«La disuasión nuclear francesa es un elemento insoslayable de la seguridad del continente europeo (…) Llegado el momento tendremos que plantearnos juntos la cuestión de una defensa común, que tuviera en cuenta las fuerzas de disuasión existentes, en la perspectiva de una Europa fuerte, responsable de su propia seguridad (…) Lo cual será la garantía […]
«La disuasión nuclear francesa es un elemento insoslayable de la seguridad del continente europeo (…) Llegado el momento tendremos que plantearnos juntos la cuestión de una defensa común, que tuviera en cuenta las fuerzas de disuasión existentes, en la perspectiva de una Europa fuerte, responsable de su propia seguridad (…) Lo cual será la garantía de nuestros aprovisionamientos estratégicos y la defensa de los aliados (…) Los Estados que recurran a medios terroristas contra nosotros (…) deben comprender que se exponen a una respuesta firme y adaptada de nuestra parte»
Jacques Chirac, discurso en la base de Ile Longue, 19-1-2006
«El Estado de Derecho puede, en la lucha contra el terrorismo, servirse de las informaciones obtenidas en una cárcel donde se practica la tortura. Esto no implica aprobar la tortura»
Joschka Fischer, ex ministro de Asuntos Exteriores de la RFA, EL PAÍS, 12-12-05
«Con las nuevas amenazas la primera línea de defensa estará a menudo en el extranjero (…) Varios países y regiones corren el riesgo de resultar atrapados en una espiral de conflicto, inseguridad y pobreza (…) Hay que estar preparados para actuar antes de que se produzca una crisis (…) Una serie de países se han situado al margen de la sociedad internacional (…) Algunos han buscado el aislamiento. Otros vulneran persistentemente las normas internacionales. Es conveniente que estos países puedan unirse a la comunidad internacional. Aquellos que no desean hacerlo deberán comprender que han de pagar un precio, incluso en sus relaciones con Europa» (el subrayado es nuestro)
«Una Europa segura en un mundo mejor», Estrategia de Seguridad Común para Europa (Documento Solana), Salónica, 2003
El presupuesto de la UE (y la OMC): la última victoria de Blair
La aprobación en el último minuto del presupuesto comunitario para el periodo 2007-2013 fue el aldabonazo final de Blair ante la Unión, y estuvo íntimamente relacionado con lo que sucedía en el otro extremo del mundo, en Hong-Kong, donde se desarrollaba la reunión ministerial de la OMC. En la cumbre final de su presidencia, Blair tensó la cuerda hasta el extremo, sin romperla, pues sabía que la Unión, para sobrevivir, necesitaba como fuera de un presupuesto. Si no, la crisis hubiera sido mayúscula. De esta forma, se evitó la parálisis definitiva de la Unión, tras la quiebra del proceso de ratificación constitucional. Merkel cumplió un papel fundamental en el desbloqueo de la situación, presionando a Blair y a Chirac para lograr un acuerdo, y aportando en el último momento más dinero a la propuesta de presupuesto británico, para hacerla más aceptable; sobre todo a los nuevos países miembros, que veían fuertemente reducidas sus partidas. La propuesta británica suponía un recorte importante sobre la planteada en su día por Luxemburgo en la anterior presidencia, que fue rechazada por insuficiente por una amplia mayoría [2] . El presupuesto comunitario quedaba pues en un escueto 1,045% del PIB de la Unión, un porcentaje similar al existente en 1985, antes de la entrada de España y Portugal en el «proyecto europeo». Posteriormente, el presupuesto comunitario iba a experimentar sucesivas ampliaciones (incrementos de fondos estructurales, creación de fondos de cohesión, etc.), hasta alcanzar el 1,25% del PIB en la UE a 15. Ahora, en la UE a 25, el presupuesto queda bruscamente disminuido (pues además el PIB per cápita es menor, por la ampliación al Este), y los mecanismos de solidaridad interterritorial e interestatal también (Torreblanca, 2005).
Blair pretendía hacer, pensamos, varias carambolas al mismo tiempo. Por un lado, dividir a los países de la Unión, y en concreto al Eurogrupo, al tiempo que salvaba (e incrementaba la cuantía) del llamado «cheque británico», cuyo cálculo es perverso. La reducción del presupuesto comunitario como un todo era un caramelo para los seis contribuyentes netos (Francia, Alemania, Suecia, Austria, Gran Bretaña y Holanda), que ya habían planteado a la Comisión su interés en que su cuantía no superara el 1% del PIB de la Unión. El retraso en su presentación no dejaba tiempo a los países del Este a negociar un mayor presupuesto, haciendo que éstos pudieran llegar a aceptar este mal acuerdo antes que nada, e irse con las manos vacías. Y Blair sólo mostró una cierta flexibilidad, cuando Chirac cedió a replantear los presupuestos de la Unión, y con ello los presupuestos de la PAC, a partir del 2008. Chirac ya no estará para entonces como presidente. Y ésta era la señal que se necesitaba en Hong Kong para cerrar el acuerdo provisional (que exigían Brasil e India, entre otros), poniendo fecha a la eliminación definitiva de los subsidios a la agricultura para el 2013. Eso es lo que se renegociará en la UE en el 2008. El acuerdo de Hong Kong se terminará de completar en la reunión de la OMC en abril de 2006, permitiendo el acceso a los países periféricos de los productos industriales y (especialmente) de los servicios de la UE. «Los sectores de futuro de la Unión» (y es a el sector servicios al que está destinada la nueva directiva Bolkestein, algo descafeinada en su trámite por el Parlamento Europeo, pero sin alterar su código genético ultraliberal). Francia daba su brazo a torcer, forzada también por Alemania, y ésta posibilitaba asimismo el acuerdo ampliando algo (poco) los fondos para el Este. El presidente de la Comisión comulgaba con este resultado expresando que son muchos los cambios que puede traer la «globalización», y afirmando también que no se pueden blindar los presupuestos por siete años. Y Merkel expresaba una enorme satisfacción, en su brillante estreno como dirigente europea, diciendo que ahora «Europa» se puede dedicar a definir su papel en el mundo, afrontar los desafíos de la «globalización» y el futuro de la Constitución.
De todas formas, el presupuesto predefine ya una «Europa» escorada hacia las tesis británicas. Es decir, poco «institucionalizada» política y militarmente, y con fuerte protagonismo de los Estados nación. Habrá poco dinero para la política exterior (es decir, para la proyección mundial de la Unión), aunque sí para «seguridad» (interior) y «justicia», y para establecer un sistema de vigilancia contra la inmigración clandestina en el Mediterráneo. Y hasta los Estados siguen prefiriendo el gasto nacional (al comunitario) en I+D+i para favorecer a «sus» empresas. El Parlamento Europeo ha rechazado el futuro presupuesto por «insuficiente», y ha demandado al Consejo Europeo que lo renegocie al alza. El presidente de la Comisión, Barroso, ha planteado que así no se puede funcionar, y que se necesita como sea establecer impuestos europeos, para garantizar el presupuesto de la Unión. No se puede negociar un presupuesto comunitario entre 25 Estados. Es como si las 17 comunidades autónomas «españolas» tuviesen que negociar entre ellas el presupuesto estatal. La parálisis estaría garantizada. «Menos mal» que, en paralelo, se ha logrado iniciar la puesta en órbita del sistema Galileo, que posibilita a la UE una creciente presencia en el espacio, fundamental para su potencial construcción como actor de primer orden mundial, y para desarrollar también sus políticas securitarias y militares.
