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Italia: entrevista al historiador Antonio Bigelli

Berlusconi, el largo adiós. Así lo recordaremos

Fuentes: Il Manifesto / Sin Permiso

El próximo martes, 14 de diciembre, se someterán a voto dos mociones sobre el gobierno de Berlusconi en el Parlamento italiano: una de confianza, en el Senado y otra de censura, presentada por la oposición, en la Cámara de Diputados. De no obtener la confianza, son previsibles varias hipótesis: nombramiento de un gobierno que refleje la nueva mayoría parlamentaria; designación de un gobierno de transición con un nuevo presidente del Gobierno; o disolución de la Asamblea y elecciones legislativas anticipadas para la próxima primavera, escenario éste último preferido por Berlusconi, persuadido de que puede ganar las legislativas con el apoyo de la Liga Norte. En este ambiente de fin de reinado recogemos la entrevista de Andrea Fabozzi en Il Manifesto al historiador Antonio Gibelli.

Silvio Berlusconi estará en los manuales de historia y con su nombre se bautizará una época de la política italiana. Así lo ha escrito Antonio Gibelli, profesor de la Universidad de Génova, en un libro – Berlusconi passato alla storia – publicado este año por Donzelli y del que está punto de aparecer una segunda edición puesta al día, que se publicará también en Francia donde el tema interesa enormemente.

Profesor, ¿estamos de veras a las puertas del final? ¿Es posible que la semana que acaba de terminar sea considerada la fecha terminal del berlusconismo?

Cuando se juzga el declive de Berlusconi es mejor no buscar una fecha precisa a su caída y razonar en términos de consunción interna, de implosión. Es cierto que ya no se da el contexto que ha justificado el éxito de Berlusconi, en el sentido de que va agotándose su función histórica, parcialmente independiente de sus motivaciones y de sus intereses. Esa función había consistido en llenar un vacío, unificar y hacer triunfar a las derechas en una fase dramática de la transición en la que se derrumbó el viejo sistema. El vacío se ha llenado, las derechas han vencido y ahora vuelven a separarse. La línea de fractura más importante es la que separa a la derecha hasta ahora victoriosa, populista, tendencialmente subversiva, de una derecha todavía en gestación, que ha abrazado las lealtades constitucionales, es respetuosa con las instituciones y se distingue por asumir la legalidad: todo lo contrario del berlusconismo.

¿De verdad todo lo contrario? Fini, a la hora de responder a las críticas y dudas sobre la famosa casa de Montecarlo,[1] ha usado el método típicamente berlusconiano del videomensaje que no permite preguntas.

Yo no diría eso, Fini se ha defendido. Ha hecho bien en no exponerse a los mordiscos de los mastines de Berlusconi, especialistas en golpes bajos, en agresiones a traición. Gente que – como Feltri en el caso Boffo – [2] usa documentos falsos para destruir a los enemigos del jefe. Fini sabía que sus palabras se iban a sopesar con cuidado porque la suya es una lucha a muerte. Puede resultar aniquilado, y si lo fuera, desaparecería, al menos por el momento, la hipótesis de una derecha constitucional capaz de estar en Europa.

Cuando habla de agotamiento del contexto que ha marcado el ascenso de Berlusconi, ¿se refiere a que la política italiana ha cambiado poco a poco, que también el modelo de líder y espectáculo está en crisis?

No, las características que han alimentado el berlusconismo siguen estando todas ellas presentes: la personalización, el redimensionamiento del papel de los partidos, las tendencias antipolíticas y el papel preponderante de la televisión. Pero, a mi modo de ver, el berlusconismo representa la encarnación extrema y la patología de estas tendencias que, sin él, pueden permanecer también, pero mitigadas, menos destructivas y más compatibles con la democracia liberal. Mientras que con Berlusconi, que pretende tratar el Estado como propiedad suya, producen un colapso de la democracia. Berlusconi ha sido el intérprete extremo, más creativo y coherente de la antipolítica. Un factor clave que es todavía dominante. Por el contrario, un declive del berlusconismo que aumentara la confusión, y a falta de una alternativa fuerte, podría incluso acentuar esta tendencia, arrojando un descrédito aún mayor sobre la política.

