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Entrevista con Andreas Blechschmidt, activista de este centro social de Hamburgo.

«El futuro de Rote Flora no depende de la orden del juez»

Fuentes: Diagonal

Desde que el pasado 21 de diciembre una manifestación con un triple objetivo -la defensa del centro social Rote Flora, la denuncia de un caso de especulación inmobiliaria y la demanda del derecho de residencia para los refugiados llegados desde Lampedusa- intentase recorrer las calles del barrio Schanzen­vier­tel de Hamburgo, esta ciudad del norte de […]

Desde que el pasado 21 de diciembre una manifestación con un triple objetivo -la defensa del centro social Rote Flora, la denuncia de un caso de especulación inmobiliaria y la demanda del derecho de residencia para los refugiados llegados desde Lampedusa- intentase recorrer las calles del barrio Schanzen­vier­tel de Hamburgo, esta ciudad del norte de Alemania se ha colocado en el candelero mediático europeo. A los fuertes disturbios que tuvieron lugar en la manifestación hay que añadir el estado de excepción decretado por las autoridades locales desde el 3 de enero. Charlamos sobre lo sucedido y lo que está por suceder con Andreas Blechschmidt, activista del centro social y cultural Rote Flora.

¿Cuáles han sido los cambios que han producido la amenaza?

El centro social Rote Flora -proyecto autogestionado que lleva funcionando en un antiguo teatro ocupado en la calle Schulterblatt 71 desde 1989- fue vendido en 2001 por las autoridades locales a un inversor privado, Klausmartin Kretschmer. El Gobierno del SPD (partido socialdemócrata alemán) de la ciudad esperaba una situación tranquila, pero desde la asamblea del centro social decidimos ignorar todas las formas de cooperación con el nuevo propietario, de este modo impedimos su acceso. Así mismo, es importante decir que mientras todo esto está ocurriendo se está dando un rápido y grave proceso de gentrificación en nuestro barrio, Schan­zenviertel. En este sentido, entendemos que un edificio como el Rote Flora pasa a ser considerado objeto de especulación desde el momento en el que el dueño, Kretsch­mer, anunció su intención de poner fin a la ocupación y desalojarlo.

¿Hay posibilidad de hacer frente de forma legal a esta orden? ¿Qué otras dinámicas de resistencia os estáis planteando?

Queremos impedir el desalojo, para lo cual tenemos una doble estrategia. Por un lado, el propietario necesita una orden judicial para desalojarnos, esto es algo que pretendemos impedir con el apoyo de nuestros abogados, proceso que como mínimo durará hasta el año que viene. Por otro lado, y de forma paralela a la batalla legal, queremos trabajar durante este tiempo para generar un proceso de movilización que tenga tanta potencia que impida realizar el desalojo. Creemos que el futuro del Rote Flora no se puede decidir a través de una orden judicial. Podemos organizar una plataforma política que nos permita defender el centro social y parar el desalojo.

¿Cómo vivís una irrupción mediática tan fuerte basada en el conflicto cuando vuestro trabajo cotidiano ha permanecido invisible para los medios de comunicación de masas?

La verdad es que estamos acostumbrados a esta irrupción, digamos que es algo habitual. Los medios de comunicación de masas sólo nos prestan atención cuando hay violencia en la calle. Pero nuestro trabajo político ha estado presente cada día a lo largo de los últimos 24 años. Cree­mos haber dejado una impronta suficiente en los debates políticos.

También tenemos la impresión de que la gente de los movimientos sociales nos aprecia por nuestra resistencia y de que la política oficial nunca nos aceptará. Es importante señalar que recibimos apoyo de gente que no tiene los mismos objetivos que nosotros, pero que respeta nuestras actitudes fundamentales; en definitiva, es gente que se solidariza no solo con nuestra lucha. Creemos que esto es más importante que dejar una buena imagen en los medios de comunicación.

¿Cómo lleváis la combinación de las dinámicas de conflicto con la Policía a la vez que se generan espacios de diálogo con el Ayuntamiento?

En alemán hablamos de «Zu­cker­brot und Peitsche» (el palo y la zanahoria). Se puede desalojar el Rote Flora de dos formas diferentes: por una lado puede haber un desalojo violento mediante una intervención policial; por otro lado está la posibilidad de que el desalojo se lleve a cabo a través de una estrategia basada en debates y negociaciones con los políticos, que quieren regularizar, legalizar la situación del Rote Flora con contratos de alquiler.

Creemos que esta situación pondría ciertos límites y supondría una despolitización del proyecto, sería algo así como un desalojo suave y silencioso. Tenemos que generar un equilibrio entre nuestras acciones de resistencia ante la amenaza de desalojo, algo para lo que podemos tener cierta testarudez política, y marcar el compás de cara a las propuestas de diálogo. No es fácil.

¿Cómo os está afectando el estado de excepción en algunos barrios de la ciudad de Hamburgo?

Es el intento de solucionar un conflicto político de forma policial y dejar este conflicto en la esfera pública. Resulta que, al contrario de lo que pretendía la Policía, esta situación de Gefahrengebiet (zona de peligro o estado de excepción, tal y como se ha traducido al castellano) nos ha ayudado a anunciar nuestros proyectos políticos. La situación de presión policial que estamos viviendo está provocando la politización de mucha gente, que está observando cómo desde las instituciones locales y desde la política oficial, en lugar de establecer espacios para el debate y buscar soluciones constructivas, se están mandando a centenares de antidisturbios.

Fuente: http://www.diagonalperiodico.net/movimientos/21451-futuro-rote-flora-no-depende-la-orden-del-juez.html