Crisis energética y oferta del poder nuclear de Francia para construir «Europa»
La fuerte subida del precio del petróleo que se viene manifestando desde hace meses, y el impacto que tuvo en el abastecimiento de gas a la UE el reciente conflicto entre Rusia y Ucrania en torno al mismo, ha puesto la cuestión de la crisis energética en el primer lugar de la agenda política europea. Y no es para menos, la Unión depende en más del 75% del petróleo exterior, proveniente en gran medida de Oriente Medio, y en más de un 50% del gas de fuera de sus fronteras, principalmente de Rusia (CE, 2006). Estos porcentajes se dispararán en los próximos años, conforme se vayan agotando las reservas del Mar del Norte, haciendo a la Unión más dependiente del exterior y, por lo tanto, más vulnerable. Ante esta situación, Chirac ha querido utilizar la excusa de la urgencia de abordar la crisis energética para justificar «Europa», y así ganar un protagonismo perdido desde el No francés en el referéndum constitucional, revitalizando al mismo tiempo la imagen de Francia de cara a los países miembros. Después de los «éxitos» de Blair, y la irrupción estelar de Merkel en el tablero de la Unión, Francia necesitaba recuperar el terreno perdido. Y lo ha hecho poniendo la force de frappe nuclear sobre la mesa, ofreciéndola como garantía del abastecimiento energético futuro al conjunto de los países miembros. Un guiño sobre todo al Eurogrupo, pero también a los países del Este. Francia con Gran Bretaña son las dos únicas potencias nucleares de la Unión. Como reza la cita de inicio de este texto, la fuerza nuclear francesa «será la garantía de nuestros aprovisionamientos estratégicos y la defensa de los aliados»; y llega a amenazar con ataques preventivos contra los «centros de poder» de los países que supongan una amenaza «terrorista» (Chirac, 2006). ¿Irán, quizás? Dentro de tales aprovisionamientos estratégicos figuran en primer lugar los energéticos, es decir, los combustibles fósiles, pero también todo tipo de materias primas; sobre todo en un momento en que los precios de éstas están sufriendo también una subida espectacular, ante el fuerte aumento de la demanda mundial, su previsible escasez en el futuro, y hasta por la propia especulación en los mercados financieros de futuros.
Asimismo, el presidente de turno de la Unión, el austriaco Schlüssel, ha manifestado que asegurar el abastecimiento energético es un problema «europeo», y que exige una respuesta «europea» (EL PAÍS, 17-1-06). Un toque de atención también a los Estados del Este (junto con el de Chirac), para que sean conscientes (que lo son) de que su frágil abastecimiento energético dependerá en el futuro del poder político y militar de «Europa», y que sus vínculos con EEUU no les garantizará (llegado el caso) su abastecimiento energético. Además, aboga porque la UE, en bloque, acuda a los mercados como un solo agente, para imponer su capacidad negociación. La cuestión energética va a ser el tema estrella de la próxima cumbre de la Unión, en marzo, en la que se discutirá el Libro Verde que ha elaborado la Comisión al respecto. Y aparte del carácter estratégico que adquiere la cuestión energética, se quiere utilizar este tema para justificar la necesidad de «Europa», especialmente en su dimensión político-militar (que refleja la Constitución), de cara a los ciudadanos. Y así como Washington, para defender el American Dream, justificó en los 90 las aventuras militares (desde la primera Guerra del Golfo), para garantizar sin pudor su abastecimiento de petróleo, un interés «vital» de EEUU; hoy en día se quiere construir también un imaginario europeo, un nuevo European Dream, en base a la necesidad de asegurar el abastecimiento de petróleo y gas. Así, los ciudadanos europeos, incluidos los más reticentes, comprenderán que «Europa» es necesaria.
Una Constitución moribunda, espera a ser rehabilitada por la presidencia alemana
Los diferentes actores se siguen posicionando en torno a la Constitución, que se encuentra en la sala de reanimación, con respiración asistida. Barroso ha llegado a manifestar que estaba muerta, aunque luego ha rectificado, declarando que estaba muerta como texto concreto, pero no como voluntad política. El Parlamento Europeo (PE) se ha decantado recientemente por mantener el proceso de ratificación constitucional en marcha (Bélgica acaba de hacerlo), aunque admitiendo que el texto quizás necesite retoques, que no una nueva renegociación; para hacerlo digerible a los cambios de presidencia y gobierno que se produzcan en Francia y Holanda en 2007, al tiempo que eso permite desbloquear la situación en los países pendientes aún de ratificación (casi todos con referendos prometidos). Eso sí, el PE ha manifestado que es necesario un amplio debate en este periodo de reflexión decidido por la Unión, que acaba en junio de 2006, sobre todo allí donde no se ha ratificado aún la Constitución, y que es preciso explicar bien a los ciudadanos para qué queremos «Europa». Ambos, Comisión y Parlamento, plantean que es preciso defender a «Europa», y que el problema de la necesidad de su consolidación política (y militar) no va a desaparecer porque esperemos. Y el eje Franco-Alemán ya ha expresado que presentará una estrategia global común en junio de cara al futuro de la Unión (y de su Constitución), así como una postura conjunta consensuada sobre la ampliación. Es decir, hasta dónde tiene que llegar «Europa», y cómo es preciso condicionar y acometer, si procede, su ampliación. Parece que gana fuerza la posición de que no es posible ampliar más la Unión, sin disponer antes de una «Constitución» (o texto similar). En contra de la opinión de Gran Bretaña que quiere que la ampliación se realice sin condiciones [3] . Mientras tanto, Polonia y la República Checa quieren renegociar la Constitución, y Suecia retrasa sine die su aprobación parlamentaria.
Pero quizás cabe esperar poco más de la presidencia austriaca, no sólo porque sigue abierto el proceso de reflexión hasta el fin de la misma, sino porque el propio gobierno austriaco está dividido en torno a la Constitución, aunque haya sido aprobada en el Parlamento, y está condicionado por una opinión pública hostil. Según datos del Eurobarómetro sólo uno de cada tres austriacos está a favor de la UE. Y la derecha xenófoba en el gobierno también está planteando la necesidad de someter la Constitución a referéndum, a pesar de su ratificación parlamentaria. Así las cosas, no parece que se pueda producir un desbloqueo de la situación hasta la presidencia alemana, en el primer semestre de 2007, aunque será decisiva la propuesta conjunta que formulen Francia y Alemania al final del periodo de reflexión. La «Constitución» pues espera a que llegue el turno de Alemania, cuando quizás hayan desparecido ya Blair, Chirac y Berlusconi de la escena política. De todas formas, la «Constitución» debe entrar en vigor antes de 2009, y tal vez se contemple la posibilidad de utilizar las elecciones «europeas» en ese año para algún tipo de ratificación global, o más bien parcial (en algunos países), de la misma. Mientras tanto, sigue operando el Plan D de la Comisión, ya mencionado, intentando convencer a la población de la necesidad de «Europa», y parece que esta labor de comunicación se va a centrar (se está centrando ya) en otros ámbitos también, resaltando que es la Unión la que va a impulsar el crecimiento y el empleo (Estrategia de Lisboa), y que sólo pueden abordarse los «problemas» creados por la inmigración a escala comunitaria. Dos temas muy sensibles para la opinión pública europea. Todas esas cuestiones, se nos dice, forman parte del cómo queremos vivir en el futuro los «europeos», y son cruciales para convencerles de la necesidad de una Unión Europea (fuerte).
En paralelo, continúa de forma imparable el endurecimiento interior de la UE, promovido y ejecutado por los distintos Estados, pero impulsado y coordinado también desde las instituciones comunitarias, como forma de afianzar hacia adentro su gobernabilidad. En este sentido, existe una especie de consenso interestatal de ir acabando poco a poco con el espacio público urbano y ciudadano a escala de la UE, así como una orientación securitaria interna creciente en la estela marcada por EEUU tras el 11-S, con el fin de controlar y yugular posibles resistencias e insurgencias. Blair y Sarkozy una vez más marcan la pauta, seguidos sin rechistar por los demás líderes europeos, con la excusa de la lucha contra el «terrorismo» (como ya hemos indicado), pero yendo ahora mucho más allá. Blair, bajo el lema de que hay que recuperar la ciudad para la gente «decente», está impulsando la «tolerancia cero» también contra la prostitución y el gamberrismo en las calles, al tiempo que ha instalado otras medidas de excepción urbana (guerra a la venta ambulante, expulsión de sus casas a los vecinos antisociales [4] , castigos a los padres cuyos hijos no vayan a la escuela, posibilidad de establecer toques de queda para los menores en barrios concretos, etc). Las nuevas medidas francesas van en la misma dirección, y ambas contemplan el control exhaustivo de los lugares y quartiers «sensibles» (incluidas por supuesto las mezquitas). Y a escala de la Unión está ya en camino la aplicación de controles biométricos para todos sus ciudadanos (y aquellos de terceros países), así como la incorporación de esta información en forma de chip que se adjuntaría a la documentación personal, que será obligado llevar consigo. De esta forma, el control de la población será exhaustivo, complementando esa capacidad de seguimiento mediante el poder de ubicar en todo momento a los individuos (y a sus vehículos) vía satélite. El recorte de libertades y la pérdida de derechos civiles y políticos son crecientes, pero hasta ahora estas restricciones no han llegado en general al debate público, como está ocurriendo ya en el caso de EEUU (escándalo de las escuchas telefónicas ordenadas por Bush), quizás porque su implantación en el caso de la UE está siendo más subrepticia.
