Recomiendo:
0

Ahora Kirguizistán

Agente naranja sobre Asia Central

Fuentes: GAIN

No, no se trata en esta ocasión del agente naranja que estados Unidos utilizó en Vietnam y que costó la vida a miles de vietnamitas y algunos cientos de sus propios soldados. Este «agente» se asemeja más a los que se han venido sucediendo en los últimos años en Serbia, Georgia, Ucrania… y que los […]

No, no se trata en esta ocasión del agente naranja que estados Unidos utilizó en Vietnam y que costó la vida a miles de vietnamitas y algunos cientos de sus propios soldados. Este «agente» se asemeja más a los que se han venido sucediendo en los últimos años en Serbia, Georgia, Ucrania… y que los medios occidentales nos presentan bajo el pomposo nombre de «revolución naranja», intentando ocultar tras esa cortina colorista la actuación directa de Washington y sus aliados para impulsar «cambios de régimen» en los países citados.

Tras el desmembramiento de la antigua Unión Soviética, y a la sombra del nuevo mundo unipolar, el surgimiento de las repúblicas de Asia central va a suponer una oportunidad de oro para que Estados Unidos cimiente su presencia física en esa región, algo que no había hecho hasta la fecha. Además no hay que olvidar que a su importante valor geoestratégico hay que sumar también los importantes recursos energéticos que albergan los suelos de esos nuevos estados.

Hace ya algunos años, desde algunas agencias norteamericanas se valoraba que la oposición política en los nuevos estados centroasiáticos no era lo suficientemente fuerte como para poder «derrotar al estado». A partir de los primeros años de la década de los noventa, desde Washington se prepara su plan de actuación en la zona, apuntalando argumentos diversos. «La amenaza del terrorismo internacional y del islamismo radical es muy real, por lo que Washington debería colocar a los grupos democráticos opositores en la misma balanza que las organizaciones similares de Europa central y del este», afirmaban entonces esa mismas fuentes.

La agresión y posterior invasión de Afganistán posibilitó en buena manera que la presencia estadounidense en la región se hiciera más importante y que contara con bases militares desde las que prestar apoyo a sus importantes redes establecidas en Asia Central desde los noventa.

Naranja

Las ultimas semanas, desde diferentes medios cercanos a la estrategia neoconservadora se ha venido repitiendo una misma idea, la posibilidad de que las experiencia «naranja» que recientemente ha triunfado en Ucrania se repita en Asia Central. Titulares como «Kazajstán: todos los ojos sobre Kirguizistán», o «protesta naranja en Tashkent» han aparecido recientemente en los medios señalados

Con los grupos de oposición de Kazajstán divididos, Bush y los suyos se fijaron en los procesos electorales de Tayikistán y Kirguizistán para poner en marcha la maquinaria naranja, al estilo que había operado en Europa hacía unos meses. Sin embargo, en el primero de esos estados, la oposición política gira en torno a las fuerzas comunistas por un lado, y al Partido del Renacimiento Islámico por otro, ambas alternativas se colocan en las antípodas de los deseos norteamericanos. Además, la estabilidad del país guarda una estrecha relación con la situación de su vecino Afganistán, ambos estados comparten una importante frontera, al tiempo que es la salida natural para el opio afgano. Por ello, cualquier descontrol del país podría incidir negativamente sobre lso intereses de Washington en Afganistán.

Ante esta situación, la alternativa norteamericana se giró hacia el vecino Kirguizistán. Desde los primeros días del año, un alto número de «activistas» curtidos n las calles de Kiev fueron llegando a Bishkek, la capital de Kirguizistán, al amparo de una importante ayuda que emanaba de las arcas de la Casa Blanca. Según algunas fuentes, en estos meses alrededor de 55000 extranjeros habrían entrado en el país, una cifra inusual para lo que conocía este estado.

Kirguizistán está considerado como el «régimen más democrático» de Asia Central, y su presidente desde la desintegración de la Unión Soviética, Askar Akayev, ha mantenido unas buenas relaciones con Washington. A la hora de ese cambio en la estrategia neoconservadora no se han valorado algunos aspectos que pueden ser contraproducentes para las ansias dominadoras de Estados Unidos. Así, la parte del valle de Fergana (considerada la zona con mayor densidad de población y una de las más pobres de Asia Central, al tiempo que uno de los focos más importantes del fundamentalismo islamista) que pertenece a Kirguizistán no está exenta de problemas étnicos y religiosos que podrían acentuar las contradicciones entre diferentes estados y etnias de la zona, añadiendo un grado de inestabilidad muy importante, algo que a su vez tendría también sus repercusiones en la vecina Afganistán. Y todo ello no interesa para nada a los proyectos de Bush y sus aliados.

De momento, además, la oposición no presenta una alternativa unitaria, y tampoco parece que destaque una figura sobre las demás. De todos modos, estas serían algunas figuras a tener en cuenta. Felix Kulov, alcalde de Bishkek, antiguo vicepresidente y ministro del interior es una de los mejor situados. El político se encontraba en prisión acusado de malversación, pero ayer fue liberado por los manifestantes. Kurmanbek Bakiev es líder del Movimiento del Pueblo de Kirguizistán, que fue primer ministro hasta hace dos años, está demasiado ligado al poder como para poder «limpiar su candidatura».

La dirigente del movimiento Ata-jurt y antigua ministra de exteriores, Roza Otunbayeva, es una figura desconocida en el interior del país, y finalmente Muratbek Imanaliev, que también dirigió el ministerio de exteriores, está mal visto por algunos grupos opositores, que le achacan anteponer su protagonismo a la unidad de la propia oposición.

China y Rusia

El presidente Akayev ha colaborado con Estados Unidos en su particular guerra «contra el terror», fruto de ello ha sido la base militar que EEUU tiene en Kirguizistán, pero al mismo tiempo, Akayev ha apostado por una política internacional de carácter multilateralista, de ahí sus acuerdos con la Organización de Cooperación de Shangai (SCO) y la Organización del Tratado de Seguridad Colectiva (CSTO). En un momento donde el poder de China y Rusia en la región puede ser una cierta amenaza para los planes imperiales de Washington, Bush decide maniobrar en los «patios traseros» de chinos y rusos, tal vez como una advertencia a su capacidad desestabilizadora de la región, o para demostrar que ellos son los que mandan en todo el planeta.

Este ha podido ser en definitiva el primer amago estadounidense, pero todavía queda por ver la capacidad de respuesta de los supuestos receptores de la maniobra. Beijing de momento parece más centrado en solventar sus diferencias en torno al estrecho de Taiwán, pero desde Moscú se avisa que no están dispuestos a permitir otra maniobra al estilo de Ucrania, y perder peso en otra región que considera como su zona de influencia natural. Y detrás de todo este escenarios queda otro protagonista, el pueblo de Kirguizistán, del que todos los anteriores no hacen sino aprovecharse coyunturalmente, ajenos por completo a los verdaderos deseos que puedan albergar.