Roxanne Mitralias milita en temas agrícolas y ecológicos en SYRIZA, el CADTM y el Frente de Izquierda. Socióloga rural y de ciencias de formación, trabaja junto a los movimientos campesinos en Francia. Habla para la revista Contretemps sobre la situación en Grecia y, en particular, sobre los efectos destructivos de las políticas de austeridad para […]
Roxanne Mitralias milita en temas agrícolas y ecológicos en SYRIZA, el CADTM y el Frente de Izquierda. Socióloga rural y de ciencias de formación, trabaja junto a los movimientos campesinos en Francia. Habla para la revista Contretemps sobre la situación en Grecia y, en particular, sobre los efectos destructivos de las políticas de austeridad para el medio ambiente.
Contretemps. ¿Cuál es la situación actual en Grecia?
Ya hace casi tres años que Grecia se ha convertido en el laboratorio de políticas de austeridad con una amplitud sin precedentes en el Norte. Se aplican recetas que antes, en tiempos del FMI, se denominaban «planes de ajuste estructural» y que ahora, con la Troika, se llaman «planes de rescate». Laboratorio también, y sobre todo, para poner a prueba a la población, para evaluar hasta dónde es posible ir sin que se rebele. A pesar de dos decenas de huelgas generales en tres años y de más de cinco mil manifestaciones y huelgas en 2012, ocupaciones y amplios movimientos de desobediencia civil, hoy podemos decir que es posible ir muy lejos, mucho más allá de lo que era posible imaginar. En términos de derechos sociales, la situación es relativamente conocida. Cada trabajador o trabajadora de Grecia ha perdido, como media, el 40% de su salario. Al mismo tiempo, debe hacer frente al aumento del coste de la vida (ligado al aumento de la presión fiscal, pero también a la dependencia de las importaciones y de algunos cártels -como el de la leche, una de las más caras de Europa-) y también a impuestos especiales, calificados desde hace tres años como «extraordinarios». En muchos casos, esa misma población trabajadora ha perdido su trabajo y, poco más tarde, el subsidio de desempleo y la cobertura sanitaria. Entonces, puede acabar en la calle o emigrar; a veces, se ve empujado al suicidio. Desde luego, todavía hay gente en Grecia que pueden arreglárselas: pueden contar con sus ahorros -vestigios del crecimiento de los años 1990-, con los apartamentos que adquirieron durante el enorme éxodo rural de los años 1960 -ahora vacíos de inquilinos- o simplemente con la familia -lazo invisible que une la ciudad con el campo y permite todavía alimentarse. Pero hay algo de lo que se habla poco en los medios de comunicación europeos. En ese famoso laboratorio también se llevan a cabo otro tipo de experiencias. En parelelo a la destrucción social, el gobierno de la Troika ha adoptado sus disposiciones para explotar los recursos naturales. Evidentemente, lo hace por los medios clásicos: esto es, la disminución de los fondos destinados a la protección y la gestión del medio ambiente. Y también poniendo en cuestión las disposiciones legislativas y reglamentarias que, mal que bien, cerraban el paso a la sobreexplotación de los recursos naturales. Llega a cuestionar la Constitución griega, que impedía (entre otros artículos, en el 24) la explotación privada del litoral y de los espacios forestales; el Memorándum 2, votado en la primavera de 2012, concede esta posibilidad de aquí en adelante. Las playas, por ejemplo, se pueden ceder por 50 años. Estamos asistiendo ya, o lo haremos muy pronto, a una ola de privatizaciones, de concesiones, de ventas y, en general, de acaparamiento sin precedentes de recursos mineros, de tierras, de litoral, de mar, de bosques, de islas, de fuentes termales y grutas, de monumentos arqueológicos y de puertos, o de la gestión de los residuos y del agua. Como ejemplo, a finales de enero de 2013, la Acrópolis y el lago de Casiopea en Corfú fueron vendidos a NCH Capital para construir allí alojamientos turísticos. También se traduce en los llamados «elefantes blancos»; esto es, grandes proyectos inútiles construidos contra las necesidades de la población, incluso en un período de recesión de tanta amplitud: es el caso del proyecto de desvío del río Akheloos o de las inversiones necesarias para las energías renovables industriales. Pero los enormes regalos que ofrece el Gobierno griego al «mundo de la empresa» no sirven ni para crear empleo, ni para mejorar la situación de la población, ya que el paro alcanzó el 27% en 2012. En esta Grecia del siglo XXI, donde todo se malvende a cambio de nada, se ha acabado la vida tal y como la conocíamos. El país se ha convertido en un protectorado energético y la naturaleza se transforma en un nuevo espacio de inversión, un inmenso casino para las ganancias de unos capitalistas ávidos en seguir enriqueciéndose. Bienvenidos a este mundo donde esta diosa moderna, la deuda, exige sacrificar en su altar todo aquello que constituía la base de la sociedad humana.
