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Una de las voces femeninas más ocultas durante décadas por la intelectualidad hegemónica del siglo diecinueve, que dictaba cómo debía decirse y escribirse en la Argentina, y que sin embargo se alzó con un sonido propio y profundo por estas pampas, la de Eduarda Mansilla, es rescatada en una colección que le dedica Editorial Corregidor en reediciones prologadas por Hebe Molina y Jimena Néspolo, y en Eduarda Mansilla en la prensa (1860-1892) y la escritura del Yo, de Marina Guidotti, un primer relevamiento de su participación en diarios y publicaciones. La hija de Agustina Ortiz de Rosas y Lucio V. Mansilla se casó con un diplomático -con posterior separación- para exprimir un mundo que leyó y asimiló derramándolo en su escritura como una acción desesperada de supervivencia en el espacio asfixiante de la vida doméstica. Desde allí logró plasmar relatos donde las mujeres cumplen un destino previsible pero perturbador por el sufrimiento, la lujuria y la locura progresiva que la pluma rupturista de Mansilla les impone con sencillez implacable.