Según algunos estudios son 22 las bases norteamericanas en América Latina. Estudios más recientes hablan de más de 40. Como sea, son muchas y expresan un plan de dominación, incluso por la fuerza. Que se sepa, la más reciente base militar norteamericana es la inaugurada en abril pasado en Chile. Está en el fuerte Aguayo, […]
Según algunos estudios son 22 las bases norteamericanas en América Latina. Estudios más recientes hablan de más de 40. Como sea, son muchas y expresan un plan de dominación, incluso por la fuerza.
Que se sepa, la más reciente base militar norteamericana es la inaugurada en abril pasado en Chile. Está en el fuerte Aguayo, en Concón, región de Valparaíso, a 180 kilómetros al oeste de Santiago de Chile y el Comando Sur norteamericano destinó medio millón de dólares para su construcción.
Ya estaba en operaciones y criticada por numerosas organizaciones sociales, cuando ese mes visitó el país el secretario de Defensa, Leon Panetta. Preguntado sobre el significado de la base, se limitó a decir que servirá para adiestramiento de personal interviniente en misiones internacionales de paz, de las que forman parte doce países latinoamericanos (entre ellos Argentina).
Panetta restó importancia al rol que juega EE UU en esta base, afirmando que es Chile el verdadero dueño. No convenció a casi nadie. Entidades de derechos humanos firmaron una declaración de ocho puntos repudiando la instalación militar. Y recordaron que el último golpe de Estado en el subcontinente, perpetrado en junio de 2009 en Honduras, contó con el empleo de la base estadounidense asentada en ese país. Manuel Zelaya, el presidente constitucional, fue apresado en su domicilio, secuestrado por los golpistas y conducido a la base de Soto Cano, Palmerola, como primer paso antes de su deportación forzosa a Costa Rica.
Esos organismos humanitarios de Chile sufrieron, como su población, en carne propia, los avatares de la injerencia norteamericana de los ´70, con el golpe de Estado de Augusto Pinochet, precedido por el Operativo Unitas a las puertas de Chile en setiembre de 1973.
En cambio es más discutible discernir cuál es la base militar más antigua de los yanquis. Algunos dirán que es la que usurpan en Guantánamo, Cuba, donde impusieron a la naciente y fallida república la concesión a perpetuidad de la zona, garantizada «legalmente» con la Enmienda Platt de 1902.
Otros creerán que la de mayor antigüedad es la Escuela de las Américas que funcionaba en la zona del canal de Panamá y que luego de los acuerdos Carter-Torrijos fue desplazada a Fort Benning, en Georgia.
Entre las más viejas que no le pertenecen directamente hay que mencionar a la base británica de Mount Pleasant, en Malvinas, isla Soledad, donde desde hace mucho tiempo están plantados los ingleses usurpadores. Por los convenios de colaboración entre miembros de la OTAN, como son EE UU y el Reino Unido, no cabe duda que lo que los norteamericanos demanden de colaboración del socio, lo tendrán al instante. Esa cooperación entre imperios se verifica con otra base que depende de Mount Pleasant, la isla de Ascensión, británica, pero cuyo aeropuerto fue arrendado a EE UU en 1956. La fuerza aérea yanqui lo opera desde entonces.
En algunos casos una base es abierta y luego, por motivos políticos adversos, debe ser cerrada. Es lo que sucedió con la de Manta, en Ecuador, creada por el colaboracionista coronel Lucio Gutiérrez y cerrada en 2009 por el patriota Rafael Correa. Lamentablemente son más las que se abren que las que se cierran por esos motivos de presidentes antiimperialistas.
Intentos en Argentina
El Comando Sur norteamericano, dirigido desde junio de 2009 por el general de la Fuerza Aérea, Douglas Fraser, manda desde su base central de La Florida.
Tanto Fraser como sus antecesores en el comando, los generales Charles Wilhem en 1999, Peter Pace en 2001, James Hill en 2004 y Bantz Craddok en 2005, y por el almirante James Stavridis en 2007, han tenido una preocupación política y un dispositivo militar correspondiente.
La preocupación, casi se diría obsesión, es el aumento de gobiernos díscolos con Washington; a la eterna Cuba, nunca digerida, se fueron sumando con sus propios tiempos y acentos, gobiernos como el de Correa, Evo Morales y sobre todo, el de Hugo Chávez en Venezuela. Secundariamente también han molestado al Comando de La Florida gestos insumisos de Brasil y Argentina, que aún en medio de relaciones relativamente amistosas desafiaron las políticas de bloqueo a Cuba y aislamiento a Venezuela.
Todavía debe recordar con amargura el general Fraser el incidente con el avión suyo con armas, equipos y drogas que el gobierno argentino no permitió desembarcar luego de aterrizar en Ezeiza, en febrero de 2011.