Contretemps. Se habla de una nueva contaminación en las grandes ciudades griegas. ¿Nos lo puedes explicar?
En efecto, desde hace algunos meses una noticia ha conseguido romper los muros del silencio europeo y ha llegado hasta los telediarios franceses. Atenas y Tesalónica están cubiertas por una nube de contaminación. Este nubarrón negro en el cielo de las grandes ciudades griegas recuerda amargamente a los griegos el período glorioso del crecimiento, cuando se construían estadios y carreteras inútiles para acoger a los atletas del mundo entero y se cogía el coche para hacer las compras en el ultramarinos del barrio. Ahora los franceses se han enterado de que los griegos, demasiado pobres ya para poder calentarse con fuel (sujeto a un impuesto específico sobre el consumo, su precio ha subido nada menos que un 40% durante el año 2012), vuelven a la calefacción de leña. Según los medios de comunicación griegos, cualquier cosa sirve para quemar, incluso troncos de árboles cortados ilegalmente en parquecillos o viejos muebles saturados de productos químicos para su conservación. Esto demuestra que el decrecimiento forzado no es necesariamente ecológico. La situación es ya muy preocupante, porque la tasa de contaminación del cielo urbano supera regularmente el umbral de peligrosidad defendido por los expertos. Pero nos enteramos también que escuelas y universidades deben cerrar sus puertas porque no tienen presupuesto para comprar fuel. Se oye decir que cada vez son más las víctimas por incendios o por intoxicación por gas. Existen medidas concretas para hacer frente a la nube química: prohibir de nuevo circular con diesel por las ciudades, anular el impuesto especial sobre el carburante de calefacción y desarrollar los medios de transporte colectivos. Pero el gobierno y sus colaboradores de la Troika tienen otros planes: por ejemplo, en un esfuerzo de saneamiento de los gastos públicos como dicen, aunque en realidad con el fin de recaudar el máximo de dinero -y sobre todo, no entre sus amigos ricos- aumentan aún más el precio de los transportes colectivos. En un momento en que la población ateniense ha dejado masivamente de coger el coche, el precio del billete de metro sufre su enésimo aumento para alcanzar 1 euro con 75 céntimos. Su precio ha aumentado un 135% en cuatro años.
Contretemps. Ya que hablamos de los transportes, ¿cuál es el impacto de los «planes de rescate»? Recordamos que el alza de los peajes provocó un movimiento de rechazo del pago.
Existen enlaces marítimos con las islas, que estaban subvencionados, cuya frecuencia ha disminuido fuertemente. Al aumentar el precio del carburante, tambien los billetes de barco cuestan mucho más. Ya no se puede ir al Pireo, comprar billetes a última hora o saltar a un barco para ir a una isla de las Cícladas al azar. Pero esto es sólo un cambio cultural al que tendrán que acostumbrarse los griegos. ¿Qué ocurrirá con los habitantes de esas islas que ya no podrán ir a su prefectura, al hospital o a la escuela? En Grecia, de forma brutal, hay que pagar todo. Las autopistas vieron nacer en su seno el primer movimiento de desobediencia civil llamado «yo no pago», que promovía negarse a pagar los peajes. Las y los usuarios no aceptaron el brusco y desmesurado aumento del precio de los peajes en las autopistas construidas con sus impuestos y cedidas graciosamente al «mundo de la empresa». Los primeros juicios por estos actos de resistencia tuvieron lugar a principios de año. Esta represión tal vez haga olvidar a la gente usuaria que la red viaria, que discurre en zonas muy dificiles entre montañas, está completamente dejada al abandono, después de que decenas de miles de funcionarios hayan sido pasados a excedencia.
