El invierno apenas comienza y los efectos del cambio climático en Honduras nuevamente se hacen sentir con los primeros aguaceros que han provocado inundaciones, hundimientos y deslizamientos de tierra en zonas impensadas, siendo la capital la más afectada. Lluvias intensas de media hora, que recuerdan el paso del devastador huracán Mitch hace 12 años, fueron […]
El invierno apenas comienza y los efectos del cambio climático en Honduras nuevamente se hacen sentir con los primeros aguaceros que han provocado inundaciones, hundimientos y deslizamientos de tierra en zonas impensadas, siendo la capital la más afectada.
Lluvias intensas de media hora, que recuerdan el paso del devastador huracán Mitch hace 12 años, fueron suficientes para exponer la fragilidad hondureña, que registra al menos ocho muertos, cientos de damnificados y reportes de daños en la costa norte y en el centro, sur y oriente del país.
En la capital, las lluvias cortas, pero intensas, asociadas a la tormenta tropical Frank, causaron el hundimiento de un tramo de la principal arteria vial que comunica a Tegucigalpa con la carretera que conduce al norte del país.
El agujero de más de siete metros que se abrió en esa vía ha obligado a crear corredores alternativos de tránsito provocando un embotellamiento del tráfico mayor al usual.
Mientras, los derrumbes en zonas consideradas seguras, de clase media y alta, son la sorpresa del momento.
«La ciudad parece caerse a pedazos y hoy parece que todo es vulnerable aquí. Los deslizamientos ya no son propios de los barrios pobres y marginales, también tocan al resto de la sociedad capitalina y estamos sorprendidos por tanta fragilidad y vulnerabilidad», dijo a IPS el alcalde de Tegucigalpa, Ricardo Álvarez.
Desde hace dos semanas, la autoridad local habilita albergues temporales y visita los sitios de desastres desde donde se evacua a las familias en riesgo.
En la exclusiva colonia «Lomas del Guijarro», donde residen personas acomodadas y famosas, un muro perimetral se vino abajo y soterró al menos una docena de vehículos, ante la angustia y sorpresa de los ricos inquilinos, quienes fueron advertidos por la autoridad municipal de la necesidad de evacuar ante la posibilidad de nuevos deslizamientos.
Dino Rietti, presidente del Colegio de Arquitectos de Honduras, dijo a IPS que la situación es preocupante porque «estamos respondiendo a una mitigación temporal o de momento, pero aún no encontramos soluciones definitivas».
«Aquí se requiere de mucha voluntad política para dejar de otorgar permisos ambientales en zonas riesgosas», sostuvo.
«Todo esto es producto del calentamiento global, son los impactos del cambio climático, nos lo han advertido pero nadie ha querido ver el problema como algo serio, lo han visto como algo temporal como hasta ahora», se quejó Rietti.
Randolfo Fúnez, de la gubernamental Comisión Permanente de Contingencias (Copeco), señaló a IPS que «las lluvias de 28 minutos que nos caen, son pequeños (huracanes) Mitch, que aparecen cada una semana o dos y el suelo está tan impermeabilizado de agua que ya no aguanta más y por eso son los desastres».
Esto explica lo acontecido el fin de semana en la ciudad de Danlí, en el oriental departamento de El Paraíso, donde dos horas de lluvia dejaron al menos 800 personas damnificadas, cuatro muertos, más de 40 viviendas destruidas y varios poblados incomunicados.
«Los aguaceros y las enormes riadas destruyeron represas, cortaron líneas de conducción del agua y azolvaron tuberías secundarias en al menos nueve barrios y colonias. No hay danlidense que no haya sido afectado», dijo el subgerente del servicio de agua potable en la zona, Ricardo Velásquez.
Durante el paso del huracán Mitch, la región oriental fue de las menos afectadas por el fenómeno, por ello el asombro de sus habitantes y autoridades que calculan pérdidas del orden de 200.000 dólares. La ciudad tiene 50.000 habitantes.
Pero los reportes de los efectos del cambio climático también llegan del sur del país, otra de las zonas más golpeadas, después de Tegucigalpa.
Cerca de la frontera con El Salvador, en la comunidad de la Costa de los Amates, sus pobladores nuevamente se encuentran incomunicados y la gente ha tenido que subirse al techo de las viviendas para escapar de las inundaciones causadas por el desborde del río Goascorán, una frontera natural que separa a Honduras de San Salvador.
Choluteca y Valle son los departamentos de la zona sur que empiezan a reportar daños, mientras en la costa norte las embravecidas aguas del río Ulúa empiezan a inundar plantaciones de cultivos y obligan a evacuar gente que vive en los márgenes de uno de los afluentes más grandes del país.
Al menos nueve de los 18 departamentos de Honduras, de casi ocho millones de habitantes, se mantienen en alerta amarilla, en tanto la capital sigue en alerta roja desde hace una semana. Gines Suárez, geólogo experto de la Organización de las Naciones Unidas, recomienda un reordenamiento territorial de la capital y aplicar las leyes que sancionan las malas obras de construcción.
«Los permisos de construcción deben ser más estrictos, deben ir acompañados de un estudio de riesgo, en vista de que existen al menos tres fallas geológicas detectadas y es cerca de ellas donde está una gran concentración poblacional», planteó.
Tres meses después de que el país viviera el paso de la tormenta tropical Agatha, que obligó a declarar emergencia nacional por los daños causados, Honduras nuevamente reafirma que sigue siendo una nación con un alto índice de riesgo climático.
Mientras, el gobierno anunció que busca recursos por 19 millones de dólares para mitigación.