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Con Tsipras contra el absolutismo financiero

Fuentes: Micromega

Alexis Tsipras representa la resistencia de la sociedad griega contra la agresión financiera, y para mí este es suficiente motivo para apoyar públicamente y votar su candidatura a las elecciones europeas. ¿Cuál es el objetivo de esta candidatura? Si en las elecciones solamente conseguimos un pronunciamiento de la minoría senil y tardo-gauchista (de la cual […]

Alexis Tsipras representa la resistencia de la sociedad griega contra la agresión financiera, y para mí este es suficiente motivo para apoyar públicamente y votar su candidatura a las elecciones europeas. ¿Cuál es el objetivo de esta candidatura? Si en las elecciones solamente conseguimos un pronunciamiento de la minoría senil y tardo-gauchista (de la cual formo parte) a favor del único joven europeo que no es moralmente corrupto ni intelectualmente conformista, no será un gran resultado.

Es por eso que asumiendo el empeño en construir las condiciones culturales y políticas para una afirmación de esta candidatura, debemos pensar sobre los escenarios que puede abrir una campaña a favor de Tsipras, a la hora de una recomposición cultural y social.
No tengo ninguna confianza en la democracia representativa. Es evidente la corrupción de las instituciones democráticas ante el capital financiero. Por otra parte, la Unión Europea es constitutivamente una autocracia financiera, desde el momento en que las decisiones del Banco Central Europeo se toman al margen del Parlamento. Entonces, ¿por qué movilizarse, por qué votar?
La sociedad europea está deprimida, desintegrada, irascible. La campaña a favor de Tsipras debe abrir la posibilidad de un proceso unitario de solidaridad y de revuelta, de insolvencia y de independencia de la vida cotidiana de la dictadura financiera o no servirá de nada.
El proceso de desintegración de la Unión Europea está ya demasiado avanzado para poderse parar. Los egoísmos identitarios provocados por la violencia financiera están destinados a producir efectos devastadores. No nos engañemos. La lista Tsipras puede ser el inicio de un proceso de reconstitución de la Unión más allá de la presente catástrofe, puede reactivar un proceso de solidaridad social y crear las condiciones para una recomposición cultural que vaya más allá de la crisis actual, para una redefinición estratégica de la Unión Europea.
EI problema no es el euro
Tanto en Italia como en otros países, cada vez más se levantan voces reclamando la salida del euro. Es una ilusión peligrosa, si bien tiene motivos bien comprensibles: la Unión Europea ha suspendido la democracia para imponer medidas rechazadas por la mayoría, empobreciendo la vida de millones de personas. Desde la existencia del euro el salario ha disminuido y el gasto público reducido drásticamente, la desocupación ha aumentado hasta niveles nunca vistos, mientras el horario de trabajo no tiene límite. Por otra parte esto no es sino el principio, puesto que los efectos de la estabilidad fiscal y la implacable austeridad empujan a la miseria a una parte creciente de la población, con los efectos políticos visibles de decadencia de la democracia, desintegración de la solidaridad social, aumento de la agresividad identitaria, nacionalista y racista.
Solo una visión bastante miope puede llevarnos a pensar que la causa de esta catástrofe sea la unión monetaria europea, cuya solución sería la salida del euro, retornando a las monedas nacionales. El nacimiento del euro y la deriva financiera de la Unión europea no se explican sino en el contexto de la mutación del capitalismo global. Hay que remontarse a antes de la aparición del euro, sobre un plano no solamente monetario. Debemos tener en cuenta la condición radicalmente nueva que se abre a finales de los años 70 por efecto de dos factores convergentes: la larga onda de lucha obrera que había provocado una distribución de la renta favorable a los trabajadores, y la inmensa revolución tecnológica. Es preciso remontarse a esta conjunción, es preciso repensar la alternativa que se abre en ese momento, y es preciso reconstruir los pasos sucesivos que han hecho posible la contraofensiva capitalista que ha provocado los efectos actuales.
La ocasión perdida
