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El asesinato del emir de al-Qaeda, Ayman al-Zawahiri, (Ver: Ayman al Zawahiri otra muerte oportuna), sorprendido por un dron norteamericano en un piso de seguridad en Sherpur, un barrio del centro de Kabul, ha dejado en claro por lo menos tres realidades muy diferentes.
Parece que la muerte de los líderes de las organizaciones terroristas se ha convertido en algo así como un airbag destinado a utilizar en caso de extrema necesidad de los presidentes norteamericanos.
Más grave que las hambrunas producidas por las sequías, el cambio climático o el alza de los alimentos por el conflicto en Ucrania, la violencia en el Cuerno de África amenaza con transformar toda la región en un área incontrolable.
Estos últimos días Occidente se ha encargado de demostrar que la crisis de Ucrania hasta ahora sólo está beneficiando a Moscú y no deja de producir efectos no deseados por los agentes del Departamento de Estado, confirmando el nivel de improvisación del plan del Pentágono, que con la pretendida defensa de Ucrania esperaba poner de rodillas al presidente Putin y desmembrar a la Federación de Rusia.
Intentando evitar los errores por los que fue expulsado de Mali tras el fracaso de casi diez años en su lucha contra el terrorismo wahabita, el ejército francés, tras una drástica reducción de sus efectivos, acaba de mudar a Níger la base de la Operación Barkhane, que pasó de 5.000 efectivos a solo 1.000.
Es difícil encontrar términos para definir la puesta en escena de la cumbre de la OTAN, que acaba de finalizar en Madrid, a la que, obviamente, todos los participantes acudieron con el libreto escrito por los Estados Unidos, por lo que, sin correrle una coma, aceptaron mansamente continuar generando acciones contra Rusia, acercando más el mundo a una guerra nuclear, de la que si llegáramos a librarnos tendremos que aceptar aquello de Dios es grande.
Sin haberse cansado del desprecio de Joe Biden a sus ofrecimientos como fregona oficial de la OTAN, el presidente del Gobierno español, Pedro Sánchez, nuevamente ha mostrado su inexistente talla moral, esta vez frente a la muerte de cerca de 40 personas perpetrada por sus sicarios marroquíes a los pies de la valla de Melilla, donde una vez más, desangelados del mundo fueron inmolados en defensa de la democracia, la libertad y el libre mercado.


