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Catalunya, la Constitución Europea y el supuesto drama de los colaboracionistas

Fuentes: Rebelión

Cataluña vuelve a ser noticia, otra vez tenemos aquí el tema de la lengua. Un disco que, francamente, cuando lo escuchas un par de veces todavía lo aguantas, pero después de cien mil veces la misma canción, finalmente lo acabas aburriendo. No gastaré ni una palabra en argumentar si el valenciano es un dialecto del […]

Cataluña vuelve a ser noticia, otra vez tenemos aquí el tema de la lengua. Un disco que, francamente, cuando lo escuchas un par de veces todavía lo aguantas, pero después de cien mil veces la misma canción, finalmente lo acabas aburriendo. No gastaré ni una palabra en argumentar si el valenciano es un dialecto del catalán o una lengua nacida del cielo fruto de ofrendar glorias a españa, porque sería caer en la estupidez de los que protagonizan siempre la misma polémica. Al menos no creo que nadie discuta que la Luna es un satélite de la Tierra. Algún día ya veo a alguien del PP valenciano diciendo que no, que la Luna es otro planeta que no tiene nada que ver con la tierra, y que quién defienda que la Luna es un satélite de la tierra, es un imperialista terrícola que hace el juego a los terroristas.

Mientras secesionistas, colaboracionistas y los españolistas de siempre protagonizan esta parodia, lo que pretenden, y es aquí donde quiero ir a parar, es desviar la atención del debate real que habría que hacer sobre la constitución europea. Francamente, no creo que la clase trabajadora esté preocupada sobre en qué idioma podrá leer esta constitución (por mí, ya la pueden traducir también al swahili). La Constitución española, para poner un ejemplo, ya está traducida al catalán, al gallego, al vascuence … Y francamente, aunque me lean en catalán o en euskera que el ejército español es el garante de la unidad de españa, no me harán más feliz.

El hecho de que en Catalunya ahora promocionen el burro, casi parece que lo hagan subliminalmente. A los catalanes nos toman por asnos. Un policía para que sea bueno tiene que ser Mosso d’Esquadra, hablar catalán, y llevar el escudo de la Generalitat en lugar de la bandera española. Después, quieren condicionar nuestro apoyo o no a la Constitución en función de sí reconocerán o no la lengua catalana. Evidentemente, que la tienen que reconocer, pero ¿dónde está el debate social? ¿De Europa sólo nos importa si Bruselas habla catalán? ¿Dónde está el contenido social? ¿Cuál es el trasfondo de todo? ¿Qué futuro nos ofrece Europa? Eso es lo que realmente nos importa. Y eso es lo que no les conviene que discutamos.

A parte de que Europa no reconoce al pueblo catalán como tal -quien dice el catalán, todos los pueblos sin estado-, es un proyecto capitalista donde el sujeto no somos ni los pueblos ni las personas. Europa no quiere reforzar los vínculos entre los pueblos que la integran, lo que quiere reforzar es los Estados y la economia de mercado. Con esta Constitución no quieren reforzar ningún derecho democrático, en todo caso alejan la ciudadanía de la participación en un proyecto dónde todos tendríamos que poder decir la nuestra (prueba de eso, que el resultados del referéndum no son vinculantes, sino para lavarse la cara). Sólo hay que ver como el pastel de altos cargos no son escogidos por el pueblo, sino a través de pactos entre los mismos Estados. Esta Europa nos asfixia a base de recortes sociales, trabajo precario, inseguridad en las calles, una guerra de civilizaciones al servicio de los intereses de los EEUU … Total, un proyecto invertido para alimentar exclusivamente los intereses de las clases dominantes europeas, cada vez más subordinadas a la norteamericana. Por lo tanto, el problema no es el idioma en que se redactará esta Constitución, sino cómo nos pesará sobre la espalda de las y los trabajadores esta norma suprema de las clases dominantes europeas. Además, si ni las clases dominantes españolas cumplen su Constitución, ¿como nos pueden pedir ahora, precisamente ellos, que también seamos sumisos con la europea?

El drama de los colaboracionistas es sacar una polémica inexistente para amargar otra de bien existente y que nos afecta en todos. A los catalanes ya nos vendieron gato por liebre cuando tocó votar la Constitución española. En Febrero de 2005 nos toca pasar cuentas con los colaboracionistas, o hacemos el paso y nos dejamos de «peros» o nos tatuamos el asno convergente para siempre.