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73 eritreos murieron en el Canal de Sicilia

Cómo mata Europa a los migrantes

Fuentes: Rebelión

Unos 80 eritreos zarparon de las costas libias rumbo a Europa alrededor del 29 de julio. 21 días después la Marina militar italiana, previo aviso de la maltesa, encontró la barca neumática en la que viajaban con tan solo cinco pasajeros a bordo: los otros 75 habían fallecido deshidratados por el camino y sus compañeros […]

Unos 80 eritreos zarparon de las costas libias rumbo a Europa alrededor del 29 de julio. 21 días después la Marina militar italiana, previo aviso de la maltesa, encontró la barca neumática en la que viajaban con tan solo cinco pasajeros a bordo: los otros 75 habían fallecido deshidratados por el camino y sus compañeros de viaje tiraron sus cuerpos al mar. Los cinco supervivientes, entre los que hay una mujer y dos menores «reducidos a esqueleto» según quienes los atendieron al llegar a Lampedusa, contaron que se habían cruzado con 10 barcos pesqueros durante esas tres semanas, pero sólo uno de ellos se paró para darles algo de agua y se marchó.

Al hacerse pública la noticia, comenzó el clásico ping-pong diplomático entre los gobiernos italiano, maltés y europeo. Precedentes no faltan: recordemos los casos Cap Anamur, o Pinar. Malta se lavó las manos diciendo que una patrulla que operaba bajo mandato de Frontex (Agencia europea de fronteras) socorrió una barca neumática cuyos pasajeros estaban en buenas condiciones físicas (1) y rechazaron ir a Malta, insistiendo en seguir rumbo Noroeste para alcanzar su destino. El ministro de Asuntos Exteriores italiano, Franco Frattini, acusó a la Unión Europea de hablar mucho y hacer poco, pues aún no ha decidido cómo se debe actuar cuando un grupo de inmigrantes llega a Europa. Dennis Abbott, uno de los portavoces de la UE, declaró que «la Comisión Europea y los países de la UE hacen lo que está en sus manos» para responder a la emergencia de desembarcos clandestinos y que en octubre se tomarán medidas nuevas al respecto.

El profesor Fulvio Vasallo Paleologo, uno de los máximos expertos en la materia, explica que desde el caso Cap Anamur (2003) hasta el caso de los siete pescadores tunecinos acusados de favorecimiento de la inmigración clandestina (2007) se han ido reduciendo las intervenciones de salvamento por parte de buques mercantes por miedo a las consecuencias negativas para sus negocios. Sin embargo, debido a dos acuerdos operativos desde esta primavera -uno entre Italia, Malta y Libia; el otro entre Malta y Libia- se ha agravado la situación. Por un lado, se reconoce a Malta, país con pocos medios militares, la coordinación de la zona SAR (Salvamento y Rescate) más vasta del Mediterráneo central. Como consecuencia de ello, las unidades militares italianas -más numerosas que las maltesas- operan bajo coordinación de las autoridades maltesas. Por otro lado, los acuerdos italo-libios -algunos oficiales, otros secretos- han tenido como fruto operaciones de patrullamiento conjunto de motonaves italo-libias que servían para «devolver» a los emigrantes a las costas libias. Al recaer la coordinación de esas intervenciones en manos libias, las funciones reales de las unidades aeronavales de Frontex son cada vez más evanescentes.

Lo que en realidad está ocurriendo, según Vasallo Paleologo, es que los autores del Reglamento Frontex así como quienes han ideado y escrito estos acuerdos internacionales bilaterales «han utilizado la omisión de socorro, consecuencia directa o indirecta de un reparto de competencias tan bien tramado, como una auténtica ‘pena de muerte’ para los migrantes que aún se arriesgan a atravesar el canal de Sicilia para huir de Libia y alcanzar Malta o Sicilia, si no Lampedusa, blindadísima para salvar la imagen turística de la isla, pero sobre todo los «históricos éxitos» del gobierno italiano en la «guerra a la inmigración ilegal».

«¿Cómo es posible que en la era de la tecnología una barca tan grande se escape de los ojos de ágila que patrullan todos los ángulos de este planeta?», se pregunta un allegado de una chica fallecida. En la comunidad eritrea de Libia dicen que los intermediarios organizadores de los viajes recibieron una llamada con un teléfono satelital el 29 de julio por la tarde en la que los pasajeros decían que ya veían las costas de Malta. ¿Cómo es posible entonces que nadie los viera? La respuesta no se encontrará en la conferencia «Tecnología biométrica para los controles fronterizos» que tendrá lugar en Varsovia los próximos 1 y 2 de octubre en la que Frontex invita a la industria a participar y exhibir sus productos.

La respuesta la conocen perfectamente los eritreos de Libia: «No fue un accidente. Fue un homicidio».

Nota:

(1) En la foto la superviviente Titti Tazrar, de 27 años. En este artículo se cuenta su historia. Tardó un año, cuatro meses y 21 días en llegar a Italia. Titti decide un día que no quiere seguir en el ejército eritreo. Pasa por casa y emprende el viaje con 10 euros que le dan su madre y sus hermanos. Llega a Sudán donde trabaja como asistenta. Se informa de que ha de pagar 900 euros para llegar a Libia y de Libia a Italia. Trabaja durante un año para ahorrar. Finalmente se parte. El viaje será terrible: presenciará la muerte de sus 73 compañeros. Le afectará terriblemente la muerte de sus dos amigas, Ester y Luam, ambas embarazadas. Ve pasar barcos. Un barco de pescadores se acerca, y al ver siete cadáveres a bordo, se van dejándoles pan y dos botellas de agua. Finalmente los rescatan. La ingresan en el hospital. Vive.