«Europa» se apunta al «Choque de Civilizaciones» (con la ayuda del Islam político)
Desde hace ahora tres años, tras el choque entre la «Vieja Europa» (Francia y Alemania) y EEUU en el Consejo de Seguridad con ocasión de los preparativos de la guerra contra Irak, y la división de la OTAN al respecto, venimos asistiendo a una paulatina recomposición del vínculo transatlántico, y a un progresivo realineamiento de la UE tras la estela de EEUU en Oriente Próximo y Medio (pero con tensiones, en cualquier caso). La Unión se muestra incapaz de ejercer una política propia en toda esa conflictiva zona, de enorme importancia geoestratégica, que se separe de forma significativa de los intereses y la agresiva política estadounidenses. Las razones son sus divisiones y contradicciones internas respecto a ese ámbito geográfico, la incapacidad política por tanto para hablar con una única voz, y su debilidad como actor militar autónomo (agudizadas las dos por el retraso de la aprobación de la Constitución). Todo ello le hace supeditar su perfil de proyección internacional de una forma aún más acusada bajo el paraguas de EEUU en esa zona tan caliente del globo. Donde se ubica el conflicto (in crescendo militari) de Israel con el mundo palestino (apoyado por Washington, y aceptado por los principales países «europeos»), donde se albergan las 2/3 partes de las reservas de crudo del mundo, y donde se localizan dos volcanes en erupción: Afganistán y sobre todo Irak (activados por EEUU y Gran Bretaña), y otros en preparación (Irán, y más) ayudados por la política occidental hacia esta zona. Un territorio, además, todo él (el mundo árabe-musulmán), enormemente hostil a la presencia de Occidente (que data de la época del dominio colonial europeo occidental), y sobre todo de EEUU (en esta fase postcolonial) y de su creciente implicación militar en la zona (sobre todo desde la primera Guerra del Golfo). Rechazo que se ha agudizado con la debacle desatada en la postguerra irakí, y el agravamiento de la situación en Palestina, que ha alentado aún más el crecimiento en el mundo árabe-musulmán del Islam político y de las distintas formas de Yihad [5] , fomentando el llamado «Choque de Civilizaciones». Pero este rechazo se está expresando de forma cada vez más aguda, también, respecto de los distintos países de la Unión, y de la propia UE como tal.
Y no es para menos, los famosos vuelos de la CIA con escala en territorio «Europeo», para deslocalizar (subcontratar) la tortura hacia cárceles de fuera de la UE, y aún de la propia Unión a 25, han dejado patente que los distintos gobiernos «europeos», que dicen defender los Derechos Humanos, estaban al tanto de esas operaciones, y que miraron hacia otro lado y hasta colaboraron con Washington. La hipocresía de la «Vieja Europa» ha sido total (como ha dicho Powell), mientras mantenía públicamente un distanciamiento de EEUU y decía oponerse a la guerra contra Irak. Hasta el propio gobierno Schröeder-Fischer estaba en el ajo, y los servicios de seguridad de Francia también colaboraron, como ha dejado claro la reciente visita de Condoleeza Rice, cuando forjó un pacto de silencio con todos los gobiernos de la Unión. Y el Consejo de Europa se ha visto obligado a actuar sin la colaboración de los gobiernos de la Unión. En estas circunstancias, no sólo le va resultar muy difícil a la UE dar ya lecciones sobre derechos humanos en el planeta a nadie, sino que su imagen de cara al mundo árabe e islámico se asocia cada vez más con la de EEUU. El núcleo duro de Occidente, los dos lados del Atlántico Norte, ven como su (falsa) seña de identidad durante la Guerra Fría (la defensa de los Derechos Humanos) se desmorona. La cita de Fischer del inicio del texto es sintomática. Y la que más se va a resentir de ello es la propia UE, pues es (era) una de las marcas estrella de su poder blando para proyectarse a escala global, y para presentarse también con otra cara en los escenarios de Oriente Próximo y Medio. Washington ha abandonado claramente el soft power desde la llegada Bush a la Casa Blanca, sin importarle lo más mínimo. Y así le va, sobre todo en el mundo islámico; aunque parece que ahora empieza a recular.
Pero a «Europa» no le va mejor. Es más, la guerra de las caricaturas sobre Mahoma (presentándole como terrorista), desatada desde un periódico de la derecha dura y xenófoba danesa, ha incendiado las pasiones del mundo islámico (asalto y quema de embajadas y consulados de países de la Unión, de oficinas de la UE, y de instalaciones militares «europeas»). La provocación gratuita y de poco tino (aunque luego parece que fue manipulada y amplificada), en nombre de una «libertad de expresión» (cada día más cercenada) ha caído sobre un terreno extremadamente fértil, y ha hecho estallar la rabia acumulada y contenida contra Occidente, y contra el dominio, la humillación, la incomprensión y el racismo a que se ha sometido secularmente al mundo árabe y musulmán. Y «Europa» ha pasado a un primerísimo plano de los ataques de los sectores más fanáticos del Islam, que han costado un rosario de muertos. Su imagen ha salido hecha trizas. Mientras, EEUU observaba esta crisis con un disimulado regocijo, y expresaba su «solidaridad» con el mundo islámico ofendido. «Europa» que se quería esconder detrás de EEUU, y presentar una cara amable, ha pasado a convertirse en un nuevo «Satán», fácilmente demonizable. También porque se ha visto reforzada su absoluta dependencia del «Gran Satán», cuando ha reaccionado ante el triunfo de Hamás en Palestina, cortando las vías de financiación de la ANP, tal y como dictaba el gigante estadounidense. Un triunfo, el de Hamás, que el propio Occidente ha auspiciado apoyando irrestrictamente a Sharon. Es decir, la Unión ha eliminado su cara más amable, y está mostrando su verdadero rostro. No es por casualidad que los disturbios más importantes se han dado, en un primer momento, en países en conflicto con «Europa» (Afganistán, Líbano, Irán, Siria, Palestina…), si bien las movilizaciones han alcanzado luego al conjunto del mundo islámico, incluida Turquía. Y algunas han sido especialmente sangrientas (Nigeria, Libia). La postura cada vez más visible e intervencionista de los países «europeos», y la mayor exposición de la Unión en Oriente Próximo y Medio, empiezan a pasarles una clara factura. En tres años su imagen de policía bueno de Occidente, de contrapeso de EEUU, se ha esfumado. Y la debilidad política de «Europa» ha quedado absolutamente manifiesta. Las divisiones internas de la UE han hecho que fuera incapaz de presentarse como un frente cohesionado, que hablaba con una sola voz, lo cual no ha impedido que el rechazo se manifieste también contra las representaciones diplomáticas de la Unión.
Entre el reforzamiento de Occidente, y el posible final del Atlantismo
La recomposición del vínculo transatlántico se ha visto sin duda reforzada recientemente con la llegada de Merkel a la cancillería alemana. Se está dando un mayor afianzamiento de la amistad transatlántica, una recomposición de la OTAN, un replanteamiento de las relaciones de la Unión con Rusia (se le considera un socio estratégico, si bien menos caluroso que antes con Schroeder), pero Merkel, a pesar de todo, también se pronuncia por una «Europa» fuerte. Es decir, la «nueva Alemania» se decanta por una asociación estratégica entre una UE (reforzada) y la OTAN. Si bien la definición clara en el futuro del vínculo transatlántico de la UE está todavía por concretar. En la Constitución Europea se abría la posibilidad del desarrollo de una dimensión militar autónoma de la Unión, y eso parece que todavía sigue en pie, si es que la Constitución, o el texto (Tratado) que la sustituya para «endulzarla», queda en esos términos, no es puesta en cuestión de nuevo por algunos actores (en especial Gran Bretaña), y sobre todo se aprueba definitivamente. Mi opinión personal es que ese es uno de los principales nudos gordianos, si no el principal, del futuro de la Unión. Especialmente, porque en el próximo futuro vamos seguramente a ver no sólo un declive paulatino de Occidente respecto del resto del mundo (sobre todo por la fuerte irrupción de China e India en el nuevo capitalismo global), sino también porque probablemente se agudizarán las tensiones dentro del núcleo duro de éste (es decir, EEUU-UE), como resultado de ese declive. Un declive que puede ser brusco, como consecuencia de sus rivalidades económico-financieras a escala global (a pesar también de sus intereses en común), y especialmente por el hecho de que ambos espacios poseen dos monedas de rango mundial, que compiten entre sí. Una de hegemonía planetaria (por el momento), el dólar, y otra con ambiciones de disputarle dicha hegemonía, y cuya misma existencia está provocando la erosión de la primacía del dólar a escala global [6] .
