Espoleado por el proceso escocés, el Sinn Fein ha promovido el debate sobre un referéndum. Paradójicamente, los unionistas no son los más opuestos, sino los gobiernos de Londres y Dublin
La petición realizada el pasado sábado por el presidente de Sinn Féin, Gerry Adams, demandando al gobierno británico que decida una fecha para que los norirlandeses ejerzan su derecho a la autodeterminación no es sorpresiva o inesperada. Ya el pasado año, cuando Alex Salmond confirmó que el referéndum sobre la independencia de Escocia tendría lugar en el 2014, el viceprimer ministro irlandés, el republicano Martin McGuinness, expresó su esperanza de que un proceso similar se produjera en Irlanda para 2016, año que marca el centenario del alzamiento de Pascua, la rebelión irlandesa que abrió la puerta a la guerra de independencia que puso fin a la presencia británica en el sur de Irlanda.
El reconocimiento del derecho de autodeterminación del norte de Irlanda precede al acuerdo de Viernes Santo, y fue una de las primeras cuestiones discutidas en el proceso de paz, formando las base de la llamada Declaración de Downing Street, que fue firmada en 1993 por los gobiernos de Londres y Dublín, y que reconoce que «solo el pueblo de la isla de Irlanda, en acuerdo con las dos partes y sin impedimento externo, puede hacer ejercicio de su derecho de autodeterminación sobre la base del consenso, libre y otorgado al mismo tiempo, norte y sur, para crear una Irlanda unida, si así lo desean, aceptando que este derecho debe ser implementado, ejercido y dependiente del acuerdo y consentimiento de la mayoría».
Precisamente, Martin McGuinness apuntó a este documento como una de las claves que favorecen la realidad de la celebración del referéndum en Escocia. El líder republicano considera que la independencia de Escocia es «inevitable» a largo plazo, y que independientemente del resultado del referéndum en 2014, el gobierno del nacionalista SNP había iniciado la cuenta atrás hacia la ruptura del llamado Reino Unido. La convocatoria de otro referéndum en Irlanda es otro paso en la misma dirección.
«Creo firmemente que estamos viviendo un periodo de cambios enormes… El tejido constitucional del estado británico ha cambiado y lo ha hecho para siempre», afirmaba McGuinness durante una entrevista con el diario británico «The Times», a la vez que insinuaba que la idea de una Irlanda unida podría conseguir el apoyo de los unionistas en algún momento, comentando que durante la formación del primer gobierno norirlandés, el por entonces líder del unionista DUP y primer ministro norirlandés Ian Paisley, le dijo «Martin, podemos gobernarnos nosotros mismos, no necesitamos a los ingleses diciéndonos qué hacer», lo cual McGuinness considera como un paso en la dirección adecuada desde el punto de vista republicano.
Precisamente las ventajas de la existencia de un gobierno autónomo en Belfast son evidentes para la población, ya que las decisiones del ejecutivo les han evitado a los norirlandeses la imposición de impuestos y recortes que están sufriendo los ingleses. Este es uno de los argumentos claves que Sinn Féin está utilizando para convencer de las ventajas de la escisión de Gran Bretaña, porque como apuntó Adams durante la llamada a la convocatoria del referéndum, que se produjo durante una reunión del partido en Dublín el pasado sábado 19 de enero. Sinn Féin reclama mayor autonomía fiscal, una exigencia que ya se ha oído en Escocia e incluso en Gales, y que no disgusta a los unionistas.
Los republicanos han jugado la carta económica con los unionistas desde el principio del proceso de paz, pero los argumentos de prosperidad y riqueza que favorecían a una Irlanda unida durante la época del Tigre Celta han sido destruidos con la profunda crisis que sufre la República irlandesa en estos momentos. Sin embargo, en momentos en que la crisis también marca los presupuestos del Gobierno británico, Adams apunta a que una economía planificada para toda la isla favorece la prosperidad, la creación de empleo y la inversión, y «podría transformar el paisaje económico y político de la isla».
