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Amenazas sobre el Líbano

Fuentes: Le Monde Diplomatique

  Cabría preguntarse si Siria es culpable del asesinato del ex primer ministro del Líbano, Rafic Hariri, el 14 de febrero de 2005. Parte de la opinión pública libanesa, en estado de shock, está convencida de que sí. La denuncia por parte del presidente sirio, Bachar Al Assad, de «los autores de este crimen odioso […]

 

Cabría preguntarse si Siria es culpable del asesinato del ex primer ministro del Líbano, Rafic Hariri, el 14 de febrero de 2005. Parte de la opinión pública libanesa, en estado de shock, está convencida de que sí. La denuncia por parte del presidente sirio, Bachar Al Assad, de «los autores de este crimen odioso y los que están detrás», no disipó -es lo menos que cabe decir- las acusaciones contra él. Para la mayoría de los medios internacionales, parece no haber dudas sobre la culpabilidad del régimen baasista. Los periodistas evocaron varios supuestos móviles para el asesinato. En primer lugar, la voluntad de Damasco de mantener al país del Cedro bajo su control en momentos en que están previstas elecciones legislativas para el próximo mes de mayo. Evocaron también las acusaciones de Siria contra Rafic Hariri, a quien se atribuye la financiación y el intento de agrupamiento de una suerte de frente antisirio. Por último, se añadiría un importante reproche complementario: el ex primer ministro era sospechoso de haber movilizado a sus amigos (entre ellos a Jacques Chirac) para que, en septiembre de 2004, el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, con el apoyo de París y Washington, votara la resolución 1559 que reclama elecciones presidenciales libres en el Líbano y exige «a todas las fuerzas extranjeras que todavía están allí estacionadas que se retiren […] y el desarme de las milicias, libanesas o no» (esto es, las milicias del partido chiíta Hezbollah, apoyadas por Siria e Irán, y las milicias palestinas de los campos de refugiados).

 

Este crimen proporciona a Washington un pretexto suplementario para incrementar su presión sobre Damasco. El embajador de Estados Unidos en Siria fue convocado «para consultas urgentes». Y el secretario de Estado adjunto estadounidense para Oriente Próximo, William Burns, presente en Beirut en el funeral del ex primer ministro asesinado, aprovechó la ocasión para declarar a la prensa: «La muerte de Rafic Hariri debería fortalecer el impulso para un Líbano libre, independiente y soberano. Esto significa una aplicación inmediata de la resolución 1559 del Consejo de Seguridad y, por consiguiente, una retirada siria del Líbano inmediata y completa». Burns parece olvidar que, sin mandato de la ONU , Estados Unidos invadió y ocupó Irak.

 

Es preciso recordar que, desde que se desató la invasión estadounidense de Irak, Damasco advirtió de que uno de los objetivos principales de esta guerra era sitiar Siria (1). El ministro de Defensa de Estados Unidos, Donald Rumsfeld, acusó a Damasco de ayudar al ejército de Sadam Husein durante las operaciones y de funcionar como sede para las diversas resistencias que hostigan a las tropas de ocupación. El ex secretario de Estado, Colin Powell, viajó a Siria en mayo de 2003 para expresar directamente al presidente Al Assad estas acusaciones y otras más antiguas, como la alianza con Irán y el apoyo a las milicias del Hezbollah, formación incluida por Estados Unidos (pero no por la Unión Europea) en la lista de «organizaciones terroristas».

 

En este contexto, salvo que quisiera suicidarse, el régimen sirio no tenía ningún interés en agravar su situación. Algunos observadores llegan a preguntarse si la «demasiado evidente» culpabilidad de Siria no sería precisamente el objetivo buscado por los asesinos de Rafic Hariri. Por ejemplo, Eyal Zisser, especialista en asuntos sirios en el Dayan Institute de la universidad de Tel Aviv, afirma: «Es totalmente ilógico que lo haya hecho Siria. Hubiera sido una decisión estúpida por su parte. Todo el mundo vigila a ese país, que no tiene ningún interés en desestabilizar el Líbano» (2).

 

Sea como fuere, es preciso preguntarse por los objetivos que se fijan Washington y París en el Líbano. Si su objetivo es instaurar en el Líbano una «verdadera democracia», ¿podrá edificarse sin los chiítas, la principal comunidad, masivamente aliada de Damasco? ¿La garantizarán los partidos de la oposición que niegan el principio «un hombre un voto» y defienden un sistema confesional caduco? Si el objetivo es la evacuación del Líbano ocupado, ¿puede la comunidad internacional olvidar que en la misma región siguen ocupados también desde 1967 el Golán sirio así como Cisjordania, Gaza -que podría ser evacuada este verano- y Jerusalén este, a pesar de las numerosas resoluciones del Consejo de Seguridad? ¿Se trata una vez más del doble rasero?

 

Ha vuelto el tiempo de las maniobras oscuras. Se diría que en el teatro de Oriente Próximo, hemos pasado al segundo acto, incluido el riesgo de un relanzamiento de la guerra civil en el Líbano que no parece conmover a los defensores del país del cedro. Después de la guerra de Irak, y a pesar del desastre de la ocupación y la severa derrota de la lista apoyada por Washington en las elecciones, se reanudan simultáneamente las grandes maniobras contra los otros dos objetivos designados desde hace mucho tiempo: Irán y su aliado Siria, que sin duda constituye el eslabón más débil. Quienes asesinaron a Rafic Hariri, ¿sabían que simbólicamente ofrecían en bandeja a la «comunidad internacional» el destino del régimen sirio?

NOTAS:

(1) Paul Marie de La Gorce , «El nacionalismo sirio a la defensiva», en Le Monde diplomatique edición española, julio de 2004.

(2) Mencionado por Jefferson Morley, «Who killed Rafiq Hariri?», washingtonpost.com, 16 de febrero de 2005.