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El discurso que debió pronunciar el Presidente Zelaya a su llegada a Honduras

Fuentes: Rebelión

Hoy hace un año once meses que fue expulsado violentamente de mi país. Mi pueblo me eligió para terminar el mandato constitucional hasta en febrero del 2010, pero los oligarcas de este país atribuyéndose la voluntad del pueblo y decidiendo con la lógica de las armas y la violencia le infirieron una honda herida a […]


Hoy hace un año once meses que fue expulsado violentamente de mi país. Mi pueblo me eligió para terminar el mandato constitucional hasta en febrero del 2010, pero los oligarcas de este país atribuyéndose la voluntad del pueblo y decidiendo con la lógica de las armas y la violencia le infirieron una honda herida a la institucionalidad del país.

Pensaron que le estaban haciendo daño a Manuel Zelaya. Pensaron que la venganza contra sus decisiones populares, contra su forma de gobernar a favor de los pobres se consumaba con mi secuestro y mi extrañamiento. Creyeron que el pueblo estaba con ellos, porque en sus cabezas cuadradas solo cabe su falsa idea de que son los amos y señores del pensamiento y de la voluntad de las personas. Pero se equivocaron. Se equivocaron y se han vuelto a equivocar una y mil veces, porque este pueblo que tengo enfrente no es un pueblo de tontos. Este pueblo que tengo enfrente ha dado la lucha en la calles de la ciudad, en sus puestos de trabajos, en sus pueblos, en sus aldeas y en sus caseríos. Han soportado el embate de la bayoneta y el fusil oficial que ha amenazado incluso hasta sus pensamientos.

Este pueblo que tengo enfrente sin disparar una tan sola bala le ha dado ejemplo de dignidad y de defensa de la Constitución a una clase indigna que usa la constitución como un libro de cuentas por cobrar para amontonar los millones del despilfarro y las ventajas de la desigualdad.

Este pueblo ha demostrado ser el pueblo de Morazán. Ya, a las ideas integracionistas y liberadoras de Morazán no solo lo acompañan los Texiguat y los curarenes, el sueño se ha universalizado en nuestro suelo y la entrega ha sido tan absoluta que han tenido la bendita gloria de inmolarse en pos de los sueños y las esperanzas y de las utopías históricas, por ver una Honduras de paz y de pan, de derecho pero sobre todo de justicia, de fraternidad pero sobre todo de solidaridad, de crecimiento económico pero con una justa y equitativa distribución de la riqueza. Una Honduras para los hondureños y para nadie más, que pretenda imponer su voluntad unilateralmente.

Hoy precisamente estoy en el lugar donde asesinaron al Compañero Isis Obed Murillo. El vino aquí con su padre y se unió a la lucha por mi retorno. El vino aquí para que aquel avión que nos conducía de vuelta a nuestra patria aterrizara ese 5 de julio de 2009 en el aeropuerto Toncontín. El peso de su muerte recae contra los cobardes. Contra aquellos que no debaten sino que asesinan, contra aquellos que anteponen la lógica de las balas ante la fuerza de las ideas, contra aquellos que interpretaron la Constitución Política desde la base de sus bolsillos oportunistas. A ellos, sobre ellos recae esta Muerte.

Tu nombre Isis Obed Murillo y la levedad de tu cuerpo y la mansedumbre de tu alma están inscritos en el libro de la vida. Desde allí, desde ese lugar dialéctico donde la materia se transforma, donde la esperanza tiene espacio en la utopía y el amor al prójimo no es una quimera, ni las ambiciones encuentran hospedaje, desde allí saludas al pueblo y lo bendices para que sigan tu ejemplo de entrega y para que continúen luchando por la libertad, ya que vivir por ninguna causa y al ritmo absurdo de la intrascendencia es como estar muertos en vida. Los otros mártires te acompañan y nos dicen desde ese lugar de la eternidad que la valentía vale la pena cuando se contribuye a poner las bases y los cimientos del reino de la dignidad y de la justicia.

Quise entrar por varios lugares. Ellos decían que tenía una orden de captura, pero no me capturaban me querían fuera del país. Adentro hacía mucho daño. Adentro incomodaba. Adentro no toleraban la palabra dignidad y le rehuían a la palabra justicia. Estas palabras que están escritas en el diccionario de las naciones civilizadas todavía les estorban y quisieran borrarlas para siempre. Pero no, este no es su planeta ni este suelo es su universo ni esta Honduras querida es su isla.

Dijeron que me expulsaban porque querían salvar la democracia ¡y como la salvaron! El que tomó por la fuerza al país es de la ciudad del Progreso pero sumió al país en el atraso.

¡Que sabe de conducir un país un personaje que no puede ni conducir ni sus propios buses!

Ustedes han tenido que soportar la grave crisis económica y en el asilamiento internacional que cortó préstamos y terminó con la cooperación externa.

Ellos dijeron e insistieron que estaban salvando a la patria. ¿Qué patria salvaron?

Hoy Honduras para que regrese a la civilidad requería mi regreso, requería mi retorno. Pregúntele al mundo si quieren a un gobierno de facto, les pregunto a ustedes que son el pueblo, si quieren un gobierno de facto. Nadie quiere un gobierno de facto, porque este es la expresión del miedo a las urnas, es la manifestación más pura del temor al voto universal, del vértigo a la decisión del pueblo, del pánico por la consulta popular.

