En los casi tres años de «crisis» y «rescates» en Grecia, las únicas «medidas» que han conseguido realmente su «objetivo» son las encaminadas desde el primer momento a abaratar el mercado de trabajo, a desmantelar los servicios públicos, a hacer retroceder las conquistas sociales, a debilitar las estructuras democráticas y a favorecer el trasvase de […]
En los casi tres años de «crisis» y «rescates» en Grecia, las únicas  «medidas» que han conseguido realmente su «objetivo» son las encaminadas  desde el primer momento a abaratar el mercado de trabajo, a desmantelar  los servicios públicos, a hacer retroceder las conquistas sociales, a  debilitar las estructuras democráticas y a favorecer el trasvase de los  bienes comunes a manos privadas. No es ironía, es la triste realidad: es  la evidencia de que todas las acciones de quienes hoy gestionan esta  «crisis» no van encaminadas a ponerle fin sino a sacar de ella el máximo  provecho en beneficio propio.
El resultado está siendo el expolio  incesante e impune de un pueblo y un país en nombre de una controvertida  «deuda»: en lo laboral -rebajando salarios y derechos y haciendo  galopar el paro y la precariedad-, se ha conseguido ya que el «mercado»  esté lleno de gente dispuesta a hacer cualquier cosa por un bocadillo;  los servicios públicos -dinamitados premeditadamente por el clientelismo  político y por una administración irresponsable- corren ahora a manos  de corporaciones privadas ávidas de hacerse con su prometedora gestión;  la pérdida de conquistas sociales arroja cotidianamente imágenes de  despedidos sin derecho al subsidio, de jubilados hurgando en la basura,  de hospitales sin gasas, de farmacias sin medicamentos y de desesperados  quitándose la vida; la Democracia ha presenciado miles de  movilizaciones en su nombre sofocadas con armas químicas y abultados  dispositivos de represión antidisturbios, ha conocido un presidente de  gobierno impuesto por los acreedores, está representada por diputados  que no se atreven a circular entre los ciudadanos, y asiste cada día a  un parlamento donde los «compromisos internacionales» marcan la pauta de  gobierno por encima y en contra de los derechos y las necesidades del  pueblo y faltando a los principios constitucionales; y, por último, el  trasvase de bienes comunes a manos privadas sigue implacablemente su  curso, orquestado desde el «Fondo Helénico de Desarrollo de Activos»,  una sociedad anónima de derecho privado regida por tecnócratas del  ámbito financiero y empresarial y encargada de ejecutar el mayor  programa de privatizaciones que actualmente se realiza en el mundo.
Como  telón de fondo, un informe titulado «Cretan Gas Fields – Α new  perspective for Greece’s hydrocarbon resources», elaborado por  reconocidos expertos para el banco de inversión Pytheas, presenta  evidencias científicas que apuntan a la existencia de enormes  yacimientos de hidrocarbonos en aguas del sur de Creta. Según Petroleum  Geo-Services, compañía noruega líder en la investigación de mercados  petrolíferos, la cuenca del sur de Creta «es equivalente» a la llamada  «Cuenca Levantina», la cual, de acuerdo con los datos del Servicio  Geológico de los Estados Unidos (USGS), contiene al menos 3,45 billones  de m3 de gas natural y 1.700 millones de barriles de crudo. Sobre el  tema de estas prometedoras reservas energéticas en territorio europeo  pesa un discreto silencio, aunque, a finales del pasado mes de  noviembre, el Deutsche Bank evaluaba la posibilidad de que las deudas de  Grecia fueran cubiertas con los beneficios de las futuras extracciones.
¿A  quién irá a parar esta riqueza? ¿Podrá un país vendido a sus acreedores  mantenerla como su patrimonio? ¿No está siendo la deuda un arma de  conquista y de sometimiento más poderosa que la propia guerra? A veces,  una lectura de los hechos puede ser tan perfectamente coherente como  perfectamente falsa. Ésta, de momento, parece coherente: ojalá los  hechos lleguen a demostrar que es falsa. 
Fuente: http://www.pedroolalla.com/index.php/es/blog/164-atando-cabos


