La enorme influencia de los lobbies económicos sobre el Congreso de EE.UU. y sobre las diferentes agencias del Gobierno federal es un hecho bien conocido, y es la causa de que exista una movilización popular, liderada por el movimiento Occupy Wall Street, que denuncia esta corrupción de la democracia estadounidense. Esta corrupción impide el pleno […]
La enorme influencia de los lobbies económicos sobre el Congreso de EE.UU. y sobre las diferentes agencias del Gobierno federal es un hecho bien conocido, y es la causa de que exista una movilización popular, liderada por el movimiento Occupy Wall Street, que denuncia esta corrupción de la democracia estadounidense. Esta corrupción impide el pleno desarrollo del mandato popular, definido en la Constitución de aquel país que comienza con la espléndida frase «We, the people, decide» (Nosotros, el pueblo, decidimos). La privatización del sistema electoral, con la enorme influencia de tales lobbies ha cambiado el espíritu de tal Constitución, de manera tal que la realidad política transforma aquel «Nosotros, el pueblo, decidimos» en «Nosotros, los poderes financieros y económicos, decidimos». No sorprende, pues, que la gran mayoría de ciudadanos de EE.UU. no crean que el Congreso de EEUU y el gobierno federal representen los intereses de la población (el 68% y el 78%, respectivamente). Unos porcentajes casi idénticos creen que Corporate America -la expresión popular que define el mundo de las grandes empresas y de las grandes finanzas (lo que el movimiento Occupy Wall Street llamó el 1%)- es la que controla el Congreso y el gobierno federal.
Una situación casi idéntica está ocurriendo en la Unión Europea. Y es sorprendente que no exista una denuncia tan generalizada como está ocurriendo en EE.UU. Según un estudio de los sindicatos austriacos, existen entre 15.000 y 20.000 lobbies en Bruselas, sede de la Comisión Europea, que se gastan casi 3.000 millones de euros en influenciar a tal Comisión. La gran mayoría de estos lobbies son empleados de las grandes empresas financieras y de las corporaciones multinacionales (el 68%), y sólo una minoría (un 1%) representa a sindicatos y asociaciones de ciudadanos. Entre los primeros, los más importantes y que cuentan con más recursos, son los que representan intereses bancarios.
El informe citado anteriormente señala la apertura que la Comisión tiene hacia tales lobbies financieros y empresariales a los que considera como aliados naturales en su intento de estimular la economía europea y su competitividad. De esta manera la industria financiera ha tenido una enorme influencia en desregular la movilidad de capitales en la UE, semejante a la ocurrida en EE.UU. (y que llevó a la crisis). Como ocurrió en EEUU, fueron estos lobbies de la banca los que en realidad escribieron la legislación desregulando la banca europea, causa también de la crisis financiera europea. Esta influencia, junto con la ejercida por el mundo empresarial, explica el desmantelamiento del Estado del Bienestar y ataque al modelo social europeo, mediante los recortes que se están imponiendo en los distintos Estados miembro de la UE y que han llevado al desastre a Grecia y, probablemente, le ocurrirá lo mismo a España.
Fueron tales lobbies los que también jugaron un papel clave en el desarrollo de lo que se llama el Six Pack del sistema de gobernanza económica, que fue aprobado rápidamente, con nocturnidad y alevosía (sin discusión en el Parlamento Europeo), que da a la Comisión Europea un enorme poder para sancionar a aquellos países que no cumplan con la austeridad impuesta. Fueron también tales lobbies financieros los que escribieron el nuevo Pacto de Fiscalidad, que fuerza a los Estados a alcanzar un déficit público cero. Otro lobby que ha influenciado enormemente a la Comisión es la Mesa Redonda Europea de Industrialistas y Empresarios (European Round table of Industrialists), que ha conseguido escribir la legislación que impone gran número de reformas neoliberales en la UE. Estamos, pues, viendo que el poder económico y financiero está corrompiendo el proceso democrático, influenciando indebidamente a aquellas instituciones, como la Comisión Europea, que, financiadas públicamente, deberían responder a los mandatos de la ciudadanía de los países miembros de la UE, en lugar de los lobbies financieros y empresariales. Sería de desear que hubiera a nivel europeo un movimiento equivalente al 15-M, que denunciara en términos contundentes tal falta de democracia en las instituciones europeas. Los sindicatos ya lo están haciendo y se necesita una movilización general para denunciar su falta de democracia.
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