Más de de 19.000 niñas y niños migrantes han atravesado en lo que va del año la peligrosa y remota selva del Darién, que separa Colombia de Panamá, para dirigirse a Costa Rica, México o Estados Unidos, triplicando las cifras totales registradas en cinco años previos, alertó el Fondo de Naciones Unidas para la Infancia (Unicef).
El llamado Tapón del Darién, zona selvática de 266 kilómetros donde la espesa vegetación impide a veces ver el sol, hay animales salvajes (incluso serpientes venenosas), ríos caudalosos y grupos criminales, se convirtió en corredor para los migrantes irregulares que intentan llegar a Estados Unidos.
Unicef advirtió sobre un aumento de los niños que cruzan solos el Darién. En 2020 ocho niños no habían sido acompañados, en 2021 fueron 153. «La mayoría no viajan solos, viajan acompañados de sus papás, pero en el trayecto de la jungla pasan muchas cosas, a veces los padres se quedan atrás, la mamá se queda herida o se ven separados al momento de cruzar un río», aseguró Laurent Duvillier, jefe de comunicación de Unicef.
En este denso bosque tropical, las familias de migrantes con niños y niñas están particularmente expuestas a la violencia, incluido el abuso sexual, la trata y la extorsión por parte de bandas criminales. Los niños y niñas que cruzan la selva del Darién también corren el riesgo de contraer diarrea, enfermedades respiratorias, deshidratación y otras dolencias que requieren atención inmediata.
Una afluencia tan creciente de niños que se dirigen al norte desde Sudamérica debería ser tratada como crisis humanitaria por toda la región, sostuvo Jean Gough, directora regional de Unicef para América Latina y el Caribe. Entre enero y septiembre pasados, 91.300 migrantes en tránsito llegaron a Panamá tras atravesar la jungla, una cifra que triplica el récord de 2016, según el Servicio Nacional de Migración (SNM) panameño.
Los y las migrantes, de más de 50 nacionalidades de lugares tan lejanos como África y el sur de Asia, están utilizando esta ruta en su camino hacia Estados Unidos. La mitad de los migrantes son de Haití, muchos de los cuales tienen hijos nacidos en Chile o Brasil.
El número de niños migrantes que cruzan a pie el Tapón de Darién ha alcanzado un máximo histórico, alertó Unicef. Se espera que aumente en las próximas semanas y meses. Más de 20 por ciento de los migrantes que cruzan la frontera entre Colombia y Panamá son menores de edad y la mitad de ellos tiene menos de cinco años. Los menores que cruzan el Tapón de Darién a pie están expuestos a la violencia, abuso sexual, trata de personas y enfermedades, indicó el Unicef.
Los cuerpos de al menos cinco pequeños han sido hallados en la selva panameña en lo que va del año, mientras más de 150 niños arribaron solos al istmo, casi 20 veces más que en 2020.
Pero ni las autoridades saben con certeza cuántas personas han muerto en esta selva impenetrable o en las aguas que separan a Colombia de Panamá. Seguramente, después de años de muertos, estudiarán un paso organizado y seguro. Es apenas un paso en la larga travesía por Costa Rica y México para llegar a EEUU y alcanzar su “sueño americano”. Esa selva húmeda y cerrada es un cementerio.
El Tapón del Darién, la región más intransitable y peligrosa de América Latina, marca el inicio de la ruta hacia el norte. Una vez en Panamá, el gobierno les proporciona paso seguro hasta Chiriquí, zona fronteriza con Costa Rica, desde donde continúan su larga travesía.
Entre enero y septiembre de 2021 Panamá ha registrado un récord de 91 mil 305 migrantes que ingresaron al país desde Colombia, según cifras del Servicio Nacional de Migración. Más de 60 por ciento provienen de Haití, 14 por ciento de Cuba y el resto de países africanos, asiáticos y de Venezuela.
Unicef prevé que el número de niños y familias migrantes que cruzan la selva siga aumentando en las próximas semanas y meses, ante lo cual «está ampliando su respuesta humanitaria para abordar las necesidades urgentes» de esa población.
Asimismo instó a los gobiernos a garantizar la protección de los niños en movimiento a lo largo de su viaje y a coordinar la implementación de una respuesta humanitaria más sólida en todos los países involucrados y señaló que se debe promover la integración de las familias migrantes en las comunidades de acogida y se deben abordar las causas fundamentales que las llevan a migrar.
Colombia, el paso
Necoclí es uno de los once municipios que forman parte de la de subregión de Urabá, localizado en el departamento colombiano de Antioquia, en las costas caribeñas. Veinte mil lpersonas viven el área urbana y otras 50 mil en todo el municipio.
El muelle de Necoclí bulle, ya que miles de hombres haitianos, mujeres con niños en brazos hacen filas para subirse a una embarcación e irse de este pueblo costero hacia Capurganá, el último lugar antes de adentrarse en la selva del Darién.
Pero el mar también engulle migrantes. En enero, una embarcación con siete haitianos naufragó en la bahía de Pinorroa, del lado colombiano. “El hecho de que sea migración irregular oculta los fallecimientos. Lo propio ocurre en el tapón del Darién”, según el director de Migración Colombia, Juan Francisco Espinosa.
En todos los casos, los migrantes pagan “guías” que les cobran 120 dólares por cada uno y les ofrecen seguridad en un ambiente de violencia y grupos armados como el Clan del Golfo. Se exponen a robos, violaciones y asesinatos, según varios testimonios que circulan en las playas de Necoclí, recogidos por la prensa internacional.
El origen de esta crisis humanitaria haitiana es viejo pero detonado por la pandemia de la covid-19. Después del terremoto en Haití, en el año 2010, muchos migraron hacia Brasil y Chile. Pero los efectos económicos de las cuarentenas en esos países los hicieron retomar la andadura por todo el continente. Y luego llegó un nuevo terremoto, este año, que siguió expulsando a la gente, en una migración de tránsito que, causa un alto impacto.
La aglomeración de migrantes en Necoclí ha sido catalogada como crisis sanitaria. Según Migración Colombia, este es el movimiento migratorio extrarregional más fuerte de los últimos 15 años. En 2016, fueron 34.000 migrantes de tránsito, en 2019, 19.000 y en 2020, 4.000. Ahora se ve la reacción al rezago de 2020, agrega el director Espinosa.
En Colombia, Unicef y sus aliados están ayudando con servicios de agua, saneamiento e higiene, particularmente en las zonas del muelle de Necoclí, donde más de 1.000 personas, incluidos niños y niñas, esperan alternativas de transporte hacia Panamá. Asimismo prestan apoyo psicosocial y servicios de salud a los niños y niñas migrantes, especialmente a quienes han quedado separados de sus madres y padres.
Junto al Gobierno de Panamá, distribuye agua todos los días a unas mil personas, así como kits de higiene a niñas y mujeres adolescentes migrantes en los tres centros de recepción en Bajo Chiquito, Lajas Blancas y San Vicente.
Unicef instó a los gobiernos a garantizar la protección de los niños y niñas en tránsito a lo largo de su viaje y a coordinar la puesta en marcha de una respuesta humanitaria más sólida en todos los países involucrados. Se debe promover la integración de las familias migrantes en las comunidades de acogida y se deben abordar las causas fundamentales que las llevan a migrar.
* Economista y docente universitario colombiano, analista asociado al Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE)