La necesidad de centrar el desarrollo energético polaco en la promoción de la energía nuclear parece fuera de toda discusión, sin contar demasiado el lado del arco político en el que se encuentre el interlocutor. Sin embargo, los últimos acontecimientos parecen haber modificado en cierto modo el discurso de los grandes agentes sociales. El gobierno […]
La necesidad de centrar el desarrollo energético polaco en la promoción de la energía nuclear parece fuera de toda discusión, sin contar demasiado el lado del arco político en el que se encuentre el interlocutor. Sin embargo, los últimos acontecimientos parecen haber modificado en cierto modo el discurso de los grandes agentes sociales. El gobierno se mantiene firme, la decisión de construir nuevas plantas nucleares ya ha sido tomada, ahora se han de dar los pasos para implementar el plan.
A sabiendas de que la sociedad polaca se encuentra profundamente dividida en relación a sus sentimientos frente a la energía nuclear, el gobierno del conservador Tusk ha anunciado una gran campaña de educación y sensibilización. A pesar de que la campaña oficial aún no ha comenzado, el debate público no ha hecho más que recrudecerse, especialmente a raíz del desastre japonés de Fukushima. La posición pro-nuclear domina la escena pública, especialmente impulsada desde los medios de comunicación, la clase política y el lobby nuclear ligado a la antigua camarilla estalinista. El discurso es extremadamente simplista, intentando convencer a la sociedad polaca de que el desarrollo de la energía nuclear es el único modo efectivo y rápido de avanzar en la modernización del país, especialmente en el contexto político actual, en el que las restricciones provenientes de la Unión Europea en términos de protección climática hacen necesaria una alternativa. Las posiciones contrarias son raras en la prensa y las alternativas a la energía atómica son presentadas como «inadecuadas». Es en este contexto en el que surge una pregunta inevitable, ¿es la energía nuclear la única solución para Polonia?
Para mucha gente, evidentemente no. Agata Golec, del Instituto para el Desarrollo Sostenible de Varsovia, afirma: «es importante destacar que han cambiado algunas cosas. Ahora al menos hay debate. Se pueden presentar argumentos. Antes, casi no existían voces discrepantes. Lo primero que vemos es que tenemos la posibilidad de hablar sobre el tema». Golec se refiere a la abrumadora presencia de la postura pro-nuclear en los medios. «Incluso el Ministro de Economía, Pawlak, se ha atrevido a decir en público que es necesario reconsiderar la posición oficial; por supuesto que automáticamente ha sido desacreditado por Trojanowska, la principal cara visible del lobby pro-nuclear» /1. «No es tan sorprendente que sea necesario tanto esfuerzo por parte de los pro-nuclear para intentar convencer a la sociedad polaca de la necesidad de implantar centrales. La generación que vivió Chernobyl en su juventud ahora tiene 40 ó 50 años. Los más mayores aún viven. Un 70% de la sociedad polaca recuerda el pánico en primera persona. No nos olvidemos, Chernobyl está a 500 kilómetros de la frontera, una nube tóxica podría haber llegado en menos de 24 horas».