En los años Setenta concluye el siglo obrero y se abre la perspectiva de la informatización de toda actividad de manipulación física y semiótica de la realidad: la transformación técnica que ha supuesto el proceso de producción no es sólo de relación con la clase obrera. El rechazo obrero de la explotación obligó al capital a acelerar los procesos de automatización del trabajo, y la ingente escolarización y los movimientos libertarios de los estudiantes hicieron posible la explosión de la investigación científica y de la innovación tecnológica.
Pero la transformación técnica abrió una alternativa que no tenía sólo carácter político y sindical, sino que diseñaba dos perspectivas para la evolución de la humanidad: la primera era la de la aplicación compartida del poder de la técnica y de una reducción masiva, constante, estratégica del tiempo de trabajo. La segunda era la de una gestión capitalista unilateral de la innovación técnica y de un ataque global a las condiciones de trabajo, con desempleo, deslocalización y reducción generalizada del salario y de la renta destinada al bien social.
Desde el momento en que gracias a la innovación tecnológica el tiempo de trabajo necesario disminuía (y no deja de disminuir) se crearon las condiciones para liberar tiempo de trabajo para destinarlo a uno mismo, a la educación, a la consecución de la felicidad. O bien podía usarse la tecnología para provocar un creciente desempleo masivo y chantajear a los trabajadores reduciendo su salario.
Sabemos qué camino se ha seguido o, más bien, impuesto a la sociedad. El movimiento obrero, culturalmente subordinado a la ideología laborista e incapaz de comprender el efecto potencialmente liberador de las nuevas tecnologías, sólo vio un peligro en ellas, exaltándolas hipócritamente sin comprenderlas, y escogiendo la defensa del puesto de trabajo y de la composición del trabajo existente, siendo incapaz el movimiento obrero desde ese momento de resistir a la transformación de la que el capital es el único beneficiario.
La agresividad del capital y la subordinación de la izquierda posibilitaron una desregulación general que significaba al mismo tiempo la aceptación del poder transformador de la tecnología y la eliminación de las defensas legales y sindicales que protegían a la sociedad. La tecnología, no la política, ha sido el factor decisivo de la transformación social planetaria en los últimos decenios. Pero la política, que habría podido apoyar la tecnología favoreciendo una redistribución social de sus efectos, renunció a reivindicar una reducción y redistribución del tiempo de trabajo necesario y la riqueza, renunciando así a la única medida que habría hecho posible una distribución del enriquecimiento derivado de la inteligencia técnico-científica.
El absolutismo financiero
A partir de los años Ochenta se crean las condiciones del actual absolutismo del capital: desmantelamiento de las regulaciones de protección de los trabajadores y del territorio, privatización de servicios sociales, globalización del mercado de trabajo y precarización. Cuando el proceso de globalización integró grandes sectores de nueva fuerza de trabajo en el ciclo de producción industrial mientras colapsaba el socialismo totalitario, los trabajadores de las economías emergentes veían en el modelo europeo un ejemplo de redistribución de la riqueza y de contención de la explotación.
La izquierda europea se encontró en aquel momento frente a una alternativa: asumir el rol de ejemplo para los trabajadores de los países de nueva industrialización, haciendo de la reducción del tiempo de trabajo una consigna a escala mundial, o integrarse al modelo neoliberal poniéndose al servicio de las políticas monetaristas de financiarización. La izquierda europea sufrió el mantra de la competitividad de modo subalterno abocándose así a una desisintegración irreversible.
Tras los acuerdos de Maastricht y la creación del euro la clase financiera global llevó a término la destrucción del modelo europeo poniendo las condiciones para la deflagración del proyecto político de la Unión. El capitalismo financiero global ha usado la arquitectura monetaria del euro para someter las dinámicas sociales y la crisis iniciada el 2008 ha acelerado esta sumisión haciendo de la deuda su arma de ataque. Pero la lógica monetaria conlleva un proceso más profundo: la desterritorialización del capital hecha posible por las tecnologías en red ha modificado la naturaleza del capitalismo. La burguesía industrial del pasado tenía intereses fuertemente territorializados: los beneficios dependían del crecimiento social. El capitalista tenía necesidad de una comunidad de consumidores y el enriquecimiento de la clase propietaria no podía prescindir del bienestar de la sociedad. El progreso de la economía del beneficio corría paralelo al progreso de toda la sociedad. Esto ya no es así.