Ante esos escenarios futuros tan sumamente complejos se barajan todas las opciones para seguir manteniendo el dominio de Occidente a escala global, y reforzar también, si es preciso (que muy probablemente lo será) el papel de la UE en el mundo. A la Unión le va su propia vida en ello. Y ambas cuestiones son asimismo en una importante medida contradictorias. Así pues, desde la primera opción [7] , se nos habla de la necesidad de crear un gran mercado transatlántico (entre EEUU y la UE), con acuerdos de libre comercio con otras regiones planetarias, de reforzar y ampliar la OTAN (incluyendo hasta a Japón, Australia, Nueva Zelanda y Corea del Sur, reforzando militarmente estos flancos de lo que se puede considerar un Occidente ampliado), y que ésta Alianza sea la que defienda (entre otras cuestiones) los suministros de energía futuros, con fuerzas de intervención rápida para actuar en donde sea preciso en el mundo. Hasta se habla de incluir en esta futura OTAN a Israel y Colombia, nada menos.
Desde las opciones más «europeístas» [8] , defendidas clara y públicamente por Guy Verhofstadt (antiguo primer ministro belga y excandidato a presidir la Comisión)(2005), se nos alecciona de que una «Europa fuerte» (los «Estados Unidos de Europa») se debe construir a partir del «Eurogrupo» (los doce miembros actuales, más los que se pudieran incorporar de los 25 en el futuro), y tendría que tener una importante dimensión militar autónoma (la iniciativa de Chirac se enmarca en estos planteamientos). Es decir, de acuerdo con esta postura, esta «Europa fuerte» sería un poderoso anclaje político-militar absolutamente necesario de una «Europa mercado» más amplia, que podría llegar a tener, llegado el caso, entre 30 y 35 miembros. Solo así, se nos dice, podrá «Europa» subsistir en el futuro incierto que se avecina, defender sus intereses a escala mundial (entre ellos, especialmente su moneda) y afianzarse como un actor global «imprescindible» (es decir, se plantea crear una «Europa» superpotencia mundial).
La actual Constitución está a caballo entre ambos extremos, es un pacto complejo a Quince, pero abre el camino hacia ese último escenario. De hecho, se aboga claramente en ella por ampliar el gasto militar de los países de la Unión, por la creación de una Agencia Europea de Armamentos, por el establecimiento de un Mercado Común de la Defensa, y por la privatización creciente de la industria de armamento, que hace que esta industria esté por lo tanto interesada en políticas agresivas, como en EEUU, para ampliar su propio mercado. El complejo militar-industrial «europeo» en progresiva consolidación, opera fuera del marco de la OMC (como toda la industria de «defensa»), y se promueve a partir de apoyos y decisiones políticas (Fdez Durán, 2005) [9] . Pero está todavía por definir cuál será la configuración definitiva de la dimensión militar de la Unión, ahora que ha quedado la Constitución en vía muerta (por el momento), y por las tensiones existentes dentro de las propias estructuras de poder «europeo». Y también queda pendiente de dar cuerpo al Documento Solana, la Nueva Estrategia Europea de Defensa, que acompaña y complementa la Constitución Europea. Sin embargo, la propia UE va desarrollando por su cuenta de forma creciente estrategias securitarias y militares con las distintas regiones del globo (en la medida de sus posibilidades), como complemento al despliegue y promoción de sus intereses económicos y financieros. Entre ellas, destacaremos aquí dos por su importancia económica y geoestratégica, y por la relevancia que han adquirido en el pasado reciente, o que van a tener en el muy próximo futuro.
La primera, corre en paralelo con la voluntad de crear un Área de Libre Comercio en el Mediterráneo para el 2010, que se ha traducido en una nueva cumbre a finales de 2005 en Barcelona para crear una Asociación Euro-Mediterránea. Cabe resaltar que el Mediterráneo es un área de enorme importancia geoestratégica, en donde se manifiestan claramente las disputas entre EEUU y la UE [10] . Así, de cara a las orillas Sur y Este del Mediterráneo, la Unión fuerza las reformas estructurales de sus economías, intenta afianzar también el marco en el que operan sus inversiones, y promueve la total eliminación de barreras al comercio, para impulsar la penetración de sus transnacionales industriales y de servicios, al tiempo que intenta apropiarse de sus recursos estratégicos y utilizar su abundante y barata mano de obra. Todo ello se procura recubrir con una retórica de diálogo entre las dos orillas (la Norte, y la Sur y Este), que promueve la democracia y los derechos humanos en los países del Magreb y Mashrek, a la que se dedican algunas migajas económicas. Pero es patente la estrategia de dominio de la Unión sobre estos territorios, así como la imposición de políticas migratorias [11] y de defensa de sus inversiones e intereses (a través de la exigencia de políticas securitarias y «antiterroristas»), lo que acrecienta el rechazo de sus poblaciones a las mismas, agudizado además por el conflicto entre Occidente y el mundo islámico. Tan es así, que a la cumbre de Barcelona no asistió ni un jefe de Estado y de gobierno de las orillas Sur y Este (condicionados por la actitud de sus opiniones públicas), dejando literalmente plantados al conjunto de jefes de fila de la Unión. La brecha que se está abriendo entre ambos mundos es de tal calibre, que sería oportuno reflexionar sobre ello; aunque también pudo contribuir en dicha ausencia, el papel disuasorio que pudieron tener las recomendaciones contrarias a tal encuentro (se dice) por parte de Condoleeza Rice.
Las relaciones UE América Latina (AL) caminan por una senda similar, aunque se desarrollen en un contexto de menor choque cultural, no en vano AL es una prolongación (subordinada y conflictiva) de Occidente. De esta forma, la Unión pretende crear una Asociación Estratégica entre la UE y AL con ocasión de la IV cumbre birregional en Viena, en mayo de este año. Esa asociación estratégica se plasmaría en un Área de Libre Comercio Euro-Latinoamericana para el 2010, y una Asociación Política y de Seguridad que la complemente, además de otros programas secundarios, retóricos y de ingeniería social para hacerla más digerible y vendible a sus opiniones públicas (fomento de los derechos humanos y la democracia, lucha contra la pobreza, impulso del desarrollo sostenible, participación de la sociedad civil). Pero debajo de esa hojarasca para hacer bonito el producto, resalta la voluntad de: impulsar una mayor penetración de las grandes empresas e instituciones financieras «europeas» en esta importante área del globo; garantizar un acceso creciente a sus ricos recursos de todo tipo; proteger las inversiones comunitarias; y hacer factible la defensa de los intereses de la Unión en el clima de creciente conflictividad social que afecta a toda AL, y de importantes cambios políticos provocados por los movimientos sociales (campesinos, indígenas y urbanos). Es por eso por lo que se habla de la necesidad del «refuerzo (y seguimiento) de la gobernabilidad democrática» y de la «reunión frecuente de los ministros de Defensa», como parte de la asociación política y de seguridad, dentro de un enfoque multilateral (a esto está quedando reducido el multilateralismo) [12] (Salafranca, 2006).
