1.- Nuestra región es un espacio en disputa, donde se desarrolla actualmente un enfrentamiento en dos niveles: un nivel estratégico global o geopolítico, en el cual se confrontan, por mercados, recursos naturales y energéticos, los Estados-potencias que tienen estrategias económicas y militares de alcance mundial (Estados Unidos y sus aliados subalternos Europeos, China y Rusia). […]
1.- Nuestra región es un espacio en disputa, donde se desarrolla actualmente un enfrentamiento en dos niveles: un nivel estratégico global o geopolítico, en el cual se confrontan, por mercados, recursos naturales y energéticos, los Estados-potencias que tienen estrategias económicas y militares de alcance mundial (Estados Unidos y sus aliados subalternos Europeos, China y Rusia). Y otro nivel restringido, a lo interno de los diferentes Estados, en el cual se libra la histórica lucha de los pueblos contra las élites políticas y económicas por establecer sociedades más democráticas e igualitarias.
Por supuesto, estos niveles no están separados, ni son compartimientos estancos: al contrario, se tejen en diversas y complejas relaciones políticas y económicas que orientan e impulsan la dinámica y el conflicto social.
2.-Escenario. En el año 2008, emergió en los Estados Unidos de Norteamérica -centro del sistema capitalista mundial-, una crisis económica financiera de repercusión global. Dicha crisis, guarda en su seno razones históricas y estructurales que han estado moviendo en los últimos años las placas tectónicas del orden económico y geopolítico mundial. Teóricos sociales como Inmanuel Wallerstein plantean que nos encontramos en el marco de una crisis global del sistema mundo-capitalista, que conlleva un proceso de transición que se caracteriza por bruscas oscilaciones de todas las estructuras y procesos del sistema. Este desequilibrio puede «generar una ansiedad considerable y por tanto violencia en lo que las personas (agregamos: Estados, instituciones, empresas) intentan preservar los privilegios adquiridos y el rango jerárquico en una situación muy inestable. En general, este proceso puede llevar a conflictos sociales que pueden tomar una forma bastante desagradable» (Wallerstein 2004: 106).
Otros análisis vinculan la crisis al agotamiento de un ciclo largo de producción del sistema capitalista, llamado también onda de Kondratieff, en honor al economista soviético que las determinó. Desde esta perspectiva, estaríamos ante la declinación de la onda de expansión neoliberal, caracterizada por la configuración de cadenas globales de producción, fenómeno que fue posible gracias a la reducción de los costos de las transacciones transfronterizas, asociado al desarrollo de las tecnologías de la información y comunicación (fibra óptica e internet) y la aplicación de políticas comerciales más abiertas. Como se sabe, este proceso, estuvo motivado fundamentalmente por el aumento de las ganancias que generó el uso masivo de mano de obra barata, las ventajas comparativas y el aprovechamiento de la economía de escala. No obstante, la fase de expansión neoliberal se encontraría en crisis debido fundamentalmente a la reducción de las ganancias en las empresas productoras, ocasionado por la sobreproducción competitiva y el deterioro del consumo originado por el abaratamiento laboral; contradicción propia del sistema.
Un síntoma claro de la declinación o adecuación de la estrategia de acumulación neoliberal se observa en la pérdida de fuerza que ha tenido la internacionalización de las cadenas de valor después de la gran crisis del año 2008i. Este proceso, responde en buena medida a acciones tomadas por los Estados centrales del sistema para proteger la salud rentable de los monopolios y oligopoliosii comerciales que hacen posible la posición privilegiada de estos dentro de la economía mundo. En este sentido, se desencadenó una ola de conflictos económicos expresados fundamentalmente en la aplicación de medidas proteccionistas a los flujos comerciales entre diferentes Estados centrales y semiperiféricos del sistema, siendo la manifestación más conocida de este fenómeno la denominada «guerra comercial» entre EEUU y China.
Ahora bien, este proceso de repliegue hacia las fronteras nacionales y hacia la centralidad de los Estados -el retorno a los nacionalismos-, tiene aparejado otra crisis, que estando vinculada al ámbito económico y la competencia propia del capitalismo, trasciende dicho proceso en la dimensión geopolítica, se trata de la crisis de hegemonía de los EEUU en el mundo.
