Waldina Ayestas tiene 44 años. Es madre soltera de tres hijos y desde hace 13 años trabaja en el área de empaques de la finca Corozal 2, propiedad de Chiquita Honduras, donde contrajo el síndrome del túnel carpiano. Su vida cambió para siempre, pero ni la transnacional, ni las autoridades de salud aceptan que se […]
Waldina Ayestas tiene 44 años. Es madre soltera de tres hijos y desde hace 13 años trabaja en el área de empaques de la finca Corozal 2, propiedad de Chiquita Honduras, donde contrajo el síndrome del túnel carpiano. Su vida cambió para siempre, pero ni la transnacional, ni las autoridades de salud aceptan que se trata de una enfermedad laboral.
En el área de empaques Waldina Ayestas ha desempeñado varias tareas, entre otras, seleccionar, poner el sello, empacar los bananos. Años sometida a los mismos movimientos sin ninguna posibilidad de rotación de puesto.
A los dos años de haber iniciado sus labores en la finca comenzaron los dolores.
«Las manos me dolían, se me dormían, se me inflamaban. En la noche sentía un gran ardor en todo el brazo derecho que no me dejaba dormir. Sentí miedo porque no entendía qué estaba pasando «, dijo la trabajadora a La Rel.
Waldina asegura que entró a trabajar en perfectas condiciones físicas y que su enfermedad está directamente relacionada con el trabajo.
«Cuando me contrataron me hicieron todos los análisis y no tenía ningún problema de salud. Esta enfermedad me cambió la vida. No importa lo que diga la empresa, yo sé que la contraje en la finca», manifestó.
Los doctores le diagnosticaron síndrome del túnel carpiano y tuvo que someterse a una cirugía. A los dos meses ya estaba de vuelta al trabajo.
«No dejaron que me recuperara plenamente, ni quisieron reubicarme. Volví a realizar los mismos movimientos que me enfermaron, y ahora estoy peor que antes de la operación», dijo Waldina enseñándome su mano y su brazo inflamado
Un ejército de enfermos
Crónica de una enfermedad anunciada
Los sectores de la maquila y la agroindustria es donde más las y los trabajadores contraen enfermedades osteomusculares. Sin embargo, son muy pocos los casos donde la patronal y las autoridades de salud reconocen que se trata de enfermedades profesionales.
En el caso de Waldina Ayestas y de muchas otras compañeras de trabajo se trata de la «crónica de una enfermedad anunciada».
«En repetidas ocasiones pedí a mi jefe inmediato que me reubicara, pero no escucharon. Dice que si no hay una orden médica tengo que seguir en mi puesto.
Trabajo de 7 de la mañana a 7 de la tarde y ya no aguanto el dolor. Ni siquiera puedo realizar las tareas domésticas y tengo que pagar a alguien para que me ayude en la casa», lamentó.
Waldina explicó también que hay 16 trabajadoras más que sufren la misma situación y que ya fueron operadas.
«Muy pronto otras más saldrán afectadas. Sólo es cuestión de tiempo», advirtió la trabajadora.
Formación, organización y lucha
La importancia del sindicato
Waldina y sus compañeras y compañeros de trabajo están afiliados al Sindicato de Trabajadores de La Tela Railroad Company (Sitraterco), que es miembro de la Federación de Sindicatos de Trabajadores de la Agroindustria (Festagro).
«Estar afiliadas al sindicato ha sido fundamental. Nunca nos han dejado solas en la lucha», dijo la trabajadora de Chiquita Honduras.
También agradeció a la Rel-UITA, la USTABH[1], la Red de Sindicatos de la Maquila y Festagro por la organización del Taller sobre Seguridad y Salud en el Trabajo, impartido los días 2 y 3 de julio en San Pedro Sula por el especialista en Medicina Laboral, Roberto Ruiz.
«Ha sido enriquecedor, porque nos ayuda a entender la importancia de concientizarnos sobre estas problemáticas, al tiempo que nos anima a organizarnos para enfrentar juntos esta explotación que nos enferma», concluyó Waldina Ayestas.
Nota:
[1] Unión de Sindicatos de Trabajadores de Alimentos y Bebidas de Honduras
Fuente: Rel-UITA
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