Y como parte de este proceso, en Viena se quiere concluir un acuerdo de Asociación de la UE con MERCOSUR, iniciar una Asociación similar con la Comunidad Andina y Centroamérica, y profundizar los acuerdos ya establecidos con Chile y México. Es decir, es una agenda enormemente ambiciosa de la Unión, y los intereses que representa, sobre AL, rivalizando abiertamente con EEUU en este ámbito [13] , aunque con una presencia militar «europea» (o de sus Estados) prácticamente inexistente (hasta ahora); salvo en el caso de Haití y territorios dependientes de la UE, así como su papel complementario de EEUU (securitario-civil, que no militar) en el Plan Colombia, como «policía bueno» en los «Laboratorios de Paz». Así pues, esa especie de ALCA «europeo» ya está desatando todas las alarmas en las redes y movimientos sociales que se opusieron (y se oponen) al ALCA estadounidense, y que lo hicieron descarrilar (por el momento) en la pasada cumbre hemisférica de Mar del Plata. Pero habrá que ver cuál es la respuesta de los líderes de AL a esta voluntad «europea», que hasta ahora no ofrecía excesivas resistencias, pero que está sufriendo serios quebrantos por los cambios políticos (Chávez, Evo Morales…) y sobre todo sociales en toda la región. Las activas redes de la sociedad civil de AL ya han empezado a poner la proa a estos planes «europeos» en la región.
En definitiva, podemos observar cómo la UE impulsa de forma creciente sus intereses económicos y financieros en el mundo entero, en muchos casos rivalizando con EEUU, y cómo va acompañando la defensa de esos intereses propios de políticas securitarias, con una voluntad de orientación militar creciente. Sin embargo, la ausencia de una clara dimensión política y militar propia, hace que esa promoción y defensa no sea tan «eficiente», en esta nueva etapa del capitalismo global en que hemos entrado ya desde hace algunos años (en especial desde el 11-S), la de la «globalización armada» y la «guerra global permanente» (contra el «terrorismo»), como la que pueda ejercer (en teoría) EEUU con su poder de coacción y atracción. Máxime cuando aparecen con fuerza nuevos actores capitalistas a escala mundial, que empiezan a disputar mercados, compiten cada vez más por el acceso a materias primas escasas, y desarrollan también crecientes capacidades militares. Todo ello puede contribuir al final del «Atlantismo», y a la defensa de cada quién (EEUU y UE, pero también otros) de sus propios intereses por separado (tal vez manu militari), de hecho se está haciendo ya, en el mundo crecientemente convulso en que nos adentramos.
Entre el turno de China, el despunte de India, y el caos sistémico.
China, el gigante asiático, está entrando cada día más en competencia con EEUU y la UE en África, en América Latina, y en Oriente Medio, disputando el acceso a materias primas estratégicas, especialmente combustibles fósiles, pero también pugnando por los mercados de productos manufacturados en esas áreas del globo, y desplazando en ocasiones a su propia industria (en AL, por ejemplo). Las exportaciones de la «Fábrica del Mundo» no sólo se orientan a EEUU y a la UE, sino que cada vez más ganan los mercados periféricos al núcleo duro de Occidente, aunque todavía (en general) en los bienes de gama tecnológica baja (salvo en microelectrónica). India le va a la zaga, con un papel creciente en el sector servicios, aunque todavía a considerable distancia de lo que fue en su día el Imperio del Centro. Pero entre los dos suponen casi la mitad de la población del planeta, y un porcentaje en rápido ascenso del PIB mundial. Su debilidad es que no disponen ni de alta tecnología, ni de poder financiero, ni de monedas mundiales, ni de un poder militar que pueda hacer frente al núcleo duro de Occidente, de forma conjunta o por separado. Este núcleo duro domina y lidera (todavía de forma aplastante) el desarrollo tecnológico mundial (I+D+i), lo defiende en el marco de la OMC a través de la defensa de sus patentes (acuerdo TRIPS), concentra el grueso del poder económico y sobre todo financiero del planeta [14] , controla el mayor poder militar a escala global (en especial EEUU), albergando a las empresas líderes de armamento (que protegen y cultivan sus Estados), y disponen de las dos monedas de mayor proyección geográfica, comercial y financiera que existen. Pero esta situación está experimentando cambios rápidos y sustanciales, y estos cambios pueden acelerarse en situaciones de profundas crisis o quiebras de escenarios, como los que parecen que pueden irrumpir en el próximo futuro.
El crecimiento económico mundial, basado principalmente en el tirón de la locomotora estadounidense, puede resentirse por la dificultad en ascenso de ésta para financiar sus más que abultados desequilibrios básicos (déficit por cuenta corriente y déficit fiscal -en el que el peso de la guerra contra Irak es determinante-). Este escenario puede verse agravado por la profundización de la crisis del dólar (en gestación en los últimos años, y auspiciada por la insostenibilidad de tales desequilibrios), lo que además puede obligar a subir bruscamente los tipos de interés del billete verde, para atraer flujos de capital hacia EEUU. Es por eso, pensamos, que se intenta mantener la hegemonía del dólar (y, por extensión, la de EEUU) manu militari, otra cosa muy distinta es que se logre ese objetivo (Fdez Durán, 2004). Todo lo cual puede provocar una subida generalizada de tipos de interés en el mundo, incluida el área del euro, acentuando a su vez el temido parón económico mundial y los desequilibrios globales (fuerte impacto sobre la deuda externa periférica). A su vez, la subida de tipos del dólar (que ya se viene produciendo de forma suave desde el verano de 2004) puede contribuir a pinchar la burbuja financiero-especulativa internacional en el sector inmobiliario (ya se está empezando a producir una inflexión), que ha sido considerada «la mayor burbuja financiera de la historia del capitalismo» (The Economist, 18-6-05). Esto incidirá de lleno en la capacidad de consumo de las clases (propietarias) que se han beneficiado de este enorme auge inmobiliario. El estallido de la burbuja inmobiliaria, y de las otras burbujas especulativas que se han vuelto a desarrollar en los últimos tres años en los mercados bursátiles y financieros (sobre todo los de futuros y derivados), como resultado también de la subida de tipos, puede precipitar una auténtica depresión-deflación mundial de consecuencias imprevisibles [15] .
El crecimiento económico mundial ha estado basado en los últimos años en gran medida en la expansión irrefrenable del crédito. Es decir, ha estado propiciado por una enorme capacidad de creación de dinero mundial, a partir de sus principales fortalezas de emisión en divisas fuertes del Norte (en especial EEUU y UE). Esta creación se ha dado a todos los niveles: dinero papel, dinero bancario y dinero financiero, y ha posibilitado una expansión del poder económico y financiero del núcleo duro de Occidente sobre el resto del mundo; esto es, le ha permitido la apropiación de empresas, instituciones financieras, recursos y todo tipo de patrimonio en la Periferia, ayudado también por un desplome (provocado) del valor de las divisas periféricas respecto de las centrales. Y este dinero se ha creado en gran medida en base al crédito, a la generación de deuda a todos los niveles, de una forma cada vez más insostenible. Pero esta pirámide de deudas global se puede venir abajo por muy diversas razones, sobre todo si falla el crecimiento económico mundial, pues eso puede poner en cuestión la capacidad de devolver las deudas en el futuro, y especialmente si se endurece la política monetaria. Y en este derrumbe puede incidir igualmente la subida incontrolada de los precios de los combustibles, en especial del petróleo, y de otras materias primas, que puede reducir el crecimiento mundial (ya que afecta a la capacidad de consumo), y disparar la inflación (haciendo necesaria igualmente la subida de los tipos de interés). Hemos entrado ya en un nuevo ciclo histórico de crudo caro, que se puede acentuar si sobrepasamos (como decíamos) el llamado peak oil, o si los conflictos sociopolíticos y militares, sobre todo en Oriente Medio, provocan un repentino tensionamiento de los mercados de crudo. En Davos este año se ha hablado ya de la amenaza del barril a más de 100 dólares.
