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Árbol sagrado al que los colonizadores trataron de extirpar de raíz

El quishuar, árbol de la vida

Fuentes: Rebelión - Imagen: Flor del quishuar, árbol sagrado andino. Nombre científico: Buddleja incana. Foto: Diego Amaya

El quishuar, árbol sagrado de los pueblos originarios, es una especie en peligro de extinción por la falta de incentivos para su conservación.

El árbol quishuar tuvo y tiene entre los quechuas un especial significado sagrado. En el Manuscrito de Huarochiri, recopilado por Francisco de Ávila, en el siglo XVI, asoma como el árbol simbólico de los quechuas de las zonas cercana a Lima. Esto quiere decir que la veneración al árbol no fue solamente entre los Incas-quechuas del Cusco, sino que lo fue ya entre los quechuas pobladores del Chinchay Suyo. El hecho de que el significado del quishuar haya estado tan extendido, nos da la idea de su importancia cultural.

Las creencias del significado mítico del árbol hablan ya de una agricultura desarrollada en el Tahuantinsuyo, ya que el culto a los árboles aparece en épocas tardías, mucho después que el culto a los animales. La imagen mítica del árbol quishuar expresa la vida y su renacer, por esta razón, se lo conoce como árbol de la vida, versión del “árbol del mundo”, imagen característica de la conciencia mitológica de muchas culturas a nivel mundial.          

   El quishuar es verdaderamente singular: sus flores son de color anaranjado con un dulce olor a miel, y sirvieron para tinturar textiles, las hojas,  de color verde por el haz y de color café claro por el envés  vuelve muy vistoso al árbol. Las hojas, el tallo y las ramas tienen cualidades sanadoras y los quechuas desde tiempos remotos, los utilizaron en las prácticas curativas. Además, con su madera se hicieron los keros, o vasos de madera, que al comienzo fueron rituales, y también se elaboraron instrumentos de labranza, muebles y puertas.

   El árbol quishuar fue muy reverenciado por los Incas.  Cristóbal de Molina en “Ritos y fábulas de los Incas”(1573/1947), cuenta  “que el Inca Yupanqui (Pachacutic) mandó hacer las casas y un suntuoso templo en la Quishuar Cancha, viniendo hacia la plaza del Cuzco”. Este templo-palacio perteneció a Wiracocha Inca, padre de Pachacutic, tenía forma cuadrada y adentro había edificios y patios. Estaba dedicado al “dios hacedor de todas las cosas, Pachayachachic Viracocha”, divinidad anterior al culto del Sol. En uno de los patios del suntuoso palacio del que hablan los cronistas, muy probablemente, se conservaba un quishuar al que el inca ofrecía rituales de adoración.  El cronista de la Colonia, fray Martín de Murúa, anota que “Wiracocha Inca, fue muy dado a la magia. El mismo sabía más que los magos y no comunicaba sus secretos”. No es por nada que sobre los cimientos del Quishuar Cancha, los españoles mandaron a edificar, nada menos, que la Catedral del Cusco.

   Algunos cronistas cuentan que el Inca mandaba a confeccionar figurillas en forma de animales y plantas del tronco y ramas del quishuar y que él personalmente las tiraba a la hoguera sagrada el día del Inti Raymi para que el humo subiera hacia el Sol llevando mensajes que pedían que no cayeran heladas en los cultivos.

   Los colonizadores españoles quisieron evangelizar e hispanizar a los indígenas. Recogieron y descubrieron gran cantidad de huacas (objetos elaborados, o fenómenos naturales sagrados), los describieron, los estudiaron para extirparlos de raíz, pero al mismo tiempo, contribuyeron paradójicamente a conservarlos. Además, los indígenas, a pesar de la represión, no olvidaron sus creencias, hasta hoy, superviven como resistencia a la colonización, es el caso del culto a la Pacha Mama o a la Chacana.  