3.- La crisis de hegemonía de Estados Unidos en el mundo. En diciembre del 2017, el gobierno de los EEUU publicó «Una Nueva Estrategia Para una nueva Era», en el cual presenta su estrategia de seguridad nacional. Allí se describen las amenazas, desafíos y tendencias a las que se enfrenta en «la competición geopolítica» mundial. En la primera parte de dicho documento destaca la descripción de China y Rusia como países que intentan «configurar un mundo antitético a los valores» e interesesiii estadounidenses.
EEUU – China
El FMI, según una proyección estadística realizada en el año 2017, estimaba que en los siguientes cinco años China recortaría de manera acelerada la diferencia que la separa de la primera economía del mundo. EEUU continuaría en el primer lugar, pasando de los 19.485 billones de dólares en 2017 a 24.670 billones en el 2023, mientras China disminuiría la diferencia desde el segundo puesto, pasando de 12.014 billones a 19.580 billones de dólaresiv. Estos datos apuntan, indudablemente, a que en un futuro no muy lejano China superará a EEUU como primera potencia económica mundial.
En la actualidad, el listado de las empresas más grandes del mundo -capital monopólico- según su capitalización bursátil en el año 2019, muestra que Estados Unidos sigue siendo el hogar de más de la mitad de las empresas más grandes del mundo, contando con 53 del listado de las 100 empresas más grandes. China avanza en el listado al segundo puesto con once empresas entre las 100 más grandes del mundo. Las primeras siete compañías del total del ranking son empresas relacionadas con tecnologías de la comunicación, fundamental para el desarrollo de estrategias de dominación. De estas, cinco son estadounidenses, y dos son chinas.
En marzo de 2018, el presidente estadounidense Donald Trump tomó una serie de medidas proteccionistas que impusieron a los productos chinos aranceles por el orden de los cincuenta mil millones de dólares. Esta acción desencadenó una escalada de medidas y contramedidas proteccionistas entre estos dos colosos de la economía mundial, que ha terminado por afectar el sistema económico en su conjunto. La intensidad de esta lucha, conocida como «guerra comercial», ha develado un profundo mar de fondo donde se debate qué potencia dominará como hegemón absoluto el tablero de la geopolítica mundial. Es en estas turbulentas aguas donde se mueven,por consecuencia, toda la política internacional y sus relaciones. A decir de Immanuel Wallerstein, este conflicto permanecerá siendo la actividad geopolítica por excelencia del sistema-mundo de las décadas venideras. China seguirá en su resolución de ser la primera potencia mundial, enmarcada en una estrategia de «ascenso pacífico», como lo demuestra su enorme proyecto de interconexión e infraestructura de alcance global -la Franja y la Ruta-, mientras EEUU implementará cada vez más la coacción y la fuerza por mantener su deteriorada posición de dominio.
EEUU – Rusia
La Federación Rusa a partir del año 2007 ha decidido jugar muy fuerte en la geopolítica mundial. El punto de inflexión de la vuelta de Rusia como actor principal de la política mundial lo estableció públicamente el presidente Vladimir Putin, en la Conferencia de Seguridad de Munich, en el año 2007, donde en una breve intervención, considerada por analistas del escenario internacional como histórica, condenó firmemente los esfuerzos de EEUU por construir un mundo unipolar y señaló el peligroso acercamiento de la OTAN hacia las fronteras de Rusia. Un año más tarde, en el 2008, Rusia dio un giro en su Concepto de Política Exterior. El Kremlín estableció entre sus objetivos en el documento guía de sus relaciones internacionales «lograr fuertes posiciones de autoridad que satisfagan los intereses de la Federación Rusa en la comunidad internacional», así como, «influir en los procesos globales para garantizar la formación de un orden mundial más justo y democrático, basado en el derecho internacional y en las disposiciones de la Carta de las Naciones Unidas».