El auge del «Choque de Civilizaciones» es consecuencia de que el conflicto de Occidente en Oriente Medio (y Próximo) se recrudece, pues es ahí donde se albergan las principales reservas de crudo del mundo. No es por casualidad que el «otro» por antonomasia sea el «otro» árabe-musulmán, el verdadero enemigo a controlar, dominar y (llegado el caso) abatir, pues se asienta sobre los santos lugares del crudo a escala global. Quien controle el «grifo mundial de petróleo» controlará el mundo, e impedirá su declive hegemónico. Y así, se desarrollan nuevas estrategias políticas y sobre todo militares crecientemente intervencionistas en el exterior (nueva doctrina Bush, en EEUU, y la llamada Estrategia Solana en la UE -ver cita de inicio-), con el fin de garantizar si es preciso su acceso a ellos; que lo será en este modelo capitalista basado en el crecimiento y la acumulación constantes, y cada día más energívoro. Pero China podríamos decir que mira tal vez encantada este conflicto en ascenso entre Occidente y el Mundo Islámico, pues sabe que esta espiral de «Choque de Civilizaciones» imparable hacia la que caminan EEUU y la UE, va a acabar agotando a dichos actores, posibilitando quizás una llegada suya más rápida a la hegemonía capitalista planetaria (ese es su sueño a medio plazo). China tiene una población musulmana muy minoritaria, y el «Choque de Civilizaciones» por ahora no le afecta directamente. Es más, mantiene en general buenos lazos con el mundo islámico, y cultiva sus relaciones con el régimen Iraní, tan denostado por Occidente. Además, sabe asimismo que el «Choque de Civilizaciones» alcanza también y desgasta a la propia India (en versión propia e impulsada por el integrismo hinduista), con muy importantes conflictos internos con su población musulmana, y con países limítrofes islámicos (Pakistán, Bangladesh). El, en su día, Imperio del Centro, quiere volver otra vez a situar el centro del mundo en la cuenca del Pacífico, como antes del inicio de la expansión del dominio europeo occidental sobre el planeta (a partir del siglo XV), ahora en el contexto de un nuevo capitalismo global cada día más desbocado e insostenible.
Pero ese cambio de hegemonía en el sistema mundo capitalista, como aquéllos ocurridos en otros periodos históricos, no estará exento probablemente de fuertes rivalidades y conflictos interestatales [16] , así como de auges importantes en la conflictividad social y política (Abramsky, 2005). Dichas tensiones se pueden ver agudizadas en este caso por el hecho de que no se vislumbra en el horizonte la posibilidad de un nuevo largo ciclo de expansión capitalista, como en cada uno de los largos ciclos históricos precedentes, debido a que estamos llegando ya a los límites geográficos de expansión de la lógica de la mercancía a escala planetaria, y porque la dinámica imparable de crecimiento y acumulación constante del capital está chocando ya también con los límites ecológicos planetarios; tanto en lo que se refiere a la creciente escasez de recursos, como por los impactos del metabolismo urbano-agro-industrial a escala global, que está alterando gravemente el funcionamiento de los ecosistemas mundiales, y afectando al propio crecimiento del sistema económico. Sencillamente no es posible la expansión continúa y depredadora en un ecosistema finito como es la biosfera. Todo ello abre la posibilidad de que nos adentremos en un largo periodo de caos sistémico, que probablemente se esté iniciando ya.
No en vano se están produciendo síntomas de ese inicio de crisis e ingobernabilidad crecientes. El precio del oro, por ejemplo, se está disparando y alcanza los niveles más altos de los últimos 25 años, lo cual puede ser una manifestación de que la confianza en las principales monedas globales (en especial en el dólar, pero también en el euro [17] ), se empieza a erosionar, pero eso sí, no hay recambios fáciles ni previsibles a corto plazo. Es un primer indicio quizás del declive de Occidente. El oro poco a poco se vuelve a convertir en el dinero por excelencia, a pesar de que en 1971 el sistema monetario internacional se había desligado de cualquier vínculo físico (crisis del patrón dólar-oro). Es más, la suerte del dólar se juega en China, el principal tenedor de bonos del Tesoro de EEUU. Igualmente, el descontrol propiciado por un nuevo capitalismo global crecientemente financiarizado y desregulado, sin vínculos patrios ni fidelidades, más que la de transcrecerse continuamente, hace que flujos ingentes de capital estén especulando cada día más con las materias primas (en especial el petróleo) y con las principales divisas (en los mercados de futuros) acentuando los desequilibrios globales. El FMI ya ha alertado sobre ello. Pero el genio incontrolable (el poder del dinero) se ha salido ya hace tiempo de la botella (de cualquier posibilidad de control) y parece imposible de domesticar. Será solo el principio de realidad, quizás una crisis sin precedentes, y la voluntad de los ciudadanos de este mundo (todavía inexistente a gran escala), puesta en marcha desde complejos procesos moleculares desde abajo, como se pueda ir revertiendo poco a poco este camino que parece imparable hacia el caos y la barbarie. Karl Polanyi analizaba en las postrimerías de la segunda guerra mundial la crisis global del intento de crear la primera sociedad mundial de mercado (a finales del siglo XIX y principios del XX), que dio lugar al fascismo, nazismo y estalinismo (Polanyi, 1989). Ahora, sesenta años más tarde, estamos asistiendo a un intento aún más acusado de crear un capitalismo global de mayor alcance y aún más desregulado, y sus efectos brutales planetarios, así como su ingobernabilidad e inviabilidad son cada vez más patentes. Y la UE es uno de los principales actores mundiales que contribuye a esta deriva insensata, que también la trasciende.
Desmontar el «Choque de Civilizaciones», y desactivar el crecimiento, para caminar hacia otras Europas (y mundos) posibles
Denunciar y resistirse a esta «Europa» securitaria y militarista en ascenso, es cada día que pasa un imperativo más importante para acometer cualquier proceso de transformación social, política y ecológica en el espacio europeo, pero también mundial. Esa es la «Europa» que necesita principalmente promover el capital para impulsar (e imponer) sus intereses dentro y fuera de la Unión. Y debe ser, por tanto, la tarea primordial de oposición y desenmascaramiento por nuestra parte, para que sea tan siquiera posible transitar hacia otros escenarios emancipadores, justos y en equilibrio con el entorno. La «Europa» securitaria está orientada a impedir (y reprimir si es preciso) el desarrollo de resistencias a los planes del poder, y a dificultar (e incluso imposibilitar) la libre expresión de iniciativas ciudadanas transformadoras. Es por eso por lo que la defensa de los derechos civiles y políticos conquistados a lo largo de décadas, y hoy gravemente amenazados, se convierte en una tarea prioritaria. Asimismo, rechazar las derivas militaristas de la Unión, y de sus respectivos Estados, y abogar por la resolución pacífica de los conflictos, mediante el diálogo, el conocimiento mutuo, y sobre todo la eliminación progresiva de la causa de dichos conflictos, es algo igualmente perentorio. No sólo porque la dimensión social en nuestras sociedades está cada día más amenazada por el gasto militar in crescendo, sino porque la creciente militarización de los Estados de la Unión es un elemento trascendental en el intento de yugular cualquier cambio profundo en la estructura de las mismas, y porque las cada día más injustas y depredadoras (por no decir neoimperialistas) relaciones de la UE sobre el resto del mundo, se basan en la garantía de su defensa (llegado el caso) a través de medios militares.
Estas derivas securitarias y militaristas se quieren justificar (paradójicamente) en base a la defensa de los «valores occidentales» (democracia, derechos humanos, etc.), frente a los ataques a los mismos que impone el «terrorismo internacional», de raíz principalmente islámica (según el discurso dominante), y en especial la Yihad y Al Qaeda; aunque también se defienden este endurecimiento del Estado y el intervencionismo exterior en auge, con el fin de poder encarar otras amenazas de un mundo crecientemente convulso. Es por eso por lo que el desmontar estos argumentos absolutamente falaces, que inculcan el miedo en la sociedad, y la paralizan, haciéndola aceptar sin rechistar los planes del poder, se vuelve una exigencia de primerísimo orden. Una tarea inexcusable, para no hacerse cómplices de dichos planes. La espiral de «Choque de Civilizaciones» en la que parece que se nos quiere instalar es enormemente destructiva y divisionista para los movimientos sociales emancipadores en todo el mundo, pues permite el afianzamiento de distintos modelos de despotismo («a uno y otro lado»), yugulando posibles transformaciones emancipadoras. Pero aceptar pasivamente esta dinámica en «Europa» es además sencillamente suicida, si es que se pretenden abrir caminos de cambio social. Más de quince millones de población de origen musulmán habitan en las metrópolis de la UE, en especial en la «Unión a 15». Insuflar la islamofobia en estas circunstancias es agudizar aún más la «guerra civil molecular» a la que se nos quiere conducir a «los de abajo», y una vía segura para que se afiancen la extrema derecha (racista y xenófoba) y las dinámicas políticas abiertamente autoritarias, que impedirán cualquier transformación emancipadora. Además, esto permitirá afianzar y reforzar aún más los mecanismos de opresión patriarcal en el mundo islámico, donde la calle se hace cada vez más masculina (de hecho las movilizaciones son exclusivamente de varones); pero también en la propia «Europa», donde en este contexto se está produciendo una progresiva redefinición (regresiva) de las relaciones de dominio patriarcal, suavizadas en las últimas décadas a partir de la luchas de las mujeres en el ámbito público. Se vuelve a hablar otra vez de incluir las raíces cristianas de «Europa» en la propia «Constitución», lo que se apoya abiertamente desde el nuevo papado, y desde importantes sectores del Partido Popular Europeo. Esta nueva «Guerra de Religiones» que se suscita irá claramente en detrimento de las conquistas logradas por las mujeres.