El militar debe pensar que los gobernantes argentinos son desagradecidos porque todo ese cargamento iba para oficiales norteamericanos que harían un curso con oficiales de la Policía Federal «Argentina».
Como Argentina es una pieza importante en el tablero político latinoamericano, el Pentágono siempre insiste en poner la bota en el lugar. A fines de 2011 el ministro consejero de la embajada norteamericana en Buenos Aires y el agregado militar, comandante Edwin Passmore, fueron recibidos por el gobernador de Chaco, Jorge Capitanich.
El motivo de la reunión era continuar las conversaciones sostenidas ya en 2007 por Capitanich con el entonces embajador norteamericano, Earl Wayne, que apuntaban a crear una base de operaciones supuestamente humanitarias en esa provincia del noreste.
El año anterior la embajadora norteamericana, Vilma S. Martínez, había acompañado al general Fraser, de visita en Buenos Aires, hasta el despacho de la ministra Nilda Garre. Los tres sonrieron para la foto, que está colgada en el álbum de la embajada.
Este año se aceleraron los tiempos, pues el 18 de marzo Capitanich recibió en su despacho a la comitiva del Comando Sur, integrada por el comandante Passmore y otros funcionarios de la embajada. Luego del encuentro Passmore fue el vocero oficial de la administración chaqueña, pues informó de lo tratado. Dijo que estaba en su etapa final la «Central de Emergencias» construida con fondos del Comando Sur en el aeropuerto de Resistencia.
Tropezón que no es caída
Esta información detonó un escándalo político. El gobernador tenía muchos antecedentes de pronorteamericano, como le había manifestado a Wayne en 2008. Cables de WikiLeaks revelaban que Capitanich se había manifestado contrario al sentimiento antinorteamericano que imperaba en amplias franjas de la sociedad argentina. Esto no podía llamar la atención de quien ingresó a la política de la mano de Domingo F. Cavallo y en 2002 fue jefe de Gabinete de Eduardo Duhalde. Como Daniel Scioli, Sergio Massa, Alberto Fernández y Amado Boudou, Capitanich sintoniza bien la onda de EE UU.
El proyecto del Comando Sur albergado por Chaco levantó mucha polémica en la provincia y el país. Hubo dos marchas populares, en abril y mayo, de miles de personas hacia el aeropuerto de Resistencia, para denunciar el plan yanqui, que en principio luce como humanitario pero que, viniendo de quien viene, tiene claras y peligrosas connotaciones políticas y militares.
Como se denunció, qué casualidad que la «Central de Emergencias» esté ubicada sobre el Acuífero Guaraní, la cuarta reserva mundial de agua dulce del planeta. Del lado paraguayo ya existe desde 2006 la base Mariscal Estigarribia, con 600 marines que vinieron con argumentos humanitarios y aún están allí.
El propio gobierno de Cristina Fernández estaba en difíciles condiciones para avalar el proyecto de Capitanich. Es que Argentina había votado en contra de un proyecto de inspiración estadounidense presentado en una reunión reciente de la OEA y la Junta Interamericana de Defensa. Se pretendía que los militares de cada país, ante una catástrofe natural, terremoto o inundaciones, etc, pudieran decidir aún sin autorización de las autoridades civiles.
Entre otros antecedentes negativos de esa intervención «per se», se citó el caso de Chile, cuando -tras el terremoto de 2010- los Carabineros asesinaron a una persona considerándose por encima de las leyes en esa emergencia.
Al final Capitanich tuvo que cambiar de medio a medio su iniciativa. El 22 de mayo último envió un proyecto de ley a la Legislatura para que la tristemente célebre «Central de Emergencias» pase a depender de la Defensa Civil, propia, que no podrá dar participación a ninguna fuerza militar foránea.
Esto fue un fracaso grave del imperio y sus políticos afines, de la embajada gringa y su Comando Sur.
De todas maneras, los militares norteamericanos no se darán por vencidos. Cuando tropiezan y caen en un lado, tienen otros planes previos o sucedáneos para seguir con su plan militarista.
Un ejemplo claro lo dieron en Manta. Cuando el presidente Correa les cerró esa instalación clave sobre el Pacífico, salieron rápidamente a reclamar que el entonces mandatario colombiano Alvaro Uribe les cediera siete nuevas bases en Colombia. Y también abrieron otras tres en Perú. No sería extraño que ante la negativa final de Argentina en Chaco, el Comando Sur fortalezca la base de Concon en Chile y la de Mariscal Estigarribia en Paraguay.
Para Fraser, pero sobre todo para sus jefes Panetta y Barack Obama, en estos tiempos de crisis económica hay que tener listos los marines, los aviones, los misiles, la IV Flota y el multimillonario presupuesto del Pentágono (664.000 millones de dólares).