Contretemps. En Francia ha llegado a nuestros oídos que el emir de Qatar ha comprado algunas islas. ¿Esto es una política más general?
En Grecia, los bosques, las tierras de pasto y el litoral son públicos. Es un país sin historia feudal, donde las tierras no tienen valor en sí, porque son muy poco productivas. Uno de los primeros objetivos de la Troika ha sido privatizarlos para que los inversores puedan «revalorizarlos». Los bosques griegos sufren al mismo tiempo las políticas de privatización, de desentendimiento del Estado y de destrucción del medio ambiente. No sólo están sobreexplotados para satisfacer la demanda creciente de leña para la calefacción, y de paso para enriquecer a algunos intermediarios que se han situado en el mercado, sino que cada vez están menos protegidos. Los responsables políticos han hecho saltar cuidadosamente las legislaciones que regulaban tanto la explotación de los bosques por medio de la silvicultura como la posibilidad de construir. También han recortado los presupuestos asignados a las agencias de gestión de las zonas protegidas, atribuyendo la mayor parte de los fondos de la «caja verde» a la devolución de la deuda. La «caja verde», creada por vía legislativa en 2010, está destinada a financiar programas, medidas y acciones para favorecer el crecimiento por medio de la valorización y protección del medio ambiente. Atiende a programas de lucha contra los incendios, reforestaciones, zonas protegidas, protección del mar y zonas costeras, mejora de los espacios urbanos. Alimentada por la venta del entorno griego y por los impuestos especiales sobre el fuel, hasta llegar a un total de 1,85 mil millones de euros, sirve prioritariamente para reembolsar la deuda (el 95% de los fondos disponibles, según el Memorándum 2). Desde la decisión del gobierno de noviembre de 2012, sólo un 2,5% de sus recursos se destinan a financiar acciones a favor del medio ambiente. Así se sacrifica a la naturaleza para pagar los intereses de esta deuda que no ha dejado de crecer desde 2010, comienzo de la experimentación llevada por la Troika (se ha pasado del 120% al 180% del PIB). También se ha modificado el plan de gestión del territorio (¡en un país sin mapas forestales ni catastro, todo es posible!) para permitir utilizar los espacios forestales y semiforestales para el turismo de masas, para la producción energética o, simple y llanamente, para construir casas. En ese sentido, una de las primeras medidas adoptadas en 2011 (con el objetivo siempre proclamado de pagar la deuda) fue legalizar las casas construidas sin permiso, tras desembolsar una suma a tanto alzado. El plazo para hacerlo ya ha sido prorrogado cuatro veces: ¡se puede construir cualquier cosa en cualquier sitio, simplemente pagando una multa! Dentro de este mismo esfuerzo de acaparamiento de los bienes comunes, la Troika proponía que el Estado griego vendiera las islas con menos de 50 habitantes para rescatar fondos. Aunque esta propuesta chocó a la opinión pública, algunas islas deshabitadas ya están actualmente en venta por propietarios privados. Pero pronto los inversores de todo el mundo van a poder repartirse las playas, el litoral o los fondos marinos: basta con echar una ojeada a la web de la «caja de desnacionalizaciones», esa institución llamada TAIPED y constituida para vender la propiedad del Estado griego (y a toda prisa, según el FMI que propone sustituir a los pocos griegos que la componían para poner expertos internacionales). Por ejemplo, si se tiene suficiente dinero, se pueden comprar tierras en el sur de Rodas (Prasonisi) en zona Natura 2000, para construir un golf, equipamientos de deportes náuticos y hoteles para acoger a las hordas de turistas. También, según la LPO (Liga de Protección de los Pájaros) griega, 40 islas estarían amenazadas de inclusión en la «caja de desnacionalizaciones», 24 de ellas clasificadas como Natura 2000: el objetivo es construir complejos turísticos. Sabiendo que Grecia es un «hotspot» de biodiversidad, que el litoral griego equivale a la cuarta parte de las costas europeas, podemos comprender lo que nos espera. Quienes tenían por costumbre aprovecharse del mar para sus vacaciones, para su ocio, o para vivir, no tendrán ya más acceso a este espacio de manera libre y gratuita. Estas privatizaciones tendrán efectos de larga duración sobre el medio ambiente, porque las inversiones previstas no se orientan a un desarrollo duradero conforme a las especificidades del medio natural. Para permitir este tipo de inversiones, a comienzos de enero de 2013 se votó una nueva ley, autorizando el cambio de uso de las tierras y la instalación de complejos turísticos «all inclusive«, con spa y golf. Estas enormes construcciones no estarán sometidas a plan urbanístico, ya que serán legalizadas por medio de procedimientos «fast track» [por la vía rápida]. ¿Qué beneficios tendrá para la sociedad local, o para el medio ambiente, este desarrollo turístico de tipo colonial, que en España sirvió para engendrar una burbuja inmobiliaria y para destruir el litoral? Ninguno, se tratará una vez más de pagar los intereses de la deuda y de enriquecer a los inversores. Por supuesto, el gobierno y los inversores presentan a esta ola de acaparamientos como un desarrollo duradero, uniendo protección del entorno e inversión económica. Nada de eso. En realidad se trata de amplios planes de cuasi-cesión de tierras públicas para las empresas.
Contretemps.¿Cómo se organiza la resistencia al programa de la Troika?
Els muy elocuente el ejemplo de la lucha en Elliniko y de la preservación de toda la costa entre El Pireo y el cabo Sunión. El antiguo aeropuerto de Elliniko se extiende al sur de la aglomeración ateniense y bordea el mar. Este espacio de 650 hectáreas hace soñar a los promotores inmobiliarios. Se imaginan ya los lujosos conjuntos turísticos y los casinos que podrían construir para acoger a los nuevos ricos de este mundo, sauditas y chinos, que visitan el país de Sócrates. Desde los Juegos Olímpicos de 2004, a la espera de la «revalorización» prometida por los distintos gobiernos, el espacio del antiguo aeropuerto ha sido dejado al abandono: se pueden ver edificios vacíos y deteriorados, así como clubs nocturnos ilegales construidos en la costa. Durante mucho tiempo, los distintos gobiernos han barajado la creación de un «parque verde metropolitano» que tanto se echa en falta en Atenas, así como la construcción de viviendas y oficinas. Pero la crisis ha desatado la codicia, y esta propiedad pública se encuentra ya en la «caja de desnacionalizaciones». Dispuesta a ser vendida por cuatro veces menos que su precio, es decir por sólo cinco mil millones de euros. Elliniko se convertirá por tanto en un inmenso parque de viviendas, hoteles y casinos, con puertos privados y playas cerradas: el gobierno griego ha abandonado definitivamente el proyecto de «parque metropolitano». Toda la zona costera está ya sometida al mismo tipo de plan de privatizaciones y de inversiones. Se contempla incluso crear islas artificiales para construir en ellas puertos deportivos donde poder estacionar yates. La idea es hacer de la bahía de Saronikos, del Pireo y del cabo Sunión, una nueva Riviera, un nuevo Mónaco. Según Panos Totsikas, militante en la lucha de Elliniko, se trata de la continuación de un desarrollo del tipo «Juegos Olímpicos», que pretende construir en todas las tierras (e incluso en el mar) que eran públicas. La península de Asteras (municipio de Vouliagmeni, al sur de Atenas), donde viven las familias más afortunadas de Grecia, también está en venta. Las playas, públicas y privadas, un hotel de lujo, un templo dedicado a Apolo, así como algunos islotes no habitados, serán malvendidos por unos pocos millones de euros… Frente a este proceso, se han alzado resistencias: los habitantes de Elliniko, tras haber luchado para que su playa no fuera cedida a dudosos empresarios griegos, ocupan ahora una parte del antiguo aeropuerto. Han plantado y cultivado olivares (1150 árboles) y jardines. Elliniko se ha convertido en un lugar de imitación para el movimiento social ateniense, donde se pueden celebrar debates, acontecimientos artísticos, formación en técnicas agronómicas e incluso ser atendidos, cuando no se tiene otra posibilidad, en el dispensario de salud solidario y autogestionado que se ha instalado en el mismo barrio. Las coaliciones progresistas de las ciudades afectadas por la venta de la coste de Atenas también se rebelan: de Moschato a Glyfada, Vouliagmeni o Anavyssos, estos proyectos de «revalorización» no son aceptados por los vecinos.