Es preciso pues abrir vías de conocimiento mutuo, para desmontar prejuicios y estereotipos, para ir deshaciendo el odio recíproco que se está engendrando en amplios sectores de nuestras sociedades, y para conectar entre sí movimientos emancipadores a uno y otro lado del abismo que quieren abrir entre ambos «mundos» los jaleadores del «Choque de Civilizaciones». Y aún a pesar de aquellos que, bajo el lema de la «Alianza de Civilizaciones», pretenden operar cosmética y retóricamente sobre la realidad, sin poner en cuestión las desigualdades estructurales, y las relaciones de dominio, saqueo y explotación, así como la neocolonialidad del poder, sobre el que ese «Choque» se sustenta y se construye. En ese sentido, debemos ser conscientes de que es preciso trabajar, desde ya, reflexionando también profundamente sobre nuestras formas de vida, y sobre el modelo productivo, económico y territorial que las acompaña y las hace factible. Es ahí donde se hallan las causas estructurales de los conflictos en ascenso que nos enfrentan con el resto del mundo, y con el mundo islámico en particular, en especial con Oriente Medio. «No blood for oil» («ni una gota de sangre por el petróleo») debe ser también el grito que anime esa reflexión y resistencia, como lo fue en los noventa el lema que esgrimieron los movimientos sociales en EEUU contra la primera Guerra del Golfo en 1991. Y será yendo a las verdaderas raíces de esos conflictos, así como a sus razones históricas y culturales, como podremos ir encontrándonos ambos «mundos». Y caminar conjuntamente, mezclándonos no sin tensiones, hacia la superación paulatina de esos desencuentros, al tiempo que vamos transformando nuestras sociedades, dentro de un proceso de cambio mundial absolutamente imprescindible y también posible. Si es que tenemos la voluntad, la valentía y la sabiduría para acometerlo.
A este respecto, el encuentro «Enlazando Alternativas 2» [18] el próximo mes de mayo en Viena, paralelo a la cumbre UE-AL, se puede decir que camina en esa dirección, y adquiere una gran importancia. Es decir, es un intento de impulsar el encuentro, y el conocimiento mutuo, de las redes de movimientos sociales que tanto en «Europa» como en América Latina se resisten a las nuevas dinámicas del capitalismo «europeo» y global, y a su imposición a través no sólo de las políticas neoliberales y de libre comercio en marcha, sino a su, cada día mayor, acompañamiento de políticas securitarias y militaristas. No en vano AL alberga importantes recursos de todo tipo (y también combustibles fósiles), y es la región de mayor biodiversidad del planeta, y es por eso que se quiere garantizar como sea la progresiva apropiación de sus recursos y riquezas para seguir impulsando el crecimiento «europeo» (que ha generado una enorme deuda ecológica acumulada durante siglos)(Russi, Kucharz y Bárcena, 2006), así como el acceso irrestricto a sus mercados. Esta dinámica crecientemente expoliadora, desarticuladora y generadora de desigualdad sólo podrá ser frenada enlazando las redes birregionales de resistencia y transformación social y ecológica a ambos lados del Atlántico.
Pero para ello, también, es preciso empezar a poner en cuestión el propio concepto de crecimiento económico, el verdadero tótem de Occidente. El Dios sobre el que nadie puede polemizar, al que no se puede criticar, y que se impone desde hace décadas (y aún siglos) desde Occidente al mundo entero. Eso sí que es fanatismo y ausencia real de libertad de expresión [19] , aunque haya sido interiorizado ya por gran parte de la humanidad. ¿Y si la manera de ir transitando hacia un mundo más justo y sustentable fuera a partir del decrecimiento, una vez que se comprueba que el crecimiento continuo es inviable, antiecológico y que está generando un mundo crecientemente injusto e ingobernable?. Este debate se está abriendo poco a poco camino en todo el mundo, pero con mucho esfuerzo. Francia es un buen ejemplo de ello. El encuentro que se hizo hace ahora casi cuatro años en París: «Deshacer el desarrollo, para rehacer el mundo» (www.apres-developpement.org), así como la Red de Objetores del Crecimiento para el Postdesarrollo, y otras iniciativas en el mismo sentido, están impulsando poco a poco un debate absolutamente necesario. Este debate hasta ahora ha estado prácticamente ausente en la izquierda institucional y no institucional, y también en gran medida en los Foros Sociales Mundiales, aunque sí se está dando de una u otra forma en ciertas redes del llamado movimiento antiglobalización (AGP, Vía Campesina, organizaciones zapatistas e indígenas, etc). En el Foro Social Europeo la presencia de esta discusión ha sido muy marginal, y hasta fue vetada su inclusión en los plenarios del FSE en París (2003), por algunas de las principales organizaciones impulsoras del mismo. Pero el debate (todavía incipiente) ya está en la calle en la propia Francia, y se ha abierto definitivamente espacio en el clima de movilización y reflexión crítica ciudadana de los últimos tiempos; como no podía ser quizás de otro modo ante los límites cada día más patentes del crecimiento o desarrollo (y sus consecuencias sociales y ecológicas). El crecimiento (o desarrollo) no es otra cosa que la necesidad de despliegue y acumulación constante del capitalismo global.
En el Foro Social Europeo de este año en Atenas, se quiere aprobar una «Carta de Principios para Otra Europa» (consensuada en un encuentro en Florencia en noviembre 2005) que pueda servir «para oponer la estrategia de los movimientos sociales, a la estrategia de la UE y visibilizar un proyecto alternativo para Europa, un proyecto construido desde abajo» (Eguireun, 2005). Pero quizás se debería hablar mejor de otras posibles Europas, sin determinar, pues hay (y debe haber) una gran diversidad de posibles proyectos alternativos en liza (Fdez Durán, 2005), que sólo se podrán ir concretando a través de un amplio debate democrático radical realizado, eso sí, desde abajo. Una diversidad de proyectos, por definir, que van desde la refundación a la deconstrucción de «Europa», pues cada vez va quedando más claro que reformar la actual UE es inviable. Muchas redes europeas están desarrollando ya una importante reflexión al respecto (Transform, Alterecolo, sindicalismo alternativo europeo, etc) [20] , y en otras redes u organizaciones de base, aunque no se esté produciendo una formulación explícita de estas alternativas, pues trabajan muy pegadas al terreno de su realidad local, sí se están desarrollando resistencias y alternativas moleculares que permitirán asimismo caminar hacia otros mundos posibles; es decir, que incidirán también decisivamente en la creación de otras estructuras económicas y sociales, así como de otras realidades institucionales.
Realidades institucionales que no tienen por qué tener una dimensión europea, más o menos centralizada, jerarquizada, y se quiera o no burocrática, sino que pueden adoptar una diversidad de configuraciones descentralizadas, e interacciones en red. Especialmente, si es que iniciamos un camino de cambio profundo desde abajo, radicalmente democrático, de la base material y estructural de nuestras sociedades; es decir, del modelo económico, productivo y de consumo dominante. Pero también de sus estructuras políticas, desde sus niveles más locales, a través de dinámicas democráticas verdaderamente participativas. Un camino hacia modelos más justos, solidarios, en consonancia con el entorno ecológico y antipatriarcales. Sobre todo si empezamos a transitar hacia la necesidad de volver a relocalizar nuestras economías, impulsar la solidaridad y no la competitividad, reducir la movilidad motorizada, frenar el desarrollo urbano y la creación de infraestructuras, revitalizar el mundo rural, cerrar paulatinamente los ciclos de materiales, limitar nuestra dependencia exterior de recursos, restringir el consumo energético fósil, cambiar hacia energías renovables, reducir poco a poco el ámbito de la economía monetaria (es decir, reducir el crecimiento), recuperar el control social del dinero, desarrollar monedas locales y sistemas de trueque, supeditar el mercado a la sociedad, romper con la lógica del beneficio y la acumulación, desmantelar los conglomerados empresariales, impulsar la autogestión laboral, recrear nuevas estructuras comunitarias basadas en la diversidad multicultural e intercultural (mestiza), redefinir los espacios públicos y privados para el equilibrio de género, revalorizar las tareas de cuidados, regenerar los espacios metropolitanos, recuperar la habitabilidad interior y el espacio público de las ciudades, propiciar la agricultura periurbana, reducir el impacto del metabolismo urbano-agro-industrial, reconectar nuestras formas de conocimiento y cultura con el territorio, sanear sistemas territoriales y ambientales devastados, reducir progresivamente el gasto militar, policial y penal, incrementar el gasto social, etc., etc., etc. En definitiva, se trataría de propiciar (desde abajo) la creación de una pluralidad y diversidad de «Europas» (más allá -o mejor dicho, más acá- de la UE y sus Estados), aún por definir y concretar, que se puedan relacionar en equilibrio y de forma solidaria con muchos mundos posibles.