Hoy en esta plaza pública, libre de legalidades inventadas y de procedimientos cocinados en los espacios de la geopolítica y de las ideologías retrogradas, les consulto. Porque no creo que me dejen entrar con la prohibición de preguntar. Por eso yo les consulto:

¿Quieren una democracia participativa? ¿Quieren una Honduras Justa? ¿Quieren una Honduras para el pueblo, por el pueblo y con el pueblo? ¿Quieren una Constituyente?

Si la quieren yo sé que la quieren, se las negaron las armas pero a casi dos años se las otorga la razón

A los agnósticos y a los detractores les digo. Miren. No ha pasado nada. Preguntar no es delito ni contestar es una herejía. El pueblo ha dicho que si. El pueblo es sabio, el pueblo sabe como Heráclito de Éfeso que nadie se baña dos veces en el mismo río, y que los cambios son necesarios y el que no cambia se petrifica.

Yo se que quieren un verdadero cambio constitucional. Porque aquí nacieron nuestros bisabuelos y nuestros tatarabuelos. Aquí aprendimos a luchar y a ganarnos el pan de cada día. La tierra se ha humedecido con nuestro sudor y nuestra sangre. Los amores tienen secretos en nuestros rincones y los amigos crecimos en parajes majestuosos y en infancias de fantasías. Esta es la Honduras que queremos rescatar para enseñarles a los que la tienen secuestrada que el alimento se comparte con los hambrientos, que esa justicia creada por ellos ya es de la edad media y no del siglo XXI. Que la tierra es de todos y que los recursos no los podemos regalar ni permutar a nadie sin hipotecar nuestra soberanía y nuestro futuro.

Nos han agraviado de muchas maneras. Han atacado a nuestras familias. Nos han calumniado, nos hay injuriado, han inventado historias y han pisoteado nuestro nombre. A esas personas que se han encargado de la infamia, les decimos desde este glorioso altar de la patria, que los perdonamos, que los conminamos a arrepentirse porque nuestra alma no contiene el más mínimo rencor y nuestro espíritu no está envenenado con el fruto amargo de la venganza. Los pastores de alma que hoy están contra nosotros nos enseñaron ayer a amar y perdonar. Tal vez a ellos se les ha olvidado, pero nosotros no olvidaremos nunca ni el amar ni el perdonar, cerrarnos a eso, es cerrarnos a la posibilidad de que los hombres cambien y nosotros confiamos en el hombre nuevo, por el que luchó y dio su vida el comandante Che Guevara.

En la embajada de Brasil en Honduras aprendí hasta que limite puede llegar la maldad humana, pero también aprendimos con los que me acompañaron y estuvieron allí, hasta que niveles puede llegar la tolerancia y la caridad social. Nosotros no culpamos a los soldados que estaban apostados en ese lugar, ni los que encendían el aparato sónico de tortura, ni contra los que se encargaban de lanzarnos gases tóxicos. Ellos son del pueblo, ellos son de hogares humildes y sencillos, pero los hilos del mal los manejan gentes que no dan la cara y meten la traición por la espalda, y meten el odio por los medios y cambian los medios por los fines. Esa gente que te sonríe pero porta una máscara a prueba de humanidad. Ellos son los verdaderos culpables.

Mi sufrimiento personal y familiar se lo ofrendo a este noble pueblo. Ustedes han sufrido más que yo y mi familia. A ustedes les niegan diariamente la vida. Ustedes son esos seres anónimos y a nadie más que ustedes les importa el rumbo de su propio destino.

Hoy es un día glorioso, es cierto, es la victoria contra quienes dijeron que hubo sucesión constitucional. Ni la Conservadora Harvard ni el Premio Nobel de la Literatura de la derecha Mario Vargas Llosa dijeron que no era golpe de Estado. Ni el mundo entero les creyó y ese adefesio jurídico hoy descansa en la crónica de la infamia y en los museos de la barbarie.

Pero este solo es un pequeño paso en el restablecimiento de la democracia. La crisis de la democracia representativa es un hecho indiscutible en las democracias actuales del mundo que necesitan del oxigeno puro de la participación directa del pueblo en la conducción de los destinos de los países.

La constituyente no es un capricho es una posibilidad legal y es una necesidad apremiante para este pueblo. Su lucha no ha sido en vano, a veces cuesta reconocer nuestros logros y dudamos de cualquier avance, pero ustedes han obtenido muchos triunfos y este es uno de ellos, el siguiente en la constitución con los contenidos dignos de un país soberano, con los artículos que garanticen el derecho a la autodeterminación y la prohibición de regalar nuestros recursos. Con apartados que aborden la institucionalización del poder popular. Normas y leyes en la que reconozcamos nuestros sueños y nuestras aspiraciones, y que ese libro que es la nueva constitución que vamos a tener sea nuestra propia biblia civil y no sea solo un libro para abogados y especialistas.

Este reto es de todos y nadie se puede quedar afuera. Es cierto nos separan algunas nociones, nos separan algunos caminos, pero nos une la meta, nos une el fin, nos une el objetivo común de saludar a un nuevo país. El enemigo no tiene fisuras nuestra autenticidad consiste en reconocernos con nuestras diferencias y nuestras heterogeneidades y saber que al final de todo los que nos une es Honduras.

Milson Salgado es escritor hondureño.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.