Posteriormente, en el año 2013 se desarrolló en Ucrania un conflicto de alcance geopolítico, entre partidarios ucranianos de EEUU y la Comunidad Europea y partidarios ucranianos a favor de Rusia, dicho diferendo desencadenó una guerra civil, que con diferentes grados de intensidad, aún se mantiene latente. Este conflicto, tiene hondas raíces geopolíticasv, tensionadas a partir de los intereses de Europa, Estados Unidos y Rusia en el control de Euroasia, así como, en el proyecto ruso de hacer de Ucrania un país de tránsito de su tubería de gas a Europa. Estos hechos, sumados a la intervención rusa en Siria, Libia y Venezuela, han marcado el resurgimiento de Rusia como actor principalísimo del escenario global, en el cual ha venido escalando posiciones aceleradamente como el más destacado factor de contra poder militar a los Estados Unidos de Norteamérica.
4.- Consecuencias de la crisis económica y geopolítica en América Latina. La inserción periférica de América Latina al mercado mundial continúa siendo una herramienta de primer orden para comprender los últimos acontecimientos políticos y sociales en la región. Efectivamente, la división axial del trabajo en la economía mundo capitalista hace que sea transparente la vulnerabilidad de la región frente a los cambios coyunturales o estructurales que se generan en las economías del centro.
Inmediatas. La Cepal en su más reciente informe sobre el desempeño de las economías latinoamericanas durante el año 2019, establece que 18 de los 20 países de América Latina, así como 23 de las 33 economías de América Latina y el Caribe presentan una desaceleración en la tasa de crecimiento de su actividad económica. Este proceso, es consecuencia del impacto que ha tenido la crisis económica mundial en la demanda y los precios de los commodities latinoamericanos. Dicha crisis se agudizó durante el año 2019, producto del estallido de la llamada «guerra comercial» entre EEUU y China, principales socios comerciales de los países de América Latina y el Caribe.
Ahora bien, el informe de la Cepal revela, asimismo, que el panorama macroeconómico reciente es parte de una desaceleración tendencial de la actividad económica de los últimos seis años (2014 a 2019), con proyecciones que apuntan a que estas cifras negativas se extiendan hasta el 2020, año en el cual se estima apenas un crecimiento económico del 1,3% en promedio para toda la región. Es decir, estamos ante una tendencia que se agudiza por razones coyunturales durante el año 2019. Sin embargo, la misma responde a causas estructurales de mediano y largo plazo que es preciso dilucidar para comprender las consecuencias económicas y políticas de fondo que se vierten sobre la región.
Estructurales. Como bien describimos anteriormente nos encontramos ante la declinación de la estrategia de acumulación neoliberal, producto de la sobreproducción y consecuente reducción de los márgenes de ganancia en las principales empresas que dominan el sistema económico mundial. Este es el mar de fondo que desencadenó la crisis económica que estalló en el año 2008 en EEUU, aunque la crisis se haya presentado al mundo, en su momento, como una crisis de origen exclusivamente financiero o bursátil. A partir de este momento, los principales Estados del sistema-mundo han intervenido con mucho más ímpetu en la actividad económica para salir de la crisis. En principio, se trató solo del rescate con fondos públicos de los bancos y bolsas financieras en quiebra, pero luego se generó una serie de políticas proteccionistas que tienen como propósito mantener la salud rentable de las principales corporaciones empresariales del mundo, la mayor parte de ellas ubicadas en los Estados Unidosvi, Europa y China. Esto ha agudizado las rivalidades interestatales entre Estados Unidos y otros países centrales y semi-periféricos del sistema, pero especialmente ha agudizado la rivalidad con su más cercano competidor, China, al punto de que se ha desencadenado un peligroso desequilibrio en el orden mundial.