Contretemps. ¿Hay otros sectores privatizados?
Por supuesto. Siempre con los mismos procedimientos «fast track«, que permiten dejar a un lado al Parlamento y que se han multiplicado para evitar cualquier debate democrático en tiempo de crisis, el gobierno y estos aliados del FMI y de la UE preparan el terreno para explotar el jugoso mercado de los residuos. Se han puesto en marcha empresas mixtas público-privado, con el objetivo de multiplicar los centros de soterramiento y de incineración en todas las regiones (afecta a cuatro centros en Atenas, Tesalonica, Macedonia Oeste y el Peloponeso). No sólo se trata de centros de tratamiento contrarios a las recomendaciones de la Unión Europea (que promueve ante todo la prevención), sino que se reducirá la participación financiera de los agentes privados, ya que una parte de las «ayudas» asignadas por la UE a Grecia irán a financiar estos proyectos. Para mejor servir a los intereses de los inversores, había que suprimir cualquier gestión racional (la famosa prevención, reciclaje, etc.) que pudiera oponerse a sus planes de enriquecimiento. Para ello se ha apartado a los cargos electos territoriales (y a fortiori a las poblaciones locales así como los contra-proyectos de gestión de residuos), confiando esta tarea a fantasmales instituciones regionales. Las empresas privadas (y los responsables que se aprovecharán de ellas) podrán, por tanto, enriquecerse, sobre las espaldas de los habitantes y en detrimento del medio ambiente, de los suelos, de las aguas y de los lugares arqueológicos, explotando vertederos e incineradoras. Una gestión de los recursos por parte de empresas privadas significa búsqueda del máximo beneficio. Más residuos significa más dinero, en detrimento de la salud, del medio ambiente, del territorio y del patrimonio. Uno de los combates más virulentos y radicales del último periodo tuvo lugar en el bario de Keratea, en la aglomeración ateniense. Una verdadera guerrilla enfrentó a los vecinos con las fuerzas especiales de policía. El gobierno, superado por varios años de lucha encarnizada contra el proyecto de incineradora, recurrió a las fuerzas de policía. Pero a pesar de estas amenazas, los habitantes no cedieron. La lucha de Keratea fue victoriosa: desde 2010 se abandonó el proyecto. Hoy día existe en Grecia una coordinación de comités que se oponen a estos proyectos de gestión de recursos y proponen una gestión descentralizada y cooperativa (prosynat). Para recibir el «paquete de rescate» que sirve para financiar las sociedades mixtas públicas-privadas en beneficio de la gestión privada de los residuos, hay una condición expresa: privatizar la gestión del agua. La venta de EYDAP, la compañía de aguas de Tesalonica -y de los embalses hidroeléctricos-, no sólo significa perder el control de un recurso natural de una gran importancia para el país. Los créditos que EYDAP tiene concedidos al Estado y a los municipios son mucho más elevados que su valor de mercado. Estas deudas que podrían ser reclamadas por el nuevo propietario, así como el buen balance financiero de EYDAP (5 millones de euros de beneficios en el primer trimestre de 2012), confirman que se trata de una pura concesión colonial que establece un monopolio natural para el comprador privado. Esta escandalosa adquisición irá acompañada de un aumento de tarifas, como ya lo dan a entender los medios de comunicación griegos. En fin, planean las dudas respecto a la calidad de una red privada en un país geográficamente difícil y en algunas partes muy árido, donde la gestión del agua ha sido siempre una cuestión importante. Al igual que ocurre con la gestión de los residuos, existe hoy en Grecia una iniciativa contra la privatización del agua que propone modelos de gestión a nivel local (Iniciativa 136 en Tesalónica), no lucrativa, gestionada por los ciudadanos y con un control social. Los vecinos, organizados por barrios, están dispuestos a comprar lotes de la privatización de EYATH. Una vez más, y en contra de sus compromisos internacionales en materia de derechos humanos o de preservación del medio ambiente, el gobierno promueve y financia gigantescos trabajos de desvío de ríos (Akhellos en Tesalia, Aoos en Epiro, y el proyecto de Arakthos abandonado desde hace poco gracias a la movilización de la población) o embalses para afirmar este modelo de utilización del agua orientado al despilfarro y la privatización del recurso. Evidentemente, los inversores privados no están interesado en una gestión ahorradora del agua, próxima a las necesidades de la población y respetuosa con las condiciones naturales.
