El Partido Nacional Democrático alemán pretende mostrarse democrático. Pero detenta un depósito de armas, planea reinstaurar el Tercer Reich y trata de capitalizar la crisis económica para aumentar su presencia parlamentaria.
El principal partido neonazi de Alemania pretende ser democrático. Pero sus miembros detentan un depósito de armas, planean reinstaurar el Tercer Reich y están tratando de aprovechar la crisis económica para aumentar su representación parlamentaria en las elecciones de este año. Estas son las conclusiones de un nuevo e inquietante estudio sobre la extrema derecha en este país.
Para escribir su libro sobre la cada vez más influyente formación neonazi Partido Nacional Democrático (NPD, por sus siglas en alemán) los autores se pasaron dos años infiltrando a la ultraderecha. Entrevistaron a líderes del partido así como a desertores que abandonaron la organización asqueados de su verdadero contenido. «El NPD es una organización peligrosa», advierte Olaf Sundermeyer, uno de los dos autores de Al interior del NPD, publicado en Alemania la semana pasada. «Pretende ser democrático, pero no hay lugar para equivocación alguna: estas personas son verdaderos nazis», sentencia.
A pesar de los intentos del gobierno por prohibir el partido, el abiertamente racista NPD ya detenta escaños en dos de los 16 parlamentos regionales de Alemania. Tiene unos 220 miembros electos en consejos municipales y espera consolidar su base de poder político en una serie de elecciones regionales y municipales de este año.
Udo Voigt, líder del NPD, admite que su partido tiene pocas chances de llegar al Parlamento nacional en las elecciones de septiembre. Pero insiste: su objetivo es hacer pie en el Reichstag en el 2013.
Para aquellos que no lo conocen y, lamentablemente, cierta parte de la prensa, el NPD se proyecta a sí mismo como un típico partido de clase media. Sus miembros son adoctrinados en Berlín sobre cómo lidiar con preguntas difíciles sobre el Tercer Reich y el Holocausto. En tiempos de elecciones, sus militantes skinheads son reemplazados por hombres con el pelo corto que visten de traje y hablan correctamente, además de un siempre dispuesto grupo de intelectuales de extrema derecha que entra en acción para legitimarlos.
En su libro, Olaf Sundermeyer y su coautor, Christophen Ruf, dejan en claro que la crisis económica y el desempleo actuales están jugando a favor del NPD. El partido, según los autores, se dedicaría a infiltrar cada vez más grupos de desocupados, logrando allí obtener a su vez más apoyo. Por eso, señalan, la habilidad de Alemania para lidiar con esta clase de eventos se pondrá en tela de juicio en el 2009. Será una prueba sobre la madurez política del país, advierten.
Algunas de las revelaciones más inquietantes acerca del partido, nacido a mediados de los años ’60, fueron provistas por ex miembros, sorprendidos por la violencia de sus militantes y la adoración hacia la figura de Adolf Hitler. Uwe Luthardt, un taxista que estuvo en la dirección del NPD durante tres años, renunció después de ver cómo sus compañeros propinaban una terrible paliza a un joven punk sin motivo aparente.
Luthardt reveló asimismo que la sede regional del partido en la ciudad de Jena es llamada «La casa marrón», en honor a la sede partidaria de Hitler en Munich, que en los sótanos del inmueble guardan armas y que las paredes se encuentran cubiertas por fotos de miembros de las SS. Los miembros del partido entonan el himno nazi prohibido Horst Wessel y también cantan una canción que se llama «Vamos a construir un tren subterráneo desde Jerusalén hasta Auschwitz».
El taxista contó también que el partido se sostiene gracias a donaciones de exiliados nazis y sus familiares que se escaparon a Sudamérica después de la Segunda Guerra Mundial, pero también gracias a los conciertos de grupos skinheads que tocan para recaudar fondos para el partido. El objetivo, único, según admite Luthardt, es reinstaurar el Tercer Reich.
Su línea es simple: hay que echar a todos los extranjeros; luego los alemanes volverán a tener trabajo. Están convencidos de que algún día ganarán unas elecciones y que entonces todo se pondrá en marcha.
Los autores Sundermeyer y Ruf señalan que amplias zonas en Alemania oriental son consideradas por los militantes como zonas liberadas, debido a que los extranjeros no se atreven ni siquiera a transitar por allí por el temor que tienen. Michael Schafer, líder de la juventud del NPD, justifica la política xenófoba de su partido: «El pueblo alemán ha existido por más de 1000 años; no podemos simplemente permitir que desaparezca».