Bibliografía
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CE (Comisión Europea): «Libro Verde de la Energía». CE. Bruselas, 2006.
EGUIREUN, Josu: «Por una Carta de Principios para Otra Europa» (diciembre 2005). En Viento Sur (www.vientosur.info)
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FERNÁNDEZ DURÁN, Ramón: «La compleja construcción de la ‘Europa’ superpotencia». Virus. Barcelona, 2005.
POLANYI, Karl: «La gran transformación». Ediciones La Piqueta. Madrid, 1989.
RUSSI, Daniella, KUCHARZ, Tom y BÁRCENA, Iñaki: «Deuda ecológica: Un concepto integral en la lucha contra la globalización capitalista». www.quiendebeaquien.org
SALAFRANCA, José Ignacio: «Sobre una Asociación reforzada entre la Unión Europea y América Latina» (Proyecto de Informe). Parlamento Europeo. Enero, 2006.
TORREBLANCA, José Ignacio: «Las perspectivas financieras 2007-2013 en la UE». Real Instituto Elcano (www.realinstitutoelcano.org). 2005.
VERHOFSTADT, Guy: «Forging the ‘United States of Europe’ is key to the future». E European Voice, 2-12-05.
[1] Agradezco los comentarios y correcciones al texto de Chusa Lamarca y Ana Hernando. Este texto saldrá próximamente publicado en un libro colectivo danés sobre el futuro de «Europa», de los grupos que impulsan el No a la Constitución Europea, y será también un epílogo de la traducción al inglés del libro del autor «La compleja construcción de la ‘Europa superpotencia», editado por Virus (2005).
[2] La propuesta británica era un 1,03% del PIB de la UE, la luxemburguesa se situaba en el 1,06%, bastante más baja que la planteada en su día por la Comisión 1,22%, y ésta era más baja que la del Parlamento (Torreblanca, 2005).
[3] De hecho, en la cumbre de cierre de su presidencia presionó, en contra del parecer de Francia, para que Macedonia fuera aceptado como país candidato a la ampliación, siendo finalmente aprobada su candidatura.
[4] Desalojo de sus viviendas hasta por tres meses, pasando a ocupar viviendas de castigo mientras tanto.
[5] Propiciado, asimismo, porque desde Occidente se yugularon intentos progresistas de secularización, y se han apoyado las dictaduras que gobiernan muchos de estos países.
[6] El propio Alan Greenspan en una reciente conferencia, antes de dejar la Reserva Federal, reconocía la reducción del dólar en las carteras de los bancos centrales del mundo, que están ya tan «sólo» en algo más del 60% en dólares, y el 25% en euros. La progresión del euro en sólo unos años ha sido muy importante (EL PAÍS, 12-12-06)
[7] Esta es la postura de los neocons estadounidenses, de Blair, de Aznar (el Trío de las Azores), y de ciertos sectores conservadores europeos continentales, y responde, pensamos, a los intereses comunes económicos y financieros noratlánticos, principalmente los del mundo anglosajón, que se proyectan más allá del espacio noratlántico (Australia, Nueva Zelanda) y que establecen cabezas de puente fuerte en otras áreas del globo (Japón, Corea del Sur, Colombia y el propio Israel), territorios que necesitan también de su protección y apoyo militar para prosperar y subsistir.
[8] Aquí cabría citar en general los intereses del capital de la Europa continental occidental, defendidos especialmente (aunque con distintas posturas) por Francia y Alemania, como cabezas primordiales del Eurogrupo,
[9] Y todo ello se está poniendo paulatinamente en marcha ya, a pesar de no contar con la Constitución, aunque sin el impulso decisivo que su aprobación supondría. La Unión gasta algo más del 20% del gasto militar mundial, frente al 50% de EEUU, y ese desequilibrio, junto al hecho de que sus estructuras militares no tengan aún un componente autónomo mínimo de la OTAN, hace que siga siendo una especie de «gusano militar», que se dedica a operar en escenarios donde le interesa a EEUU, o a la propia OTAN, una vez que la hiperpotencia ha intervenido. Esto es especialmente así en Oriente Medio y Próximo.
[10] EEUU también impulsa acuerdos de libre comercio con países mediterráneos, aparte de acuerdos securitarios y militares.
[11] Represión de la migración propia, campos de concentración para inmigrantes de terceros países, y represión y expulsión de éstos. La «ayuda al desarrollo» cada vez se destina más a estos objetivos.
[12] Multilateral pretende ser también el planeamiento de redes de infraestructuras de energía, agua, transportes y telecomunicaciones, para garantizar la integración subordinada de AL a la Economía Mundo, y en este caso especialmente a los intereses «europeos».
[13] La Unión como un todo es el primer proveedor de fondos de «cooperación» a la región, y el primer socio comercial en numerosos países, en especial de los pertenecientes a MERCOSUR.
[14] Y lo defiende con Tratados de Libre Comercio con las distintas regiones del mundo, y a través de la OMC, pero se ve obligado a negociar también dentro de ésta (y de aquéllos) con los poderes emergentes (China, India, Brasil)
[15] Este escenario parece que estuvo a punto de producirse en 2002-2003, y fue debido a ese temor que la Reserva Federal bajó los tipos a mínimos históricos (llegaron a estar en el 1%), solventando momentáneamente la situación, y arrastrando tras de sí un abaratamiento del dinero a escala mundial, pero incentivando nuevas burbujas especulativas (como la inmobiliaria) en esta loca huida hacia delante.
[16] Hegemonía hispano-lusa (finales del siglo XV- principios del XVII); guerras de religión (1618-1648) y apuntalamiento de la hegemonía de las llamadas Provincias Unidas -Holanda- (finales siglo XVII- principios del XIX); guerras napoleónicas, Paz de Viena (1815), y consolidación de la hegemonía mundial británica (siglo XIX-principios siglo XX); Primera y Segunda Guerras Mundiales, e irrupción de la hegemonía estadounidense, en el área occidental, que se amplía a todo el mundo tras la caída del Muro de Berlín y la implosión de la Unión Soviética (1989-1991)(Arrighi, 1999).
[17] Los resultados negativos de los referendos francés y holandés, y la paralización del proceso de ratificación de la Constitución, han afectado al euro de forma considerable en 2005. De ahí el alza a lo largo del año dólar, después de dos años de caída.
[18] El anterior encuentro Enlazando Alternativas tuvo lugar en Guadalajara, México, en 2004, con ocasión de la última cumbre de jefes de Estado y de gobierno de la UE y América Latina. En este caso, el nuevo encuentro irá acompañado de un Tribunal Permanente de los Pueblos que juzgará el papel que están desempeñando distintas empresas transnacionales europeas en la región.
[19] Mediante la censura pura y dura, en ocasiones, o a través de métodos más sutiles, pero igual de efectivos, como la «Espiral del Silencio» a la que se somete en los grandes medios los discursos, prácticas y resistencias que son contrarios a la lógica económica imperante.
[20] Además, de las que ya mencionábamos (ATTAC, Comités Unitarios por el No en Francia, Izquierda Europea, etc) en nuestro anterior texto: «La ‘Europa’ (fortaleza y securitaria) a la deriva».
Ramón Fernández Durán es miembro de Ecologistas en Acción