Contretemps. ¿Qué puedes contar del proyecto de lanzar a Grecia al capitalismo verde y convertirlo en un gran productor de energía renovable?
Al tiempo que cedía, por vía legislativa, la propiedad del antiguo aeropuerto de Elliniko a la caja de desnacionalizaciones, el último gobierno griego socialista (sic) inició el debate sobre el «Programa Sol«, que fue votado con el gobierno técnico en el poder (primavera 2013), por procedimientos «fast track«. Una comisión compuesta por miembros de los gobiernos griego y alemán, de la Comisión Europea, del Banco Central Europeo y un representante comercial de una empresa de asesoramiento en inversiones financieras (Guggenheim Capital) realiza actualmente el seguimiento de este plan. Es un programa que liquida la propiedad del Estado (espacios forestales, tierras agícolas cultivadas) para instalar en ella centrales fotovoltaicas de dimensión industrial (utilizando probablemente una tecnología alemana antigua que causa muchos problemas). ¿Cómo opera en concreto? Las empresas alquilan hoy tierras a pequeños propietarios a cambio de la correspondiente suma de dinero, para instalar en ellas paneles solares. Pero en el marco del «programa sol«, el Estado podrá expropiar estas tierras: se trata de un escándalo de gran amplitud, una apropiación no asumida de las tierras agrícolas y de los espacios forestales (pertenecientes a pequeños propietarios o públicos) para cederlos a empresas privadas, a menudo alemanas. Otro aspecto del escándalo es que estas instalaciones se harán con dinero prestado al Estado griego por el Banco Central alemán y también con fondos provenientes de los «planes de rescate» concedidos por la Unión Europea y el FMI. Para que Grecia pueda tener un rendimiento suficiente de la inversión, tendrá que producir cantidades enormes (10 GW suplementarios, doblando prácticamente la producción nacional) que no servirán para satisfacer las necesidades del país. Hará falta también unir la red con la de Alemania, ya que el objetivo es aprovisionar a este país con energía «verde». El coste del proyecto es gigantesco: instalar el cable submarino y realizar los trabajos de acondicionamiento necesarios elevará la factura a varias decenas de miles de millones de euros. Y además es muy difícil técnicamente, por las dificultades de transporte de la electricidad. El objetivo no confesado por los inversores es comprar esta «energía verde» dentro del mercado de emisiones de carbono a un precio muy bajo, para redimir a Alemania de ser un país contaminante y, además, recibir derechos de contaminación. Por su parte Grecia aumentará muy probablemente su deuda con esta operación: basta para ello con que el rendimiento de la inversión no sea suficiente, o que técnicamente no se alcancen los objetivos. En todos los casos, los inversores salen ganando, porque recibirán los intereses de la deuda contratada por el gobierno griego, invertirán sin tener que pagar gran cosa, poseerán tierras, podrán comprar de derechos de contaminación, y eventualmente recuperar energía calificada como renovable. En algunos casos, como en la ciudad de Sitanos, que he podido visitar, literalmente rodeada de paneles fotovoltaicos, los habitantes admiten amargamente que han sido engañados, porque una sola persona es empleada durante media jornada por semana, las tierras han sido vendidas baratas (incluso las que servían de pastos) y su territorio ha quedado destruido para siempre. Los paneles fotovoltaicos en cuestión son antiguos y mal mantenidos, lo que aumenta la probabilidad de vertidos tóxicos al suelo. Además aumentan la temperatura del suelo hasta sesenta grados, en una región ya de por sí muy árida. Este «pueblo eléctrico» formará parte del «programa sol» cuando éste vea la luz.