La gran paradoja para la estrategia de acumulación neoliberal, desarrollada a partir de los años ochenta del siglo pasado en EEUU y Gran Bretaña, es que su eficiencia en la producción llegó a un punto de desarrollo que ocasionó no solo la reducción de los márgenes de ganancia de las principales empresas monopólicas en el mundo, sino que puso en peligro el liderazgo económico de los países promotores de dicha política. Es decir, la internacionalización de las cadenas de valor y la explotación de mano de obra barata ubicada en países emergentes, han generado no solo un proceso de sobreproducción de mercancías que reduce los márgenes de ganancia de los grandes conglomerados empresariales, sino la emergencia de nuevos competidores empresariales que erosionan y resquebrajan la posición privilegiada de los primeros. De allí, que nos encontremos no solo en un proceso de redefinición de la estrategia de acumulación capitalista en los países del centro, sino en un momento de agudización de la competencia por el liderazgo económico del sistema en su conjunto.
Son varias las consecuencias de este proceso para los países de América Latina. La primera, como ya se dijo, es que la crisis de sobreproducción ha disminuido la demanda y los precios de las materias primas, principales productos de exportación de la región. Pero de igual forma, la redefinición de la estrategia de acumulación neoliberal, así como, la agudización de la competencia entre las grandes corporaciones empresariales y estados, trajo consigo la profundización de la relación desigual centro – periferia, generando el aumento exponencial de la transferencia de plusvalía y recursos naturales a los países del centro y, por ende, vulnerando en buena medida las posibilidades internas de acumulación y desarrollo de los países de la periferia.
En efecto, las corporaciones empresariales rivales chinas y estadounidenses se debaten actualmente en América Latina las sociedades comerciales con los Estados y las empresas privadas en función de obtener materia prima barata -fundamentalmente recursos agrarios, minerales y energéticos- que satisfaga las necesidades productivas del capital monopolista situado en estos países. Para esto, ambos contendientes tienen grandes mecanismos de presión: «son grandes compradores de nuestras exportaciones -soya, minería, petróleo-, son grandes proveedores de bienes industriales y de capital; y son grandes inversores y prestamistas (…)»vii. Por supuesto, estos mecanismos de negociación sumados a los fuertes e históricos intereses de las elites económicas internas de los diferentes países latinoamericanos, han generado que se profundice el histórico patrón de desarrollo primario exportador. Además de consolidar una tendencia hacía la desintegraciónviii que ha puesto en jaque las viejas estrategias de integración regional (Mercosur, La Comunidad del Caribe y el Mercado Común Centro Americano).
Este contexto, configura para la región una situación que podría describirse como de estancamiento estructural neocolonial, que inhibe en buena media cualquier proyecto de desarrollo independiente que a mediano y largo plazo se proponga mejorar significativamente las condiciones de vida de la población. Muy por el contrario, la situación ha profundizado los procesos de explotación de mano de obra y recursos naturales en estos países, trayendo consigo la agudización tanto, de los históricos problemas políticos-sociales, como de nuevos y peligrosos problemas de orden ecológico.
Políticas. Un problema importante para los países de la región, que se desprende directamente de la situación antes descrita, es que han aumentado significativamente las exigencias y presiones de alineación política por parte de los países contendientes en el tablero mundial, concretamente de parte de los EEUU, China y Rusia.
En este sentido, aunque América Latina ha estado históricamente bajo la sombra de la hegemonía estadounidense, la pugna mundial con China ha hecho que EEUU haya tenido que redoblar sus esfuerzos por mantener el control político y económico de los países de la región, lo que ha desembocado en que sus múltiples intervenciones tomen un cariz -cada vez más descarado y violento-, tal y como lo demuestra su injerencia directa e indirecta en los golpes de Estado ocurridos en países que se perciben contrarios a sus intereses. Estos son los casos de Venezuela 2002, Haití 2004, Honduras 2009 y Bolivia 2019. Además, los Estados Unidos han apoyado abiertamente procesos judiciales que han desplazado del poder a presidentes en Paraguay 2012 y Brasil 2016.
