Traducido para Rebelión por Caty R.
Fue hace un año. Un terrible terremoto de 7 grados golpeó violentamente a la población haitiana. Las víctimas se contaron por centenares de miles mientras más de un millón de personas de repente se encontraron en la calle. Sus casas, sus hogares, sólo parecían entonces montones de escombros. A pesar del impulso de generosidad y solidaridad internacional que siguió al anuncio de la catástrofe, las promesas de ayer hoy están muy lejos de su cumplimiento.
«Pequeña competición entre amigos»
La importante mediatización y la conmoción que produjo la catástrofe más allá de las fronteras haitianas permitieron, en los días siguientes al 12 de enero, una relativa asistencia internacional en materia de ayuda urgente. Entonces los Estados se empujaban unos a otros para «estar junto» a los haitianos en «este período difícil» (1). Expresando uno por uno su «profunda emoción» (2), en los días siguientes al seísmo se lanzaron a una carrera de auxilio. El asunto de la reconstrucción de Haití ofrecía numerosas oportunidades a los «países amigos». Aunque algunos presentaron en primer lugar «sus relaciones históricas» -por otra parte basadas en la colonización, la explotación y la ocupación militar- para legitimar su denominado «apoyo», otros países, como Cuba o Venezuela, adoptaron una actitud diferente. Según Sony Esteus, director ejecutivo de la Sociedad de Animación y comunicación Social (SAKS), «la gran diferencia es que la cooperación se hace respetando los derechos, y sobre todo la dignidad del pueblo haitiano» (3), en el caso de Venezuela y Cuba. Los apoyos económicos se multiplican mientras la miseria de la población, vendida por todo el mundo, se convierte en una auténtica fuente de ingresos. Así, se prometieron miles de millones de dólares, pero la población haitiana no ha visto ningún resultado.
Esas trágicas circunstancias deberían haber reforzado el papel del Estado. Pero ocurrió lo contrario. En vez de ubicarse en el centro de la gestión de la ayuda humanitaria y de la recuperación de las actividades diarias, sin olvidar la elaboración y definición de políticas públicas para favorecer a los pobres, el Estado y sus instituciones son más débiles que nunca. La comunidad internacional se apoderó del proceso de reconstrucción y los actores diversos, además de los intereses, impiden cualquier avance constructivo. Así, todos los planes de reconstrucción están orientados casi exclusivamente a la promoción de la ayuda exterior, la inversión extranjera y el libre comercio. Cada Estado apoya los intereses de sus empresas y agencias mientras las organizaciones internacionales se erigen en interlocutores privilegiados creando la unión entre el Estado haitiano y los intereses privados extranjeros.
¡De la urgencia a la materialización hay más de un paso!
Aunque se han materializado algunos proyectos interesantes, es obvio que se ha hecho muy poco. La Comisión Provisional para la Reconstrucción de Haití (CIRH), creada para gestionar los fondos y aprobar los proyectos que serán financiados por esos mismos fondos, había aprobado 74 proyectos a 17 de diciembre de 2010 por un montante total de 1.600 millones de dólares. Recientemente se aprobó un proyecto de Estados Unidos y el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) por un montante de 174 millones de dólares para la creación de un parque industrial de 150 hectáreas en la región norte del país (4). Ese parque será explotado por una empresa de gestión privada. Este ejemplo demuestra que las prioridades están claramente definidas: los intereses de las empresas priman sobre los de los haitianos.
Sin embargo las huellas del seísmo continúan visibles por todos los lugares de la capital por los que pasamos. Toneladas de escombros siguen formando parte del paisaje de Puerto Príncipe. Sólo se ha eliminado un pequeño porcentaje que no ha mejorado en nada la vida diaria de los haitianos. Los campamentos improvisados siguen extendiéndose por las calles y la solución al problema del realojamiento de la población no ha avanzado ni un ápice. Las condiciones de vida en dichos campamentos son absolutamente desastrosas y dejan totalmente de lado los derechos humanos. No hay agua ni electricidad. En lo que se refiere al sector económico, éste se halla en punto muerto. La tasa de desempleo permanece endémica y llega casi al 80% de la población. Por otra parte, las mujeres sufren más que los hombres las lamentables condiciones sanitarias. Numerosas incertidumbres persisten con respecto al futuro de esos hombres y mujeres que luchan todos los días contra las consecuencias todavía presentes del seísmo
Pasar de la incertidumbre a la acción: otro Haití es posible
Los haitianos son los grandes ausentes del proceso de reconstrucción (5). Saben que desgraciadamente el proceso electoral en curso no ofrece alternativas concretas. Totalmente excluidos de las consultas y debates, los movimientos sociales se organizan sin embargo para expresar sus ideas. Las recientes revueltas dirigidas contra la Misión de las Naciones Unidas para la Estabilización de Haití (MINUSTAH) no son únicamente una expresión de malestar debido al cólera. Porque los haitianos no esperaron a la difusión de la enfermedad para exigir la salida de dicha Misión, ya que los militares y policías que componen los contingentes son culpables de muchos abusos y actos de violencia. Más bien reflejan la desesperación de los haitianos contra las organizaciones extranjeras en general, y la MINUSTAH en particular, a las que consideran correas de transmisión del imperialismo de los llamados países «amigos». El Banco Mundial y el FMI también son muy impopulares. En efecto, estos últimos ven en la inestabilidad producida por el seísmo una oportunidad para profundizar el establecimiento de políticas neoliberales e impopulares.
En conclusión, un año después de la catástrofe, la vida diaria de los haitianos sigue siendo precaria. La situación, lejos de mejorar, ha empeorado tras la aparición del cólera. La injerencia externa neutraliza la posibilidad de romper con los viejos esquemas neoliberales sobre los cuales está erigido el desarrollo de Haití. Sin embargo, no se trata de reconstruir Haití, sino de construir otro Haití basado en la satisfacción de las necesidades básicas.
Notas
(3) Declaraciones recogidas por la autora.
(4) http://www.cirh.ht/sites/ihrc/fr/News%20and%20Events/News/Pages/ApprovedProjects.aspx
(5) Para más información sobre la reconstrucción, véase especialmente Haïti: entre colonisation, dette et domination. Deux siècles de lutte pour la liberté, CADTM-PAPDA, 2010, www.cadtm.org