La propuesta de Sinn Féin sigue la estela del proceso consultivo de Escocia, e incluye un proceso similar, seguido de un referéndum que se produciría a partir de 2015, después de las elecciones generales en el norte y sur de Irlanda.
Los unionistas recogen el guante
Sinn Féin considera que para garantizar cierto nivel de independencia a los norirlandeses, y tranquilizar a los unionistas, que rechazan de plano un gobierno central en Dublin, la Asamblea de Stormont podría seguir operando como una asamblea regional con ciertas transferencias, así como el mantenimiento de estructuras de cooperación entre Gran Bretaña y el nuevo estado irlandés. También se permitiría a todos aquellos ciudadanos del nuevo estado que lo deseen el acceso al pasaporte irlandés. Desde el DUP, la ministra de Negocios, Arlene Foster, declaró ante la BBC que el líder de su partido, y primer ministro norirlandés, Peter Robinson, podría aceptar el desafío de un referéndum de autodeterminación, cuyo resultado serviría para validar la unión con Gran Bretaña si la mayoría de los norirlandeses votaran en contra de la unificación de la isla. «Estoy diciéndole muy claramente: podemos descubrir su farol, y deberían tener mucho cuidado con lo que desean», apuntaba Foster.
Los analistas unionistas consideran que la oferta de Sinn Féin ha sido una jugada de cara a la comunidad republicana y que la aceptación por parte de los unionistas del desafío electoral dejaría a los republicanos en clara desventaja.
Los unionistas también consideran que la demografía actual en el norte de Irlanda sigue favoreciéndoles, ya que la mayoría de la población es protestante. La interpretación republicana es distinta. Primero, consideran que para 2016 la mayoría de la población será católica. Segundo, Gerry Adams apuntó a que frente al 40 % de los residentes en el norte de Irlanda que se consideraban británicos, un 25 % se consideraba exclusivamente irlandés y un 21 % exclusivamente norirlandés. «Esto es un 46% de los ciudadanos norirlandeses optando por una identidad exclusivamente definida por los confines de esta isla», apuntaba Adams. La tendencia demográfica preocupa a los unionistas, y de ahí que si el DUP opta por aceptar el desafío del referéndum prefiera hacerlo lo antes posible, cuando todo apunta a que la unidad sería rechazada. Pero también tiene la perfecta excusa a mano: si el arriar la bandera en el ayuntamiento de Belfast ha causado más de un mes de protesta, un centenar de policías heridos y decenas de detenidos, es posible imaginar lo que la aceptación unionista de un referéndum de autodeterminación podría significar.
El diputado republicano Mitchel McLaughlin, que participaba en el mismo debate radiofónico, aseguró que la decisión unionista permitiría un debate «claro, radical y abierto sobre los beneficios políticos, sociales y económicos de una Irlanda unida».
«Sinn Féin está listo para este debate, que debemos tener para poder manejar el cambio que está teniendo lugar en Irlanda y asegurar que los derechos de todos son respetados», explicó McLoughlin. «La visión de Sinn Féin es de `Una Irlanda de Iguales’, unida y en paz consigo misma y sus vecinos, incluyendo a Gran Bretaña. Es el momento de dialogar sobre como cerrar las heridas e iniciar una nueva era».
«No hay planes para una consulta»
La delegada del Gobierno británico en el norte de Irlanda, Theresa Villiers, declaró ante la Cámara de los Comunes del parlamento de Londres que no planea convocar una consulta en estos momentos, cuando la preocupación de los conservadores en el gobierno y de la oposición laborista es encontrar una solución a las protestas violentas por la ausencia de la bandera británica en el ayuntamiento de Belfast.
Por su parte, el primer ministro irlandés, Enda Kenny, también ha rechazado la posibilidad de un referéndum en estos momentos. «Creo que tenemos mucho trabajo por hacer aquí y en el norte para que cambie la mentalidad y la visión de la gente sobre el futuro de la isla», se excusó Kenny. «Esta es una materia sobre la que debe decir el gobierno británico y, claramente, si se llevara a cabo, tendríamos que considerar que ocurriría aquí, pero no creo que este es el momento de hacerlo».