras salvajes en numerosos países latinoamericanos, africanos y asiáticos contra pueblos que luchaban por implantar una democracia a lo occidental y que, quienes subvencionaban sus genocidios, les mostraban como meta socioeconómica deseable.

Al igual que el fascismo clásico, este fascismo neoliberal-capitalista utiliza un lenguaje revolucionario para tergiversar las ideas y, con ellas, la realidad de sus cruentas e inmorales acciones sociales. Un lenguaje que utiliza términos propios de la izquierda y de la ciencia, lo que crea una mayor confusión en el pensamiento debilitado de la mayoría de los ciudadanos, que acatan dicho pensamiento dominante como si fuera el sentido común propio quien lo profesa.

El aumento de los sentimientos nacionalistas durante estos primeros años del siglo XXI fomentado por los pequeños grupos de élites «regionalistas» -incluidos países como Hungría, Polonia, la propia España con sus diversas «nacionalidades», etc.- no tiene otra función que la de dividir el creciente movimiento internacionalista que las juventudes de numerosos países estaban creando apoyándose en internet. Un movimiento internacionalista que, con sus miles o millones de fisonomías, buscaban y buscan una mayor hermandad en el planeta. La división de las sociedades en numerosas naciones -sin duda regiones cada vez más pequeñas-, cuando no la destrucción de estados que estaban en marcha hacia una laicidad occidental -países musulmanes más o menos laicos y rebeldes contra el capitalismo depredador de las transnacionales occidentales-, lleva a un debilitamiento de dichos movimientos internacionalistas. El error de grupos izquierdistas tratando de debilitar estados por fraccionamiento les lleva a no ver el debilitamiento a su vez de las sociedades populares por ese mismo motivo. El camino, en mi opinión, es el contrario. Desde chiquito me enseñaron que la unidad hace la fuerza. Y ellos, los neoliberal-capitalistas, en sus intereses están estrechamente unidos.

Profundizar más en la caracterización de esta sociedad democrático-fascista que están construyendo sobre nosotros merecería todo un tratado. Y no es este el lugar. Esto es simplemente un apunte.

Este último clavo puesto por los sicarios políticos sobre el ataúd de la Europa de los Pueblos, creando campos de concentración externalizados contra los inmigrantes-refugiados, nos asemeja un poco más a aquel nazi-fascismo europeo del siglo XX.

Una Unión Europea que debería estar sometida al acatamiento de los derechos humanos y al Estado de Derecho garantizando el concepto mismo de Libertad ha sido definitivamente destruida. La progresiva actuación de sus dirigentes políticos desenmascarándose sin ningún pudor muestra su degradación moral y jurídica pública. De su inmoralidad real teníamos muestra en la construcción de los sucesivos tratados que nos han ido imponiendo, culminando con la antidemocrática negociación de ese TTIP que también nos impondrán. Con la anuencia de nuestros honestos políticos del PP y PSOE, en el caso de España.

La Democracia europea, que nunca llegó a culminar, hoy ha sido destruida con la institucionalización político-social de una democracia en lo formal y con la dictadura de este nuevo régimen fascista del neoliberalismo-capitalista.

El enemigo del pueblo es el capitalismo. No otros movimientos sociales que ven la construcción de la sociedad de diferente forma, pero con el mismo objetivo: la Justicia Universal.

La democracia en la UE ha muerto. Ha venido, ¿para quedarse?, una democracia basada en el ejercicio del totalitarismo por unos pocos: la democracia fascista.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.