Hay veces en que uno se sorprende de la profundidad ética de nuestros referentes. De su entereza moral, por la cual asumen incluso culpas del pasado. Por ser referentes nacionales, arrostran el peso de cargar las culpas nacionales que eventualmente hayan existido. Ya sabemos que no hay pasado impoluto. El gobernador provincial entrerriano, Sergio Urribarri, […]
Hay veces en que uno se sorprende de la profundidad ética de nuestros referentes. De su entereza moral, por la cual asumen incluso culpas del pasado. Por ser referentes nacionales, arrostran el peso de cargar las culpas nacionales que eventualmente hayan existido. Ya sabemos que no hay pasado impoluto.
El gobernador provincial entrerriano, Sergio Urribarri, ha decidido dar un paso formidable de desprendimiento, «gesto que busca pedir perdón […] por el daño que ocasionó a la gran nación paraguaya esa vergüenza nacional que fue la Guerra de la Triple Alianza».
Urribarri se refiere así a que la Argentina porteña y mitrista contra la opinión de provincias federadas, aliándose con el Imperio de Brasil decidió acabar con la experiencia nacional paraguaya ajena a los planes de penetración colonial. El gobierno argentino promovió además un golpe de estado en Uruguay, para convertirlo en cómplice del despojo proyectado deponiendo al presidente blanco, civil, Bernardo Berro, contrario a semejante intervención, y puso en su lugar al aporteñado militar Venancio Flores, colorado, riverista (los Rivera son el equivalente oriental a Julio A. Roca en Argentina) que, arrasando la resistencia sanducera, también cooperó en el despojo, aunque a diferencia de los socios «mayores» no obtuvo nada en el saqueo, no obtuvo al menos despojos territoriales de los que sí se apropiaron los gobiernos de Argentina y Brasil (curiosamente, la «porción» argentina arrebatada al vencido Paraguay fue «mayor» que la tajada del Imperio do Brasil.)
El gesto de Urribarri ya estaba a punto de provocarme una conmoción −hasta dónde llegaría la contrición y qué solución material implicaba tamaño reconocimiento autocrítico− cuando reparé que en la cita que he transcripto, los suspensivos sustituyen «desde lo simbólico»… ¿entonces, qué?
El generoso de Urribarri le va a devolver al Paraguay un juego de sillas, armario y espejo que la aduana argentina le confiscó a López durante la Guerra de la Triple Alianza…
«Nuestra decisión de realizar esta restitución de manera pública y con modalidades de ceremonia de estado es reveladora de una voluntad política de construir la amistad de nuestros países sobre la verdad, aunque esta sea cruel y vergonzante para nosotros», reconoció Urribarri (Página 12, 14 ago 2013).
Mucha verdad verbal, verbosa, pero nada de verdad material, de reconocimiento que signifique para los abusadores y apropiadores un sacrificio, un desprendimiento que exprese ese reconocimiento, y para los avasallados, una indemnización, una restauración que al menos achique aquel despojo y sus atroces consecuencias: Paraguay es probablemente el país más abusado del sur americano (y eso que hay una fuerte competencia…)
Como estamos regidos por gerentes que obedecen órdenes de los gerentes mayores, seguramente el juego de espejitos continuará y el «superior» gobierno paraguayo «agradecerá» el gesto argentino. Ya lo hemos confirmado: Urribarri ha recalcado orgulloso: «Esta iniciativa provincial que tiene el apoyo de los dos países.» (Tiempo Argentino, 14 ago 2013).
Si hubiera un mínimo de dignidad, y los paraguayos dignos pudieran expresarla, rechazarían, con sonrisa (y asco) la hipocresía de Urribarri que tiene el tupé de reconocer el despojo, llega al colmo de reconocer asimismo el daño inconmensurable que le provocaron al Paraguay, y todo eso para dejar todo como está, dejar el despojo tal cual fue, totalmente vigente y «tapar», «compensar», «hacer borrón y cuenta nueva», pero-ahora-sí-hermanos, con un jueguito de muebles del s. XIX…
El episodio revela la catadura de los que gobiernan, pero a la vez el estrago mental al que las poblaciones respectivas estamos sometidos. Porque no hay repudio; hay mero ceremonial.
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