Debía plantearse que los países que aún mantienen el reconocimiento de Juan Guaidó como Presidente de Venezuela cesen en su farsa y, por lo tanto, la OEA expulse al representante apócrifo de Venezuela en la OEA. ¡Qué manera más tonta, burda y hasta chistosa de concebir la diplomacia y la política han demostrado estos gobernantes!
Es bueno que la IX Cumbre de Las Américas esté atravesando una crisis de credibilidad, digamos de desprestigio, para su anfitrión. Digamos más, que el padre es testigo del parto distócico de la parturienta OEA, su compañera de siempre, que tan importante papel ha tenido en el engendro facial de este producto final. Muchos de buena fe esperaron otro fruto de la concepción, pero no, para garantizar el fruto de su vientre estaba y está el partero ideal que no es otro que su Secretario General Luís Almagro.
Asombra que la OEA y Almagro no hayan recibido tantas condenas justicieras como los recibidos por el padre y anfitrión Joe Biden por la determinación de las invitaciones. Y es que parece olvidarse que la OEA es hechura e instrumento de la política hemisférica de los Estados Unidos y que ahí está la historia real de las Cumbres de Las Américas, desde la primera hasta la última, en que la OEA y su Secretaría General fueron incrementando su protagonismo por acuerdos de dichas cumbres, sin que importaran qué países ostentaron las sedes. ¿Quién es si no Almagro quien inaugura las sesiones de la sociedad civil y de las naciones?
EE.UU. y la OEA siempre han compartido la MISIÓN Y VISIÓN esenciales, a pesar de que durante el periodo transcurrido se haya experimentado uno u otro cambio circunstancial. Nada ha cambiado, la OEA y su Secretaría General son y serán el rumbo de dichas cumbres hasta que deje de existir la organización por la protesta efectiva de la mayoría o de todos los miembros que conocen su historia nauseabunda y criminal. A todos los respetables miembros de la OEA y, especialmente a los Estados Unidos, cabe preguntarles lo siguiente:
Si la OEA dejó en suspenso la salida de Venezuela como miembro de la organización y admitió en su seno a la representación del supuesto presidente Guaidó; si Venezuela es por lo tanto miembro de la OEA; si los Estados Unidos y otros miembros de la OEA reconocen a Guaidó como presidente de Venezuela, ¿por qué no lo han invitado? ¿Y qué pasará con aquellos países de Europa y de otros confines que han sido satélites de los Estados Unidos en este asunto y que se embarcaron en el reconocimiento de un farsante como Presidente de Venezuela?
¡Qué manera más tonta, burda y hasta chistosa de concebir la diplomacia y la política han demostrado estos gobernantes!
Si se quiere ser consecuente en la Cumbre de las Américas con respecto a la presencia de Cuba, Venezuela y Nicaragua, debía introducirse una cuestión de procedimiento general y específico en que se aborde un hecho cardinal y es que los países que aún mantienen el reconocimiento de Juan Guaidó como Presidente de Venezuela cesen en su farsa y, por lo tanto, la OEA expulse al representante apócrifo de Venezuela en la OEA. Si los representantes de América Latina y del Caribe, y por supuesto Canadá y EE.UU., no pueden hacer esto ahora en esta cumbre, tendremos que reconocer que falta mucho todavía para cambiar todo lo que debe ser cambiado en nuestro hemisferio. Y que esta cumbre, así como las otras que vendrán, sin importar las sedes, seguirán “navegando en un barco de papel” y se hundirán en el desprecio de nuestros pueblos.
Ya lo expresó José Martí con clarividencia asombrosa desde 1889:
“Los peligros no se han de ver cuando se les tiene encima, sino cuando se los puede evitar. Lo primero en política, es aclarar y prever”.
Así que como dijera, veremos quienes defenderán con energía y mesura la independencia y los intereses de nuestra América, “donde está el equilibrio del mundo, o si hay naciones capaces, por miedo o deslumbramiento, o el hábito de servidumbre o el interés de consentir, sobre el continente ocupado por dos pueblos de naturaleza y objeto distintos, en mermar con su deserción las fuerzas indispensables, y ya pocas, con que podrá la familia de una nacionalidad contener con el respeto que imponga y la cordura que demuestre, la tentativa de predominio, confirmada por los hechos coetáneos, de un pueblo criado en la esperanza de la dominación continental…”
Wilkie Delgado Correa. Doctor en Ciencias Médicas y Doctor Honoris Causa. Profesor Titular y Consultante. Profesor Emérito de la Universidad de Ciencias Médicas de Santiago de Cuba.
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