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Disparates imperiales

Fuentes: Rebelión

Juan Pigüave es un ciudadano de cualquier país, por denuncias infundadas o por error de alguna agencia de seguridad de los EE.UU., cae bajo sospecha de ser terrorista o de colaborar con alguna organización catalogada como tal, sin que esto sea necesariamente cierto; por lo que, sin que medie sentencia de juez alguno, es condenado […]

Juan Pigüave es un ciudadano de cualquier país, por denuncias infundadas o por error de alguna agencia de seguridad de los EE.UU., cae bajo sospecha de ser terrorista o de colaborar con alguna organización catalogada como tal, sin que esto sea necesariamente cierto; por lo que, sin que medie sentencia de juez alguno, es condenado a muerte o a ser torturado hasta que confiese hipotéticos crímenes.

Si vive en una aldea musulmana, se envía un avión sin piloto para que lo elimine junto con los que en ese momento se encuentren con él, aunque se trate de la celebración de una boda; pero si vive en un «país civilizado», como Italia, se ordena a un agente de la CIA, Mr. Lady en este caso, secuestrarlo y entregarlo en las mazmorras egipcias o de otro país «amigable», donde será sometido a duras torturas.

Luego de cumplir la misión «Entrega Extraordinaria», Mr. Lady declara cínicamente: «Por supuesto fue una operación ilegal. Pero esa es nuestra tarea. Estamos en guerra contra el terrorismo». Claro está que para eso debió infringir las leyes y perpetrar todo tipo de delitos, por lo que, a pedido del Gobierno italiano, que lo ha condenado en ausencia, es buscado por la Interpol.

Por error de una autoridad negligente, Mr. Lady es capturado en Panamá, que lo debe extraditar a Italia, pero por ser el patio trasero del imperio, un día después de pasar en cana es expulsado a EE.UU., donde un portavoz del Departamento de Estado, que no está enterado de nada, declara: «A mi juicio se encuentra en realidad en el camino de vuelta a EE.UU.». Mr. Lady se sale con la suya y vuelve a su nicho, donde se disuelve sin dejar pistas y sin que nadie explique por qué este delincuente es impune a las leyes no solo italianas sino del planeta entero. Al Ministro de Justicia italiano no le queda más que expresar «lamento profundamente» la decisión panameña. ¿Qué dice la llamada prensa libre? Bien, gracias, no estamos enterados de nada.

Para Washington, Mr. Lady vela la seguridad de los EE.UU. y jamás va a permitir que lo castiguen; en cambio, Manning, Assange o Snowden son condenados por esta democracia fallida, sin procesarlos.

Cuando, como en el caso de Snowden, la cosa les falla, luego de perseguirlo por todo el globo terráqueo y ofrecerle que no lo van a torturar ni achicharrar en la silla eléctrica (¡Qué magnánimos!), montan en cólera y amenazan con tomar represalias contra Ecuador, Rusia y quienes lo protejan. ¡Qué desfachatez!

¿Por qué mejor no entregan a Mr. Lady a Italia y dejan que Snowden nos cuente su versión de los hechos?

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.