El pasado nuclear de la Polonia burocrática
La relación de la clase dirigente polaca con la energía atómica se extiende más allá de lo que los investigadores de los archivos oficiales están dispuestos a admitir. En un intento de borrar todo símbolo de continuismo con el socialismo real, el lobby pro-nuclear, en parte formado por físicos ligados al antiguo régimen, ha forzado a la sociedad polaca a un ejercicio de memoria selectiva. En la vía del «progreso democrático» han de aparecer como algo nuevo, como si nunca hubieran estado ahí. Las primeras experiencias polacas con la energía nuclear se remontan a hace algo más de 50 años. Los primeros reactores experimentales se encontraban en Swierk, muy cerca de Varsovia. Eran laboratorios de entrenamiento para el emergente sector de especialistas en energía nuclear formados por la Unión Soviética durante el trascurso de la Guerra Fría. El gobierno de la República Popular Polaca pensó que convertirse en la vanguardia nuclear del bloque socialista le daría cierta ventaja a los ojos de Moscú. Tras muchos años de preparación, la decisión de construir la primera planta nuclear se tomó en 1982, justo tras la imposición de la ley marcial y el inicio de la persecución contra el sindicato Solidarność. Es de imaginar que la decisión fue tomada sin ningún tipo de discusión pública. No es sorprendente que la tecnología elegida para desarrollar la aventura atómica fuera de origen soviético. Se eligió un área a unos 40 kilómetros de la ciudad costera de Gdańsk, junto al lago Żarnowieckie. La construcción de la planta no atrajo la atención de los polacos así que en un primer momento no hubo ningún tipo de oposición a la misma. Sin embargo, los dramáticos sucesos de Chernobyl, hicieron que la situación cambiara drásticamente. La falta de información general característica de un gobierno burocrático desorientó a muchos ciudadanos que comenzaron a desconfiar -si cabe, aún más- en las intenciones del mismo. Los medios polacos trivializaban el desastre y no fue hasta varios días después cuando se comenzó a alertar a la población y a advertirla de la posibilidad de un problema real. El gobierno llegó a repartir yodo en forma de líquido de Lugol ante una posible tragedia nuclear. Mientras, los expertos en energía nuclear seguían minusvalorando la extensión de la catástrofe, ayudados por los medios de comunicación. A pesar del bloqueo gubernamental y mediático, Chernobyl fue la chispa que incendió a la opinión pública polaca. Paz y Libertad, el movimiento pacifista-verde que más fuertemente se opuso a la construcción de la planta nuclear en suelo polaco organizó espectaculares protestas que llegaron a congregar a miles de personas. Muchas manifestaciones ilegales, promovidas desde medios occidentales y desde radios libres comenzaron a tener lugar por todo el país. La resistencia a la nuclearización del país surgió desde los rincones más insospechados, marchas ecologistas lideradas por sacerdotes y científicos independientes tenían lugar en las cercanías del lugar elegido para la construcción. Los manifestantes se organizaban para repartir propaganda ilegal sobre los peligros y amenazas que suponía la energía nuclear. Pronto surgieron masivas protestas también en el area de Wielkopolska, la zona elegida para depositar los residuos radiactivos. Tras la caída del régimen burocrático, el gobierno no pudo más que romper con la idea de construir la central en Żarnowiec, así como otros planes para el desarrollo de energía atómica en el afán post-89 de romper con todo lo que recordara al antiguo régimen. Dicha decisión no fue fácil para el gobierno polaco. Durante la mesa redonda de negociaciones del año 89, el único asunto que no se resolvió fue, precisamente la cuestión nuclear. La mayor preocupación de los implicados en el proceso, especialmente del lado de Solidarność , fue la poca fiabilidad de la tecnología de origen soviético. La ausencia de debate público y el total desconocimiento de la sociedad de las ventajas e inconvenientes de la tecnología nuclear no pareció un grave problema para el gran movimiento «democrático» en aquel entonces. En el contexto de cambios políticos y económicos en el que se encontraba el país, pese a todo, la decisión fue políticamente positiva para el presidente Mazowiecki.
Difuso, pero real. El rol del lobby energético
El experto en política energética, Zbigniew Karaczun, ve una perfecta analogía entre lo que ocurre hoy en día y lo que pasó entonces. «A día de hoy, observo la actitud de nuestros gobernantes y no me resulta demasiado diferente de la de aquellos de los años 80. De nuevo, se están tomando decisiones de vital importancia sin consultar al público y en ausencia de una asesoría económica y socio-política apropiada. En lugar de debatir, recibimos toneladas de propaganda y cualquiera que intente oponerse a los planes pro-nucleares es tachado de freak verde. Es difícil resistir la tentación de pensar que las decisiones energéticas del país las está tomando el primer ministro junto a una camarilla de aliados, formados por políticos, físicos nucleares y empresarios del lobby» /2.
En un principio, Donal Tusk, primer ministro polaco, no pareció demasiado interesado en el desarrollo de la energía atómica. Ni siquiera aparecía en su programa electoral, cuando venció al ultraconservador Jarosław Kaczyński en el 2007. Sin embargo, la situación cambió unos meses después, durante las negociaciones del Paquete climático y energético de la Unión Europea. 20 años de privatizaciones de los gobiernos democráticos polacos habían dejado al sector en una posición extremadamente débil, con infraestructuras arcaicas que no habían sido renovadas por los nuevos propietarios de las empresas ex-estatales, más interesados en obtener el máximo beneficio de las gangas compradas durante los procesos de «privatización espontánea» que de reformar las instalaciones y adaptarlas a las exigencias de eficiencia energética. La relevancia del sector del carbón y el alto nivel de emisiones se convirtieron en un debate principal en la vida pública, siendo los trabajadores de las minas de carbón polacas -que no se caracterizan por sus extremas medidas de seguridad- los cabezas de turco de dicha situación.
