Traducido para Rebelión por Caty R.
Patrulla de policía en la estación Saint-Charles de Marsella, en diciembre de 2006
Los hechos se produjeron en la estación Saint-Charles en febrero de 2008. No podía imaginar que un año después su comentario daría lugar a un juicio. No por desacato, sino por atentar contra la tranquilidad pública «por la extensión y repercusión de sus gritos», que infringen el artículo R 13-37 del Código de la Salud Pública.
El profesor tiene que comparecer ante la justicia por «escándalo injurioso diurno que perturbó la tranquilidad de los demás» y se arriesga a una sanción según el artículo R 623-2 del Código Penal. Ha optado por mantener el anonimato, pero acordó con Rue89 un testimonio transmitido por su abogado, tres días antes del juicio:
«El 27 de febrero de 2008, a las 17:49 h, me encontraba en la estación Saint-Charles de Marsella.
Llegué al centro de una multitud que se había formado con ocasión de un control de identidad de dos chicos. Alrededor de los policías vi a los jóvenes con gesto tenso. Los policías mostraban señales de nerviosismo.
La estación Saint-Charles está vigilada permanentemente en el marco del «plan vigigare» por soldados armados con ametralladoras que acompañan a los policías en su patrulla.
Ante este enésimo control de identidad, siento como un malestar: ¿Por qué tan poca amabilidad? Hacer algo para poner un poco de suavidad. Entonces adopté una postura teatral y apuntando con el dedo hacia los policías lancé «Sarkozy te veo, Sarkozy te veo». Inmediatamente una gran carcajada se apoderó de los espectadores. Yo llevaba traje, corbata y un maletín de cuero. Seguramente tenía un aspecto ridículo, pero qué más da, las risas consiguieron reducir la tensión.
Uno de los policías se dirigió a mi: «¡Sus papeles, por favor!» Su colega se unió a él un momento después. Sin embargo, la serenidad cortés que establecí permitió relajar la atmósfera entre los policías y yo. Los policías me invitaron a acompañarlos hasta la comisaría de la estación. Fueron muy amables.
En ese momento las cosas toman un giro deliciosamente administrativo. Los dos agentes procedieron a las comprobaciones de costumbre. Las cosas se volvieron automáticas. Ejecutaron metódicamente su obligación: es el procedimiento. Por mi parte, respondí maquinalmente a las preguntas que me hicieron. Respetuosamente, cada uno en su papel. Eran trabajadores como yo, impotentes como yo frente a los excesos del sarkozysmo. Les presenté mis excusas por las molestias burocráticas ocasionadas. Después salí y olvidé esta historia.
En la estación, la vida había recuperado su curso normal, con su bullicio y el ruido de los motores».
Texto original en francés: http://www.rue89.com/2009/05/