En el caso de Venezuela, por ser un país estratégico por su condición de país petrolero, la intervención estadounidense ha sido especialmente abierta en función de sacar del poder, en principio, al Presidente Hugo Chávez, y ahora a Nicolás Maduro. Este proceso ha implicado la aprobación de severas y costosísimas sanciones económicas que han afectado la economía y los derechos humanos de la población de este país. De igual forma, EEUU durante el 2019, trató de generar una situación de instabilidad política que pudo desembocar en una guerra civil a lo interno del país caribeño al reconocer durante el 2019 al diputado recién juramentado presidente de la Asamblea Nacional como Presidente de la República de Venezuela, situación que se mantiene hasta la fecha gracias al cuantioso financiamiento estadounidense.
Finalmente son paradigmáticas, desde el punto de vista de la intervención política directa, las declaraciones del secretario de Estado estadounidense, Mike Pompeo, en cuanto al propósito de su país de impedir que los recientes disturbios y protestas legítimas de la ciudadanía en Ecuador, Chile y Colombia se transformen en revueltas sociales.
A pesar de la agresiva política estadounidense en América Latina, China, no ha dejado de jugar sus propias cartas para ejercer presión y exigir alineación política en una región que considera estratégica para su propósito de «ascenso pacífico» como primera potencia mundial. De esta forma, ha establecido un conjunto de convenios con varios países de la región para el desarrollo de gigantescos proyectos de infraestructuras comunicacionales (ferrocarriles, puertos, canales, rutas) que faciliten la exportación de materia prima al mercado chino y hagan más eficiente las cadenas que agregan valor a sus productos. Según cifras de la Cepal, 19 países de la región firmaron memorándum de entendimiento con China en el marco de la iniciativa de interconexión mundial denominada «La Ruta y La Franja». Relacionado con esto, China se ha convertido en la principal fuente de financiamiento de proyectos de desarrollo regional superando incluso a entes de financiamiento como el Banco Interamericano de Desarrollo y el Banco Mundial. Sumando solo el financiamiento de los bancos estatales chinos (China Development Bank y China Ex-Im Bank) a los seis países que más han recibido dinero de esta fuente de financiamiento, la cifra alcanza la nada despreciable cantidad de más de US$136.000 millones de dólares: Venezuela $67.2 billones, Brasil 28.9 billones, Ecuador $18,4 billones, Argentina $16.9 billones, Trinidad y Tobago $2.6 billones y Bolivia $2.5 billonesix.
Como bien lo señala el informe de la Cepal denominado La inversión Extranjera Directa en América Latina y el Caribe del 2019, China ha establecido una gran cantidad de acuerdos comerciales con empresas privadas -muchos de los cuales han desplazado capital estadounidense y europeo- en los sectores de las industrias extractivas, generación de energías, minería y agroindustria. Este proceso no solo ha respondido a fines lógicos de lucro, sino a una estrategia de dominio y alineamiento geopolítico. De hecho, así queda demostrado en el proceso de desafiliación paulatina que han tenido varios países latinoamericanos a la posición política internacional de reconocimiento de la provincia rebelde china, Taiwán. De esta forma, Panamá, República Dominicana y El Salvador, que antes reconocían a Taiwán, hoy solo reconocen en la arena internacional a la República Popular China. Así lo demuestra también el énfasis de la inversión China en países que salen momentáneamente del control político de Washington.
En la pugna por América Latina también han entrado otros dos poderosos actores de la geopolítica mundial, nos referimos a los países de la Unión Europea y a Rusia. Los países de la Unión Europea han participado en la dinámica geopolítica en la región fundamentalmente en apoyo a la línea política internacional establecida por el gobierno estadounidense. Como se refleja claramente en el reconocimiento político de este bloque estatal al diputado autoproclamado presente de Venezuela, así como, a los factores políticos, sociales y empresariales que desplazaron inconstitucionalmente del poder al Presidente Evo Morales en Bolivia.
Rusia, por su parte, ha jugado en los últimos años un papel mucho más relevante en América Latina. Con mucho más énfasis a partir del planteamiento estratégico establecido por el Kremlin, de contribuir a la conformación de un nuevo orden mundial de carácter multipolar. De esta forma, Rusia ha venido conformando desde hace aproximadamente una década un conjunto de alianzas políticas y económicas con países latinoamericanos que han estado liderados fundamentalmente por gobiernos de izquierda o de corte nacional – popular. Estas alianzas también han respondido a una política de reciprocidad ante la intervención estadounidense -y de la OTAN- en países cercanos a la frontera rusa, como en el caso de Euroasia, lo cual hace que la política rusa en la región se caracterice por su marcado contenido antinorteamericano, así como, por el movimiento constante de piezas y de asechanzas mutuas en el tablero mundial. Esto ha implicado, incluso, la reciente visita a la región de bombarderos y buques estratégicos de la armada rusa.