Dicha coyuntura fue determinante en la elaboración del plan de desarrollo para el sector energético polaco. El borrador sobre Política Energética hasta el año 2030, presentado en septiembre de 2008, no se mostraba determinante en la necesidad de construir centrales nucleares, aunque remarcaba la necesidad de una consideración pausada. El siguiente borrador, presentado solo 6 meses después, afirmaba que la primera central nuclear polaca estaría construida antes del año 2020. Una decisión de extrema importancia tomada desde los despachos de la industria. Tres meses después, en Junio de 2009, el gobierno aprobó una resolución de urgencia para el desarrollo del programa de energía nuclear. La posición de Comisaria del programa, galardonada con la vice-secretaría de Estado en el Ministerio de Economía, fue dada a Hanna Trojanowska, ex directora del Departamento de Energía Nuclear del PGE, Grupo Energético Polaco. La prisa por comenzar con el plan quedó demostrada cuando el gobierno, en plena ola de recortes sociales, adjudicó un presupuesto de 1.5 millones de euros para comenzar con la aplicación del programa nuclear /3.
«La construcción de una planta, o incluso dos, no sería suficiente para cubrir las exigencias del Paquete climático y energético de la Unión Europea», afirma Karaczun. «Es de extrema importancia invertir en energías renovables y, sobre todo, en la aplicación de programas de eficiencia energética. El gobierno y la opinión pública tienen que comprender que otro escenario no es solo posible, es necesario. Polonia se enfrenta a un reto de gran envergadura. Contando con el pésimo estado de nuestras redes e infraestructuras energéticas, la ausencia de una política energética razonada puede llevarnos hacia una verdadera catástrofe en el plazo de unos años. La energía nuclear no va a evitar el colapso. Además, el gobierno juega con fuego. Parece haber olvidado la fortísima oposición social al último intento de construcción de una planta nuclear. La única solución es avanzar hacia el desarrollo de las energías renovables».
De lo concreto a lo común. Por otra Polonia . «Aspiro a un debate real, honesto», afirma Radosław Gawlik, ex-viceministro de Medio Ambiente y miembro de Los Verdes-2004. «Discutir sobre energía nuclear negándose a entrar en el problema de los residuos radiactivos o los costes asociados y secundarios es totalmente inútil, una pantomima». «En un país democrático deberíamos poder exigirle a los políticos que respeten ciertos protocolos a la hora de tomar decisiones que limitan de tal manera el desarrollo. Abandonar los planes de instalación de plantas nucleares es la decisión más sabia para Polonia» /4 . El consenso existente en una parte importante de la sociedad polaca parece hacerse fuerte en ciertas instituciones que buscan un desarrollo más cercano, más democrático, más sustentable. Distintos actores sociales están empeñados en hacerse oír, en no permitir el monopolio del discurso por parte de aquellos que anteponen un eventual crecimiento económico al buen vivir común. La situación sigue abierta y el futuro de la energía nuclear en Polonia sigue siendo incierto, pero como ocurrió en los años 80, la ciudadanía polaca no está dispuesta a rendirse sin combatir.
Notas:
1/ IAR. «Deputy PM calls for nuclear rethink». The News, 17/03/2011. Edición online.
2/ Karaczun, Z. (2010) Poland and the challenges of the climate package. Varsovia: Heinrich Böll Stiftung.
3/ VVAA (2010) Alternatywna Polityka Energetyczna Polski do 2030 roku – Raport dla osób podejmujących decyzje. Varsovia: Instytut na rzecz Ekorozwoju.
4/ Gawlik, R. (2010) Pro-nuclear propaganda with no counter-arguments. Varsovia: Heinrich Böll Stiftung
Fuente: http://www.vientosur.info/articulosweb/noticia/?x=3833