Brasil se adjudicó el título de campeón de la mortalidad materna durante la pandemia de covid-19, con un aumento de 77 por ciento en esas muertes entre 2019 y 2021, acompañado por una América Latina con niveles un poco menos funestos.
Un total de 1575 mujeres murieron en el parto o en las seis semanas siguientes en el año anterior a la pandemia en el más extenso y poblado país latinoamericano, con 214 millones de habitantes. Dos años después fueron 2787, según datos aún preliminares del Sistema de Informaciones sobre Mortalidad, una dependencia del Ministerio de Salud.
En México, segundo país más poblado de la región, con 129 millones, el aumento fue de 49 %, al alcanzar 1036 muertes maternas en 2021. En Perú, 63 % y 493, respectivamente. Pero su población es menor, 33 millones de habitantes.
En Colombia, como en general, los datos recientes no son consolidados, pero se reconoce que en 2021 la covid-19 se volvió la primera causa de muertes maternas, así como en México.
Brasil es el ejemplo extremado de muchos errores y de la terquedad negacionista que condujo a muchas muertes evitables, en particular de mujeres gestantes, según especialistas y activistas de los derechos femeninos, cuando este sábado 28 de mayo se celebra el Día Internacional de Acción por la Salud de las Mujeres, que en América Latina tiene a la mortalidad materna como gran problema.
La Organización Panamericana de la Salud (OPS), filial continental de la Organización Mundial de la Salud (OMS), asegura que “la mortalidad materna es inaceptablemente alta”, que se trata de muertes “mayoritariamente evitables”, que afectan especialmente a las gestantes de las áreas rurales.
Esos niveles, añade, alejan la meta del 3 de los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de que las muertes maternas se contengan por debajo de 70 por cada 100 000 nacidos vivos para 2030.
Algo podrido
“Una asistencia prenatal y obstétrica inadecuada”, en buena parte debido a la también inadecuada formación médica en esas áreas, es la causa de la tragedia en Brasil, evaluó la médica y epidemióloga Daphne Rattner, profesora de la Universidad de Brasilia y presidenta de la Red por la Humanización del Parto y el Nacimiento.
“La síndrome hipertensiva es el principal factor de las muertes en Brasil, mientras en el mundo son las hemorragias. Es decir alguna falla en un diagnóstico sencillo como la hipertensión y en manejarla durante el embarazo y el parto”, señaló en entrevista con IPS desde Brasilia.
De las 38 919 muertes maternas entre 1996 y 2018 en Brasil, 8186 se debieron a la hipertensión y 5160 a hemorragias, según un informe del Ministerio de Salud. Se trata de causas obstétricas directas, que responden por poco más de dos tercios de los óbitos. El resto tiene causas indirectas, enfermedades previas que complican el parto, como diabetes, cáncer o enfermedades cardiopatías.
Un exceso de cesáreas es otro factor de la mortalidad. Es “una epidemia” de 1,6 millones de operaciones anuales, reconoce el Ministerio de Salud, lo que corresponde a cerca de 56 % del total de partos. Alcanza 85 % en los hospitales privados y 40 % en los servicios públicos, muy por encima de la tasa de 10 % recomendada por la OMS.
“No practican obstetricia, sino cirugía, no saben cuidar clínicamente y el resultado son más muertes maternas”, lamentó Rattner.
La pandemia hizo más trágica la situación.
El fin de la cigüeña
Brasil incumplió la meta de reducir la mortalidad materna en 75 % hasta 2015, en comparación a 1990, pero avanzaba en esa dirección. La razón de mortalidad materna (RMM) por 100 000 nacidos vivos en el país bajó de 143 a 60 en los indicadores oficiales, es decir 58 %.
Para eso contribuyó la Red Cigüeña, una estrategia gubernamental adoptada em 2011 para mejorar la asistencia a las embarazadas y la infraestructura de maternidades, humanizar el parto, asegurar la planificación familiar y mayor atención a los niños.
La covid-19 y la respuesta que le dio el gobierno provocaron un retroceso de por lo menos dos décadas en el brasileño índice de mortalidad materna.
