Alejandro Cercas (Cáceres, 1949) está exhausto. Este eurodiputado socialista lleva meses librando una batalla crucial, pero que pocos conocen más allá de las paredes del Parlamento Europeo. Lucha para evitar que salga adelante la posición adoptada por los países de la UE y se termine con el límite de la semana laboral de las 48 […]
Alejandro Cercas (Cáceres, 1949) está exhausto. Este eurodiputado socialista lleva meses librando una batalla crucial, pero que pocos conocen más allá de las paredes del Parlamento Europeo. Lucha para evitar que salga adelante la posición adoptada por los países de la UE y se termine con el límite de la semana laboral de las 48 horas. La excepcionalidad de las 65 horas permitida al Reino Unido (la cláusula opt out) se convertiría así en la nueva barrera de la UE. Durante semanas ha tenido que hablar y convencer ‘casi diputado por diputado’ para evitar ‘esta aberración’. Algunos de ellos, mientras habla con LA GACETA, se acercan para expresar el apoyo de las delegaciones nacionales de sus partidos en la cámara, que hoy debate esta llamada directiva de las 65 horas. El pleno votará el texto el próximo miércoles abriendo, en un sentido u otro, un nuevo capítulo en la Europa social.
¿Qué pasará en el voto?
No lo sabemos, es una batalla muy difícil, porque tenemos que conseguir que 200 diputados se opongan a la posición que ha mantenido el Gobierno de su partido en el Consejo. Esos diputados deben mantenerse leales a su conciencia, aunque traicionen las directrices de sus siglas. Estoy buscando a 200 héroes. Y sé que los hay.
De salir adelante esta directiva, ¿no sería una nueva sima que se abriría entre la UE y sus ciudadanos?
Ciertamente. La Comisión Europea y el Consejo viven en su torre de marfil, y no han aprendido las lecciones de los rechazos de los referendos de Francia, Holanda o Irlanda. La propia Comisión encargó un estudio que concluía que, por los efectos perjudiciales, ‘la situación sería mejor sin el opt out’, aunque luego han dado un salto en el vacío alineándose con las tesis de los Estados miembros. En el Parlamento Europeo, por necesidad o por virtud, somos más sensibles a los problemas reales de los hogares.
Esta directiva tampoco supone un espaldarazo a la Estrategia de Lisboa para conquistar una economía basada en la innovación, que tanto se invoca desde Bruselas…
Un europeo dedicaba al trabajo 3.000 horas al año al empezar el siglo pasado, y lo terminó con 1.700 horas. A pesar de reducir a casi la mitad el periodo laboral se multiplicó por cinco la productividad. El paradigma europeo durante el siglo XX fue trabajar menos pero hacerlo de manera más inteligente. Ahora se quiere dar un paso atrás.
Se ha referido a esta directiva como un texto iceberg. ¿Por qué razón?
Los efectos sobre la salud o la conciliación familiar de trabajar 65 horas son sólo lo que se ve. El primer ministro británico, Gordon Brown ha llamado, uno por uno, a los diputados de su país. No es por los tres millones de trabajadores que están sometidos a estas largas jornadas en las islas. Detrás existe un choque de dos visiones de Europa. Aquellos que creen en la UE únicamente como un mercado interior, como los británicos, o los que, como yo, creemos que debe incluir además un modelo social, con un mercado regulado.
Una de las razones utilizadas para defender la directiva es la libertad del propio trabajador para aceptar alargar su jornada hasta ese límite de las 65 horas. ¿No se considera positiva esta flexibilidad en tiempos de crisis para facilitar la contratación?
El hombre es un ser social, no un individuo aislado. En las relaciones laborales tienen un papel fundamental los sindicatos, los convenios colectivos y la OIT, porque el trabajador y el empresario no están en igualdad de condiciones. Con este texto quieren destruir todo el derecho laboral construido a lo largo del siglo pasado, con el que se terminó con las secuelas de los abusos del XIX. Existen unos mínimos, a los que el trabajador no puede renunciar en nombre de la flexibilidad. Nadie puede renunciar a sus derechos básicos, a la salud.