Rusia durante estos años ha establecido relaciones políticas comerciales con Cuba, Venezuela, Bolivia, Nicaragua, Ecuador. En los casos de Cuba y Venezuela firmó sendos contratos de ventas de armas, así como, amplios convenios de cooperación militar. Sin embargo, Rusia no mira a la región solo desde el punto de vista político coyuntural, sino con perspectiva estratégica, por lo cual sus relaciones trascienden las limitadas posiciones ideológicas. Este es el caso de su relación con Brasil, país que también es miembro del consorcio de los BRICS.
De igual forma, el Kremlin ha venido jugando en la región un fuerte papel en el área comunicacional, donde a través de sus medios, encabezados por el canal de televisión Russia Today (RT) y su expansión en las redes sociales, se ha presentado como una de las contracaras más visibles en la política comunicacional estadounidense. En este sentido, desde estos medios ha difundido mensajes de denuncias que se contraponen a la política estadounidense en la región, especialmente en las dimensiones de políticas económicas, derechos humanos, migración, represión, corrupción, entre otras. Estos medios, a su vez, han permitido escuchar y difundir la voz de los sectores sociales, populares y políticos que se oponen a las elites económicas y políticas de los países de la región.
Sociales. Como decíamos, la pugna por el liderazgo mundial también se ha visto reflejada en el desarrollo de nuevas cadenas de medios de comunicación social que acompañan estos intereses. Esta también se ve reflejada en el desarrollo de sofisticados mecanismos de control y manipulación social desplegados a través de las redes sociales. De esta forma tenemos que plataformas de redes sociales como Facebook, Twitter, Instagram, Whatsapp se convierten en campos de batalla donde se dilucidan el control político de la población en función de liderazgos locales afines a los contendientes mundiales. El ejemplo más claro de esto es Venezuela donde las operaciones militares cibernéticas, el desarrollo de tropas cibernéticas, así como el uso de «bots políticos» para manipular la opinión pública y amplificar discursos de odio están a la orden del día. Así quedó reflejado en un estudio realizado por la universidad de Oxford sobre las redes sociales en el mundo.
Por supuesto, todos estos elementos económicos estructurales y procesos políticos se mueven dentro las condiciones internas que genera la agudización de la lucha de clases -con sus particularidades étnicas y culturales- en cada uno de los países latinoamericanos. Esta lucha desencadenada por la defensa de intereses económicos contradictorios se ha agudizado en la región por las condiciones estructurales antes descritas que propician la explotación de la fuerza de trabajo. En efecto, la crisis del sistema ha propiciado que las políticas de precarización laboral se encuentren a la orden del día en función de satisfacer tanto las necesidades de extracción de plusvalía de los agentes económicos internos como los intereses de las transnacionales que se debaten el dominio económico global. En ese sentido, la sobre explotación del trabajo sostenidas por mecanismos represivos cada vez más agresivos es lo que se encuentra como telón de fondo del fenómeno de las grandes migraciones en Centro América, así como, de las masivas protestas y estallidos sociales observados durante el último año en Ecuador, Chile y Colombia.
Reflexiones finales.
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Estas condiciones de pugna mundial por el dominio de recursos naturales estratégicos han facilitado la instalación de estados de excepción que favorecen determinados intereses externos en países como Venezuela y Bolivia que se presentan como grandes reservorios de gas, litio y petróleo.
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La democracia, la soberanía y la concepción de la ciudadanía tal y como se concibió a partir del proyecto de la Ilustración se encuentran en entredicho en la región, sobremanera a partir de la implementación de sofisticados mecanismos tecnológicos de origen cibernético de control social que a través del uso de las redes sociales y la big data desencadenan comportamientos sociales y políticos que favorecen los intereses políticos y económicos de las potencias en pugna.
