Tras la derrota electoral del domingo, Sarkozy sufre embates desde su propio sector y ahora su enemigo interno lanza una corriente «libre e independiente».
Las derrotas son un imán invertido: alejan a los amigos, despiertan a los enemigos durmientes y animan a manifestarse a una corte subterránea de ex aliados y de críticos que se habían mantenido en silencio. El encontronazo con las urnas que la derecha gobernante vivió en las elecciones regionales del domingo pasado le ha deparado al presidente francés una semana de poderosos vientos en contra. Su propio campo se levantó contra él, la prensa devoró a Nicolas Sarkozy como su plato más exquisito, su primer ministro, François Fillon, plantó ante el mandatario sus altísimos niveles de popularidad y, ayer, el ex primer ministro Dominique de Villepin, enemigo irreconciliable de Nicolas Sarkozy, agregó una estocada más contra el presidente.
El adversario más tenaz del presidente anunció la creación de un movimiento político «libre e independiente» con el que vuelve a poner un pie en la arena política, luego de las tribulaciones en los tribunales derivadas del caso Clearstream, donde fue procesado por una querella presentada por el mismo Sarkozy. «He decidido crear un movimiento político libre e independiente, abierto a todos, por encima de las divisiones partidistas», afirmó Villepin. Desde hace varios meses, de forma velada, De Villepin se viene insinuando como una alternativa a la presidencia francesa para las elecciones de 2012. De Villepin eligió el momento ideal para oficializar su ingreso en la batalla política. Cuatro días después de la derrota de la derecha en las elecciones regionales, este miembro del partido presidencial UMP (Unión para un Movimiento Popular) arremetió profusamente contra la política de Sarkozy. Sin nombrarlo ni una sola vez, De Villepin dijo que se sentía «incómodo con la política llevada a cabo por la mayoría» y fustigó la política presidencial en vigor desde 2007. Cuando analizó la derrota en la consulta regional, el ex jefe de gobierno consideró que ésta refleja «el fracaso de una estrategia y el fracaso de una política». Según De Villepin, esa derrota fue la de un «partido único» que no permitió reagrupar al electorado y se debió a una «política de dispersión de reformas en todas las direcciones».
Dominique de Villepin también expuso su alegato contra las medidas tomadas por Nicolas Sarkozy desde el lunes pasado. El mandatario leyó los resultados de las elecciones hacia adentro, es decir, que lo primero que hizo fue modificar la composición de su gabinete para aplacar la rebelión que surgió en el seno mismo de la derecha. Luego, Sarkozy reiteró que mantendría «el rumbo de las reformas», entre ellas la del sistema de jubilaciones y la de la Justicia. «No creo que la respuesta tras las elecciones sea la que esperaban los franceses. No son los conciliábulos en los palacios o en el Parlamento, los arreglos técnicos o cambios de personas lo que se espera», dijo De Villepin. Hábil lector de lo que se expresó en las urnas y de la nostalgia de algunos sectores de la derecha, el ex jefe del Ejecutivo pidió que se volviera a «los fundamentos» de Francia, que son «la república, la nación y el Estado», y a «un equilibrio institucional y al pluralismo del poder».
El enfrentamiento judicial entre De Villepin y Sarkozy no ha concluido. Ambos proyectaron su adversidad al terreno judicial en el marco del caso Clearstream. Se trata del mayor escándalo político-judicial de los últimos años y sus dos principales protagonistas son Sarkozy y De Villepin. Clearstream es una vasta y maliciosa manipulación política para desestabilizar la carrera a la presidencia del actual jefe de Estado. Mediante listas falsas con nombres de personas que supuestamente tenían cuentas abiertas en la empresa luxemburguesa Clearstream se intentó implicar a Nicolas Sarkozy en una trama de corrupción. Pero todo era falso. El presidente señaló a De Villepin como responsable de la maquinación y presentó una querella ante la Justicia. A fines de enero pasado, el tribunal correccional de París absolvió a De Villepin. Sin embargo, la fiscalía presentó un recurso y el caso volverá a pasar ante los tribunales el año que viene. La absolución y la estrategia que consistió en presentarse como una «víctima» de Nicolas Sarkozy restauraron la imagen de Dominique de Villepin. El hombre pasó de un 8 por ciento de las intenciones de voto al 44 por ciento de los franceses que, hoy, lo prefieren a Sarkozy (38 por ciento). El peso político de De Villepin es, sin embargo, incierto. Tal vez ambos antagonistas diriman su hostilidad en las urnas, quizá sea en los tribunales. Parece más amenazante la figura del actual primer ministro. François Fillon acumula puntos sustanciales de cara a la opinión pública con más de 12 puntos de popularidad por encima de Nicolas Sarkozy.
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