Desde holandeses antiislámicos hasta nacionalistas húngaros y separatistas italianos: todos aspiran a ganar escaños en la Asamblea de Estrasburgo. Lo paradójico es que estos grupos detestan dicha institución
Desde Estocolmo hasta Cerdeña, de Londres a Varsovia, por toda Europa aparecen grupos ultranacionalistas y euroescépticos que aspiran, irónicamente, a ganar escaños en la institución que detestan: el Parlamento Europeo.
Holandeses antiislámicos, nacionalistas húngaros, separatistas italianos e incluso un partido irlandés cuyo único propósito declarado es impedir la consolidación de las instituciones europeas promoviendo el rechazo en su país al Tratado de Lisboa: todos ellos presentarán sus listas cuando los ciudadanos de los países de la Unión Europea (UE) acudan a las urnas entre el 4 y el 7 de junio próximo.
Y si se confirman tanto los pronósticos que auguran una bajísima participación electoral junto a los anuncios de despidos que no cesan en el marco de la peor crisis económica en décadas, todas las condiciones parecen estar dadas para que estos grupos marginales y hostiles a las instituciones de Bruselas, munidos de candidatos extremistas, se hagan un lugar en la Asamblea de Estrasburgo.
«El crecimiento de estos grupos es una tendencia muy alarmante», se lamenta la eurodiputada polaca de centroderecha Ursula Gacek, ella misma originaria de un país donde abundan los partidos católicos de extrema derecha y cuyo presidente, Lech Kaczynski, es un enemigo declarado de la UE. «Lo único que saben hacer estos extremistas es movilizar votantes apelando al miedo, clamando por medidas proteccionistas y pidiendo el cierre de las fronteras», señala.
Muchos legisladores europeos, al igual que la diputada polaca, ven en la posible llegada de candidatos de extrema derecha al mayor Parlamento transnacional del mundo una amenaza para la institución en sí misma. Es decir, si durante los últimos años una de las principales funciones de esta casa de representantes ha sido justamente la de luchar por ganar el derecho a legislar frente a las múltiples resistencias presentadas por los países europeos que se niegan a aceptar la soberanía de la institución, ahora, frente a la perspectiva de que su principal tarea sea la de marginar a quienes dentro del Parlamento mismo luchan por desacreditarlo, el panorama no parece muy optimista. «De por sí, ya es bastante malo tener que lidiar con los extremistas del Partido de la Independencia Británica (Ukip, por sus siglas en inglés); ¿pero qué pasaría si las fuerzas de extrema derecha accedieran a un buen número de bancas?», se preguntó un eurodiputado socialista portugués.
Por su parte, Monica Frassoni, eurodiputada italiana del bloque de los ecologistas conocidos como «Verdes», insiste con la contradicción en sí misma que representan estas candidaturas. «Es verdaderamente irónico que estos grupos hayan decidido lanzarse a las elecciones europeas, cuando todo lo que hacen es dedicar buena parte de su tiempo a despotricar contra nosotros», remarca.
Sin embargo, la eurodiputada de los Verdes señala que no ve cómo estos grupos, tan anclados en cuestiones locales, puedan llegar a entenderse sobre temas más amplios y lograr pasar algún proyecto de ley. «Honestamente, no veo a los racistas de Rumania y Hungría uniéndose en su intento para hacer aprobar una ley en contra de las minorías gitanas en sus países a los holandeses del Vlaams Belang, cuyo único propósito es lograr la independencia de Holanda», razona.
* De The Independent de Gran Bretaña especial para Página/12.
http://www.pagina12.com.ar/diario/elmundo/4-125161-2009-05-19.html