En otras palabras, ¿el populismo berlusconiano forzaría a la oposición a situarse en ese mismo terreno? ¿Por eso se reafirman Grillo y Di Pietro?[3]

Yo distinguiría. Di Pietro acentúa los tonos, pero en el fondo hace política y piensa en alianzas. Grillo, en cambio, tiene una actitud palingenésica: solamente de un rechazo total de la política puede nacer la salvación, y así se condena a un papel testimonial. Es la representación más típica de la antipolítica, pero no por los argumentos que propone, que por el contrario son todos racionales y fundados, y a mi modo de ver incluso compartibles -yo le tengo en cierta estima-, sino por la forma apocalíptica en que los presenta. Es el espejo de Berlusconi, que ha sido el gran inventor de este nihilismo que destruye la política utilizando, como ha advertido muy bien Michele Prospero, los aspectos cómicos. Berlusconi usa lo cómico para destruir la política, Grillo para decir cosas serias.

En sus intervenciones parlamentarias Berlusconi no se ha mostrado en absoluto cómico más que involuntariamente, en el sentido de que se ha presentado como una personalidad moderada y conciliadora que está cumpliendo sus promesas. Este mensaje publicitario, patentemente falso, ¿no es tal vez el verdaderamente eficaz, más en definitiva que el farsesco o antipolítico?

Sobre este punto no diría yo tanto. El mecanismo publicitario está desgastado, consumido. Ya no funciona por una suerte de efecto de fatiga. El poder mediático no lo es todo, debe tener una fuerza interna propia; de no ser así, no funciona, aunque te repitas infinitas veces en todos los medios que controlas. De sobra se ve ya que la «nueva historia italiana» ha perdido frescura y credibilidad, y ya no apasiona. Hasta su protagonista ha perdido su brillo, hasta en ese aspecto corporal en el que tanto había invertido. Se le ve pesado, quejumbroso, su expresión ya no es vivaz sino endurecida, casi sufriente, su forma de andar se ha vuelto torpe, forzada. No hay más que comparar las publicaciones propagandísticas ilustradas [4] que eran obra suya: Una storia italiana (2001), La vera storia italiana (2006), Noi amiamo Silvio (2009). Si en las primeras imágenes, aunque encuadradas en un marco convencional bastante empalagoso, no faltaban elementos de ligereza y alegría, con fondos florales, ahora dominan tonos pomposos y sombríos, en un crescendo de retoques fotográficos que le hacen parecer una estatua de cera. En esto tenemos la confirmación de los límites de la restauración: el único modo de preservar eternamente el cuerpo es embalsamarlo después de muerto (como se intentó con Mazzini y se hizo con Lenin).

¿Por eso el ocaso del jefe ha comenzado cuando se han difundido todos esos detalles embarazosos sobre su vida privada, las señoritas de compañía, su mujer que lo abandona?

Estoy convencido de que sí, de que estos acontecimientos han tenido un peso mayor de lo que se entendió entonces. Es como si la imagen de Berlusconi hubiera quedado mermada por exceso, pues convertía en hiperbólica su capacidad de hacerlo todo, de estar siempre presente, de acudir a todas las fiestas con todas las mujeres. En esto estaba el principio del fin: las mitologías pueden explotar por redundancia. El mito, como ha explicado a propósito de Mussolini Luisa Passerini, se hincha y se hincha y al final explota. Tras la aparición del caso de Noemi,[5] empecé a pensar que Berlusconi estaba haciendo explosión.

Respecto a lo que nos aguarda, ¿es posible que la expulsión de Fini del circuito – en el fondo el último de los viejos políticos en ese círculo – entregue la herencia política del Cavaliere a la Liga? ¿Puede ser el liguismo xenófobo la evolución del berlusconismo?