Contretemps. El fotovoltaico industrial es un aspecto del problema. ¿Qué ocurre con las eólicas o las centrales hidroeléctricas?
El baile de las energías renovables industriales no se detiene ahí: está también la eólica industrial (130 metros de altura equivale a un rascacielos de 50 metros de diámetro en el suelo) combinado con la fotovoltaica en un maravilloso mix energético. Colocadas en las crestas de las montañas, estas instalaciones ocupan tierras públicas, en gran parte cedidas casi gratuitamente a empresarios griegos o extranjeros (EDF, por ejemplo, se prepara para entrar en el mercado). Además, una red de carreteras deberá acompañar a estas instalaciones, alterando en gran medida el paisaje de montaña. En el Magno en el Peloponeso, en la Grecia continental, o en las islas del norte del mar Egeo, estos proyectos suscitan fuerte oposición. En Limnos, Lesbos y Chios, se prevén 28 parques eólicos, con 353 aerogeneradores para producir 706 MW de energía con el fin de exportarla. En Icaria, están programados 110 aerogeneradores, cuando para el consumo local bastaría con 2. En Creta, una coordinadora de más de 200 asociaciones lucha contra sus proyectos faraónicos: una queja firmada por varios miles de personas y colectivos ha sido presentada al Consejo de Estado. Para realizar los proyectos industriales en energías renovables que deberían cubrir 8 veces las necesidades de la isla (millares de aerogeneradores, hectáreas de paneles fotovoltaicos, centrales híbridas con depósitos de millones de m3 de agua, fábricas heliotérmicas con torres de 150 m. de altura, con sus cables eléctricos y sus pilones, cables submarinos para exportar esta electricidad…), hará falta cavar en profundidad, nivelar montañas, desforestar, abrir carreteras, bombear en la capas freáticas. El empleo creado es despreciable comparando con los problemas que estos proyectos crearán a las actividades turísticas o agrícolas que hoy hacen vivir a las regiones afectadas. El objetivo es hacer de Grecia un país de producción energética de bajo coste, calificada como «verde». Pero la escala industrial de producción no es compatible con la preservación de los espacios naturales, de los paisajes y de la calidad de vida de las poblaciones locales. Otro aspecto inquietante es la reciente reclasificación de las grandes centrales de producción hidroeléctica (más de 15 GB) como fuentes de energías renovables. Sabiendo que están en vías de privatización, podemos imaginarnos que su suerte será también participar en el mercado de emisiones de carbono. Los empresarios que las compren podrán calificar esta producción energética también como renovable y vender derechos de contaminación en otros lugares. Por supuesto, existen pistas realmente alternativas para una producción energética «renovable» en Grecia. La geotermia, insertada en un mix energético orientado a la satisfacción de las necesidades locales, podría permitir a este país muy sísmico y volcánico, producir 600 veces más energia que Islandia. Pero este proyecto ha sido desarrollado por DEH (una EDF griega pública) que pronto será malvendida también; no es sorprendente que estos proyectos pasen desapercibidos. Con una producción de pequeña escala, y planes de reducción del consumo, Grecia podría alcanzar la soberanía energética.
