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Cuando Vladimir Putin llegó a la Presidencia de Rusia aprobó la inmunidad perpetua del expresidente Yeltsin, lanzó una sangrienta ofensiva en Chechenia y legalizó la situación de privilegio de la mayoría de los oligarcas que, tras una década de luchas, se apropiaron del control de los activos estatales más rentables. Esta forma de gobernar, que tanto recuerda a Stolypin, deja la defensa de los derechos y las libertades de los ciudadanos en un lugar muy poco decoroso y, en cualquier caso, siempre subordinado al mantenimiento de la estabilidad y de la seguridad