Un imperialismo no puede justificarse por el rechazo de otro imperialismo.
Categoría: Opinión
¿Qué le parece estimado lector y lectora? Ese pareciera ser el leitmotiv que acompaña la conversión en propaganda de lo que alguna vez fueron los medios de comunicación, generando lo que se ha dado en llamar guerra mediática, como parte de la, a su vez, llamada guerra híbrida.
Cuando cayó el muro de Berlín en aquel frío 9 de noviembre de 1989, Mr. Henry Kissinger, el humanitario hacedor de la Historia, el fecundo “asesor perpetuo” del también humanitario gobierno de los EEUU, un mes antes de aconsejar como “muy necesaria” la invasión a Panamá; sorprendido por lo que estaba sucediendo en el país de su nacimiento, exclamó: “Estamos viendo ante nuestros propios ojos cómo se va una era y viene otra, y cómo la Historia del Poder Mundial regresa al centro de Europa”.
En esta ocasión quiero tratar un tema central en la educación superior que muchas veces se menciona, pero como un clisé. Se habla por todas partes de pensamiento crítico, sin embargo, pareciera difuminarse en el aire.
Una forma perversa y efectiva de corrupción transformada en valor cultural.
La reconfiguración del orden mundial quedó interrumpida por la intervención militar de Rusia en Ucrania, que pateó el tablero de una hegemonía exclusiva de Estados Unidos, que se arrogaba la prerrogativa de la intervención, la injerencia o la invasión de territorios ajenos a sus fronteras.
Aunque por ahora la guerra se desarrolla en un teatro de operaciones limitado al territorio de Ucrania, sus repercusiones son planetarias: ningún país está a salvo de sus efectos. La posición de China, el rearme alemán y el acercamiento entre Estados Unidos y Venezuela así lo demuestran.