La enfermedad provocada por el coronavirus mató más de 2000 gestantes y puérperas en los dos últimos años y quedan por lo menos otras 383 muertes por síndrome respiratorio agudo grave que pueden ser de covid-19, según la Red Feminista de Salud, un movimiento de activistas que lucha por los derechos sexuales y reproductivos desde 1991.
“Fue un genocidio materno, no solo un desastre” la forma como actuó el gobierno del ultraderechista Jair Bolsonaro, acusó Vania Nequer Soares, enfermera, doctora en salud pública y miembro de la Red Feminista de Salud.
El negacionismo y actitudes gubernamentales agravaron la mortalidad en general, que ya supera 666 000 muertes, y la materna. Las autoridades sanitarias llevaron más de un año para reconocer que las embarazadas son un grupo de alto riesgo para la covid-19, les dificultaron los cuidados intensivos y retardaron su vacunación, arguyó Soares.
Para empeorar, decidieron desmontar la Red Cigüeña, cuyas políticas públicas tenían resultados prometedores, para imponer nuevas reglas de “violencia obstétrica” incluidas en la flamante Red de Atención Materna e Infantil (Rami), que concentra todo el poder en los médicos y hospitales, en desmedro de otros actores y el diálogo, señaló a IPS por teléfono desde Lisboa.
Subnotificación y trampas
Las cifras de muertes maternas son probablemente mayores. Brasil tardó a usar pruebas de diagnóstico de covid-19 y siempre en escasa cantidad cuando lo hizo. Y como era dudosa la identificación clínica de la nueva enfermedad, seguramente hubo muchas madres murieron sin el diagnóstico correcto, especialmente en el primer año de la pandemia, razonó Rattner.
Un estudio publicado este mes en la revista científica The Lancet Americas, con testimonios de las familias de 25 embarazadas muertas de covid-19, reveló tres trampas que condenaron a la muerte muchas mujeres al borde del parto.
Primero los médicos se negaron a hospitalizar o examinar mejor las que se quejaban, por ejemplo, de la respiración difícil. Lo atribuían al final del embarazo y retardaban un diagnóstico que podría salvar por lo menos una vida.
En otros casos los centros de salud justificaban el rechazo por estar dedicados a la emergencia de la covid-19, hecho que impediría acoger embarazadas, incluso por el riesgo de contagiarlas. Y en las maternidades se las rechazaba exactamente para evitar el coronavirus.
Por último, a las embarazadas que lograron hospitalizarse se negó los cuidados intensivos, bajo el pretexto de preservar la gestación. Es decir, se optó por salvar el feto, en desmedro de las madres, sin consultar las familias.
Eso se constató por el hecho de que las 25 gestantes murieron, pero sobrevivieron 19 hijos. Cuatro familias dijeron que su opción sería salvar la madre, incluso porque ella podría tener otros hijos en el futuro, pero resultó en vano.
El estudio de tres investigadoras del Instituto Anis de Bioética, Derechos Humanos y Género, con sede en Brasilia, corrobora la denuncia de la Red Feminista de Salud, de que 20 % de las embarazadas y puérperas no tuvieron acceso a cuidados intensivos y 32,3 % quedaron sin aparatos de respiración artificial.
Es necesario rescatar el protagonismo de la mujer, para que “ella se apropie del proceso de la maternidad, incluso del parto”, opinó Ligia Cardieri, socióloga y coordinadora ejecutiva de la Red Feminista de Salud.
Menos intervenciones mecánicas, reducción de las cesáreas que aumentan los riesgos, incluso los anestésicos, y mayor participación de las enfermeras y otros actores de la salud materna son otras recomendaciones para evitar tanta mortalidad materna, dijo a IPS desde Curitiba, capital del sureño estado de Paraná.
En otros países latinoamericanos, las gestantes enfermas de covid-19 sufrieron bloqueos y traumas similares.
Cerca de un tercio de ellas no pudieron contar con cuidados intensivos ni apoyo respiratorio durante la pandemia, reveló un estudio con 447 gestantes de ocho países, siendo cinco de Sudamérica, dos de Centroamérica y uno del Caribe, según datos de la OPS.
El estudio, publicado en The Lancet Health-Americas, es del Centro Latinoamericano de Perinatología, Salud de la Mujer y Reproductiva (CLAP), dependiente de la OPS.