   El ábol quishuar fue objeto de aniquilación por los “extirpadores de idolatrías”. Según se sabe por un documento colonial, en una investigación realizada en la zona Huanca, durante el año 1617, en el pueblo de San Miguel de Ulluc Mayo por el visitador de idolatrías bachiller Francisco de Estrada, aparece el siguiente dato: “para evitar que cayese la helada en las chacras se hacían sacrificio y adoración a un árbol quishguar”. Aquí se revela como el árbol fue tratado por los españoles, le adjudicaron creencias y prácticas mágicas que había que extirparlas de raíz.

Por su lado, el padre Bernabé Cobo enumera los múltiples adoratorios y huacas que había en los caminos que partían en las cuatro direcciones del Tahuantin Suyo y que salían desde el templo del Sol (Cori Cancha). Uno de los adoratorios salía hacia el Chinchay Suyo y se llamaba Quishuar puquiu, y era un “manantial que decían haber bebido la gente del Inca luego de haber ganado una victoria”. El manantial  adquirió  el carácter de huaca por su vínculo con el árbol.

   Hasta hace algunos años y posiblemente continúe hasta el presente, en algunas comunidades quichuas de la zona de Tarabuco en Bolivia, se conservan los bosquecillos como adoratorios naturales al árbol consagrado a los que prestan mucha atención y los resguardan de las miradas de personas extrañas.  (Indagación personal de la autora, 1992).

   Hoy cerca del Cusco, zona de Paruro, los quechuas, veneran el árbol quishuar y se hacen fogatas con su madera, se identifica al árbol, por su forma, con la imagen del fuego. Es posible que también se lo haga en otras regiones, aunque es una práctica que se la esconde a la mirada de los ajenos.

   En el Ecuador, hay múltiples ejemplos del vínculo de la veneración incásica al árbol andino.   Los quichuas de Colta y Cacha, en Chimborazo, sitio donde estuvieron los incas por un período largo, según los vestigios de toponimia y onomástica quechuas, también se guarda el culto al árbol quishuar. Se curan de muchas enfermedades con el agua donde han hervido un pequeño trozo de la corteza del “árbol de la vida”. 

Cerca de Latacunga, en Cuicuno se edificó el santuario católico llamado el “Señor del Árbol”.   El Cristo que se muestra está crucificado en el tronco de un quishuar. Hay una leyenda creada por los curas católicos que quieren desvirtuar el significado sacro del árbol y dice que “el Cristo brotó del árbol cuando se lo cortó”.  Pero el Quishuar de la zona, devenido en soporte de la talla cristiana, cercano al antiguo palacio inca de Huaynacapac, actualmente convertido en el lujoso hotel, San Agustín del Calo, muestra la evidencia del vínculo que mantenían los soberanos cusqueños con el quishuar de la colina de Cuicuno.

   Asimismo, cerca de la Mitad del Mundo, en Pomasqui, no lejos de Quito, donde los incas tenían sus sitios de descanso y recreación, hay un quishuar encerrado en un templo católico. El antiguo árbol, transformado por los curas católicos en talla con el rostro de Cristo, ya está muy distante de ser una huaca viva y  venerada por los quechuas, los curas del lugar hicieron la escultura con el rostro de Cristo para imponer a los fieles la adoración a la divinidad cristiana. Además, existe junto a la capilla un museo que contiene relatos de los innumerables milagros realizados por el “ Señor del árbol” en favor de la devoción cristiana. Aquí no hay interculturalidad, sino una imposición colonialista, a más de que la talla, con las ramas que semejan alas y en medio de ellas el rostro de cristo, resulta grotesca y extravagante.

  La tesis de grado de la ingeniera Erika Guamán Guamán,  de la Escuela Superior Politécnica  del  Chimborazo, da cuenta como en la actualidad , el quishuar “es una especie en peligro de extinción por la falta de incentivos para su conservación y  por el mal manejo sostenible”, lo que lleva a pensar que sobre el quishuar, el árbol de la vida quechua y quichua, siguen pesando las ideas colonialistas.

Ileana Almeida: Filóloga, profesora universitaria y escritora. Entre sus libros figura Mitos cosmogónicos de los pueblos indígenas del Ecuador.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.