La sorpresa por el crecimiento de un nuevo actor en la movilización de masas en Puerto Rico ha sido tal que casi diez días después de una marcha en la que participaron más de sesenta mil manifestantes la institucionalidad política y la prensa nacional guardan silencio, en tanto los dos partidos pro Estados Unidos intentan […]
La sorpresa por el crecimiento de un nuevo actor en la movilización de masas en Puerto Rico ha sido tal que casi diez días después de una marcha en la que participaron más de sesenta mil manifestantes la institucionalidad política y la prensa nacional guardan silencio, en tanto los dos partidos pro Estados Unidos intentan volver a la rutina de sus luchas internas.
De las tres formaciones electorales, sólo el Partido Independentista Puertorriqueño aparenta estar cómodo con el nuevo fenómeno, que ha catapultado al movimiento estudiantil universitario como una fuerza con la potencia de mover multitudes con su amplio dominio tecnológico, su insistencia en no tener líderes y la propuesta de que Puerto Rico ensaye la llamada democracia participativa para enfrentar la crisis nacional.
El evento resulta en motivo de entusiasmo para sectores de izquierda, como la Organización Socialista Internacional, la Unión de Juventudes Socialistas, el Movimiento al Socialismo, el nuevo Partido Comunista y el Frente Socialista. De igual manera, fue exhibido con orgullo por la Iglesia, que en su periódico semanal El Visitante le dedicó un gran despliegue y reclamó sus motivos de doctrina social religiosa para respaldar los reclamos populares ante abusos del Estado y violaciones a los derechos civiles.
El oficialista Partido Nuevo Progresista descartó el suceso con el argumento de que el Gobierno protegió un ejercicio de libertad de expresión en el que apenas participaron cerca de 3,000 personas, mientras que Partido Popular Democrático, principal de la oposición, tenía cálculos de que asistiría tan poca gente que el día antes hizo gestiones urgentes para tratar de cancelarlo.
Un estratega del PPD indicó en privado que a la marcha asistieron entre 10,000 y 15,000 personas y que se trató de un evento sin mayor trascendencia ni impacto en la discusión pública. Lo único que resultaba interesante para el perito era que el Colegio de Abogados hiciera la convocatoria y que la participación de los sindicatos fuese exigua.
La realidad fue que, según pudo constatar NCM Noticias, la marcha ocupó en más del 60 por ciento un área en metros cuadrados con una cabida máxima de 107,000 personas y que mientras la representación oficial de partidos y sindicatos era una pequeña parte, proliferaban los grupos vecinales y toda una gama de instituciones cívicas o culturales.
En las entrevistas posteriores, miembros de los grupos estudiantiles admitieron también que fue sorpresa la cantidad de gente, pero expresaron pleno conocimiento de cómo se logró la movilización. Algunos dieron detalles sobre los sistemas cibernéticos que usaron para difundir los llamados y estrategias para establecer contacto con grupos y personas en diversos puntos del país, así como detalles de las actividades de calentamiento.
Tan preciso fue el trabajo de los universitarios, que aprovecharon la propia marcha para ensayar sus conocimientos sobre sociología y hacer investigaciones de campo. Por ejemplo, según informaron en las entrevistas, encontraron a base de sondeos que la mediana de edad entre los manifestantes era de entre 35 y 50 años de edad, de diversas tendencias ideológicas y que la mayoría de los asistentes eran mujeres, además de que un número significativo tenía sistemas para mensajes telefónicos de texto.
El propósito de tales encuestas, según explicaron, es usarlas como herramientas para seguir acercándose a grupos vecinales y «de base» con el propósito de promover su propuesta de democracia directa mediante asambleas comunales que, en lugar de buscar líderes, reclamen y gestionen soluciones a los problemas del país.
De hecho, la convocatoria formal a la marcha fue motivada por la reacción de alarma de instituciones como el Colegio de Abogados, los partidos opositores, los sindicatos y la Iglesia por la forma en que más de cien efectivos de la Policía nacional barrieron con palos, caballos y gases lacrimógenos a varios cientos de estudiantes que el 30 de junio pasado fueron a reclamar acceso público al Capitolio. El uso de la fuerza por parte de las escuadras policiales ha llegado a tal nivel que el periódico Claridad informó que se llevan a cabo pesquisas en el Departamento de Justicia de EEUU en Washington sobre el problema del respeto a los derechos civiles en Puerto Rico.
Los problemas del país van más allá del incremento en el uso de la violencia por fuerzas del Estado y la economía, que entró en recesión en 2006 mucho antes de que comenzara la crisis mundial -sigue sin dar señales claras de recuperación. Según las cifras oficiales, Puerto Rico sigue con una baja de más de cien mil empleos en comparación con lo que dejó el gobierno autonomista en diciembre de 2008 y con 60,000 puestos de trabajo menos en la manufactura de los que había al cierre del gobierno anexionista en el año 2000.
Ante ese cuadro, el opositor PPD se desgarra en las luchas internas de poder y conflictos ideológicos, al punto de que canceló la selección del alcalde que sustituiría al fenecido William Miranda Marín en la ciudad de Caguas para embarcarse en un controvertido proceso, primero administrativo y luego de una elección especial. Para el partido oficialista la situación no es muy distinta y ya pocos disimulan las expresiones críticas hacia el Gobernador, Luis Fortuño.
Los estudiantes, por su parte, con su insistencia en promover los derechos constitucionales, la defensa del ambiente, la justicia social y la igualdad, parecen estarse reorganizando para otro intento de avanzar. De las características que exhiben con insistencia está la del estudio de la historia y, en especial, de los movimientos estudiantiles del pasado.
En particular, se refieren mucho a la huelga de hace casi treinta años en la Universidad de Puerto Rico. Al terminar aquella huelga, en enero de 1982, el entonces líder del movimiento estudiantil Roberto Alejandro se despidió con un discurso en que parafraseó de manera libre al trovador cubano Amaury Pérez diciendo «no lo van a impedir los generales, ni apelables procesos judiciales, ni penas ni cometas, ni homicidas, no lo van a impedir las soledades, a pesar del otoño, creceremos».