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El proyecto liberal de desarrollo adelantado por varios países de la región se ve obstaculizado ampliamente por las políticas de proteccionismo comercial, de dominio de recursos naturales estratégicos, así como, de control de las tecnologías avanzadas por parte de las potencias mundiales. Este cambio en las condiciones de juego inhiben cualquier posibilidad de «derrame tecnológico» hacia los países de la periferia.
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El fenómeno de las grandes migraciones centroamericanas no es sino consecuencia de la agudización de la explotación laboral en esta región, como lo demuestra el hecho de que durante el 2019 la exportación de bienes agrícolas se mantuviera en aumento mientras los precios de estos rubros hayan bajado considerablemente en el mercado mundial. De igual forma, el estallido de las protestas en países como Ecuador, Chile y Colombia responde a la agudización de la explotación laboral en el marco de la crisis económica mundial. Estos fenómenos sociales han cobrado grandes dimensiones y notoriedad, dadas las condiciones de pugna mundial por el control político y económico de la región.
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El plantear un programa político y de desarrollo en América Latina implica necesariamente establecer amplias alianzas con fuerzas políticas y sociales latinoamericanas de corte nacionalista y popular que permitan la construcción de alternativas de desarrollo a mediano y largo plazo relativamente independientes a la dinámica de confrontación mundial.
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La dinámica de explotación irracional de los recursos naturales de la región implican necesariamente el fortalecimiento de un movimiento mundial de protección ecológica y de defensa de los derechos ciudadanos frente a las grandes corporaciones empresariales del mundo.
Bibliografía
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Wallerstein, Immanuel (2005), Análisis de Sistemas-Mundo, siglo WWI editores, México.
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Márquez Covarrubias, Humberto (2010), Crisis del Sistema Capitalista Mundial: paradoas y respuestas, Polis revista Latinoamericana.
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Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo (03/07/2017), Junta de Comercio y Desarrollo, Tema 7 del programa provisional.
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Informe del FMI, Impacto en América Latina de caídas del crecimiento en China y Estados Unidos.
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Cepal (2019), Perspectivas del Comercio Internacional de América Latina y el Caribe, Publicación de las Naciones Unidas.
i Una cifra reveladora de este proceso es como han disminuido las importaciones de bienes intermedios en comparación con la exportación de productos terminados, desde que se manifestó la crisis del 2008. Al respecto ver: https://unctad.org/meetings/es/SessionalDocuments/tdb64d5_es.pdf
ii EEUU sigue siendo el hogar de más de la mitad de las empresas más grandes del mundo, contando con 53 en el listado de las 100 empresas más grandes. China cuenta con 11 empresas entre las 100 más grandes del mundo.
iii http://www.ieee.es/Galerias/fichero/OtrasPublicaciones/Nacional/2017/Resena_US_Estrategia_Seg.Nacional_Dec2017.pdf
iv https://es.weforum.org/agenda/2018/10/cuales-son-las-mayores-economias-del-mundo/
v https://leonelfernandez.com/articulos/ucrania-en-la-geopolitica-mundial/
vi Muestra de la repatriación de la actividad económica es la reducción constante a partir de la crisis del 2008, de la proporción de importaciones de bienes intermedios con respecto a las exportaciones en los países desarrollados. Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo. Ginebra 11 a 22 de septiembre 2017.
vii https://asialink.americaeconomia.com/columna/como-afecta-latinoamerica-la-guerra-comercial-china-eeuu
viii Así queda reflejado muy claramente en el informe económico de la CEPAL, la contracción en el comercio intrarregional ha sido una constante desde al año 2013 hasta la fecha, siendo el año 2019 donde se ha producido la más grande disminución en el intercambio económico intrarregional dentro del Mercosur y de la Comunidad del Caribe (-21.5% y -18,5% respectivamente).
ix https://www.thedialogue.org/map_list/
Miguel H. Saavedra, sociólogo venezolano.
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