Yo no vería la cosa como una sucesión temporal. De momento, me parece que los dos protagonistas de la mayoría, la Liga y el PDL son competidores, pero hermanados. La Liga es un partido xenófobo, etnocéntrico, tendencialmente secesionista que busca substituir con el poder padano al poder del Estado. El PDL es un partido ligado al poder central, al que sin embargo utiliza para los para los fines personales del presidente del Gobierno. Yo diría que van juntos y son actores de la misma deriva destructiva.

Entonces, ¿cuál será la vía de salida del berlusconismo? La misma por la que entramos, el retorno de los partidos y de su control sobre el Parlamento? ¿Es por eso por lo que prevén muchos el fin de bipolarismo?

En términos de método histórico nunca se puede volver atrás. Ni siquiera tuvo éxito la Restauración después de Napoleón. Yo excluiría con certeza una vuelta atrás, y no sé decir si es bueno o malo. No pienso que la llamada partitocracia anterior pueda resurgir de sus cenizas; al contrario, para evitar una descomposición total será preciso tener vigor para pensar lo nuevo: los viejos partidos fuertemente estructurados con procedimientos de arriba abajo ya no tienen sentido.

Sin embargo, se oyen tantos elogios de la Liga como partido al viejo estilo, con militantes y secciones implantadas en el territorio…

En mi opinión, se trata de un gran equívoco. La Liga funciona por su lenguaje de orden, que interpreta o exaspera los temores colectivos. También los nazis disponían de un partido arraigado en el territorio, pero no fue por eso por lo que se fortalecieron sino por su capacidad de evocar en términos simbólicos los temores y pulsiones profundas. Eso hace la Liga, que crece no por su estructura sino por su lenguaje.

En conclusión: liguismo y berlusconismo seguirán marchando juntos. Y para guiarlos estarán la hija y el hijo de los fundadores, ¿no cree?

En los movimientos de base carismática acentuada es evidente que no se puede pensar en una sucesión corriente, y entonces se nos ocurre pensar en una sucesión de tipo monárquico, lo que, no obstante, tendría resultados grotescos en el caso del hijo de Bossi.[6] Y resultados yo diría que improbables en el caso de Marina Berlusconi, porque su padre no puede tener sucesores y no los tendrá. Su experiencia es irrepetible.

Notas del Traductor:

[1] La prensa berlusconiana – Il Giornale y Libero – acusó hace unos meses a Gianfranco Fini, presidente de la extinta Alleanza Nazionale, de haber facilitado una casa en el Principado de Mónaco a su cuñado, Giancarlo Tulliani, que había sido donada por una condesa filofascista. [2] Vittorio Feltri, ex-director de Libero, acusó en Il Giornale , diario propiedad de un hermano del Cavaliere , a Dino Boffo, director del diario católico Avvenire , órgano de la Conferencia episcopal italiana, de haber sido condenado en 2004 por unas llamadas telefónicas ofensivas. [3] Beppe Grillo es un célebre cómico, más famoso aún por sus provocadoras y multitudinarias intervenciones denunciando la corrupción y podredumbre de la clase y el sistema político italianos. Antonio di Pietro, antiguo fiscal de Mani Pulite , es el presidente del partido Italia dei Valori. [4] Se trata de las increíbles publicaciones hagiográficas sobre Berlusconi que se hicieron llegar a todos los hogares italianos en el curso de distintas campañas electorales. [5] En junio de 2009 Berlusconi apareció relacionado con una joven, Noemi Letizia, de 18 años. [6] Renzo Bossi, de 22 años, no obstante haber suspendido tres veces el bachillerato, fue incluido en las listas electorales de la Liga. Marina Berlusconi, de 44 años, es presidenta del holding Fininvest, creado por su padre, y de la editorial Mondadori.

Antonio Gibelli (1942), profesor de historia contemporánea de la Universidad de Génova y especialista en el movimiento obrero y la Resistencia italiana (fue director de la revista Movimiento operaio e socialista , hoy Ventesimo Secolo ) es autor del reciente ensayo Berlusconi passato alla storia. L´Italia ai tempi della democrazia autoritaria (Donzelli, 2010).

Traducción para www.sinpermiso.info : Lucas Antón

Fuente: http://www.sinpermiso.info/textos/index.php?id=3777