El 15 de octubre el Parlamento federal alemán adoptó la nueva ley sobre asilo (Asylbewerberleistungsgesetz) con una nueva denominación (Asylverfahrensbeschleunigungsgesetz), que en realidad significa que la gente refugiada que no obtenga el estatus que le otorgue el derecho a permanecer en territorio alemán, puede ser repatriada rápidamente. Y si se oponen a la repatriación, perderán […]
El 15 de octubre el Parlamento federal alemán adoptó la nueva ley sobre asilo (Asylbewerberleistungsgesetz) con una nueva denominación (Asylverfahrensbeschleunigungsgesetz), que en realidad significa que la gente refugiada que no obtenga el estatus que le otorgue el derecho a permanecer en territorio alemán, puede ser repatriada rápidamente. Y si se oponen a la repatriación, perderán el derecho a determinados subsidios: conservan el derecho a ser alojados, a la calefacción, a una alimentación básica y a la higiene corporal y asistencia médica, pero pierden el derecho a los subsidios para la ropa y otras necesidades cotidianas. Tendrán mucho menos dinero y, a cambio, se les otorgan bonos intercambiables por víveres [medida criticada por las ONG que consideran que recorta derechos fundamentales]. Tampoco tendrán derecho al mínimo vital, fijado por ley en Alemania, ni a los subsidios que les garantizan el acceso a la formación para sus hijos e hijas.
De hecho, estas medidas están en contradicción con los derechos humanos garantizados por la constitución alemana, el Grundgesetz. Pero el 16 de octubre el Bundesrat (cámara en la que están representados los Land del Estado federal alemán) adoptó esta nueva ley por una amplia mayoría, con la respetable excepción del Land de Turingia gobernado por Die Linke en coalición con el partido socialdemócrata (SPD).
Esta decisión está en contradicción flagrante con la decisión del Tribunal Constitucional alemán del 18 de julio de 2012 que, formalmente, prohíbe situar a la gente refugiada por debajo del mínimo vital. Pero la presión de la agitación y de las movilizaciones xenófobas sobre la política oficial da resultados que, poco a poco, conducen al gobierno federal liderado por la canciller Angel Merkel a destruir lo que queda del derecho de asilo y de las promesas de «bienvenida».
La idea de «zonas de tránsito» que impidan a la gente refugiada poner los pies sobre territorio alemán y permitan discriminarlos rápidamente para poder repatriar a quienes no tengan muchas oportunidades de adquirir un estatus que les permita permanecer en Alemania por un determinado tiempo, fue lanzada por Horst Seehofer (presidente del CSU, partido hermano del CDU en Baviera). Esta idea suscitó numerosas protestas, pero la canciller Angel Merkel, bajo la presión de muchos dirigentes cristiano-demócratas, terminó más o menos por aceptarla. Ahora bien, el SPD [socio de la coalición gubernamental] se oponía a la misma y el compromiso alcanzado considera a los centros de acogida como territorio alemán, si bien cumplen más o menos, los mismos criterios que las «zonas de tránsito» exigidas por Seehofer.
Fue el ministro de interior, Lothar de Maizière, del CDU (partido cristiano-demócrata, mayoritario en la coalición gubernamental con el SPD) quien, hace unos días, propuso públicamente agravar el estatus para las y los refugiados sirios. Hasta ahora, estos pueden adquirir un estatus que les permite instalarse en Alemania durante 3 años y hacer llegar a Alemania a su esposa o esposas y sus hijos e hijas (Familienzusammenführung: reunificación familiar). De Maizère quiere que no dispongan más que de un estatus «subsidiario», que no les otorgue el derecho de permanecer en Alemania más que por un año y que les prohíba reunificar a la familia.
Las numerosas protestas contra esta propuesta, de las que se hicieron eco los media, parecían poner freno a Maizière, pero ahora Angela Merkel, bajo presión de buen número de dirigentes cristiano-demócratas, le ha dado la razón. El SPD, hasta nueva orden, se opone pero, por otra parte, buen número de sus dirigentes le dan la razón al ministro del Interior Lothar de Maizière. Así pues la probabilidad de que la idea de Lothar de Maizière se imponga los próximos días es grande. Las movilizaciones de la extrema derecha van viento en popa. El 9 de noviembre Pegida movilizó en Dresde entre 8 000 y 9 000 personas; fecha simbólica: la «noche de los cristales rotos» en 1938, en un lugar simbólico: bajo la dictadura nazi llevaba el nombre de Plaza Adolfo Hitler. Es cierto que hubo 4 000 contramanifestantes y que la misma tarde en Erfurt fueron 6 000 quienes se pronunciaron públicamente a favor de la acogida solidaria de las y los refugiados y contra las manifestaciones racistas e islamófobas. Pero los agitadores de derecha se radicalizan. Ya existen llamamientos para movilizarse en las fronteras e impedir que la gente refugiada pueda llegar a Alemania para vivir.
También es cierto que el movimiento de ayuda solidaria práctica a la gente refugiada continúa desarrollándose en Alemania. Ahora bien, la consciencia de masas en Alemania continúa polarizada. Por eso, sería necesario que el aliento de solidaridad se generalice al conjunto de la sociedad. Solo si los «perdedores» del «modelo alemán» [los sectores populares más golpeados por las políticas neoliberales] se ponen del lado de la gente refugiada -«perdedores» del sistema capitalista a nivel mundial- habrá un verdadero cambio en la relación de fuerzas: los capitalistas, los ricos, los grandes trust y los grandes bancos deben pagar los platos rotos de las consecuencias de un orden mundial que genera escandalosas desigualdades y provoca la miseria para miles de millones de personas desheredadas.
Manuel Kellner es redactor del Sozialistische Zeitung (SoZ)