Contretemps. ¿Sólo se pretende energía verde? ¿Qué ocurre con la explotación de los recursos mineros?
Para acabar este relato de pesadilla, hay que recordar que la actualidad griega en este comienzo de 2013 viene marcada por un virulento debate sobre la explotación de los recursos mineros. Muy recientemente, se hacía creer que los problemas del país se resolverían gracias a los yacimientos de petróleo que se encuentran en el mar Egeo, Jónico o Libio. Esto es muy discutible. A fin de cuentas, muy pocos fondos van a llegar a las cajas de este país que no tiene código minero (lo que permitiría defender los intereses del país frente a las empresas que explotarían sus yacimientos). Además, aunque resultasen interesantes, harían falta varios años (o varias decenas de años) antes de que se sientan las repercusiones ecónomicas (a falta de código minero, sólo el 10% del total de beneficios irían al Estado griego). En todo caso, su explotación es cuestionable por el impacto sobre el entorno, sobre la sociedad local y sobre las actividades económicas actuales. ¿Es pertinente arriesgarse a grandes contaminaciones en un archipiélago que vive del turismo o de la pesca y que constituye un entorno destacable? De igual manera, han surgido importantes movimientos en distintos lugares del norte de Grecia (en Skouries en la Calcídica, en Evros, en el Rhodopos o en Kilkis) que luchan contra las minas de oro que se han instalado en valiosos bosques desde el punto de vista ambiental, económico y también patrimonial. Por una pequeña ganancia en términos de empleo, se hacen estragos en el medio ambiente (contaminación del agua por metales pesados y azufre) o en la apicultura, la silvicultura, la pesca, la ganadería y también para el turismo. En Skouries (Ierissos), cerca del famoso Monte Athos, la población organiza regularmente manifestaciones de varios miles de personas en el bosque y en la ciudad. Los dos socios, Eldorado Gold (sociedad canadiense) y Hellenic Gold (empresa griega) están protegidos por cuerpos especiales de policías que no dudan en golpear y detener a la población que lucha, ni en lanzar bombas lacrimógenas en los bosques, originando fuego y, recientemente, en escuelas. El cálculo es sencillo: el Estado griego ha vendido las minas por 11 millones de euros, después ha concedido una subvención de 15,3 millones a esta empresa privada que vale 2,3 mil millones de euros. El valor de los yacimientos asciende a 15,5 mil millones. Los permisos son dudosos, las minas cedidas por tan poco, y la ganancia de estas esperanzas doradas para la población es nula. Una vez más, ¿quiénes son estos inversores camuflados para tener que liquidar las tierras, el patrimonio, los comunales, y la naturaleza, que pertenecen a la población, usando todos los medios para ello?
Contretemps. ¿Algunas palabras como conclusión?
¿Va a continuar la danza macabra sobre el medio ambiente griego? Esta es la cuestión que se plantean los ecologistas griegos, la izquierda y los movimientos ciudadanos. Las empresas que codician los recursos del país intentan imponerse (empleando cada vez más la fuerza) con la ayuda de la Troica griega e internacional. Por citar tan sólo a algunas: EDF, Iberdrola, Eldorado Gold, Gazprom, Suez o Siemens hacen todo lo posible para poder continuar sacando ganancias sobre las espaldas de la población y sobre el medio ambiente. Desean emplear «esclavos modernos» por 300 euros al mes en hoteles «all inclusive» para muy ricos, rascar cualquier recurso energético o hídrico, poseer las tierras públicas y ocupar in fine un lugar estratégico en el Mediterráneo. Sueñan con un nuevo colonialismo energético e inmobiliario del siglo XXI. ¡Pero sin tener en cuanta a los grandes movimientos que se desarrollan por todo el territorio!
Traducción: VIENTO SUR