La maquina del capitalismo financiero desterritorializado ya no responde a la vieja lógica progresiva del capitalismo industrial porque el incremento de los beneficios financieros ya no depende del enriquecimiento de la sociedad, sino de la sistemática depredación de los recursos sociales: privatización de la esfera pública, apropiación financiera de los recursos comunes. El sistema bancario produce deuda que transfiere a la sociedad y la máquina política se encarga de transferir riqueza de la sociedad al sistema bancario, subrepticiamente transformado en beneficiario de la depredación.
Si la acumulación industrial dependía de la extracción de plusvalor del trabajo obrero, la acumulación financiera contemporánea parece depender más bien de un minus-valor, de la depredación sistemática de lo que la sociedad produce, sin incremento alguno del bien público. El enriquecimiento de la clase financiera (que permanece intacto incluso en los años más negros de recesión y de crisis) no puede darse sino al precio de un empobrecimiento de la sociedad.
La superación de la crisis del 29 o la de los 70 comportaba una reactivación del crecimiento y una distribución (desigual e injusta) del valor producido. Los trabajadores participaban en la recuperación económica: la ocupación aumentaba, los salarios crecían, la renta destinada al trabajo permanecía estable, o incluso crecía como sucedió en los años 60. Ahora ya no es así. La fórmula jobless recovery (1) es un hipócrita enmascaramiento de la realidad: la salida de la recesión y el incremento de la productividad no comportan en absoluto un aumento de la ocupación, y mucho menos un progreso salarial. Al contrario, la recuperación se basa precisamente en el aumento del tiempo de trabajo y la reducción de la ocupación. A más parados, más miseria, más explotación, más beneficios.
La disociación entre el destino de la máquina financiera y el destino de la sociedad es total, porque el único modo de enriquecerse de la máquina financiera consiste en empobrecer a la sociedad. El euro ha sido el instrumento para la imposición de este modelo depredador. El problema por tanto no es salir del euro, sino salir del modelo depredador del capitalismo financiero. Salir del euro significaría acelerar el fin del proyecto político europeo sin cuestionar las verdaderas causas del empobrecimiento de la sociedad.
¿Quién tiene la fuerza para parar o subvertir la dinámica depredadora financiera? Un movimiento solidario de los trabajadores europeos podría hacerlo, pero la precarización está destruyendo todo el tejido de solidaridad, y en el plano político se desmorona el consenso del que gozaba la Unión Europea hasta hace pocos años. El desmoronamiento político de Europa está en el horizonte, como indica el crecimiento de fuerzas nacionalistas en muchos países del continente. Si FN se convierte en el partido mayoritario en las próximas elecciones francesas, ya no existirá la Unión Europea.
A partir de Tsipras
En este contexto surge la propuesta de la candidatura Tsipras. Esta candidatura puede crear las condiciones para la reconstrucción de un largo periodo de solidaridad social, y reabrir el discurso sobre el carácter progresista de la tecnología, sobre la alianza entre trabajo cognitivo y sociedad, sobre la renta de ciudadanía y sobre la reducción del tiempo de trabajo social. Un apoyo clamoroso a la candidatura Tsipras a las elecciones de mayo es la condición para volver a poner en movimiento la inteligencia colectiva, para volver a unir inteligencia y solidaridad, para disipar la niebla depresiva en que parece vagar la mente colectiva.

* Articulo publicado en Micromega online, 8 febbraio 2014

(1) Un fenómeno económico en el que después de experimentar una recesión, la macroeconomía empieza a crecer de nuevo (es decir, la recuperación), mientras que los niveles de desempleo se mantienen constantes o siguen aumentando.

Traducido por nemoniente

Fuente: https://n-1.cc/blog/view/1883054/con-tsipras-contra-el-absolutismo-financiero